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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

ESPÍA, QUE ALGO QUEDA

ESPÍA, QUE ALGO QUEDA

 

     Vivimos en un mundo que tiene una fe ciega en la tecnología y, sin embargo, nunca como ahora hemos sido tan vulnerables, tal y como ha puesto en evidencia las revelaciones de Edward Snowden, el antiguo miembro de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, (la NSA, sus siglas en inglés) y para quien ésta agencia de espionaje se ha convertido, ciertamente,  en “la peor amenaza para las libertades”.

     Debemos de recordar que los programas de espionaje masivo (en telefonía e Internet) de la NSA fueron aprobados por George W. Bush tras los atentados del 11-S con objeto de combatir al terrorismo yihadista. Ello supuso la puesta en marcha numerosos proyectos de vigilancia tecnológica, entre ellos, los programas Echelon o  PRISM, que permiten monitorizar el ciberespacio y acceder de forma exhaustiva al tráfico de Internet, a las cuentas de correo electrónico, los datos multimedia y a las comunicaciones telefónicas, espionaje que no sólo se ha limitado a Al-Qaeda y sus aliados, sino que se ha extendido a otros países (incluso a los aliados), a organizaciones internacionales y ONGs (entre ellas, Amnistía Internacional o Human Right Watch, HRW). Estas actuaciones, continuadas por Obama, pueden controlar cualquier tipo de comunicación telefónica y de Internet en todo el planeta y en la actualidad desarrollan cerca de 500 programas, tanto operativos como en fase de desarrollo, destinados a la vigilancia y al espionaje tecnológico, entre ellos, el llamado Xkey Store, considerado como la amenaza más grave para las libertades en la era moderna pues permite almacenar informaciones relativas a millones de personas (metadatos) sin ninguna autorización judicial.

     Las actuaciones de la NSA, desde su creación en 1952 por el presidente Harry Truman, en el contexto de la Guerra Fría, y que, con  sus 80.000 empleados llegó a controlar la casi totalidad de las comunicaciones electrónicas procedentes del bloque oriental comunista, siempre ha estado envuelta en la polémica y los escándalos como cuando realizó escuchas a personalidades contrarias a la guerra de Vietman o a los promotores de las campañas a favor de los derechos civiles en los años 60, sin olvidar su imposibilidad para prevenir los atentados del 11-S o las falsedades lanzadas por la NSA sobre la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en el Irak de Saddam Hussein.

     En la actualidad, la cibervigilancia masiva está generando unos riesgos que han sumido al mundo en un grave clima de inseguridad que, cual si de un nuevo y todopoderoso Gran Hermano se tratara,  supone una vulneración de los derechos humanos y las libertades democráticas. En este sentido, el escándalo se agudizó al saberse que empresas como Google, Apple, Facebook o Microsoft, han proporcionado información de sus usuarios a la NSA:

Pero un aspecto que se olvida con frecuencia es que, además de estos riesgos ciertos, la NSA y sus programas de espionaje masivo son también un gran negocio pues, en la actualidad, la Agencia forma parte de un gran entramado económico en el que participan las principales empresas tecnológicas, de Internet y de defensa de los EE.UU, así como diversas universidades, una auténtica simbiosis  de colaboración público-privada que mueve ingentes cantidades de dinero. De este modo, en el Consejo Asesor de la NSA se integran diversas empresas (Bell, IBM, Microsoft o Intel), de entre las más de 260 empresas acreditadas para trabajar en sus programas de espionaje  y que se ubican, sobre todo, en el Nacional Business Park situado en torno a la sede de la NSA en Fort Meade (Maryland). Por otra parte, la Alianza de Inteligencia y Seguridad Nacional (INSA) vinculada a la NSA, resulta una pieza clave del sistema de inteligencia de los EE.UU. en la que se integran numerosas empresas tecnológicas y de defensa entre, ellas, además de las citadas, Boeing, HP o Lockeed Martin. De este modo, la INSA se convierte en la receptora de la casi totalidad del presupuesto de I+D+i norteamericano que, en el 2013, alcanzó la cifra de 40.000 millones de dólares.

     El caso Snowden ha generado un profundo debate sobre los límites del espionaje en aras a la seguridad colectiva y, por ello, el Partido de la Izquierda Socialista de Noruega lo ha nominado para el Premio Nobel de la Paz 2014 puesto que, con sus revelaciones, ha contribuido a un orden mundial “más pacífico y estable” y porque “ha ayudado a difundir el conocimiento crítico sobre los modernos sistemas de vigilancia a Estados e individuos”. Esto último ha puesto en evidencia la necesidad de elaborar una nueva legislación internacional en esta materia y, en este sentido, se han empezado a dar, pese a la oposición de los EE.UU.,  los primeros pasos por parte de la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo.

     A modo de conclusión, las filtraciones de Snowden han obligado a muchos gobiernos a estimar el valor estratégico del ciberespacio, el cual ha pasado de ser un bien común y abierto, a un lugar donde se puede, ahora, obtener información y ejercer poder. El control del ciberespacio y, por supuesto, del espionaje masivo, marcarán este comienzo del s. XXI y, con ello, nuestra libertad individual y, también, nuestra seguridad colectiva. Todo dependerá de los criterios e intereses que primen  en la conquista y control de esta última frontera que es el ciberespacio. Para ello, deberemos tener presente, como dijo Benjamín Franklin, que “quien esté dispuesto a renunciar a la libertad en aras a la seguridad, no merece ni la una ni la otra”. Ese será el reto para que  nuestra democracia no quede secuestrada por la tecnología impulsada por, como hace la NSA, por medio de ningún Gran Hermano que nos vigile…y nos controle.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 28 julio 2014)

 

 

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