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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

VÍCTOR PRUNEDA, UN BICENTENARIO REPUBLICANO

VÍCTOR PRUNEDA, UN BICENTENARIO REPUBLICANO

         

Hoy, 1 de noviembre, se cumplen 200 años del nacimiento del político republicano federal Víctor Santos Pruneda Soriano (Ferrol, 1809 – Teruel, 1882), aquel joven gallego que un día recaló en las tierras turolenses, a las que amó apasionadamente y que, en mi opinión, puede considerarse como el político más destacado del Teruel del siglo XIX, el de mayor coherencia y honestidad, siempre impulsado por una profunda ética en la práctica política en defensa de sus ideales democráticos, republicanos y federalistas.

En estos últimos años, los turolenses hemos hecho justicia con la figura de Pruneda, recuperando su memoria y su legado político. De este modo, han ido apareciendo investigaciones históricas sobre Pruneda y otras se hallan en proceso de elaboración, se ha recuperado su nombre en la toponimia urbana turolense y el Ateneo Republicano de esta ciudad ha asumido la tarea de divulgar su pensamiento político, hechos éstos que me producen una profunda satisfacción.

No pretendo ahora incidir en la importancia histórica de su figura, en la multitud de motivos que, recogidos en la biografía política que le dediqué hace ya unos años (Víctor Pruneda, una pasión republicana en tierras turolenses, 2001), me reafirman en la idea de considerarlo el político más importante de cuantos estuvieron vinculados a la historia de la provincia de Teruel durante el siglo XIX. Al margen de su importante, intensa y agitada trayectoria política, quisiera reseñar tres aspectos del pensamiento prunedista que tienen plena vigencia en la actualidad y que bueno sería tenerlos en cuenta como ciudadanos y como turolenses.

En primer lugar, el republicano Pruneda es todo un ejemplo de cómo, en tiempos difíciles, la firmeza de los referentes éticos resulta imprescindible en la actividad política, tan denostada en la actualidad en determinados ámbitos. De este modo, al margen de las preferencias partidarias de cada cual, Pruneda fue de esas personas que dignificaron el noble ejercicio de la política, entendida como un servicio cívico para lograr mejoras progresivas en la sociedad que le tocó vivir. Pruneda comprendió que cuando se actúa en política desde la ética y la coherencia, cuando se es fiel a los ideales, siempre por encima de los personalismos, cuando se enarbola la defensa de los humildes, es cuando verdaderamente la acción política se convierte en una herramienta capaz de abrir nuevos horizontes de libertad y progreso, de anticipar un futuro mejor para todos. Este hecho fue destacado incluso por sus más enconados adversarios (y tuvo muchos) pues siempre reconocieron en Pruneda los valores de la coherencia, la tenacidad para afrontar los sacrificios que la defensa de la libertad nos exige en tiempos adversos, y el hecho de que muriese pobre, esto es, que jamás emplease la política (y ocasiones tuvo) para medrar o enriquecerse. Todo un ejemplo en los tiempos que corren.

En segundo lugar, el pensamiento de Pruneda representa lo que puede definirse como un nuevo patriotismo republicano español, esto es, la aspiración a establecer una España plenamente democrática tanto en el ámbito ciudadano como en la relación con sus territorios, con aquellos que libremente aceptan compartir un futuro común bajo en modelo de una República Federal. Retomando el lema de “Soberanía del pueblo. Economías. Reformas” de El Centinela de Aragón, el mítico periódico republicano fundado por Pruneda en Teruel en 1841, la República Federal era su ideal político, sinónimo de igualdad de derechos democráticos para todos los ciudadanos (sin privilegios de cuna o posición social), máxima descentralización de los poderes públicos y de una sociedad secularizada libre de interferencias clericales. En el fondo del pensamiento prunedista subyacen ideas progresistas tan actuales como el llamado “patriotismo constitucional” en una nueva España plural entendida como “nación de naciones”, lo cual supone redefinir el sentido de “lo español”, libre de nostalgias del pasado, así como asumir sin recelos ni prejuicios la realidad plurinacional de España, que sólo puede hallar un armonioso engarce territorial por medio de un modelo federal y republicano.

En tercer lugar, Pruneda nos dejó el ejemplo de su amor apasionado por las tierras y las gentes de Teruel. Sorprende comprobar cómo llegó a sentir tan hondo el alma y el carácter de esta tierra, en la que por espacio de más de 50 años compartió penas, adversidades políticas y, también, anhelos de libertad, progreso y regeneración económica. Especialmente reseñable resulta su vínculo emocional con la ciudad de Teruel, a la cual unión para siempre su destino. Recordemos que, allá por agosto de 1856, desde su exilio en Louvie-Juzon (Francia), aludía a Teruel como la “población para mí tan querida, una población donde resido hace veinte y dos años y por la cual me sacrificaría siempre, una población donde tengo mi familia, mis amigos y mis más caras afecciones, una población a la que estoy unido por los suspiros del alma, del corazón”.

Hoy, cuando se cumple el bicentenario del nacimiento de quien fue definido en su tiempo como “el decano de la democracia española”, bueno sería asumir el legado prunedista con relación a Teruel. Su ejemplo nos impulsa a esforzarnos día a día por conquistar un futuro digno para nuestra provincia por encima de tantos olvidos e  injusticias: ahí están, a modo de ejemplo, sus campañas a favor de las comunicaciones ferroviarias en las cuales depositaba toda su confianza para la regeneración económica turolense y que, a fecha de hoy, siguen siendo una deuda pendiente para con nuestra tierra. Hoy, que recordamos el bicentenario de su nacimiento, todos, ciudadanos e instituciones, cada cual desde su responsabilidad, debemos  asumir el reto de reactivar la pasión prunedista por Teruel. Este sería nuestro mejor homenaje a Pruneda y un ejemplo de que el legado de la acción y el pensamiento prunedista siguen abriendo horizontes de futuro para el progreso de Teruel.

(Diario de Teruel, 1 noviembre 2009)

 

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