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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (8). LA UGT DURANTE LA GUERRA CIVIL

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (8). LA UGT DURANTE LA GUERRA CIVIL

     La situación de la UGT en Aragón al inicio de la contienda era dramática como consecuencia de la brutal represión sufrida en la zona fascista  y la consiguiente dispersión militantes supervivientes, algunos de los cuales, como Arsenio Jimeno, consiguieron llegar a la zona leal a la República. Pero también allí, los ugetistas que hacer frente a una situación adversa: como señala Ángela Cenarro,  la UGT quedó supeditada a la hegemonía de las columnas armadas anarquistas procedentes de Cataluña. Además, frente a la colectivización de tierras implantada por la CNT-FAI, la FTT-UGT defendía el que los pequeños campesinos poseyesen  la tierra que pudieran cultivar con sus propias manos, lo cual produjo tensiones con los libertarios.

     En cuanto a la reorganización orgánica de las federaciones ugetistas, dado que las tres capitales aragonesas quedaron en manos fascistas desde el inicio de la guerra, ésta tuvo lugar en Caspe, Alcañiz y Barbastro,  convertidas “de facto” en las nuevas capitales de los territorios aragoneses leales a la República.

     La Federación de UGT de Zaragoza, tras el asesinato de Bernardo Aladren, su secretario general, y la mayor parte de sus cuadros orgánicos, se reorganizó tras un Congreso celebrado en Mequinenza el 1 de noviembre de 1936: se creó una Comisión Ejecutiva (CE) con sede en Caspe presidida por el diputado socialista Eduardo Castillo y con una importante presencia de militantes del PCE: recordemos que en la UGT militaban conjuntamente miembros del PSOE, el partido hermano, y también del PCE desde que la Confederación General del Trabajo Unitario (CGTU), el minoritario sindicato comunista, se integró en UGT en noviembre de 1935. De este modo, la CE ugetista zaragozana contaba con militantes del PSOE como Eduardo Castillo, Jacinto Longás (vicepresidente y alcalde socialista de Tauste), Antonio Garulo (vicesecretario general y alcalde socialista de Zuera) y, por parte comunista, entre otros, Alberto Pérez (secretario general) o José Ruiz Borao (tesorero), más tarde conocido como José Ramón Arana, su pseudónimo literario. Según las memorias de Antonio Garulo, editadas por la Fundación Bernardo Aladren, se produjeron constantes tensiones entre los ugetistas socialistas y comunistas. Pese a ello, la UGT participó en el Consejo Regional de Aragón establecido en Caspe y en octubre de 1936, obtuvo dos consejerías: la de Hacienda y la de Educación Pública, al frente de las cuales se hallaban José Ruiz Borao  y el oscense Manuel Latorre.

     La UGT turolense fue reorganizada por Pascual Noguera y un reducido grupo de militantes  de la FTT. Según las memorias de Noguera, editadas también por la Fundación Bernardo Aladrén, tras la creación de un Comité de Evadidos de Teruel y un Comité de Relaciones UGT-CNT, los cuadros ugetistas supervivientes se instalaron en otoño de 1936 en Alcañiz. Allí tuvo lugar una Asamblea Provincial de UGT (noviembre 1936)  eligiéndose un nuevo Comité Provincial (CP) formado por Pascual Noguera (presidente), Francisco Bayo (secretario), Ángel Sánchez Batea o Simeón Marín Catalán. De este CP, fiel a la línea largocaballerista,  dependían 165 organizaciones ugetistas turolenses, quedando patente la hegemonía de la federación campesina de la FTT así como de la FETE, la organización de los maestros ugetistas.

     Menos datos se conocen sobre  la provincia de Huesca. Según Julián Casanova, “no existe información concreta al respecto”. No obstante, parece ser que llegó a reconstituirse parte de la UGT en Barbastro, donde llegó a funcionar un CP formado por dos delegados de cada comarca oscense y que estaba presidido por Malaquías Gil, militante de FETE-UGT.

     Señalemos también que la UGT aragonesa se sumó al esfuerzo bélico en defensa de la República formando sus propias unidades de combate. La primera de ellas fue la Centuria  que se organizó en La Puebla de Valverde con los militantes ugetistas que pudieron huir de Teruel. Igualmente, la UGT zaragozana impulsó la creación del famoso Batallón “Cinco Villas”, el cual contó con oficinas de alistamiento en Caspe y Barcelona y que tras la militarización de las milicias, se integró en la famosa 43 División, (al igual que el Batallón de FETE, incorporado luego a la 130 Brigada Mixta) que tuvo una heroica actuación durante la llamada “Bolsa de Bielsa”.

     A partir de 1937, se constata un evidente crecimiento de la influencia de la UGT aragonesa al aumentar la presencia ugetista en el Consejo de Aragón y, también, en numerosos Consejos Municipales (=ayuntamientos). Según Casanova, la CNT era mayoritaria en 175 de ellos, la UGT  en  91 y estaba en situación de igualdad con la CNT en otras 23 localidades.

     Inicialmente,  se implantó en el Aragón republicano la unidad de acción con CNT, la cual contó con el apoyo de las tres federaciones provinciales ugetistas, formándose en Caspe un Comité Regional de Enlace UGT-CNT. Pero, poco después, tras los sucesos de Barcelona de mayo de 1937 y la dimisión de Largo, hasta entonces presidente del Gobierno y secretario general de UGT, el giro político del nuevo gabinete presidido por el socialista Negrín supuso la disolución del Consejo de Aragón (11 agosto 1937), el desmantelamiento de las colectividades anarquistas y  el auge creciente de la UGT. Pese a ello, en octubre de 1937 se produjo una fractura organizativa en la UGT aragonesa entre caballeristas y negrinistas-comunistas: mientras las federaciones de Huesca y Teruel se mantuvieron fieles al caballerismo y partidarias de pactar con CNT, la de Zaragoza era proclive al acercamiento al PCE.

     Pese a estas divisiones, la guerra continuaba:  al desmoronarse el frente de Aragón (abril 1938), los cuadros y militantes de UGT se replegaron junto con las tropas republicanas y miles de aragoneses antifascistas hacia Cataluña y Levante. La derrota era inminente, y como escribió Pascual Noguera, concluía así “aquella resistencia de tres años consecutivos de lucha desigual entre el pueblo trabajador contra auténticos profesionales de hacer la guerra”. Una nueva y trágica etapa se abría para los ugetistas, al igual que para todos los republicanos: tras la caída de Cataluña (enero-febrero 1939), unos emprendieron el doloroso camino del exilio y otros muchos, los que quedaron en España, sufrieron con toda crudeza la implacable represión que les aguardaba bajo la larga dictadura franquista.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (La Voz Sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 114, septiembre 2010)

 

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