EE.UU., UN PAÍS BIFURCADO
Las recientes elecciones presidenciales norteamericanas y su resultado, con la victoria de Donald Trump, han dejado patente que el país se halla social y políticamente muy dividido. El politólogo Roger Senserrich, en su libro Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la Era Trump, ya señalaba la existencia de diferencias sustanciales en todos los indicadores entre el norte y el sur del país hasta el punto de que, en su opinión, “Estados Unidos no es un país dividido, sino bifurcado, con zonas deprimidas cada vez más conservadoras y regiones dinámicas cada vez más demócratas”.
Dicho esto, la realidad demuestra que el sentido de voto en los EE.UU. es más geográfico que por clase social, lo cual resulta ser una característica especial de la realidad política americana y, por ello, “el voto de clase es más débil de lo que es realmente, ya que las zonas pobres son más conservadoras que las ricas”. Por ello, la gran diferencia es regional, puesto que “las clases altas son mucho más conservadoras en el sur que en el norte” así como las rentas bajas blancas son también mucho más republicanas en el sur, especialmente tras producirse la irrupción política de Trump y su mandato presidencial en la Casa Blanca durante el período 2016-2020. Este es el caso de la llamada “White trash”, la “basura blanca”, que son aquellos americanos que viven en zonas del país con economías deprimidas, estados rurales o post-industriales, un sector poblacional que, hasta hace poco era invisible en el debate político del país, pero que ha recuperado protagonismo de la mano de los mensajes demagógicos de Trump y, por ello, le ha brindado mayoritariamente su incondicional apoyo político y electoral.
Volviendo a la “América bifurcada”, a la que aludía Senserrich, el citado politólogo señala varios “ejes de polarización” para argumentar su análisis. En primer lugar, el de la raza, dado que mientras el Partido Demócrata (PD) cuenta con el respaldo “apabullante” del voto afroamericano y gana apoyos en la población de origen latino a cambio de perder votantes blancos, el Partido Republicano (PR), está creciendo en el voto blanco, no sólo de los americanos de origen, que ya le era hegemónico, sino ahora también entre la población latina que, al integrarse en la sociedad norteamericana, se va “emblanqueciendo”.
Otro eje de polarización es la fractura total que se observa entre la población urbana y la rural ya que, mientras las ciudades se decantan, mayoritariamente por el voto demócrata, el medio rural es un granero de votos para el PR. Existen igualmente otros ejes de polarización que fragmentan la sociedad americana como son el educativo (a mayor nivel educativo, mayor voto a los demócratas), al igual que en el tema del género, donde también el voto femenino se decanta hacia los demócratas, o en el de la edad, donde la división hace que los demócratas sean mayoritarios en el voto de los menores de 30 años, mientras que los republicanos ganan entre los electores mayores de 65 años. Un último eje de polarización sería el de la religión, un elemento importante entre el electorado republicano, muy influido por las iglesias evangélicas blancas, mientras que el voto demócrata se reparte entre ciudadanos católicos, agnósticos, ateos y también el de la importante comunidad judía. A nivel ideológico, se constata, cada vez de forma más evidente que el tema laboral, el protagonismo e influencia social de los otrora importantes sindicatos americanos como elemento movilizador del voto de izquierdas, “han sido borrados del debate” tal y como se lamenta Senserrich.
En consecuencia, y estas elecciones lo han vuelto a poner en evidencia, existe una “América rural, estancada y cada vez más hostil al progreso social”, confrontada con otra “América dinámica, urbana y cosmopolita, vibrante y próspera, cada vez más progresista y abierta al mundo”. La bifurcación es clara en una innegable división entre los estados del sur y del norte, y, también, entre las zonas de las costas del Atlántico y del Pacífico en relación con los estados del centro del país. Esta profunda división, como nos recuerda Senserrich, es previa a la victoria electoral de Trump en 2016 ya que, en su base, como origen de la misma, “sigue estando el tema de la esclavitud y sus consecuencias, de cómo ese pecado original ha contaminado la política de los Estados Unidos”, un pecado original que siempre estuvo ahí pero que sus nefastas consecuencias se han incrementado con la demagogia política de Trump. Por su parte, Ezra Klein, destacado analista político, en su libro Por qué estamos polarizados, considera que estas divisiones son ahora más profundas y peligrosas que nunca, hasta el punto de que estas pueden derivar en “el peor escenario posible” que, en su opinión podría desembocar en “una guerra civil, o cuanto menos, en una crisis constitucional”. Y a esta enrarecida situación política ha contribuido de forma importante la radicalización del PR el cual según Ezra Klein, “se ha derrumbado por completo como institución funcional. Son capaces de hacer cualquier cosa para servir los caprichos de Donald Trump”.
Por todo lo dicho, retomando de nuevo el libro de Senserrich, dicho autor nos advierta de que hay que acabar con el mito de que los EE.UU. es “una democracia que avanza lenta y decididamente en una senda de progreso inevitable” ya que la realidad demuestra que se trata de una “democracia disfuncional, con años de cambio seguidos con frecuencia por décadas de estancamiento político o retroceso”. Esa es la América “bifurcada” que se nos presenta en el horizonte ante el nuevo y preocupante segundo mandato presidencial de Donald Trump.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 12 noviembre 2024)