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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

LULA

LULA

     El 27 de octubre de 2002 accedía a la presidencia de la República Federativa de Brasil Luis Inácio da Silva, “Lula”, tras haber logrado un amplio respaldo electoral de 53 millones de votos. La histórica victoria de Lula, una de las figuras más interesantes de la política internacional, no sólo ha supuesto un cambio de ciclo político y social en Brasil, sino, también, el renacer de una gran esperanza para toda América Latina y la aparición de un referente moral, defensor de los pobres y excluídos en el escenario internacional.Lula sorprende por su carisma de nuevo líder de los países en vías de desarrollo, por sus profundas convicciones que, al igual que le ocurrió a Luther King o Salvador Allende, le impulsa, sin renunciar a sus sueños emancipadores,  a una acción política transformadora. Con un lenguaje simple y directo, nos hallamos ante un estadista comprometido con los problemas estructurales que aquejan a nuestro  mundo.

     En el pensamiento político socialista de Lula convergen su condición de obrero metalúrgico, sus convicciones de veterano sindicalista y fundador del Partido dos Trabalhadores (PT), con una profunda influencia de la teología de la liberación, especialmente  debido a su vinculación a los grupos cristianos de base y a su amistad con Pedro Casaldáliga.

     Lula, auténtico ejemplo de superación personal y política, ha asumido que, “el compromiso por el cambio”, beneficie, básicamente, a los sectores más humildes y excluídos de la sociedad. De este modo, concede prioridad absoluta al combate contra el hambre y la miseria: en su primer discurso como Presidente afirmaba que, “si para el final de mi mandato, cada brasileño puede comer tres veces al día, habré cumplido con la misión de mi vida”. 

     Lula no olvida que Brasil, país emergente pero lastrado por profundas desigualdades sociales, necesita de otras muchas reformas: el saneamiento de la economía, la creación de empleo, la universalización de la Sanidad pública (Lula perdió a su mujer y a un hijo por las carencias médicas), la reforma tributaria y, también, una profunda reforma agraria que, aunque de forma gradual y plagada de dificultades, está suponiendo la expropiación (mediante indemnización) de inmensos latifundios del interior de Brasil.

     La importancia política de Lula tiene igualmente una proyección internacional que debe ser destacada. De hecho, ha sido el estadista que, en pleno Foro Económico Mundial de Davos, con mayor contundencia ha denunciado la despiadada globalización económica neoliberal, responsable de agudizar la pobreza de la mayor parte de los países del Tercer Mundo. De hecho, Lula se ha convertido en una de las voces que con mayor firmeza claman por un Nuevo Orden Económico Mundial más justo, que sea capaz de elaborar lo que él donomina una “agenda de desarrollo global compartido”, con dos objetivos básicos: erradicar la pobreza y el hambre en el mundo y fomentar unas relaciones internacionales basadas en el comercio justo entre países pobres y ricos.

     Lula es consciente de que para acabar con el hambre y la pobreza resulta imprenscindible acometer cambios estructurales mediante un modelo de desarrollo que aune estabilidad financiera, crecimiento económico y, sobre todo, justicia social. Por ello promueve la Alianza contra el Hambre y la Miseria, a través de la cual pretende fomentar “la globalización de la solidaridad y del humanismo”, auténtico soporte de unas relaciones internacionales más justas y, por ello, garantía de la paz internacional, proyecto éste apoyado no sólo por la ONU, sino también por algunos dirigentes socialistas como el chileno Ricardo Lagos o el español Rodríguez Zapatero.

     No menos importante es la defensa de un comercio justo, razón por la cual Lula denuncia con energía el proteccionismo comercial de los países ricos y demanda que éstos retiren sus barreras proteccionistas y los subsidios que paralizan las exportaciones, especialmente las agrarias, de los países del Tercer Mundo impidiendo su despegue económico.

     En su Agenda de Desarrollo Global compartido, tampoco olvida la imperiosa necesidad de que los descubrimientos científicos y técnicos,  por encima de patentes e intereses económicos, deban ser universalizados para que beneficien al conjunto de la humanidad.

     Con todo ello, Lula no pide caridad, demanda soluciones estructurales que impulsen el desarrollo de los países pobres y, con ello, se asienten los valores de la justicia social y de la paz internacional.

     Ahora, tres años después de la victoria electoral de Lula, confiemos en que esa esperanza democrática de transformar el mundo desde la ética, la justicia y la solidaridad, no se malogre. Porque Lula, por encima de sus posibles errores y de los poderosos intereses de quienes desearían ver fracasar su proyecto político, sigue representando la esperanza para millones de humildes y desposeídos. De ahí su importancia, de ahí su fuerza moral. 

José Ramón Villanueva Herrero. 

(Diario de Teruel, 31 octubre 2005)

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