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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EN RECUERDO DE OLOF PALME

EN RECUERDO DE OLOF PALME

 

     Abducidos  por la crisis, en estos tiempos de naufragios y renuncias de la socialdemocracia en la práctica totalidad de los países europeos, hay políticos cuya memoria emerge con fuerza y  su legado político trasciende fronteras. Este es el caso de Olof Palme (1927-1986), el carismático político socialdemócrata sueco de cuyo asesinato se ha cumplido este año el 25º aniversario y que sigue siendo un símbolo para todos quienes seguimos apostando por la utopía del progreso y la justicia social, sin que por ello dejemos de ser conscientes  de la realidad diaria, tantas veces adversa, que es necesario transformar. Y es que Olof Palme siempre insistía en la necesidad de la utopía en el trabajo político cotidiano para que el reformismo socialdemócrata no se convirtiese  en un mero gestor del sistema sin plantearse su transformación. De hecho, y ello resulta muy actual en el momento presente, Palme ya nos advertía en su tiempo de que “las fuerzas del mercado dirigirán  esta sociedad con mano de hierro” a no ser que la socialdemocracia practicase  lo que él llamaba “una política de bienestar constructiva”, avanzando gradualmente en la extensión y prestaciones del Estado del Bienestar, “porque uno tiene que agarrar la realidad por algún sitio  para poder transformarla”, oponiéndose de este modo con firmeza a cualquier reforma que supusiera un retroceso en los derechos laborales o sociales logrados con tanto esfuerzo.

     La lección y el mensaje de Palme adquieren especial actualidad en estos tiempos para la desnortada socialdemocracia europea. Por ello, su pensamiento nos insta a recuperar los ideales y los valores propios de la socialdemocracia clásica: igualdad, justicia social, las cuales debían de superar fronteras con arreglo a una permanente solidaridad internacionalista, unido a la defensa del medio ambiente y del pacifismo. Para todo ello, era, y es,  fundamental  la cooperación constante entre la socialdemocracia y el movimiento sindical para avanzar no sólo en la política salarial y el diálogo social, sino, también, dar pasos decididos en la democratización de la vida económica y de las empresas. Con especial orgullo, recordaba que “fue la socialdemocracia, en país tras país, la que tuvo que conquistar los derechos humanos fundamentales y los derechos sindicales en lucha contra las clases dominantes de la sociedad burguesa”, una tarea, que hoy, resulta más necesaria que nunca continuar en unión de todas las fuerzas políticas y movimientos sociales de signo progresista.

     Olof Palme siempre fue un firme defensor del Estado del Bienestar, tan zarandeado por las políticas neoliberales alentadas al socaire de la crisis global y, ya en 1984, advertía de que “los conservadores atacan la idea misma de la sociedad del bienestar, la idea de que el bienestar del individuo depende de la comunidad”, ideas éstas que las políticas conservadoras nunca han aceptado por motivos ideológicos y políticos, escudándose en su defensa de un liberalismo a ultranza, lo cual les lleva a sacralizar el “mercado”, en la misma medida que denostan la intervención reguladora de los poderes públicos en aras a su lucha contra las diferencias sociales y a favor de las políticas de igualdad. Es por ello que Palme incidía tanto en la necesidad de extender el sector público estatal, pues lo consideraba esencial para el buen funcionamiento de una economía avanzada y, por ello, en el caso español, añoramos la existencia, en las circunstancias actuales, de una potente Banca Pública que generase un crédito rápido y barato para propiciar la reactivación económica, o la de un sector público industrial, pues ambos fueron desmantelados por razones más que cuestionables.

     Dado que el nudo gordiano de la situación actual es la política económica, cuyo enfoque y gestión acertada no sólo nos afecta a nosotros, sino también a las generaciones futuras, Palme le recordaba a Felipe González, allá por el año 1985 los objetivos que, desde una visión socialdemócrata avanzada, debía ésta de tener, objetivos de total y absoluta vigencia en los tiempos que vivimos: “una política económica que garantice el crecimiento al mismo tiempo que mantenemos el empleo, defendemos las conquistas sociales, profundizamos en la democracia económica y defendemos nuestro medio ambiente”, todo un legado para enarbolar con tenacidad ante la actual dictadura de los mercados que imponen sus medidas e intereses ante los gobiernos democráticamente elegidos, razón por la cual algunos pensadores no dudan en señalar, y razón no les falta, que estamos sufriendo un auténtico “fascismo económico” que ha degradado de forma preocupante la calidad democrática de nuestra sociedad, los valores sobre los que se sustenta nuestra democracia representativa

     Por ello, es tan importante estar atento a las principales demandas que legitiman la indignación de una parte considerable de nuestra ciudadanía, de amplios sectores de la juventud, de los parados, jubilados y otros sectores sociales especialmente azotados por la crisis y que se nuclean en torno al Movimiento 15-M. También en este sentido, Palme, ya apuntaba caminos para avanzar hacia una democracia real en cualquier sociedad que pretenda abrir horizontes de progreso y justicia social,  pues consideraba que, “la condición indispensable para llevar hacia delante el desarrollo es la existencia de ciudadanos conscientes, críticos y activos. Y hasta que el individuo, con todas sus particularidades y sus sueños, no pueda influir en la toma de decisiones, la democracia no podrá echar raíces firmes y no podrá construirse una sociedad donde reinen la armonía y la justicia”.

     Este es el legado que, ahora, a los 25 años de su asesinato, nos dejó Olof Palme, un hombre  honesto, sencillo y coherente  al que el poder nunca lo cambió porque, como él mismo decía, “para que no se le embote a uno la humanidad, es necesario tener el coraje de salir del bunker del Gobierno y, como cualquier persona corriente, irse una tarde al cine, y caminar por la calle encharcada de nieve hacia el Metro”.  Y así fue: Palme, Primer Ministro de Suecia, fue asesinado el 28 de febrero de 1986, cuando salía, como un ciudadano más, de un cine de Estocolmo. No llevaba escolta.

     En estos tiempos de desánimo y desconcierto, es más necesario que nunca el recuperar la fuerza de las ideas, de la utopía, pues, como Palme recordaba, “sin esperanza, no hay prisión tan abrumadora como el futuro”.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón y Diario de Teruel, 20 noviembre 2011)

 

 

1 comentario

yolanda -

no consuela que personajes de esta talla pronosticaran a donde conducian algunos caminos finalmente estamos en el precipicio