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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

LA CRISIS GLOBAL Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

LA CRISIS GLOBAL Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

         

 

     Días atrás, el teólogo progresista y exjesuíta José María Castillo publicaba un artículo en el cual, bajo el título de "La crisis: el silencio de la Iglesia", denunciaba lo que estaba siendo un clamoroso silencio de la jerarquía eclesiástica ante una cuestión que preocupa a tantas personas de tantos países cual es las consecuencias económicas y sociales de la crisis global que padecemos.

     Si bien es cierto que el pasado día 3 de diciembre, Benedicto XVI, aprovechando una audiencia papal a los representantes de un banco italiano señaló que "uno de los objetivos primarios de los bancos es la solidaridad hacia las clases más débiles y el apoyo a la actividad productiva", lo cierto es que apenas ha habido posicionamientos claros de la jerarquía católica, que tan rotunda se manifiesta ante otros temas como el aborto, la eutanasia, el divorcio, la homosexualidad, los anticonceptivos o la asignatura de Educación para la Ciudadanía. De hecho, como señala Castillo, "la gente no tiene ni idea de lo que piensan los obispos" sobre la crisis del sistema financiero, la quiebra de los bancos, la subida de los precios, el paro, las hipotecas basura o la codicia desmedida que está en la raíz de la crisis, una crisis "tan profunda, tan oscura y tan grave", como la define Castillo.

     Frente al conformismo de la jerarquía, incapaz de llevar a cabo "la misión profética que tiene que ejercer en defensa de los pobres y las personas peor tratadas por la vida y por los poderosos de este mundo", se halla la actitud de la Teología de la Liberación la cual mantiene una clara actitud de denuncia ante los responsables de esta "economía canalla" (como la definió Loretta Napoleoni) que está arruinando el mundo.

     Una de estas voces proféticas y de denuncia es la del teólogo brasileño Leonardo Boff, el cual abandonó la Orden Franciscana en 1992 después de constantes enfrentamientos con el Vaticano y, especialmente con el entonces cardenal Ratzinger. En un brillante artículo titulado "Crisis de Humanidad", Boff nos ofrece unas reflexiones de interés. Comienza señalando que la crisis económico-financiera ("previsible e inevitable"), remite a una crisis más profunda, a una crisis de valores, "de humanidad". Su origen reciente lo sitúa en las políticas impulsadas por Margaret Tatcher y Ronald Reagan que supusieron una absoluta carencia de valores humanos en el proyecto neoliberal y en la economía (desbocada) de mercado que ellos impusieron. Acto seguido, Boff denuncia la codicia de "los gigantes de Wall Street" los cuales, sin regulación alguna, carecen de ética y manejan sin ningún escrúpulo informaciones anticipadas ("insider informations"), las manipulan, divulgan rumores en los mercados, los inducen a "falsas apuestas" obteniendo con todas estas maniobras especulativas grandes lucros, tal y como recientemente se ha puesto de manifiesto con la monumental estafa de Bernard Madoff. Consecuentemente, el reproche moral de Boff frente a las maniobras financieras de este neoliberalismo sin escrúpulos es obvio puesto que, como señala, la confianza y la verdad resultan "sacrificados sistemáticamente en función del beneficio de los especuladores". Se trata, pues, de un sistema económico-financiero que califica de "falso y perverso" y, por ello, tenía que derrumbarse un día u otro…y eso es lo que ha ocurrido. Un dato resulta revelador: mientras el capital financiero-especulativo de los EE.UU. en el último año se estima en 167 billones de dólares, el capital real generado en procesos productivos fue de tan sólo 48 billones de dólares.

     La salida a la crisis tiene que basarse en los valores de la ética y la justicia. Es por ello que Boff critica el modelo americano que, hasta el presente, se ha limitado a "injertar mucho dinero en los ganadores para que la lógica continuase funcionando sin pagar nada por sus errores". Por el contrario, y a modo de aviso a navegantes, Boff opta claramente por el modelo europeo, un modelo basado en políticas socialdemócratas que han construido el llamado "Estado de Bienestar". Es precisamente por ello por lo que el papel del Estado, y no del mercado, debe ser determinante para hacer frente a la crisis. Así nos lo advierte Boff:

"los europeos, recordando los vestigios que han quedado del humanismo de las Luces, han tenido más sabiduría. Denunciaron la falsedad, pusieron en el campo del Estado como instancia salvadora y reguladora, y en general como actor económico directo en la construcción, en la infraestructura y en los campos sensibles de la economía. Ahora no se trata de reflotar el neoliberalismo sino de inaugurar otra arquitectura económica sobre bases no ficticias. Esto quiere decir que la economía debe ser un capítulo de la política (la tesis clásica de Marx), no al servicio de la especulación sino de la producción, y de la adecuada acumulación. Y la política deberá regirse por criterios éticos de transparencia, de equidad, de justa medida, de control democrático y dando especial cuidado a las condiciones ecológicas que permiten la continuidad del proyecto planetario humano".

     Estas consideraciones de Boff, tan ciertas como contundentes, que, además de teólogo, ha estado implicado siempre en movimientos sociales como las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) o el Movimiento de los Sin Tierra (MST) brasileño, son de absoluta actualidad. Estas ideas, aplicadas al caso de España me inducen a una reflexión: nuestra economía, definida constitucionalmente como "social y de mercado", en estos momentos en que el "mercado" y las reglas que lo condicionan se hallan cuestionadas, es cuando el adjetivo "social" debe ganar un protagonismo y un liderazgo político en aras a la defensa de los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad. Es ahora cuando el Estado, esto es, la política, debería redefinir un nuevo modelo económico que haga frente a la codicia de un mercado desregulado, responsable de conducirnos a una crisis global como la que estamos padeciendo. Para ello, es imprescindible reactivar la economía mediante el impulso del gasto público, la inversión en infraestructuras, en educación, en sanidad y en políticas sociales, aunque ello suponga un endeudamiento del Estado puesto que el mito del "déficit cero" en tiempos de crisis no sirve para reactivar la economía ni tampoco para paliar los efectos sociales que ha generado esta "economía canalla", esta crisis global. Ciertamente, estas propuestas van a suponer todo un reto para los partidos socialdemócratas y para los valores que ha defendido históricamente el socialismo democrático.

 

(Diario de Teruel, 21 diciembre 2008)

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