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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

TURQUÍA EN LA UNIÓN EUROPEA (y II). EL DIFÍCIL CAMINO DE LA INTEGRACIÓN

TURQUÍA EN LA UNIÓN EUROPEA (y II). EL DIFÍCIL CAMINO DE LA INTEGRACIÓN

         

Coincidiendo con la Cumbre Unión Europea (UE)- Estados Unidos (Praga, 5 abril 2009), Barack Obama, con talla de estadista, que es tanto como decir político con visión de futuro, manifestó abiertamente lo que muchos ciudadanos europeos pensamos: “Turquía debe estar en la UE”. Esta frase, convertida en un importante reto político, no sólo responde al deseo del actual gobierno turco de Recep Tayip Erdogan, sino que cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad turca que está convencida de que la modernidad y el progreso para su país sólo pueden venir desde la UE. Y es que, el camino para la  integración de Turquía, aún siendo consciente de todas las dificultades que comporta, es sin duda una oportunidad y un reto histórico que no se debe minusvalorar ni mucho menos rechazar de forma visceral.

Haciendo un poco de historia, hay que recordar que la solicitud y petición formal de Turquía en la UE se remontan a la lejana fecha de julio de 1959. Más tarde, se firmó un acuerdo de asociación entre la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) y Turquía el 12 de diciembre de 1963. Sin embargo, las complejas negociaciones quedaron congeladas como consecuencia del golpe de estado y la dictadura militar turca (1980-1983). Ello hizo que, en 1987, se realizase una nueva solicitud de ingreso que sería rechazada en 1990 por la CEE. Posteriormente, tras varias iniciativas, el Consejo Europeo celebrado en Bruselas en diciembre de 2004, decidió iniciar formalmente las negociaciones de adhesión a partir del 3 de octubre de 2005. Se iniciaba así un largo proceso cuyo final no se adivina en el horizonte y que deberá concluir  con Turquía como miembro de pleno derecho de la UE, una vez que esta nación haya realizado todas las reformas que, como requisito previo, le exige la UE.

Entre las reformas exigidas a Turquía, se halla la cuestión de los avances en los derechos humanos: pese a que se han producido importantes logros como la supresión de la pena de muerte, el polémico artículo 301 del Código Penal turco sigue siendo un escollo en el proceso de integración. Este artículo, que limita la libertad de expresión y castiga con penas de cárcel “el insulto a la identidad turca” ha sido utilizado para procesar a intelectuales y periodistas, como es el caso del premio Nobel de literatura Orhan Pamuk. Por ello, la UE ha solicitado la derogación del llamado “artículo infame”, para continuar el proceso de adhesión que, como ocurre con otros países aspirantes, se ha ralentizado, además, como consecuencia de la crisis económica global.

Otras cuestiones a resolver por Turquía son complejas como el caso del contencioso de Chipre, desde la ocupación militar del norte de la isla por el ejército turco en 1974, el no menos complejo problema del Kurdistán, o el excesivo peso que, en la vida política tiene el ejército como garante de las conquistas logradas por el reformismo inspirado en el pensamiento de Atatürk.

La integración turca hay que analizarla desde una perspectiva positiva, desde los beneficios mutuos que para ambas partes comportaría y no desde el rechazo visceral motivado por prejuicios anacrónicos. De hecho, Turquía ocupa un lugar geográfico vital en el centro de Eurasia, esto es, en la confluencia del Mediterráneo Oriental, los Balcanes, el Caúcaso, Asia Central y el Próximo Oriente, por lo que su integración contribuiría de forma decisiva a la paz y la seguridad de Europa, además de servir para extender los valores democráticos, las libertades civiles y el progreso social en una región tan convulsa como importante desde el punto de vista geoestratégico.

Por otra parte, su integración supondrá una importante aportación a la UE, pues Turquía es una economía dinámica (la 20º del mundo) y con una población joven (en dos décadas llegará a los 85 millones de habitantes). Esto tendrá importantes consecuencias  pues cambiará la estructura geográfica de una Europa envejecida y fortalecerá nuestro dinamismo económico (más de 80.000 empresas turcas tienen relaciones comerciales con la UE). Tampoco hay que olvidar que, con Turquía en la UE, se garantizaría el vital transporte de recursos energéticos por medio del oleoducto  Bakú-Ceyhan, evitando de este modo que, como se ha comprobado el pasado invierno, Europa quede a merced de las veleidades de Rusia y su control energético sobre buena parte de nuestro continente.

Pero si todas estas cuestiones de tipo económico son importantes, más lo son en mi opinión las motivaciones de tipo político, cuestión que, como el Presidente Zapatero ha manifestado en la Reunión de Alto Nivel España-Turquía (Estambul, 5 abril 2009), en la que ha respaldado plenamente la aspiración turca de integración, la cual pretende impulsar durante la presidencia española de la UE durante el primer semestre de 2010. Por ello, resulta  gran transcendencia política la aceptación por parte de Turquía de los valores enunciados en el apartado 1 del art. 6 del Tratado de la  UE en el que se señala que “la Unión se basa en los principios de libertad, democracia, respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y el Estado de Derecho, principios que son comunes a los Estados miembros”. Ello supone la extensión de estos valores que, al ser universales, pueden lógicamente ser compartidos por países de distintas culturas y confesiones religiosas. De ahí la importancia y la valentía política de apostar por integrar plenamente a Turquía en la UE. Y es que, los valores de la democracia, los derechos humanos, las libertades fundamentales, el Estado de Derecho, el pluralismo, la justicia, la no-discriminación y la tolerancia, pueden también aplicarse a un país laico y moderno de población musulmana, como es el caso de Turquía. De este modo, la funesta profecía que algunos agoreros del “choque de civilizaciones” predican, se disiparía como un mal sueño ya que, al ofrecer la UE   libertades y calidad de vida a Turquía, esto se convertiría en un ejemplo de libertad y progreso para todo Oriente Medio y podría ser seguido por otros países.

Consecuentemente, la integración de Turquía en la UE debe suponer, una alianza estratégica de futuro. Esta decisión política, valiente y decidida, es un buen paso en el camino  para construir un mundo más justo, respetuoso, tolerante y de progreso, unas  ideas que debemos hacer realidad, uniendo los esfuerzos y voluntades de la UE con los de un dinámico país de tradición musulmana como es la Turquía heredera del espíritu de Kemal Atatürk.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(La Comarca, 26 mayo 2009 , Diario de Teruel, 28 mayo 2009)

 

 

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