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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EN RECUERDO DE RAMÓN LAMONEDA

EN RECUERDO DE RAMÓN LAMONEDA

        El 27 de febrero de 1971,  hace ahora 40 años, moría en la ciudad de México, Ramón Lamoneda Fernández, el último secretario general del PSOE elegido en la España republicana y destacado dirigente del sector negrinista del socialismo español.
     Ramón Lamoneda (1892-1971), había emigrado con su familia a Madrid desde su Jaén natal en 1904 y empezó a trabajar como aprendiz de imprenta, integrándose al poco en la Federación de Artes Gráficas de la UGT, la histórica cantera de dirigentes obreros del socialismo español tales como, además del mismo Pablo Iglesias, de García Quejido, Andrés Saborit  o el aragonés Bernardo Aladrén. Su intensa labor sindical hizo que en 1920 fuese ya miembro de la Comisión Ejecutiva de UGT y más tarde elegido presidente de dicha Federación.
     Como militante del PSOE, quedó impactado por las transformaciones sociales ocurridas tras el triunfo de la revolución rusa de 1917 y por ello se adscribió a la “facción tercerista”, con la cual se escindió para fundar el nuevo Partido Comunista Obrero Español (1921) aunque pocos años después,  retornó al PSOE.
     Durante la II República, fue elegido diputado socialista por Granada (1933), Secretario General del Grupo Socialista en las Cortes y, tras dimitir Largo Caballero en 1935 como Secretario General del PSOE, pasó Lamoneda a ocupar dicho cargo.
     La evolución de la República burguesa y el incumplimiento por parte de ésta de las expectativas populares en materia social, le produjeron una profunda decepción.  Con frecuencia recordaba Lamoneda  que el artículo 46 de la Constitución republicana decía que ésta “asegurará a todo trabajador las condiciones necesaria de una existencia digna” y, sin embargo, “seguían caminando descalzos los campesinos de la Alpujarra, seguía pegando la Guardia Civil”. Esta decepción le llevó a apoyar la insurrección de Asturias de octubre de 1934 para evitar la entrada en el Gobierno de la CEDA de Gil Robles al cual consideraba como “el fascismo vaticanista”. Triunfante el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, Lamoneda, decidido partidario de la unidad de la clase obrera, llegó a ocupar en representación del PSOE el cargo de Secretario del Comité Nacional frentepopulista.
     Durante el tiempo en que Lamoneda fue secretario general del PSOE, como señala Amaro del Rosal, “se realizaron los mayores esfuerzos por la unidad de los partidos de clase”, es decir, el PSOE y el PCE. Este fue el caso de la unificación de las ramas juveniles de ambos partidos en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) (marzo 1936) y, ya durante la guerra civil, la firma del Programa de acción conjunta PCE-PSOE del 17 de agosto de 1937, el cual se convirtió en un instrumento fundamental para articular la lucha de la República contra el embate fascista. Igualmente, Lamoneda, frente al derrotismo de Prieto, apoyó decididamente la política del Gobierno del presidente socialista Juan Negrín pues resultaba obvio que el único camino posible era el de reforzar la resistencia republicana a ultranza, al igual que era vital contar con el apoyo de la URSS ante el abandono en que las democracias habían dejado a la República, “esos países adormecidos con la ilusión de poder saciar el apetito del ogro nazifascista”, en expresión de Lamoneda.
     Por ello, Lamoneda y el sector negrinista del PSOE se opusieron al golpe del coronel Casado (5 marzo 1939) que acabó con las últimas esperanzas de resistencia republicana. La actuación de la Junta de “Rendición” casadista, que no de Defensa, tal y como la calificó Lamoneda, supuso un “movimiento alimentado por forcejeos partidistas realmente suicidas y por ilusiones de clemencia totalmente ingenuas”, lo cual propició “una traición generadora de una catástrofe”.
     Tras la derrota, emprendió el penoso camino del exilio y México se convirtió en la tierra de acogida para Lamoneda. Durante sus 32 años de exilio, como el resto del sector afín a Negrín del PSOE, mantuvo una posición política caracterizada por dos ideas esenciales: la fidelidad a la legalidad representada por las instituciones republicanas y la defensa de una política unitaria para acabar con la dictadura franquista y recuperar la democracia por medio de una III República, lo cual suponía un entendimiento con el PCE, lo cual le enfrentó al anticomunismo visceral de Prieto y del sector mayoritario del PSOE. Esta creciente pugna entre ambos sectores llevó a la escisión socialista:  frente a la Ejecutiva salida de España en 1939 y de la cual era secretario general Lamoneda, cuya legitimidad era innegable, Prieto propició una  escisión al crear una nueva Ejecutiva en México, la cual más tarde se trasladaría a Toulouse.
     La cuestión de fondo del duro enfrentamiento era de tipo ideológico: mientras Prieto buscaba el entendimiento del  PSOE con los partidos republicanos e incluso a los monárquicos juanistas, Lamoneda, que siempre defendió el establecimiento de la III República, demandaba  una orientación nítidamente de izquierdas y, por ello, consideraba que “es necesario volver a Marx”, lo cual suponía, además de reafirmar la unidad de acción con el PCE, rechazar el revisionismo oportunista de Prieto y que el PSOE siguiese siendo fiel al “sentido clasista de un puñado de hombres salidos de la clase obrera” y, de este modo, evitar que “la hiedra del oportunismo, de la contemporización y del escepticismo doctrinal ahoguen el tronco robusto de nuestros principios”. Pese a todo, Lamoneda intentó mantener la unidad socialista y evitar una dramática ruptura pero la soberbia y el rencor de Prieto lo impidió. Consecuencia de ello fue la división del PSOE y la UGT y, finalmente, la expulsión en 1946 de Juan Negrín y sus afines del Partido Socialista, entre ellos, Lamoneda, Ramón González Peña (presidente del PSOE), Álvarez del Vayo, Amaro del Rosal, el escritor Max Aub y así hasta 36 destacados militantes negrinistas. De este modo, con la Guerra Fría como telón de fondo, el COMISCO, (siglas en inglés del Comité de la Conferencia Socialista Internacional, antecesor de la Internacional Socialista), optó por la Ejecutiva de Toulouse al sentir mayor afinidad con el grupo prietista que proclamaba entonces abiertamente su anticomunismo.
     Lo que ocurrió después es sobradamente conocido: Negrín, al igual que Lamoneda y sus seguidores fueron calumniados y se pretendió borrar sus nombres y su memoria de la historia del socialismo español. Tras demasiados años de olvido, en el 37º Congreso del PSOE (julio 2008) se reparó esta injusticia histórica al rehabilitar a todos los militantes que, como Negrín y Lamoneda, habían sido expulsados en 1946,  los cuales volvieron a ser readmitidos, a título póstumo, en el PSOE. Cuando el 12 de diciembre de 2009, los hijos de Lamoneda, Ramón y Marxina (llamada así por su padre en honor a Carlos Marx) recibieron en un emotivo acto la entrega del carnet socialista de su padre, la memoria del viejo tipógrafo ugetista, la de aquel militante socialista que asumió con valentía la difícil tarea de ser el secretario general del PSOE en el tramo final de la República, durante la guerra civil y el exilio, quedó plenamente rehabilitada.
     Por ello, ahora, cuando se cumplen los 40 años del fallecimiento de Lamoneda, resulta oportuno honrar su memoria, la de un hombre de quien dijo José Sanchís-Banús, que fue “lúcido, abnegado, modesto e inquebrantable y, por encima de todo, honesto”: y, por ello,  un ejemplo para los que nos consideramos seguidores del pensamiento de Pablo Iglesias.

     José Ramón Villanueva Herrero
     (publicado en: El Periódico de Aragón, 26 febrero 2011)

 

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