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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

UNA FECHA FATÍDICA PARA EL PUEBLO JUDÍO: LA GRAN REDADA DE 1749

 

     En la medianoche del 30 de julio de 1749, por orden del Marqués de la Ensenada, se produjo el prendimiento y arresto de toda la población gitana existente en los pueblos y ciudades de España, lo cual, como señala Raúl Quinto en su obra Martinete del rey sombra (2023), supuso “la mayor redada contra la población gitana de toda la negra y trágica historia de los gitanos de Europa”.

    Las autoridades llevaban años preparando la redada. El “asunto gitano” lo organizó Ensenada junto con el obispo de Oviedo (Gaspar Vázquez Tablada) pues ambos consideraban que era “pertinente de atajar de una vez por todas la lepra social” que “pudre el reino” y contó con el apoyo del entonces Papa Benedicto XV. De entrada, se descartó la posibilidad de deportar a los gitanos a las colonias de América y, también, la de su asesinato masivo por ser “poco cristiano” e “improductivo” para el reino. En consecuencia, se optó por sacarles un rendimiento material y, por ello, se decidió que los hombres serían enviados a los arsenales militares a trabajar como esclavos para reconstruir la Armada, pues, como dijo el obispo Tablada, con ello se pretendía “curar el reino del mal gitano y emplear sus brazos en la construcción de los barcos que ganarán la guerra definitiva”.

   La primera noticia documentada de la llegada de los entonces llamados “egipcianos” a España se remonta al 14 de agosto de 1425, cuando el rey Alfonso V de Aragón recibió en Zaragoza a un tal Juan de Egipto Menor que venía con “centenares” de los suyos de tierras lejanas y, es por ello, el primer gitano documentado de los reinos de España.

    La vida de la población gitana siempre fue difícil. Desde 1499, fecha en la que se dictaron las primeras leyes contra los gitanos en Castilla y Aragón, diversas normativas reales aluden a este tema: durante la dinastía de los Austrias, se planteó incluso su exterminio o, cuando menos, la expulsión total de los gitanos, al igual que había ocurrido con la población morisca y, con la dinastía de los Borbones, también se tomaron diversas medidas contra la minoría gitana, entre ellas, algunas tan duras como la condena a galeras por diversos motivos.

    Volviendo a la Gran Redada de 1749, el balance de la misma supuso la detención de 9.000 gitanos siendo posteriormente separados los hombres de las mujeres para “evitar su reproducción y diluir su raza en el trabajo y en la nada”, como apuntaba Raúl Quinto. A su vez, a todos los detenidos se les incautaron sus escasos bienes para, con ellos, “sufragar los gastos que el cautiverio de sus dueños pudiera causar a las arcas del reino”. Seguidamente, los gitanos varones fueron enviados a diversos astilleros y arsenales navales. Así, los gitanos de Andalucía fueron conducidos al Arsenal de La Carraca de Cádiz y, dada la saturación del mismo, una parte de ellos serían luego enviados al Arsenal de La Graña de Ferrol. Por su parte, a los gitanos de Murcia y Valencia, se les condujo a Cartagena, donde se les obligó a construir los muelles y diques del arsenal naval. En cuanto a los gitanos aragoneses, inicialmente estuvieron presos en el castillo de La Aljafería de Zaragoza antes de enviarlos a otros destinos.

    Por otro lado, no se sabía qué hacer con las mujeres y los niños menores de 3 años, que, inicialmente fueron retenidos en la Alhambra de Granada y en la Alcazaba de Málaga, donde malvivieron en pésimas condiciones. Las autoridades pensaban emplearlas en hilar cáñamo para los arsenales o en mandarlas a fábricas de Castilla, pero, nadie las quiere y, finalmente, se decidió enviarlas a la Real Casa de la Misericordia de Zaragoza, el actual Edificio Pignatelli, a donde llegaron un total de 653 mujeres y niños. En la citada Real Casa de la Misericordia, se les hizo trabajar hilando lana y cáñamo y a los niños, cuando cumplían 8 años, se les enviaba a los arsenales a trabajar junto con los varones gitanos.

   A modo de balance, según Raúl Quinto, “la gran redada fue un gran fracaso” y, demás, “la falta de planificación y el desborde obligó a dar marcha atrás”. Por ello, cerca de la mitad de los apresados Años más tarde, el rey Carlos III ordenó un indulto general y, finalmente, los dos últimos gitanos que recobraron la libertad lo hicieron el 16 de marzo de 1767, 18 años más tarde de la Gran Redada.

    La historia del pueblo gitano, además de la Gran Redada de 1749, todavía tenía una dramática cita con la historia: el Porrajmos, el holocausto romaní cometido por el nazismo durante la II Guerra Mundial, lamentables y dramáticos hechos ambos que ahora recordamos.

 

   José Ramón Villanueva Herrero

   (publicado en: El Periódico de Aragón, 2 agosto 2024)

 

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