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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

NOSTALGIAS CLERICALES

NOSTALGIAS CLERICALES

         

Todavía no se han apagado en Zaragoza los ecos de la polémica ciudadana por el hecho de que, a iniciativa del alcalde Belloch, se haya dedicado una calle a San Josemaría Escrivá de Balaguer, inmerecido honor para con el fundador del Opus Dei. Ciertamente, el santo aragonés fue, a lo largo de toda su vida, un ejemplo de actitudes religiosas retrógradas además de sectarias y, también, defensor de un posicionamiento servil para con la dictadura franquista, razón por la cual, la decisión de Belloch sólo sirve para alentar, además de un rechazo cívico, el que, en contraste, se produzca una nueva ola de añoranzas clericales por parte de los sectores más rancios de la derecha política y religiosa.

Mientras el alcalde socialista Belloch ha honrado desmedidamente a Escrivá de Balaguer, a quien Franco le concedió el título nobiliario de “Marqués de Peralta”, la periodista Pilar Urbano, destacada figura del Opus Dei, “acusó” al Presidente Zapatero de ser “masón”, al igual que, en fechas recientes, lo han hecho diversos medios de comunicación de la derecha clerical con Francisco Caamaño, el nuevo ministro de Justicia: para la “caverna” reaccionaria, el ser masón sigue utilizándose como un insulto hiriente y es que, como señalaba Enric Sopena, la masonería “es un filón inacabable para la demagogia conservadora”. En cambio, en una sociedad democrática, este hecho responde a la libertad individual de cada ciudadano y, por ello, respetable y ajena a toda polémica o acusación peyorativa.

La caverna clerical, en su abierta ofensiva contra el Gobierno Socialista de Zapatero, ha empleado todo tipo de metralla y munición, como la campaña contra la legislación sobre el aborto, los matrimonios homosexuales o contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, lo cual es un caso único en la Europa Occidental dado que la Iglesia ha lanzado una auténtica “cruzada” contra esta asignatura que educa en valores cívicos y democráticos. Habría que recordar que esta actitud es bien distinta a la que mantuvo en su día la jerarquía eclesiástica con la nefasta Formación del Espíritu Nacional (FEN) de la dictadura, una asignatura obligatoria al servicio del adoctrinamiento franquista y que el régimen liberticida nos impuso a varias generaciones de españoles.

Las nostalgias clericales no entienden los valores del Estado laico y, por ello, interfieren en el  normal y libre desarrollo de la vida pública con harta frecuencia. Por ello, no es cierto que la libertad religiosa se halle amenazada por lo que el cardenal Bertone llamaba “predominio cultural del agnosticismo y del relativismo” y, bien al contrario, se percibe un cierto frenazo por parte del Gobierno a las medidas de impulso del Estado laico como lo serían la aprobación de un Estatuto de Laicidad que supondría, entre otras cosas, la desaparición de los símbolos religiosos en las instituciones y edificios públicos y la ausencia de ritos católicos en los actos oficiales y en los funerales de Estado.

Pero en España, pese al buen trato que, en todo momento ha recibido la Iglesia por parte del poder civil, la jerarquía eclesiástica mantiene una permanente actitud de frontal hostilidad hacia el Gobierno Socialista: ahí están los exabruptos de la Cadena COPE como flagrante evidencia. Con esta actitud, la jerarquía parece añorar pasados tiempos, épocas de preeminencia y poder, tiempos del nacional-catolicismo, aquellos tiempos en que, como ocurrió en diciembre de 1957, esta derecha de sotana y sacristía, quiso, incluso, honrar al general Franco haciéndolo cardenal de la Iglesia Católica. Y, sin embargo, pese a quien pese, la sociedad civil considera que ha llegado el momento de revisar las exenciones fiscales concedidas a la Iglesia en los acuerdos firmados por España con la Santa Sede sobre asuntos económicos de 3 de enero de 1979 y, también, la Ley Orgánica 7/1980, de Libertad Religiosa; que hay que avanzar en las investigaciones biomédicas y que, los matrimonios homosexuales, tienen plena legitimidad en la sociedad civil.

Lejos, muy lejos quedan los tiempos en que un clericalismo asfixiante era el vigilante severo de las vidas y conciencias de los españoles. Hay que recordar el riguroso control que de la moral, tanto individual como social, se abrogaba el clericalismo militante, fiel servidor de la dictadura: ahí están las atribuciones sobre la censura de obras de creación literaria, teatral y cinematográfica por parte de la Iglesia. A modo de ejemplo, resulta curiosa la amonestación episcopal de Fray León Villuendas, obispo de Teruel, quien en 1948 condenó en los más duros términos la proyección de la película “Gilda”, un melodrama pasional protagonizada por Glenn Ford y Rita Hayworth, y en la que la actriz, de origen hispano-judío (su verdadero nombre era Margarita Carmen Cansino), enfundada en un vestido de satén negro y, en actitud insinuante, se quitaba un guante mientras cantaba “Put the Blame On Mame”, escena de una mítica sensualidad que ha pasado a la historia del cine. El texto del obispo Villuendas, publicado en el diario Lucha el 15 de mayo de 1948, decía así:

“Enterados con profundo dolor de nuestra alma de que próximamente se intenta proyectar en nuestra ciudad la película “Gilda”, GRAVEMENTE ESCANDALOSA [sic], en cumplimiento de uno de nuestros más sagrados deberes del oficio pastoral, y como ya lo han hecho muchos de nuestros Venerables Hermanos del Episcopado Español, prohibimos la dicha película cinematográfica “Gilda”, y amonestamos, amadísimos hijos, haciendo saber a los empresarios que no pueden exhibir esta película, y a los fieles que no podrán presenciarla sin GRAVAR SU CONCIENCIA CON PECADO MORTAL [sic].

De la docilidad y religiosidad de nuestros fieles diocesanos esperamos la más fiel obediencia, a esta NUESTRA AMONESTACIÓN EPISCOPAL [sic].

Teruel, 14 de mayo de 1948.

Fr. León, Obispo de Teruel”.

Ciertamente, aquellos eran otros tiempos, unos tiempos que añoran, todavía, quienes defienden las nostalgias clericales de un caduco nacional-catolicismo, el mismo que siempre defendió Escrivá de Balaguer, el mismo que parece mantener todavía firmes seguidores entre los sectores más inmovilistas de la Iglesia Católica en España.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 14 junio 2009)

 

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