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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL SÍNDROME 711

EL SÍNDROME 711

     El Islam está de candente actualidad por diversos motivos: a la fuerza expansiva de su religión, que contrasta con un secularizado Occidente, se suman aspectos geopolíticos de todos conocidos y, también, la creciente importancia que, como consecuencia de la inmigración, ha ido adquiriendo la población musulmana en nuestra sociedad, cada vez más intercultural.

     Pese al respeto que el Islam nos merece, en nuestra relación con la fe y la cultura musulmana no debemos olvidar la salvaguardia de los derechos humanos, especialmente la libertad de expresión así como la condición y dignidad de la mujer, pues ellos son innegociables y conforman la escala de valores y principios que rigen nuestra sociedad civil y democrática.

     En este contexto, el Islam ha provocado en Occidente opiniones encontradas. A las muy desafortunadas declaraciones de Benedicto XVI, habría que añadir las formuladas desde diversos ámbitos de la derecha europea como es el caso de Nicolás Sarkozy u otros políticos conservadores españoles. Es como si se estuviese propalando un creciente temor, una sensación de “invasión”, una especie de “síndrome 711”.

     Los primeros síntomas del mismo, no exentos de actitudes reaccionarias, xenófobas y de una visión anacrónica de nuestra historia, tiene su más clara manifestación en diversas actitudes y declaraciones de José María Aznar. En su primer discurso en la Universidad de Georgetown (22-IX-2004), reciente todavía la inmensa tragedia del 11-M, remontó con toda intencionalidad política el origen de dichos atentados, no a la guerra de Iraq, sino mucho siglos antes: a la invasión musulmana de España, allá en el lejano año 711. Aznar no dudó en señalar sandeces tales como que “el problema de Al-Queda comienza en el siglo VIII” puesto que “España rechazó ser un trozo más del mundo islámico, cuando fue conquistada por los moros, rehusó perder su identidad”. Toda una absurda acrobacia historicista utilizada para legitimar la reconquista medieval… y, también, su alianza con Bush durante la ilegal guerra de Iraq.

     Así lo exponía Aznar en su conferencia del pasado 21 de septiembre en el Hudson Institute de Washington, uno de los referentes ideológicos de los sectores más duros de la derecha americana, fundado en 1961 por Herman Khan, firme partidario del empleo de la guerra nuclear contra la URSS durante los años de la Guerra Fría. En tan selecto y conservador foro, Aznar se declaró partidario de los Reyes Católicos, en una actitud que le hacía posicionarse en la línea del más rancio conservadurismo español … del s. XIX, como era el caso del carlista Vázquez de Mella o del ultramontano Menéndez Pelayo, por no citar la exaltación “imperial” que, de la época de los Reyes Católicos hizo el franquismo. El esperpento llegó al extremo cuando Aznar expuso, con su arrogancia habitual, que ningún musulmán le había pedido perdón por haber ocupado España durante 8 siglos. Puestos a pedir perdón, tampoco Aznar lo ha hecho ante ningún judío o musulmán por los crímenes de la Inquisición durante la época de sus idolatrados Reyes Católicos. De igual modo, como recordaba hace unos días el teólogo progresista brasileño Leonardo Boff, las antiguas potencias coloniales (España entre ellas), tampoco lo han hecho por el exterminio de las poblaciones indígenas de América Latina ni por la explotación a la que sometieron durante siglos a los esclavos negros traídos desde África.

     Este “síndrome 711”, caracterizado por obsesiones invasoras y por justificar luchas reconquistadoras de antaño o de la actual “guerra contra el terror” orquestada por el “Trío de las Azores”, parecen articular el pensamiento de una derecha cada vez más descentrada.

     Por todo lo dicho, Aznar no ha dudado en calificar de “estupidez” al naciente proyecto de la Alianza de Civilizaciones: el que este posible puente de diálogo y entendimiento entre culturas sea rechazado de forma tan brutal, puede hipotecar seriamente la credibilidad internacional de la derecha española al no asumir el reto histórico que, avalado por la ONU, debe desempeñar ésta. La Alianza de Civilizaciones, como opción de futuro, debe fomentar el desarrollo armónico e integrador, cimentado en principios de justicia para el conjunto de la Humanidad, basándose en el conocimiento y respeto mutuo de los valores éticos y sociales, única forma de superar endémicos enfrentamientos e incomprensiones. Y todos estos ideales y aspiraciones, desde luego, no son una estupidez, señor Aznar.

     Consecuentemente, frente a la política exterior auspiciada por Bush y Aznar, que, extendiendo de forma insensata la lucha contra el “terror”, ha agudizado todavía más el rencor y el odio del Islam contra Occidente y sus valores, el futuro de las relaciones internacionales no puede ser otro que el de tender puentes de diálogo sincero y cooperación solidaria.

     Frente a la confrontación alentada por la derecha, el único camino sensato es el impulso de la Alianza de Civilizaciones si se le brinda el apoyo y el respaldo preciso. La convivencia y el respeto, entre personas y culturas distintas, siempre será el mejor antídoto para superar el riesgo de contagio del “síndrome 711”.

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 13 octubre 2006) 

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