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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL LEGADO DE OLOF PALME

EL LEGADO DE OLOF PALME

 

    Hay políticos cuya memoria emerge con fuerza y su legado político trasciende fronteras. Este es el caso de Olof Palme (1927-1986), el carismático político socialdemócrata sueco asesinado el 28 de febrero de 1986, y que sigue siendo un referente y símbolo para quienes seguimos apostando por la utopía del progreso y la justicia social, sin que por ello dejemos de ser conscientes de la realidad dura, tantas veces adversa, que es necesario transformar. Y es que Olof Palme siempre insistía en la necesidad de la utopía en el trabajo político cotidiano para que el reformismo socialdemócrata no se convirtiesen un mero gestor del sistema sin plantearse su transformación.

    Olof Palme ya nos advirtió en su tiempo de algo que resulta muy actual en el momento presente, de que “las fuerzas del mercado dirigirán esta sociedad con mano de hierro”, a no ser que la socialdemocracia practicase lo que él llamaba “una política de bienestar constructiva”, avanzando gradualmente en la extensión  y prestaciones propias del Estado de Bienestar, “porque uno tiene que agarrar la realidad por algún sitio para transformarla”, oponiéndose de este modo con firmeza a cualquier reforma que supusiera un retroceso en los derechos laborales o sociales logrados con tanto esfuerzo.

     El legado del pensamiento político de Olof Palme nos insta a reafirmar los ideales y valores propios de la socialdemocracia clásica: igualdad, justicia social, ideales que deben superara fronteras con arreglo a una permanente solidaridad internacional, todo ello unido a la defensa del medio ambiente y del pacifismo. Por todo ello, era y es, fundamental la cooperación constante entre la socialdemocracia y el movimiento sindical para avanzar no sólo en la política salarial y el diálogo social, sino, también, para dar pasos decididos en la democratización de la vida económica y de las empresas.

     Olof Palme recordaba con especial orgullo que “fue la socialdemocracia, en país tras país, la que tuvo que conquistar los derechos humanos fundamentales y los derechos sindicales en lucha contra las clases dominantes de la sociedad burguesa”, una tarea que hoy resulta más necesaria que nunca mediante la unión o convergencia de todas las fuerzas políticas y movimientos sociales de signo progresista.

     Olof Palme siempre fue un firme defensor del Estado de Bienestar, tan zarandeado por las políticas neoliberales alentadas al socaire de la crisis global y, ya en 1984, advertía de que “los conservadores atacan la idea misma de la sociedad del bienestar, la idea de que la bienestar del individuo depende de la comunidad”, ideas éstas que las políticas conservadoras nunca han terminado de aceptar por motivos ideológicos y políticos, escudándose en una defensa de un liberalismo individualista a ultranza, lo cual les lleva a sacralizar el “mercado” en la misma medida que denostar la intervención reguladora de los poderes públicos en aras a su lucha contra las diferencias sociales y a favor de las políticas de igualdad. Es por ello que Palme incidía tanto en la necesidad de extender el sector público estatal pues lo consideraba esencial para el buen funcionamiento de una economía avanzada y, por ello, por lo que al caso español se refiere, añoramos la existencia, en las circunstancias actuales, de una potente Banca Pública que generase un crédito rápido y barato, la de un sector público industrial y energético, pues todos ellos fueron desmantelados en su día por razones más que cuestionables.

    Dado que el nudo gordiano de la situación actual es la política económica, cuyo enfoque y gestión acertada no sólo nos afecta a nosotros sino también a las generaciones futuras, Palme le recordaba a Felipe González, allá por el año 1985, los objetivos que debía tener una política socialdemócrata avanzada, objetivos de total y absoluta vigencia en los tiempos que vivimos: “una política económica que garantice el crecimiento al mismo tiempo que mantenga el empleo, defendemos las conquistas sociales, profundizamos en la democracia económica y defendemos nuestro medio ambiente”, todo un legado a tener en cuenta para enarbolar con firmeza  ante la actual dictadura de los mercados que imponen sus medidas ante los gobiernos democráticamente elegidos, razón por cual algunos pensadores no dudan en señalar, y razón no les falta,  que estamos sufriendo un auténtico “fascismo económico”, que ha degradado de forma preocupante la calidad democrática de nuestra sociedad, los valores sobre los que se sustenta nuestra democracia representativa. Y, ante esta amenaza real, Palme destacaba la importancia de abrir horizontes de progreso y justicia social, para lo cual, "la condición indispensable para llevar adelante el desarrollo es la existencia de ciudadanos conscientes, críticos y activos” puesto que, “sin esperanza, no hay prisión tan abrumadora como el futuro”.

     Este es el legado que ahora, a los 37 años de su asesinato, nos dejó Olof Palme, un hombre honesto, sencillo y coherente, al que el poder nunca le cambió porque, como él mismo decía, “para que no se le embote a uno la humanidad, es necesario tener el coraje de salir del bunker del Gobierno y, como cualquier persona corriente, irse una tarde al cine, y caminar por la calle encharcada de nieve hacia el Metro”. Y así fue, Palme, Primer Ministro de Suecia, fue asesinado el 28 de febrero de 1986 cuando salía, como un ciudadano más, de un cine de Estocolmo. No llevaba escolta.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 27 febrero 2023)

 

 

 

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