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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

ESPERANZA EN JERUSALEM

ESPERANZA EN JERUSALEM

          

        Estamos acostumbrados por desgracia a recibir siempre malas noticias del enquistado y sangriento conflicto palestino-israelí, por ello, cualquier pequeño atisbo de entendimiento, cualquier gesto positivo entre las partes enfrentadas, supone un rayo, por tenue que sea, de esperanza hacia el camino de la paz en Oriente Medio. Algo así ha ocurrido con el acuerdo firmado por Israel, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Jordania para preservar la Ciudad Vieja de Jerusalem,  alcanzado en la 34ª reunión del Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO reunida en Brasilia a finales del pasado mes de julio. Dicho acuerdo, calificado de “inédito” e “histórico”,  pretende,  mediante un plan de acción conjunta, preservar el cuantioso legado jerosolimitano, una ciudad considerada como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

        Al recordar el reciente acuerdo de Brasilia, me viene a la memoria otro acuerdo, actualmente arrumbado por la dramática realidad de los hechos, pero que es de gran importancia para alcanzar una paz justa y definitiva en Oriente Medio: el Acuerdo de Paz de Ginebra de 1 de diciembre de 2003. Este, aunque nunca contó con el respaldo oficial del Gobierno de Israel, suponía un puente hacia la paz tendido entre una delegación israelí encabezada por Yossi Beilin (exministro de Justicia y dirigente del partido pacifista Meretz) y otro grupo de negociadores palestinos  liderado por Yasser Abed Rabo (exministro de Comunicaciones de la ANP).

        El Acuerdo de Ginebra, tal y como se dice en su preámbulo, es una vía para buscar una “reconciliación histórica” entre Israel y Palestina, a la vez que podría abrir el camino para el entendimiento futuro entre el Mundo Árabe e Israel. A lo largo de sus 17 artículos, ampliamente desarrollados, además de reconocer al Estado de Palestina, se intentaba dar respuesta a temas tan difíciles y espinosos como la cuestión de los territorios y las fronteras definitivas entre Israel y Palestina, el futuro de los asentamientos judíos, el retorno de los refugiados palestinos o la cuestión de Jerusalem. A este último tema me referiré seguidamente, al cual se dedica el muy amplio artículo 6º del Acuerdo de Ginebra.

        De entrada, se destaca la “importancia universal, histórica, religiosa, espiritual y cultural” de Jerusalem, así como su carácter sagrado para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Seguidamente, se reconoce una reivindicación de la ANP de gran calado político y simbólico al considerar a Jerusalem como capital de los dos Estados (Israel y Palestina), al señalar que “las partes tendrán sus respectivas capitales, que reconocerán recíprocamente, en áreas de Jerusalem que estén bajo su soberanía” (art. 6.2).

        Por lo que se refiere al Monte del Templo (Al-Haram-al Sharif), el acuerdo contempla que se halle controlado por una Presencia Internacional, en la que además de los miembros del Grupo de Implementación y verificación (GIV), esto es, Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU, habría otros miembros designados por las partes, incluyendo también a representantes de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI). De este modo la labor de la Presencia Internacional, sería la de responsabilizarse de la seguridad y conservación del Monte del Templo durante un período transitorio tras el cual, “el Estado de Palestina podrá declarar su soberanía sobre el recinto” (art. 6.5.III.A). También se contempla la polémica cuestión de las excavaciones arqueológicas en el Monte del Templo, tema éste que ha sido objeto de alegaciones por parte de Jordania en la citada reunión de la UNESCO celebrada en Brasilia. Pues bien, sobre este punto, el Acuerdo de Ginebra señala expresamente que “no podrán realizarse excavaciones o construcciones dentro de su perímetro a menos que sean aprobadas por ambas partes” (art. 6.5.II.A), con lo cual se evitarían las tensiones ocasionadas por las excavaciones israelíes en un recinto que, además de para el judaísmo, tiene un importante valor religioso para el Islam.

        En cuanto a la Ciudad Vieja, ambas partes reconocen que se trata de “un todo que reviste un carácter único”, comprometiéndose por ello a preservarla conforme a las disposiciones de la UNESCO. En materia de seguridad, se proponía la creación de una Unidad Policial, formada conjuntamente por destacamentos policiales tanto palestinos como israelíes, además de reconocer la “libre e ilimitada” circulación dentro de la Ciudad Vieja y señalar que quedarían bajo soberanía israelí lugares tan significativos para el judaísmo como el Muro de las Lamentaciones, la ciudadela de David o el cementerio del Monte de los Olivos.

        Igualmente, el Acuerdo de Ginebra contempla la cuestión de la coordinación municipal de las zonas de soberanía palestina e israelí. De este modo, las dos municipalidades constituirán un Comité de Coordinación y Desarrollo de Jerusalem (CCDJ) el cual tendría como competencias la coordinación de infraestructuras y servicios de la ciudad bicapital de dos Estados, además de “alentar el diálogo intercomunitario y la reconciliación” (art. 6.11.II). Ciertamente, de haberse aplicado de forma efectiva el Acuerdo de Ginebra y haberse reconocido oficialmente el Estado de Palestina, es posible que el CCDJ hubiese evitado la reciente crisis generada por el desmesurado proyecto de construcción de viviendas judías en los barrios de mayoría árabe del área de Jerusalem.

        Como vemos, una tenue luz se abre paso en Jerusalem frente a tanta intolerancia, fanatismo, odios y violencia. Es muy poco para resolver un problema de tan gran magnitud, pero se necesita infundir una nueva esperanza, dar una nueva oportunidad a la paz. La utopía todavía es posible y el Acuerdo de Ginebra, si se tiene el coraje político de retomarlo como forma de desbloquear las negociaciones de paz, puede ser un buen camino, siempre mejorable, en el intento de lograr una solución política y efectiva a un conflicto que ha costado demasiada sangre inocente. Y es que, como señalaba tiempo atrás con pragmatismo Shlomo Ben Ami, “la cuestión no es buscar el mejor acuerdo posible, sino el más cercano a la mejor solución”. Esa es precisamente la razón de ser del Acuerdo de Ginebra de 2003 y la necesidad de retomarlo en la actualidad.

 

        José Ramón Villanueva Herrero

        (publicado en Diario de Teruel, 4 agosto 2010 ; El Periódico de Aragón,

         7 agosto 2010)

 

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