Blogia
Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

América latina

EN MEMORIA DE ERNESTO "CHE" GUEVARA

EN MEMORIA DE ERNESTO "CHE" GUEVARA

 

      La figura del Ernesto “Che”  Guevara (1928-1967) despierta pasiones (a favor o en contra) pero, sin duda, es un símbolo universal de la lucha contra la injusticia social y del idealismo revolucionario. El recuerdo de su participación en la revolución cubana desde que ingresase en 1955 en el Movimiento “26 de Julio”  liderado por Fidel Castro, sus combates en Sierra Maestra, su época como ministro de Industria en la Cuba castrista, su aspiración a expandir la lucha contra el imperialismo y las dictadures militares que atenazaban a América Latina, su papel como impulsor de las guerrillas de izquierdas en Guatemala, Nicaragua, Perú, Colombia, Venezuela y, sobre todo en su Argentina natal y en Bolivia, han concedido al Che la aureola de héroe.

     A una vida intensa, le sucedió una muerte heroica: su lucha en Bolivia contra la dictadura de René Barrientos, el combate de la Quebrada del Yuro y su posterior asesinato un 9 de octubre de 1967, con la colaboración de la CIA, en la escuela de la aldea de La Higuera forman parte, ya para siempre, de la épica revolucionaria. Todavía recuerdo cuando años atrás, un joven boliviano, un indio aymara, me hablaba con auténtica veneración de los últimos instantes de la vida del Che, transmitidos de boca en boca por los habitantes de su aldea, de cómo recordaban a aquel joven idealista argentino-cubano que encontró la muerte en tierras bolivianas luchando contra la dictadura de Barrientos a la cual, sucedieron infinidad de regímenes militares. Uno de ellos, el del general Hugo Bánzer, expoliador de las comunidades indígenas, años más tarde maquillado como ”demócrata”, se presentó a las elecciones presidenciales y, tal y como señalaba el joven aymara, comprando cada voto... por una barra de pan.

     Ahora, cuando se cumplen 55 años de su asesinato, me gustaría aludir a cómo también el Che es reivindicado, no sólo desde el ámbito político, sino también desde diversos sectores cristianos progresistas, como es el caso de Frei Betto, dominico brasileño y una de las principales voces de la teología de la liberación en América Latina, con una importante actividad política a sus espaldas (torturado y encarcelado por la dictadura militar brasileña por su colaboración con la organización guerrillera Acción Libertadora Nacional). Frei Betto plasma su compromiso social como cristiano en hechos : impulsor del Proyecto Hambre Cero, asesor de movimientos sociales como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra por todo lo cual fue asesor especial de Lula cuando éste fue Presidente de Brasil durante los años 2003-2010.

    Frei Betto dedicó un emotivo artículo a la figura del Che Guevara en el cual nos recordaba que sus enemigos no consiguieron matarlo puesto que ”hoy está más vivo que en sus cuatro décadas de existencia real” (cuando fue asesinado, tenía 39 años). De hecho, excepción hecha de Mao o Fidel, son raros los casos de revolucionarios que envejecen, ya que ”muchos derramaron temprano su sangre para contribuir al proyecto de un mundo en libertad, justicia y paz”  como el mismo Jesús de Nazaret, que lo hizo a los 33 años, o los casos de los revolucionarios americanos Sandino y Farabundo Martí (38), Zapata (39) o José Martí (42).

     Por ello, frente a quienes quisieron condenar al Che al olvido, entre ellos, el actual Ayuntamiento de Zaragoza, éste resurge  pues, como señalaba  Frei Betto, el Che es un símbolo para quienes ”quieren enfatizar que la utopía permanece viva”. Consecuentemente, el dominico brasileño analiza el legado actual del Che, el cual ”nos exige mantener el corazón y los ojos vueltos hacia la preocupante situación  de nuestro planeta, donde impera la hegemonía del neoliberalismo” al cual hay que combatir, al igual que a las nefastas consecuencias que genera: individualismo frente al espíritu comunitario, competitividad frente a solidaridad, o ambición desmedida en lugar de un compromiso firme contra la erradicación de la miseria. Frei Betto es contundente al afirmar que ante  los que tanto hablan del fracaso cierto del llamado ”socialismo real” en el Este de Europa, nunca aluden al ”fracaso inevitable del capitalismo para los dos tercios de la humanidad”, para los millones de personas que malviven por debajo del umbral de la pobreza. Ante un mundo tan complejo, injusto y contradictorio, Frei Betto plantea, como forma de recordar al Che, que ”el mejor regalo sería ver a las nuevas generaciones creyendo y luchando por otro mundo posible, donde la solidaridad sea hábito, no virtud ; la práctica de la justicia, una exigencia ética ; el socialismo el nombre político del amor”.

     Esto es lo que, desde el retrato que le hizo Alberto Korda y que inmortalizó para siempre su rostro rebelde, parece pedirnos a todos la apasionada e intensa mirada de aquel joven revolucionario llamado Ernesto ”Che” Guevara.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en : El Periódico de Aragón, 10 octubre 2022)

 

AQUELLOS CURAS GUERRILLEROS

AQUELLOS CURAS GUERRILLEROS

 

     Tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, América Latina estaba en plena ebullición política y los Estados Unidos (EE.UU.), temeroso de que la experiencia castrista se extendiera por el continente, intervinieron de forma constante en los países de la zona combatiendo a las guerrillas fomentadas por el Ché Guevara, o apoyando golpes de Estado y sangrientas dictaduras como ocurrió en los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú o Uruguay.

     A partir de 1962, el año en que se inició el Concilio Vaticano II, diversos sectores de la Iglesia asumieron un firme compromiso social en aquellos países, maltratados desde siempre por las oligarquías locales y por los intereses políticos y económicos de los EE.UU. Ello tuvo su reflejo en la Teología de la Liberación con figuras como Gustavo Gutiérrez y Helder Cámara y también en los casos de Ernesto Cardenal en Nicaragua o del dominico brasileño Frei Betto que, tras colaborar con la guerrilla opuesta a la dictadura del general Castelo Branco, años después sería asesor del presidente Lula da Silva.

    Pero si hay una figura que encarna el compromiso militante de la Iglesia en América Latina este es la de Camilo Torres (1929-1966), sacerdote colombiano, pionero de la Teología de la Liberación y promotor del diálogo entre el cristianismo y el marxismo, fundador del Frente Unido del Pueblo (1964) y que posteriormente optó por la lucha armada para apoyar, como él decía, “la causa de los pobres y de la clase trabajadora”. Es célebre su Mensaje a los cristianos, escrito en 1965 y en que decía que “es necesario quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres”, lo cual sólo podía lograrse mediante un cambio revolucionario y, por ello, “la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.  Por todas estas razones, se integró en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), muriendo en su primer combate el 15 de febrero de 1966. En la actualidad sigue siendo considerado un mártir oficial del ELN.

    El legado de Camilo Torres tuvo su eco y algunos sacerdotes llegaron a colaborar de forma activa con las guerrillas, entre ellos, tres misioneros aragoneses. Este fue el caso de Domingo Laín Sáenz, natural de Paniza, José Antonio Jiménez Comín, nacido en la localidad turolense de Ariño, y Manuel Pérez Martínez, que lo era de Alfamén. Los tres coincidieron durante sus estudios en el Seminario Menor de Alcorisa y, desde entonces, se hicieron amigos inseparables a lo largo de toda su trayectoria vital. Una vez ordenados, fueron enviados a la República Dominicana, donde a causa de su compromiso social serían expulsados del país y recalaron en Cartagena de Indias (Colombia) donde trabajaron como curas obreros: Domingo Laín lo hizo en una tejería, José Antonio Jiménez en una fábrica de gaseosas y Manuel Pérez como estibador en el puerto.

    Los tres curas aragoneses serían igualmente expulsados de Colombia por participar en política y por enfrentarse a la jerarquía eclesiástica y, tras un breve período de estancia en Francia y España, retornaron a Colombia con pasaportes falsos, pasando a integrarse en la guerrilla del ELN. Dos de ellos encontraron allí la muerte: José Antonio Jiménez como consecuencia de un paro respiratorio en una travesía guerrillera por la selva en 1970, y Domingo Laín, que cayó en combate en 1974. Les sobrevivió Manuel Pérez, el cual llegaría a ser máximo dirigente del ELN y que en marzo de 1990 asumió la comandancia de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Excomulgado por la Iglesia, tuvo una hija con “Mónica”, su compañera, una exmonja también vinculada a la guerrilla, y murió de muerte natural en las montañas del departamento colombiano de Santander el 14 de febrero de 1998.

    La memoria de aquellos curas guerrilleros aragoneses nos recuerda la vigencia de sus ideales, de su compromiso a favor de la justicia social, en estos tiempos en que los gobiernos progresistas de América Latina siguen siendo acosados por el imperialismo, los populismos derechistas y la expansión de las iglesias evangélicas ultraconservadoras, un triple ariete contrario a la emancipación de los sectores sociales más desfavorecidos, aquellos cuya situación se ha visto todavía más deteriorada como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales en nuestro mundo globalizado.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 23 febrero 2022)

 

BOLSONARO: UN TORNADO QUE DEVASTA BRASIL

BOLSONARO: UN TORNADO QUE DEVASTA BRASIL

 

     Desde que el pasado 1 de enero accedió al poder de la República Federativa de Brasil el político ultraderechista Jair Bolsonaro, un tornado involucionista está socavando los cimientos de la democracia del país carioca. Bolsonaro, definido por Esther Solano Gallego como “líder populista con tendencias autoritarias”, ganó las elecciones presidenciales con una campaña demagógica centrada en el combate contra la corrupción, la seguridad ciudadana, el “antipetismo”, esto es, el ataque visceral a las políticas del Partido de los Trabajadores (PT) y la defensa de los valores familiares y religiosos. Durante su campaña, no dudó en recurrir a las noticias falsas (fake news) y a la desinformación, lo que, como señalaba la citada Esther Solano, hizo que dicha campaña fuera “sucia y altamente eficaz basada en la difamación”, echando por tierra “las formas clásicas de propaganda política”. Todo ello le produjo un considerable rédito electoral (casi 58 millones de votos) con los cuales no sólo ganó la presidencia del país, sino que el Partido Social Liberal (PSL), al cual pertenece, pasó a controlar el Congreso y algunos de los principales Estados federados brasileños. Desde entonces, ya nada es igual en Brasil, como está demostrando el peligroso tornado político en que se ha convertido Bolsonaro.

     En primer lugar, esta devastación tiene claros tintes antidemocráticos pues, como indicaban Víctor Teodoro y Kalil Suzeley, la principal novedad de su victoria es “la falta de compromiso con la democracia del candidato vencedor”. De hecho, ha dejado patente su simpatía con diversos regímenes dictatoriales como el de Pinochet, del cual afirmó que “si no fuera por él, Chile sería una Cuba”, o justificando la dictadura militar brasileña (1964-1985) elogiándola “como ejemplo de prosperidad económica y seguridad ciudadana”.  Además, el ex capitán Bolsonaro ha logrado un importante respaldo en el ámbito militar dado que es un firme partidario de la participación de los militares en cargos públicos pues los considera “personas muy cualificadas y competentes” y, por ello en su Gobierno, 4 de sus 15 ministros son militares, y que  20 de los 52 diputados con que cuenta el PSL, casi la mitad, son también militares o policías, razón por la cual se alude a ellos como “la bancada da bala”.

    Igualmente, ha sido aupado a la presidencia por el voto de los sectores más ultraconservadores de la sociedad brasileña y, de forma especial, de las iglesias evangélicas, algunos de cuyos pastores, con su particular y sesgada interpretación de la Biblia han extendido la idea de que “ser cristiano es incompatible con ser de izquierdas”, los mismos pastores que se han dedicado a demonizar al PT al que presentan como sinónimo de anti religión y caos moral.

    También resultan preocupantes sus posturas autoritarias en otro de los temas fuertes de la agenda política de Bolsonaro cuál es la seguridad ciudadana ya que plantea, al igual que otros dirigentes ultraderechistas, un endurecimiento del Código Penal con propuestas para reducir la mayoría de edad penal de 18 a 16 años o la liberalización del derecho a portar armas. Las formas y las actitudes de su pensamiento reaccionario también han quedado patentes en temas tales como su desprecio (y acoso) hacia las minorías indígenas del Amazonas o su trato vejatorio, despectivo hacia las mujeres, con un discurso abiertamente homófobo.

   La devastación propiciada por Bolsonaro ha venido alentada en el ámbito económico, un tema del que ha reconocido que “no sabe nada”, pese a lo cual su política sigue los firmes y duros pasos del neoliberalismo, influido por Paulo Guedes, su asesor económico, un conocido ultraliberal que defiende una fuerte agenda de privatizaciones y reformas radicales tanto tributarias como del sistema de pensiones, muchas de estas medidas se incluyen en el Programa de Gobierno, el cual bajo el título de “El Camino de la Prosperidad”, tiene como lema “Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”.

    Este tornado neoliberal ha supuesto un brutal recorte de las políticas de inclusión social que habían desarrollado los anteriores gobiernos del PT de Lula y Dilma Rousseff. En consecuencia, pese a que Lula sacó de la pobreza extrema a 1 de cada 5 brasileños con la “Bolsa Familia” y el Programa Hambre Cero, por lo que se llegó a hablar del “milagro brasileño” como modelo para los países africanos, la situación social ha empeorado gravemente tras el giro neoliberal de Bolsonaro y en la actualidad Brasil ha vuelto a formar parte del Mapa Mundial del Hambre de la FAO del cual había salido en 2014 y, sin embargo, Bolsonaro lo  niega puesto que opina que el aumento del hambre en su país “es una gran mentira”.

     Un tercer tornado golpea con fuerza a Brasil, el de la devastación mediambiental. Al igual que otros políticos neoliberales como Trump e incluso Rajoy en su día, niegan la evidencia de los nefastos efectos derivados del cambio climático hasta el punto de que Ricardo Salles, su ministro de Medio Ambiente, alude al mismo sin ningún rubor calificándolo como “una conspiración del marxismo globalista que domina la ONU”. Todo ello explica que Bolsonaro, espoleado por los grandes poderes económicos, está dispuesto a deforestar la Amazonía, el gran pulmón verde de nuestro planeta, con el fin de esquilmar sus recursos naturales, la cual ha aumentado durante su mandato en un +273%, favorecida por  los voraces incendios (72.843 casos, un 83% más que los habidos en 2018), que están asolando la selva amazónica y que, en los primeros 8 meses de su mandato ya han deforestado 9.250 km. cuadrados, esto es, el equivalente a la mitad de la extensión de la provincia de Zaragoza.

    Hay tornados climáticos que azotan con frecuencia a los países de América Latina, pero también hay otro tipo de tornados, los causados por políticos demagogos y reaccionarios, tan preocupantes y de devastadoras consecuencias como los anteriores, y de ellos, Bolsonaro es un dramático ejemplo.

 

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 14 septiembre 2019)

 

 

 

PEDIR PERDÓN

PEDIR PERDÓN

 

    El pasado 1 de septiembre se recordaba el 80º aniversario del inicio de la II Guerra Mundial, la mayor tragedia sufrida por el conjunto de la humanidad en nuestra historia reciente. Con tal motivo, el presidente de Alemania, Franck Walter Steinheimer, pidió perdón a Polonia por el daño causado a dicho país por lo que calificó acertadamente como “guerra de destrucción masiva” iniciada en 1939 por los delirios expansionistas de Hitler y del nazismo.

   Siempre he pensado que el hecho de pedir perdón, de reconocer los errores cometidos ennoblece a quien lo solicita, bien sean éstos, personas, instituciones o Estados, pues lleva aparejado un propósito sincero de enmendar pasadas (y funestas) acciones, razón por la cual debería ser más frecuente y habitual en nuestras conciencias y en el funcionamiento de las sociedades que nos preciamos de regirnos por valores éticos y democráticos.

    Recordando este hecho, vuelve a mi memoria la polémica suscitada en el pasado mes de marzo tras la carta enviada por Andrés Manuel López Obrador, el Presidente de México, al rey Felipe VI para que se disculpase por los excesos cometidos por los españoles durante la conquista del país azteca. De este modo, de no mediar la disculpa solicitada, López Obrador no participaría en ninguno de los actos conmemorativos de los 500 años de la conquista española de México, efemérides que tendrá lugar en el 2021. Ante esta carta, lejos de todo análisis sosegado de lo que supuso la conquista del continente americano, palabra ésta de afilados significados, y en concreto del antiguo imperio azteca, resulta lamentable constatar las reacciones que ésta suscitó tanto en los ámbitos diplomáticos como políticos de España. Excepción hecha de la postura de Unidas Podemos, partidarios de la necesidad de “un proceso de recuperación de memoria democrática y colonial”, se ha evidenciado una reacción propia de un mal entendido orgullo patrio. Especialmente significativo es el caso del PP y de Pablo Casado, el cual, que sepamos no tiene acreditado ningún máster de Historia de América, que calificó la posición de López Obrador de “auténtica afrenta a España”, pues el dirigente conservador, ya en octubre de 2018, había afirmado que “la Hispanidad” había sido “la etapa más brillante del hombre junto con el imperio romano” y, ello le llevó a la conclusión de que, refiriéndose a España, “ninguna nación ha hecho tanto por la Humanidad”, expresiones propias de un patrioterismo exaltado y acrítico que desdibuja intencionadamente la realidad el hecho histórico de la conquista y colonización de América, el cual no debe ser magnificado y cuyos aspectos negativos, tampoco deben de ser ignorados. Y lo mismo podemos decir de las declaraciones de otros políticos como Josep Borrell, que se negó a presentar “extemporáneas disculpas”, Rivera que habló de “ofensa intolerable” o Abascal que arremetió contra el “socialismo indigenista” de López Obrador.

   Es innegable que la conquista y posterior colonización de América por parte de España tuvo sus luces y también sus sombras, las cuales deben ser enfocadas desde una actitud autocrítica, lejos de todo prejuicio nacionalista y, por ello, la búsqueda de la objetividad nos debe alejar tanto de la tentación de caer en divulgar “una leyenda rosa” que no fue tal, como de otra leyenda de “tintes negros”, como señalaba recientemente Juan Eslava Galán en su libro La conquista de América contada para escépticos, pues ninguna de ellas responde a la realidad de los hechos.

   Y dicho esto, sigo pensando que la postura de López Obrador no sólo es sensata sino también honesta, puesto que en relación con esta polémica propuso crear “un grupo de trabajo para hacer una relatoría de lo sucedido y, a partir de ahí, de manera humilde, aceptar nuestros errores, pedir perdón y reconciliarnos”. Ojalá esta misma voluntad fuera la misma a la hora de afrontar de manera “humilde y sincera”, como pedía López Obrador, otras épocas y acontecimientos históricos dolorosos y controvertidos. Y más aún, esta actitud serviría para reforzar los lazos entre España y México, ya que, sin pretender “caer en ninguna confrontación” el presidente azteca consideraba que se trata en definitiva de “un planteamiento que pensamos conveniente para hermanar más a nuestros pueblos, para actuar con humildad, no con prepotencia”.

    El pedir perdón no es algo tan extraño y hay ejemplos recientes. Así ocurrió cuando Francia ofreció públicamente disculpas a Argelia por las torturas y desapariciones llevadas a cabo por ella durante la guerra de independencia del país norteafricano (1954-1962), cuando Holanda lo hizo por la reprobable actitud de sus tropas que dejaron indefensa la ciudad de Srebrenica en 1995 y propiciaron la masacre de 8.000 musulmanes por parte de las milicias serbias, cuando Alemania pidió perdón en el año 2000 ante el Parlamento de Israel por el genocidio contra los judíos cometido por el III Reich durante la II Guerra Mundial o cuando el Papa Francisco lo hizo por los agravios cometidos por la Iglesia durante la conquista de América durante su viaje a Bolivia en 2015.

   Por todo ello, España no debería desoír la justa petición de López Obrador pues ello, ciertamente, dignificaría la relación histórica entre dos países hermanos. Y ya puestos a pedir perdón, en este año en que se recuerda el 80º aniversario del final de la Guerra de España de 1936-1939, no estaría de más que Francia tuviese algún gesto de disculpa por el trato vejatorio al que las autoridades galas sometieron a la inmensa marea del exilio republicano español que allí buscó refugio huyendo de la barbarie fascista. Ello también sería un gesto de justicia histórica.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 4 septiembre 2019)

 

 

REBELDÍA E INDIGNACIÓN EN LAS AMÉRICAS

REBELDÍA E INDIGNACIÓN EN LAS AMÉRICAS

 

     Tras la arrolladora victoria del PP en los comicios del 20-N y los primeros análisis de la debacle de un PSOE castigado por sus bases sociales y electorales por haber renunciado a hacer políticas socialdemócratas en estos tiempos de desánimo global, el tema principal sigue siendo las crisis y sus nuevos dogmas de fe: la necesidad de “calmar”, al precio que sea,  a los “mercados” y de frenar el alza de la prima de riesgo.

     Mientras estas son las preocupaciones en la opulenta (aunque menos) Unión Europea (UE), cuando se acrecienta el temor de los EE.UU. a que las convulsiones financieras crucen de nuevo el Atlántico, hay otras noticias que nos han pasado inadvertidas. Este es el caso de la V Asamblea de la Convergencia de los Movimientos de los Pueblos de las Américas (COMPA) celebrada entre el 23-27 de noviembre pasado en la República de El Salvador. En la COMPA se agrupan asociaciones y comunidades de la mayor parte de los países de América, desde Argentina a Canadá, unidas con el fin de establecer estrategias comunes de resistencia para hacer frente a los negativos efectos de la globalización neoliberal y, a la vez, fomentar modelos de desarrollos económicos alternativos, sostenibles y respetuosos con la ecología del continente.

     La COMPA, surgida tras un encuentro de 128 organizaciones latinoamericanas celebrado en Chiapas en octubre de 2000,  tiene 6 ejes estratégicos: la defensa de unas relaciones comerciales internacionales justas, lo cual supone una dura crítica a los Tratados de Libre Comercio y a la actuación de la Organización Mundial del Comercio (OMC); la desmilitarización de las sociedades de América Latina en las que tanto pesa, todavía, el imperialismo de los EE.UU. y la actuación de sistemas policiales corruptos y con escaso respeto a los derechos humanos; la exigencia de cancelación de la deuda externa y de la eliminación de los ajustes estructurales; la defensa de los derechos territoriales de los pueblos indígenas frente al expolio por parte de los Estados y de las multinacionales para explotar  sus recursos naturales; la promoción de modelos de desarrollo rural sostenibles rechazando los cultivos transgénicos y la biopiratería y, finalmente, una apuesta decidida a favor de la participación de la mujer en la construcción de nuevas alternativas políticas, económicas y sociales.

     Con esta perspectiva, la citada V Asamblea de la COMPA, celebrada en Guacotecti (El Salvador), reunió a 31 organizaciones sociales, indígenas, negras y campesinas de Guatemala, Honduras, México, Cuba, Nicaragua, El Salvador y también de los EE.UU., además de contar con la “presencia solidaria” de representantes de Canadá, Italia y España. En dicha Asamblea, se realizó un profundo análisis de la crisis del capitalismo global, definido como un “sistema de dominación múltiple” que se manifiesta, desde el punto de vista de la COMPA, en la expropiación y saqueo de las tierras, culturas y vidas de los pueblos de América así como en la imposición de tratados de libre comercio y la extensión de una cultura consumista que conduce a la pérdida de la soberanía alimentaria y a la agudización de la deuda externa para dichos países. Igualmente, esta voracidad capitalista pretende la imposición de determinados megaproyectos y modelos extractivos de los recursos naturales en determinadas zonas, como la Amazonía, con graves consecuencias medioambientales. Para lograrlo, los poderes económicos no dudan en recurrir a la violación sistemática de los derechos humanos y de favorecer el avance de gobiernos autoritarios como ha ocurrido recientemente en Guatemala.

     Consecuencia de todo ello, en América Latina, al igual que ocurre en nuestra ahora convulsa UE, se está agudizando una crisis social, política, económico-financiera y, también energética. Pero, como un rayo de esperanza en medio de las tinieblas, en lo que la COMPA no duda en definir como “hora histórica para la Humanidad”, nos recuerda que esta crisis global sirve, también, para “acelerar procesos novedosos y potentes de organización y rebeldías”….y es verdad: lo hemos comprobado con la aldabonazo que ha supuesto para nuestras conciencias y nuestra sociedad la rebeldía cívica de los indignados con la aparición, entre otros, del Movimiento 15-M o el de Democracia Real Ya.

     Por consiguiente, la COMPA, que se define como “movimiento social continental anticapitalista”, que lucha por romper la “lógica de la dominación” con métodos participativos y populares, planteó lo que denomina “ejes de resistencia estratégicos” tales como la defensa de los derechos campesinos en el Bajo Aguán (Honduras) y el respeto al pueblo maya de Guatemala sobre sus territorios y sus recursos naturales. Igualmente defiende la soberanía alimentaria y la “justicia climática” (novedoso y acertado concepto), razón por la cual denuncia las prácticas del llamado “capitalismo verde”, eso es, el cultivo extensivo de biocombustibles en determinados países como Honduras o Brasil a costa de producir artículos de primera necesidad. En consecuencia, estos países se ven obligados a importar el trigo, el maíz o el arroz a los precios que fija el mercado internacional de alimentos el cual, está controlado, curiosamente, por empresas como la Agencia  Goldman Sachs que, insaciable con los inmensos beneficios que obtiene en los mercados financieros, como señalaba recientemente Carlos Enrique Bayo, “se forra provocando hambrunas”, esto es, elevando artificialmente el precio de los mismos:  es por ello que, Joerg Mayer, responsable de la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de la ONU (UNCTAD), denunciaba que, actualmente, “el mercado de los alimentos se ha convertido en un casino”.

     Las asociaciones y colectivos nucleados en la COMPA, tampoco se olvidan de enviar saludos solidarios a todos los indignados, a aquellos que, “desde distintos puntos del planeta, ayudan a abrir las fisuras que ayudan a hacer explotar el sistema”, todo un reto en estos confusos e inciertos tiempos que nos ha tocado vivir. Y es que, tal vez la COMPA nos esté un rumbo a seguir pues, al igual que en las tierras de América, también aquí resulta inaplazable la necesidad de construir, con esfuerzo unitario, alternativas anticapitalistas que sean sustentables, equitativas y solidarias.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (publicado en El Periódico de Aragón, 4 diciembre 2011 y Diario de Teruel, 11 diciembre 2011)

 

HAITÍ EN EL CORAZÓN

HAITÍ EN EL CORAZÓN

      El pasado 12 de enero un potente terremoto de magnitud 7.0 en la escala de Richter, arrasó Haití, el país más pobre del continente americano y que, con anterioridad al seísmo, según The World Factbook, contaba con el 80 % de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Los efectos del terremoto fueron devastadores: al elevado número de víctimas, que algunas fuentes cifran en 300.000 muertos, hubo que sumar la destrucción de la mayor parte de las infraestructuras y demás elementos esenciales de la débil economía haitiana.

     Tras la tragedia, una gran ola de solidaridad se extendió por todo el mundo en apoyo del pueblo haitiano y numerosos estados, organismos internacionales, ONGs y ciudadanos aportaron todo tipo de recursos para la reconstrucción de un país asolado, recursos que, 6 meses después, siguen siendo imprescindibles, un apoyo internacional que va a ser preciso mantener durante bastante tiempo.

     En la agitada y convulsa historia de Haití hubo sin embargo otro mes de enero bien distinto, una fecha memorable: el 1 de enero de 1804. Fue entonces, hace 206 años, cuando Haití escribió una página gloriosa al proclamar su independencia de Francia, convirtiéndose así en el segundo país americano (tras los EE.UU) y el primero de América Latina en lograr la libertad.

     El proceso hacia la independencia se había iniciado en 1791, momento en que la colonia haitiana inició la lucha armada contra Francia. La insurrección, liderada inicialmente por François Dominique Toussaint-Louverture y que culminó en 1804 con la independencia frente a la poderosa Francia napoleónica que fue derrotada por los rebeldes haitianos, supuso el primer caso en la historia universal por el que la rebelión de la población esclava de la colonia (por aquellos años el 85 % del total de habitantes de Haití), condujo a su emancipación, sentando un precedente definitivo para poner fin al escandaloso comercio trasatlántico de esclavos procedentes desde África con destino a las colonias americanas de las potencias europeas.

     La creación de la nueva República de Haití por los esclavos emancipados, no sólo supuso un hito histórico de profundas repercusiones sociales, sino que significó igualmente la quiebra del sistema de cultivo de la caña de azúcar basado en la explotación sistemática y brutal de la población esclava negra. Fue éste un “mal ejemplo” para las vecinas colonias francesas, inglesas, holandesas y también españolas, lo mismo que para la sociedad sureña de los EE.UU., profundamente racista y basada en el sistema de explotación esclavista, el cual no sería abolido hasta la derrota de los Estados Confederados del Sur en la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865).

     El poso reaccionario y racista de la sociedad de los EE.UU., nunca olvidó la emancipación de los esclavos haitianos. Un ejemplo: el 14 de enero, dos días después del terrible terremoto que asoló el país antillano, el famoso (y ultraderechista) telepredicador norteamericano Pat Robertson, afirmaba de forma delirante en la cadena Christian Broadcasting Network (CBN), que “miles de haitianos han muerto en el seísmo porque los esclavos de Haití hicieron un pacto con el diablo para obtener la libertad”: ante semejante estupidez con la cual Robertson pretendía “justificar” cual si de un “castigo divino” se tratara la muerte de miles de haitianos, sobran los comentarios.

     Tras esta recapitulación histórica, volvamos a la realidad, a la dura realidad haitiana actual. Desde una perspectiva totalmente contrapuesta a la de Robertson, desde posiciones cristianas progresistas, el jesuita Ramiro Pàmpols, director adjunto de las escuelas rurales “Foi et Joie” (Fe y Alegría) de Puerto Príncipe, recordaba que Haití es un país plagado de “heridas mortales”, las cuales no sanarán si, además de la ingente ayuda económica internacional que precisa el país para su reconstrucción, no se acometen con profundidad y valentía toda una serie de cuestiones de fondo que lastran su futuro. En este sentido, Pàmpols aludía expresamente a la excesiva dependencia de la economía haitiana del exterior, a sus profundas desigualdades sociales, a la inoperancia del actual Gobierno de René Préval, a la falta de una sociedad civil articulada o a la lacra que supone la corrupción que afecta a las instituciones del Estado, especialmente a la Justicia.

     De este modo, y en primer lugar, Pàmpols nos recuerda que mientras en los años 70 Haití aún gozaba de soberanía alimentaria ya que los agricultores producían el 90 % de los productos que consumía la población pero tras la supresión de los aranceles sobre la importación impuestos por el Plan Reagan-Bush, el arroz norteamericano inundó el mercado local, arruinando así a miles de campesinos, los cuales emigraron en masa a la capital Puerto Príncipe.

     A ello hay que añadir el que muchas familias haitianas sobreviven gracias a las remesas que reciben de la emigración (se estima que hay más de 3 millones de haitianos repartidos por el mundo, sobre todo, en la República Dominicana y en los EE.UU.). Además, el éxodo emigratorio es masivo en lo referente a los profesionales haitianos: Pàmpols alude a la “fuga de cerebros constante e imparable” ya que el 80 % de los haitianos con niveles educativos elevados han emigrado y en la actualidad 30.000 de ellos se hallan en lista de espera para lograr permisos de residencia en EE.UU. y Canadá, lo cual hipoteca gravemente el futuro del país antillano.

     A pesar de la agitada historia reciente de Haití, de sus pasados regímenes dictatoriales, de acontecimientos tan trágicos y devastadores como el terremoto de enero de 2010, todos los que amamos al pueblo haitiano tenemos la esperanza de que, del mismo modo que un día fue capaz de romper las cadenas de la esclavitud y levantar la bandera de la libertad y la igualdad, el primer país en que los esclavos negros  lograron la emancipación, se pondrá de nuevo en pie  para romper las cadenas de la pobreza y la injusticia, y caminar hacia un nuevo horizonte, hacia esa sociedad de hombres libres con la que soñó hace más de 200 años Toussaint-Louverture.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (El Periódico de Aragón, 27 julio 2010 ; Diario de Teruel, 1 agosto 2010)

 

 

...Y EL CHÉ HUBIERA CUMPLIDO 80 AÑOS

     El recuerdo de la vida rebelde del Ché, su participación en la revolución cubana desde que ingresase en 1955 en el Movimiento « 26 de Julio » liderado por Fidel Castro, sus combates en Sierra Maestra, su época como ministro de Industria en la nueva Cuba castrista, su aspiración a expandir la lucha contra el imperialismo y también contra las dictadures militares que atenazaban a América Latina, su papel como impulsor de las guerrillas de izquierdas en Guatemala, Nicaragua, Perú, Colombia, Venezuela y, sobre todo en su Argentina natal y en Bolivia, han concedido al Ché la aureola de héroe, de mito revolucionario.

     A una vida intensa, le sucedió una muerte heroica : su lucha en Bolivia en las filas del ELN contra la dictadura de René Barrientos, el combate de la Quebrada del Yuro y su posterior asesinato con la colaboración de la CIA en la escuela de la aldea de La Higuera forman parte, ya para siempre, de la épica revolucionaria.

     Todavía recuerdo cuando hace ya unos cuantos años un joven boliviano, un indio aymara, me hablaba con auténtica veneración de los últimos instantes de la vida del Ché, trasnmitidos de boca en boca por los habitantes de su aldea, de cómo su comunidad recordaba a aquel joven idealista argentino-cubano que encontró la muerte en tierras bolivianas luchando contra la dictadura de Barrientos a la cual, sucedieron infinidad de regímenes militares. Uno de ellos, el del general Hugo Bánzer, expoliador de las comunidades indígenas, años más tarde maquillado como « demócrata », se presentó a las elecciones presidenciales y, tal y como señalaba el joven aymara, comprando cada voto... por una barra de pan. Recordando todo esto sentí que el espíritu rebelde del Ché seguía vivo en Bolivia, en América Latina y en cualquier persona o lugar que repudia la injusticia y que sueña con una sociedad mejor.

     Ahora, cuando en este año el Ché hubiera cumplido su 80 cumpleños desde que naciese en 1928 en la ciudad argentina de Rosario, su figura, su vida y su pensamiento son motivo de frecuentes recuerdos y homenajes. Por ello, me gustaría aludir a cómo también el Ché es reivindicado, no sólo desde el ámbito político, sino también desde los sectores cristianos comprometidos con la teología de la liberación. En este sentido, me parecen muy oportunas algunas de las afirmaciones de Carlos Alberto Libanio Christo, más conocido como Frei Betto, dominico brasileño y una de las principales voces de la teología de la liberación en América Latina. Autor de más de 50 libros y con una importante actividad política a sus espaldas (torturado y encarcelado por la dictadura militar brasileña, colaborador de la organización guerrillera Acción Libertadora Nacional) y que, tras su paso por prisión, vivió en las favelas de Sao Paulo, tiempo en el cual conoció a Lula.

     Frei Betto plasma su compromiso social como cristiano en hechos : es el impulsor del Proyecto Hambre Cero, es asesor de movimientos sociales como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra y ha sido también asesor especial del Presidente Lula.

     Dicho todo esto, Frei Betto dedicó recientemente un emotivo artículo a la figura del ché Guevara en el cual nos recordaba que sus enemigos no consiguieron matarlo puesto que « hoy está más vivo que en sus cuatro décadas de existencia real » (cuando fue asesinado, tenía 39 años). De hecho, Frei Betto señala cómo, excepción hecha de Mao o Fidel, son raros los casos de revolucionarios que envejecen, ya que « muchos derramaron temprano su sangre para contribuir al proyecto de un mundo en libertad, justicia y paz » como el mismo Jesús de Nazaret, que lo hizo a los 33 años, o los casos de los revolucionarios americanos Sandino y Farabundo Martí (38), Zapata (39) o José Martí (42).

     Por ello, frente a quienes quisieron condenar al Ché al olvido, éste resurge cual « Fénix obstinada » pues « las cadenas no aprisionan los símbolos, ni las balas matan los ejemplos ». Y s que, la imagen del Ché, como señala Frei Betto, es un símbolo para quienes « quieren enfatizar que la utopía permanece viva ». Consecuentemente, el dominico brasileño analiza el legado actual del Ché, el cual « nos exige mantener el corazón y los ojos vueltos hacia la preocupante situación de nuestro planeta, donde impera la hegemonía del neoliberalismo » al cual hay que combatir, al igual que a las nefastas consecuencias que genera en las personas : individualismo frente al espíritu comunitario, competitividad frente a solidaridad, o ambición desmedida en lugar de un compromiso firme contra la erradicación de la miseria. Frei Betto es contundente al afirmar que, frente a los que tanto hablan del fracaso cierto del llamado « socialismo real » en el Este de Europa, nunca aluden al « fracaso inevitable del capitalismo para los dos tercior de la humanidad », para los millones de personas que malviven por debajo del umbral de la pobreza.

     Ante un mundo tan complejo, injusto y contradictorio, Frei Betto plantea una pregunta directa : « ¿Cuál será la mejor manera de conmemorar los ochenta años del Ché ? ». La respuesta es igualmente directa y contundente, fruto de su profundo compromiso social y emancipador, de una visión cristiana bien distinta de la que ofrecen las jerarquías eclesiásticas de Occidente : « el mejor regalo sería ver a las nuevas generaciones creyendo y luchando por otro mundo posible, donde la solidaridad sea hábito, no virtud ; la práctica de la justicia, una exigencia ética ; el socialismo el nombre político del amor ».

     Esto es lo que, desde el retrato que le hizo Alberto Korda y que inmortalizó para siempre el rostro del Ché, parece pedirnos a todos la apasionada e intensa mirada de aquel joven revolucionario llamado Ernesto « Ché » Guevara.

 

José Ramón Villanueva Herrero.

(Diario de Teruel, 27 julio 2008)

EVO MORALES Y LA NUEVA BOLIVIA

     El 22 de enero se cumple un año de la toma de posesión de Evo Morales como presidente de Bolivia. Su llegada al poder al frente del  partido Movimiento al Socialismo (MAS), tuvo una significación histórica: por vez primera, un indio aymara llegaba a la Presidencia de la República, lo cual supuso un rayo de esperanza para millones de bolivianos pobres, aquellos que siempre habían sido explotados y marginados, aquellos a los que James Petras aludía como “los indígenas descalzos de los Andes”.

     Evo obtuvo en las urnas un apoyo del 53,7 % del electorado y, desde entonces, el país andino vive una apasionante transición política. El programa electoral de Evo es ambicioso: su objetivo es refundar Bolivia con criterios de soberanía nacional, desarrollo solidario y justicia social. Su proyecto de una Nueva Bolivia tiene varios ejes básicos: la elaboración de una nueva Constitución mediante una Asamblea Constituyente, el control de los recursos naturales bolivianos en manos de empresas extranjeras, la puesta en marcha de una profunda reforma agraria, acabar con el secesionismo y el monopolio del poder político de la oligarquía conservadora que históricamente ha dominado el país, así como una política exterior opuesta al  imperialismo de los EE.UU.

     Tal vez el punto más conocido de la política de Evo Morales sea su pugna por lograr un mayor control estatal de los recursos naturales, tema ésta en el que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de los bolivianos. Conviene recordar que el 18 de julio de 2004 se aprobó por referéndum que el Estado recuperase la propiedad de los recursos energéticos (hidrocarburos y gas) existentes en el país pero, el anterior presidente, Carlos Mesa, se negó a firmar la Ley de Hidrocarburos (LDH) aprobada en dicho referéndum y por ello convocó elecciones anticipadas. A ellas se presentó Evo con este tema como punto central de su programa electoral y, en diciembre de 2005, obtuvo un resonante éxito electoral. Como señalaba el diario boliviano “La Época”, el pasado 24 de diciembre, “el país necesitaba un sacudón”, y, ciertamente, Evo se lo ha dado

     Volviendo a la LDH, hay que dejar claro que, de hecho, esta ley no supone ni una nacionalización  ni tampoco una expropiación de los recursos energéticos, como repetidamente se ha dicho, sino que establece unas nuevas condiciones económicas entre el Estado boliviano y las compañías energéticas que operan en el país. De este modo, el objetivo es superar los anteriores contratos, injustos y abusivos, de los que hasta ahora, disfrutaban las multinacionales del sector y que apenas beneficiaban a Bolivia. Tras la firma de los nuevos contratos con las compañías concesionarias el pasado 29 de octubre, Evo dejó clara la postura de su Gobierno: “Queremos socios, no amos”. Por ello, no resulta asumible el discurso, bastante hipócrita por cierto, de Occidente (la Unión Europea y España incluidas) ante el contencioso de los hidrocarburos bolivianos: la actuación del Presidente Morales ha sido coherente, justa y legal frente a los intereses insaciables de las multinacionales (Repsol, entre ellas) para con los países del Tercer Mundo. En consecuencia, es un grave error  el que, en este asunto, se pretenda identificar los intereses económicos de una compañía (privada) como Repsol con los intereses nacionales de España en Bolivia.

     Otra cuestión de capital importancia es el proyecto de descentralización territorial iniciado por el Presidente Morales. Bolivia es un país dividido en dos zonas contrapuestas desde un punto de vista económico, territorial y social: los altiplanos pobres andinos de Occidente, de mayoría indígena y las ricas llanuras del Oriente, especialmente el  Departamento de Santa Cruz, reducto de la oligarquía blanca con sectores de larga tradición golpista y de claro signo racista. Desde que en julio de 2006 se celebró un referéndum para la concesión de autonomías departamentales, el Oriente boliviano, la zona más rica del país,   no oculta sus intenciones secesionistas en caso de que la política social de Evo Morales amenace sus seculares privilegios económicos. En este sentido, a la cuestión del mayor control estatal sobre los hidrocarburos existentes en el Oriente cruceño, habría que sumar la aplicación de la Ley de Reforma Agraria en esta zona, la cual supondría la restitución de las tierras a la población indígena, aquellas tierras que, desde 1971, les arrebató la dictadura de Hugo Banzer. Esta reforma, hasta el momento, ha sido saboteada por la oligarquía cruceña que no sólo se opone a la devolución de las tierras expoliadas, sino que pretende llevar a cabo una auténtica limpieza étnica de la población indígena del Oriente boliviano.

     Evo Morales es consciente de todas las dificultades a las que tiene que hacer frente para llevar a buen término su programa político. Hace unos días advertía que su “revolución” sufrirá “tropiezos” dado que “la oligarquía no acepta que un indio gobierne” pero, acto seguido manifestaba su convicción en que, desde hace un año, “el pueblo comenzó a liberarse y nadie lo podrá detener”.

     En un reciente artículo de Noam Chomsky titulado “Latinoamérica declara su independencia”,  este prestigioso intelectual norteamericano recordaba cómo, tras 5 siglos de dominación, se han empezado a construir en dicho continente sistemas democráticos nuevos basados en la participación popular y no en la dominación de las potencias extranjeras o de las oligarquías locales. Ejemplos de ello, además de la Bolivia de Evo Morales, serían los casos de Lula en Brasil, Chavez en Venezuela, Tabaré en Uruguay, Bachelet en Chile u Ortega en Nicaragua. Este proceso emancipador de América Latina, este giro a la izquierda en todos estos países, que tanto disgusta a los EE.UU., y ejemplo del cual son las transformaciones iniciadas por Evo Morales en Bolivia, debe de ser un motivo de alegría para todos los ciudadanos y sectores sociales progresistas puesto que  supone un acto de justicia y, consecuentemente, deberíamos  brindarle nuestro apoyo solidario.  

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 17 enero 2007)