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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL FUTURO DE LA UNIÓN EUROPEA

EL FUTURO DE LA UNIÓN EUROPEA

 

     Estamos asistiendo a lo que parece ser el fin del sueño europeo, a la pérdida de valores de la Unión Europea (UE) puesto que la Europa de los mercados se ha impuesto a la Europa de los ciudadanos: ahí está su crueldad para con la Grecia de Tsipras que contrasta con la actitud condescendiente para con la Ucrania de Poroshenko y ya no digamos del egoísmo que han puesto de manifiesto diversos países miembros ante la inmensa tragedia desencadenada por la crisis de los refugiados que llegan a Europa en condiciones lamentables, como nos recuerda, y martillea nuestras conciencias, la trágica imagen del niño Aylan Kurdi, ahogado en la playa turca de Bodrun.

     Pero pese al actual marasmo que agita a  la UE, ésta sigue siendo un modelo único en el mundo tanto en cuanto un grupo de países democráticos soberanos optan por ceder progresivamente competencias en determinados ámbitos a una instancia superior en lo que ha dado en llamarse el “federalismo funcional”. De este modo, la UE tiene un objetivo político, la Unión Federal de los estados miembros mediante una integración gradual y con metas económicas intermedias (un mercado común) y con políticas de acompañamiento (fondos estructurales y moneda única, entre ellas), para lograr dicho objetivo. En consecuencia, a pesar del actual estancamiento del proyecto europeo, resulta evidente que la UE, como señalan Alfons Calderón y Luis Sols, es “el espacio que mejor combina democracia, eficiencia económica, equidad social y sostenibilidad medioambiental”.

     La UE del futuro sigue teniendo por delante el triple reto sobre el cual cimentar el proyecto europeo: avanzar hacia una mayor democracia, fomentar la solidaridad entre sus miembros y lograr una articulación territorial plenamente federal.

    En primer lugar, una UE más democrática supone el que las instituciones comunitarias deben de asumir más competencias y, a su vez, responder ante los ciudadanos y no sólo, como ahora ocurre, ante los Estados miembros. Igualmente, las elecciones europeas deberían de dejar de plantearse en clave nacional y, para ello, los partidos deberán tener estructuras paneuropeas efectivas y listas electorales plurinacionales. De igual modo, resulta esencial el evitar barreras que limiten la democracia como la que ha supuesto recientemente la imposición de un límite concreto al déficit público estructural, el polémico artículo 135 de nuestra Constitución, ya que ello impide el derecho a que los ciudadanos puedan escoger una determinada política fiscal y eso es esencial en cualquier democracia avanzada. Además de lo dicho, en una UE más democrática, no deben de existir hegemonismos nacionales (como ocurre ahora con la supremacía alemana de resonancias bismarckianas) puesto que hemos de recordar que los distintos Estados de la UE han transferido parte de su soberanía a instituciones supranacionales democráticamente controladas y no a otro Estado a cuyos dirigentes no podemos votar, lo cual supone un total rechazo a las permanentes imposiciones de la canciller Angela Merkel a la hora de fijar el rumbo político y económico de la UE.

     El segundo objetivo es avanzar hacia una Europa más solidaria, más social,  que acabe con la creciente desafección hacia el proyecto europeo y, también, con el auge de las derivas ultranacionalistas. Para ello, se debe fomentar la Carta de Derechos Fundamentales de la UE de 2007, la cual ha de tener pleno valor jurídico, además de garantizar toda una serie de derechos sociales tan cuestionados por los enemigos del Estado de Bienestar. Se debe también trabajar por la integración plena de la población inmigrante, tema de candente actualidad,  y llevar a cabo una política monetaria más social, priorizando el crecimiento y el empleo y no, como hasta ahora, el control de precios. De igual modo, además de con sus propios ciudadanos, la UE debe ser un modelo de solidaridad  efectiva para con los países miembros, no sólo mediante los fondos estructurales y de cohesión, sino también con los países del Tercer Mundo y ello, además de por coherencia con los valores sociales y democráticos de la UE, por un deber moral habida cuenta de nuestra responsabilidad histórica por el expolio y agresión colonial cometido desde los países europeos hacia ellos hasta épocas bien recientes. Igualmente, esta Europa más solidaria ha de orientarse hacia las futuras generaciones, a las que debemos legar un mundo más habitable y, para ello, es fundamental que la UE siga liderando a nivel mundial iniciativas medioambientales y fomente las energías renovables apoyando programas de transición energética con objeto de reducir al máximo la emisión de gases de efecto invernadero.

      Y, finalmente, como tercer objetivo, esa Europa que anhelamos debe avanzar de forma decidida hacia una auténtica federación democrática en su doble vertiente económica y política. Con respecto a la primera, se debe consolidar de forma efectiva la Unión Económica y Monetaria mediante el aumento del presupuesto de la misma, la obtención de mayores ingresos comunes (incluida la Tasa Tobin sobre transacciones financieras internacionales), la emisión de eurobonos por parte del Banco Central Europeo para facilitar créditos baratos a los países miembros en dificultades, además de lograr la necesaria Unión Bancaria y la armonización fiscal en el conjunto de la UE.

     En la vertiente política, la federación funcional de la UE debe conseguir que el Parlamento Europeo tenga mayores competencias. Por su parte,  la Comisión Europea debería de ser más reducida en su composición desapareciendo para ello las cuotas territoriales, tener mayor capacidad ejecutiva y estar sometida al estrecho control del Parlamento Europeo. Tampoco olvidamos  la elaboración de una nueva Constitución Europea y el reto de avanzar en el ámbito de la política exterior común para que en el contexto internacional, la potencia económica que es la UE, sea también una potencia política única y efectiva en el actual mundo multipolar.

    Si en el futuro la UE logra significativos avances en los tres objetivos señalados, si es más democrática, más solidaria y más federal, esa vieja dama que llamamos Europa volverá a inspirar los alicaídos ideales del europeísmo, un ambicioso proyecto político a largo plazo que sólo será posible si logra la implicación activa de los ciudadanos de la Unión. El tiempo lo dirá.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 13 septiembre 2015)

 

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