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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

ECOS DE LA GUERRA DE GAZA (I)

ECOS DE LA GUERRA DE GAZA (I)

         Tras la campaña “Plomo fundido” desencadenada por el Tzahal, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI),  y después de 22 días de un ataque de una potencia devastadora, una frágil tregua se mantiene en Gaza.

Todas las guerras, además de una tragedia en sí mismas, suponen un dilema moral. En este caso, el derecho legítimo a la defensa y seguridad de Israel ha quedado en un segundo plano ante la dureza y crueldad de la campaña  militar desencadenada por las FDI, una campaña desproporcionada, con un elevado número de víctimas civiles y contraria al derecho internacional.

De la tragedia de Gaza se pueden extraer algunas reflexiones. La primera de ellas es que al margen del objetivo militar de acabar con Hamas, siglas del Movimiento de Resistencia Islámica, que domina Gaza desde junio de 2007 y que ataca al sur de Israel, la dureza de las imágenes de la guerra ha tenido un efecto indudable en la opinión pública mundial. De hecho, ha supuesto una victoria mediática para Hamas, que tras utilizar a la población civil como escudos humanos, ha instrumentalizado  en beneficio de sus intereses el dolor ocasionado por tantas víctimas inocentes por la brutalidad del ataque israelí.

En contraposición, la guerra ha supuesto para Israel no sólo el descrédito y la reprobación internacional, sino, también, una derrota moral para los sectores de la izquierda pacifista hebrea que siguen trabajando por lograr una solución política para el eterno conflicto palestino-israelí. A ello se une, además, el que la sociedad civil de Israel tiene el deber ético, como descendientes del Holocausto (Shoah) de, en memoria de las víctimas asesinadas por el nazismo,  no cometer jamás sobre otros pueblos los horrores y sufrimientos que ellos, como pueblo judío, sufrieron a lo largo de su atormentada historia. Ello hace todavía más inaceptable la magnitud y la dureza de la campaña militar lanzada contra Gaza a pesar de que sea éste un territorio gobernado por una entidad terrorista como es Hamas, que siempre ha proclamado abiertamente su intención de destruir a Israel.

Dicho todo esto, me ha resultado muy interesante la lectura durante los últimos días de la guerra de Gaza de la prensa israelí contraria a la campaña militar desatada por el gobierno de coalición de Ehud Olmert. En este sentido, el prestigioso diario Haaretz, cercano a la izquierda pacifista, publicó diversos artículos en los que manifestaba no sólo su oposición a la campaña de Gaza, sino en los que también incidía en las consecuencias morales que, para la democracia israelí, se derivaban de aquella. Este fue el caso de periodistas como Gideon Levy que, el 15 de enero denunciaba con dureza los ataques de las FDI contra las escuelas de la ONU y el hecho de que un tercio de las víctimas civiles fueran niños y “esto es una proporción demasiado grande para cualquier norma ética y humanitaria”, lo cual era el efecto de “un gran ejército luchando contra una población indefensa y débil”. Al día siguiente, el mismo Gideon Levy titulaba su crónica “Alguien tiene que parar la locura desenfrenada de Israel en Gaza” en el que, junto a la “arrogancia intolerable” del gobierno de Olmert al incumplir las resoluciones de la ONU y no acatar los acuerdos de su Consejo de Seguridad, escribía: “las calles de Gaza parecían campos de muerte”, frase tras la cual parecía subyacer el subconsciente colectivo judío de la Shoah. El balance de Levy sobre la campaña era rotundo y contundente: “No hemos logrado nada en la guerra, sólo la sed de sangre y el ansia de venganza”.

Por su parte, otro periodista tan prestigioso como Ari Shavit escribía en las páginas de Haaretz sobre la derrota moral que esta campaña significaba para Israel: “la operación de Gaza puede ser la destrucción de Hamas, pero es la destrucción del alma de Israel”  (17 enero). Recordando el elevado número de víctimas civiles y que Israel había violado toda la legalidad internacional, no dudaba en afirmar que, “un ataque de este tipo no es más que locura” ya que, “sin una sólida base moral, cualquier victoria de Israel resulta pírrica”.

A modo de balance, tras el inicio de la tregua, el ya citado Gideon Levy, señalaba en Haaretz el 22 de enero que “la guerra terminó con un completo fracaso para Israel” pues, al igual que ya había señalado Ari Shavit, había supuesto un “profundo fracaso moral”  para la democracia israelí. Además, el desprestigio de Israel por los efectos mediáticos de la campaña era evidente ya que como señalaba Levy, “el mundo entero vio las imágenes, que conmovieron a todas las personas que las vieron” ya que “esta guerra, además de cientos de muertos, heridos y mucha destrucción” ha supuesto “el deterioro de la imagen de Israel”. Por si todo ello fuera poco, para Levy la campaña no había logrado ninguno de los objetivos previstos, cuales eran: evitar el lanzamiento de cohetes Qassam y Grad sobre Israel, impedir el contrabando de armas a Gaza, desmantelar a Hamas, restaurar el prestigio de las FDI, debilitar el apoyo popular al fundamentalismo islamista y, finalmente, reforzar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) del presidente Mahmud Abbas y  a su partido Al-Fatah, de corte nacionalista y laico, como interlocutor político para retomar el estancado proceso de paz.

Por su parte, Aurora, un periódico israelí editado en castellano en Jerusalem, publicó un interesante editorial  el pasado 16 de enero en el que, bajo el título de “El fin y los medios”, recordaba la imperiosa necesidad de no perder la proporcionalidad y la justicia en la lucha contra el terrorismo de Hamas por parte de Israel ya que pese a todo, el Estado hebreo sigue siendo la único país democrático de la zona. De este modo, una vez más, se planteaba el eterno dilema moral entre los fines y los medios necesarios para alcanzarlos, un dilema que sigue abierto hasta la solución justa del conflicto palestino-israelí.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 31 de enero de 2009)

 

 

 

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