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Se muestran los artículos pertenecientes al tema Movimiento obrero- historia.

RECORDAD MATIGNON

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     Tras el hundimiento de la Bolsa de Nueva York en el crack de 1929, una profunda depresión económica se extendió por el mundo, también por Francia. En el país galo, las secuelas de la misma se agudizaron sobre todo a partir de 1931 dado que las políticas deflacionistas de los gobiernos conservadores supusieron un elevado coste social para los trabajadores, especialmente en lo referente a disminución de salarios y restricciones del crédito. Fueron años en los que aumentó el desempleo, cayeron los salarios, se hundieron los precios agrarios y una avalancha de quiebras azotó al sector industrial. Con tan angustiosa situación de fondo, en mayo de 1936 se produjo la victoria electoral del Frente Popular francés y la formación de un nuevo Gobierno presidido por el socialista Léon Blum: bajo su impulso, a los tres días de tomar posesión del cargo, en la noche del 7-8 de junio, se firmaron los llamados Acuerdos de Matignon, un hito relevante en la trayectoria de la lucha del movimiento obrero por la conquista de los derechos laborales, a la vez que un ejemplo de que, frente a aquella grave crisis económica, había soluciones, salidas sociales, que no cargasen los costes sociales de la misma sobre los trabajadores, como hacían (y hacen) las políticas económicas de la derecha.

     Los Acuerdos de Matignon, firmados por la patronal francesa (CPGF), el sindicato CGT, y el Gobierno del Frente  Popular, supusieron logros históricos de gran calado social como la consecución de la jornada laboral de 40 horas semanales, la generalización de los convenios colectivos, aumentos salariales para los trabajadores de entre el 7 y el 15 %, libertad de afiliación sindical, comprometiéndose los patronos a que ello no supusiera ninguna discriminación  a la hora de “tomar decisiones relativas a la contratación, ejecución o distribución del trabajo, medidas disciplinarias o despido” (art. 3). Igualmente, se reconocía, por vez primera, el ocio como un derecho de los trabajadores y, de este modo, éstos pudieran disfrutar de vacaciones anuales pagadas, logro histórico en la historia del movimiento obrero. Además, los Acuerdos de Matignon supusieron una disminución del paro y una importante reactivación del consumo interno, convirtiéndose también en el modelo de pacto social en materia de negociación colectiva a nivel estatal  mediante acuerdos tripartitos  entre la patronal, los sindicatos y el Gobierno: todo un ejemplo de responsabilidad social para hacer frente a la crisis, de entonces y de ahora.

     He querido recordar los Acuerdos de Matignon precisamente ahora en que tantas conquistas sociales y laborales están amenazadas, en que la derecha económica, política y social está lanzando una ofensiva en toda regla contra los derechos que tanto costó conquistar y a los que una sociedad democrática avanzada no puede ni debe renunciar y en cuya defensa debemos cerrar filas. Como ariete de esta ofensiva reaccionaria contra los derechos laborales y sociales, como uno de sus más ardorosos abanderados, encontramos a Salvador Sostres, polémico columnista del diario El Mundo en cuyas páginas ha dejado frecuentes ejemplos de su ideología y en los que ha arremetido contra los valores y principios esenciales de nuestro Estado de Bienestar, tan tambaleante en estos últimos tiempos. Citaré sólo dos artículos de Sostres especialmente reprobables: el titulado “Cómo acabar con el paro “ (El Mundo, 28 septiembre 2011) en el que, desde su visceralidad contra los sindicatos de clase,  clamaba por “la abolición del Estatuto de los Trabajadores, la cancelación de los convenios colectivos y la supresión de los comités de empresa”. No menos repulsivo resultaba su artículo ”El Estado moderno” (El Mundo, 13 julio 2012) en el que arremetía contra los funcionarios, las prestaciones por desempleo  y en el que llegaba a decir que “hay que eliminar también el concepto de vacaciones pagadas”, pues, “si tenemos la ocurrencia de querer vacaciones, que sea por nuestra cuenta”: como vemos, tales disparates reaccionarios nos retrotraían a tiempos anteriores a los Acuerdos de Matignon, a ese supuesto “Estado moderno” que nos quiere imponer el neoliberalismo, un Estado con menos derechos laborales y con más desigualdades sociales.

     Las ideas expuestas por Sostres suponen el programa máximo de una derecha cada vez más extrema que no tiene ningún rubor en manifestarse tal y como es en realidad: profundamente reaccionaria. Por ello, la lección que hoy nos ofrece el recuerdo de los Acuerdos de Matignon es que sólo con la firmeza y unidad de los trabajadores  podremos hacer frente al ataque sistemático al cual estamos siendo sometidos. Y, no debemos olvidar que cuando los poderosos ven amenazadas sus posiciones de privilegio, es cuando optan por hacer concesiones a la clase trabajadora. Lamentablemente, en la España actual, no sienten ese temor ni tampoco hay un Gobierno progresista en el poder que, como hizo el de Léon Blum,  los presione en ese sentido para lograr  así conquistas en beneficio de los sectores sociales más desfavorecidos, de aquellos que, como decía Indalecio Prieto, sufren en su rostro el trallazo de la injusticia. Y es que, los Acuerdos de Matignon nos recuerdan y demuestran que por muy adversas que sean las circunstancias, siempre es posible encontrar una salida progresista y justa a la crisis que nos acosa.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en:  Diario de Teruel, 23 agosto 2012 y El Periódico de Aragón, 27 agosto 2012)

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO UGETISTA EN ARAGÓN (12). LOS AÑOS OSCUROS (1948-1960)

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     Tras el gran desastre que supuso la caída de febrero de 1948, la  UGT aragonesa entró en una profunda decadencia de la cual ya no se recuperaría durante el resto de la dictadura franquista. Pese a ello, a partir de 1948 se intentó llevar a cabo en Zaragoza una precaria reorganización por parte de Ángel Vázquez Copa (a) “El Pipas” (UGT), Adolfo Barbacil (PSOE) y Francisco Laguna Conde  (JSE) junto con otros militantes como Eusebio Díez, Celestino Torres (a) “Caspe”, o Francisco Simón Ullate.

     Durante estos años oscuros destacó de forma especial Pascual Marco Mateo (1920-2006) (a) “El Maño” y “Teruel”, el cual realizó una importante labor de enlace con los núcleos socialistas de Calatayud, Logroño, Soria y, sobre todo, con Euskadi. Estas tareas encubiertas pudo efectuarlas como chofer de Transportes Ochoa, a cuyos  locales,  (actual sede del PSOE aragonés en la zaragozana calle de Conde de Aranda, 138), llegaba la propaganda clandestina que  recibía la UGT aragonesa procedente de Euskadi y Francia. A partir de 1956, Marco fundó la Academia de Conductores Gran Vía, lo cual le permitió seguir realizando frecuentes desplazamientos a los núcleos ugetistas antes indicados. Igualmente, Marco se encargó de mantener contacto directo con las Ejecutivas del PSOE-UGT en el exilio establecidas en Toulouse, presididas, respectivamente,  por Rodolfo Llopis y Pascual Tomás. Otra de las tareas llevadas a cabo por Marco sería la de poner a salvo a compañeros que huían de la represión policial trasladándolos a Euskadi para pasarlos posteriormente a Francia.

     La implacable acción policial siguió debilitando al pequeño núcleo ugetista que aún se mantenía activo en Zaragoza. De este modo, en mayo de 1950 se produjo una nueva caída (fueron apresados Barbacil, Laguna y Simón Ullate)  mientras que otros compañeros (Horacio González, Benito Landa o Vázquez Copa) no pudieron ser detenidos ya que Pascual Marco consiguió ponerlos a salvo. 

    La detención, tortura y asesinato de Tomás Centeno, secretario general del PSOE el 20 de febrero de 1953 y la posterior caída del Comité Ejecutivo Nacional socialista, tuvo consecuencias en Zaragoza, donde fueron detenidos algunos ugetistas locales, entre ellos, Pascual Marco. Ante este desmantelamiento organizativo,  las Ejecutivas del PSOE y la UGT en el exilio se hicieron cargo de ambas organizaciones en el interior de España, las cuales, desde abril de 1954, pasaron a depender directamente de Toulouse.

     A partir de 1955, Marco contactó con los  líderes de la UGT vasca, entre ellos, Nicolás Redondo y, sobre todo, Ramón Rubial (a) “Pablo”, el máximo dirigente del PSOE en el interior entre 1958 y 1972. A pesar de las duras consecuencias derivadas de la caída de Antonio Amat (8 noviembre 1958), y la desarticulación de los núcleos socialistas de Madrid, Oviedo, Granada, Barcelona, Sevilla y San Sebastián, en Aragón siguió activo el pequeño grupo  de Zaragoza y Pascual Marco continuó manteniendo, pese a todas las dificultades,  abiertos sus contactos con Madrid, Euskadi y Toulouse.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: La Voz Sindical, órgano de la UGT Aragón, nº 119, abril 2012)

EL MOVIMIENTO OBRERO UGETISTA EN ARAGÓN (XI). CAÍDAS Y DESARTICULACIONES (1946-1948)

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     Si desde 1942 se fue produciendo una gradual expansión orgánica de la clandestina UGT aragonesa, no por ello cesaba el permanente acoso al cual eran sometidos los grupos antifranquistas por parte de las fuerzas represivas. De hecho, según relataba el periódico El Noticiero el 15 de enero de 1946, la Jefatura Superior de Policía de Zaragoza se vanagloriaba de tener en su archivo 700.000 fichas policiales, ¡en una ciudad que por aquel entonces contaba con 250.000 habitantes!. Este asfixiante acoso policial hizo que, durante estos años hubiese varias caídas y desarticulaciones que fueron debilitando gradualmente a la UGT aragonesa hasta su práctico desmantelamiento en 1948.

     La primera caída tuvo lugar en agosto de 1946 como consecuencia de la filtración de un confidente policial que trabajaba en el Viceconsulado británico de Zaragoza, el cual, hasta entonces, había apoyado a la Organización Socialista clandestina de UGT-PSOE-JSE. Consecuencia de ello fue la detención de diversos ugetistas, entre ellos, Manuel Soto, Eugenio Díez o Francisco Simón Ullate, el cual intentó suicidarse en las dependencias policiales, mientras que otros militantes, como Luís Arbella o Pascual Marco, lograron huir y refugiarse con apoyo de los ugetistas vascos en el barrio bilbaíno de Zamákola.

     En enero de 1947 se produjeron una serie de caídas en cadena tras la desarticulación en la ciudad de Huesca de la CNT y del Socorro  Internacional Pro-Presos, seguida pocos días después de la caída del libertario Comité Comarcal “Espartaco” en la Cuenca Minera de Utrillas, lo cual supuso, además de numerosas detenciones, la desarticulación de 14 comités locales. Dado que esta organización, vinculada a la CNT se integraba a su vez en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), las conexiones entre ambas propiciaron que la policía desarticulase a su vez a la organización zaragozana de la ANFD, cuyos dirigentes principales, entre ellos, los representantes ugetistas, fueron detenidos a lo largo del mes de marzo de 1947, fechas por las que también se produjo una importante caída de los cuadros del PCE con un total de 47 detenidos. De este modo, entre febrero-marzo de dicho año, se produjo una desarticulación parcial del PSOE-UGT en Aragón y algunos de  sus más activos militantes como Celestino Torres, Manuel Soto, Eusebio Díez, Pascual Marco o Adolfo Barbacil, cayeron en manos de la policía., así como diversos militantes ugetistas de San Sebastián, dadas sus conexiones entre éstos y la UGT aragonesa. De igual modo, se desarticuló el Comité Comarcal de las JSE de Alcañiz y parte de la organización ugetista en las Cuencas Mineras turolenses, entre ellos, Juan Mateo, los cuales sufrieron la dureza de los maltratos policiales durante los interrogatorios y, como consecuencia de ello, Francisco Collado perdió un ojo y Antonio Muñoz Sánchez se ahorcó en su celda, todo lo cual fue denunciado en las páginas de Vida Nueva, la publicación clandestina de la UGT aragonesa.

     Esta ola represiva motivó una nueva reorganización del núcleo de UGT existente en Aragón, el cual tuvo lugar tras un Comité Local celebrado en Zaragoza el 21 de septiembre de 1947 y en el cual se eligió a Bonifacio Solá Yubero (presidente) y a Manuel Canteli como secretario, figurando también Peribáñez  (tesorero y vicesecretario) y Grávalos, Larrea, Moisés González y Jesús Gamboa, más tarde incorporado a las filas del PCE y de CC.OO., como vocales. Este nuevo Comité Regional de UGT mantuvo contactos externos con Euskadi (especialmente, Bilbao y San Sebastián), Barcelona, Valencia, Logroño, Soria, con Madrid (de forma esporádica) y con la dirección de UGT en el exilio de Toulouse gracias a la labor constante y tenaz de Pascual Marco Mateo. Como objetivos políticos, se hicieron esfuerzos por reactivar la agónica ANFD, así como mantener la relación con la CNT, a la que se alude como “entidad hermana”, y para coordinar la acción opositora con el pequeño núcleo de la Federación Universitaria Escolar (FUE). existente en la Universidad de Zaragoza. Tampoco se olvidaron temas organizativos como la ayuda a los presos, la financiación y la prensa clandestina de la UGT aragonesa, así como el intento de reactivar, con escaso éxito,  la FNTT, y la FETE, las históricas federaciones de campesinos y maestros ugetistas.

     También se había reorganizado la JSE, la cual, a partir de febrero de 1947, se define como “Juventud Combatiente” y, entre sus miembros, militantes igualmente de la UGT, se planteó el peligroso dilema del recurso a la violencia. De hecho, algunos de ellos, como Daniel González o el alcañizano Bernardo Gracia, evidenciaron, a través de los llamados Grupos de Acción Espacial (GAE), la necesidad de realizar acciones más contundentes que el mero reparto de propaganda clandestina. Por ello, se dotaron de armas para pasar a la acción directa y violenta contra la dictadura en unos momentos en que el contexto internacional y las resoluciones de la ONU parecían haber dejado aislado al régimen del general Franco. Por todo ello, se intentaron poner unas bombas en el Gobierno Civil de Zaragoza que, debido a la inexperiencia de los jóvenes ugetistas no explosionaron, se pretendió realizar un atraco en una sucursal del Banco Zaragoza y, también, se estuvo a punto de asesinar a un confidente policial empleado en la fábrica Tudor en junio de 1947: en el último instante, ésta acción no se llevó a cabo y la cuestión del recurso a la violencia suscitó un profundo debate interno en las filas de las JSE zaragozanas.

     Mientras todo esto ocurría, la policía franquista iba cerrando el cerco sobre la organización socialista clandestina formada por la acción conjunta y coordinada de UGT-PSOE-JSE. Consecuencia de ello fue que, en la madrugada del 10 de febrero de 1948, la Brigada Político-Social detuvo a los 34 principales dirigentes de la UGT, PSOE y JSE en Aragón, a la vez que se incautaba de todo el armamento de la organización y de su aparato de prensa y propaganda. Contra los detenidos se instruyó  la Causa nº 407 por parte del Juzgado de Instrucción Militar nº 3 de Zaragoza bajo las acusaciones de “asociación ilícita, propaganda ilegal, tenencia ilícita de armas” y, en algún caso, de “reincidencia”.

     Los efectos de la caída de febrero de 1948, como señalan David Corellano y Mercedes Yusta, fueron “devastadores para la resistencia socialista aragonesa y, consecuentemente, para la UGT, la cual no se recuperaría hasta la década de los años setenta”. Y, sin embargo, la llama de la UGT clandestina, aunque tenue, siguió viva durante los años siguientes, gracias a la fidelidad de un núcleo reducido de militantes, entre los que se debe destacar de forma especial a Pascual Marco Mateo, tal y como comprobaremos en la siguiente entrega de esta breve historia de la UGT aragonesa.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: La Voz Sindical, órgano de la UGT Aragón, nº 118, diciembre 2011)

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (10): UNA BREVE ESPERANZA (1942-1948)

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     Tras la derrota de los regímenes fascistas al final de la II Guerra Mundial en 1945, las potencias aliadas no continuaron su lucha contra el fascismo acabando con el régimen del general Franco con el cual, como consecuencia de la nueva política de bloques derivada de la Guerra Fría, terminarían contemporizando, lo cual produjo  una profunda decepción en la oposición antifranquista.

     Sin embargo, la reorganización de la UGT aragonesa continuaba y en la ciudad de Zaragoza, distinguiéndose en la documentación clandestina entre los ugetistas “incondicionales”, bien fueran éstos dirigentes o activistas, y los meros “cotizantes”. De este modo, se reactivaron varias federaciones de industria, gracias al trabajo de diversos militantes: este fue el caso del sindicato Ferroviario (Bonifacio Solá), Metalúrgico (Manuel Canteli), Tranvías (Jesús Gamboa), Construcción (Moisés González), Comercio, Banca y Bolsa (Jerónimo Peribáñez), Camareros y Espectáculos (Tomás Grávalos) o el de Artes Gráficas, Madera y Panaderos (Avelino Larrea). En el caso del Sindicato Metalúrgico, se tiene constancia de que hacia mediados de los años 40 estaba implantado en las principales empresas zaragozanas, como era el caso de Tudor, Escoriaza, Mercier, Laguna de Rins, Zaragoza Industrial y Fundiciones Averly.

     También aparecieron otros focos ugetistas en Soria, Logroño, por aquellos años vinculados a la UGT aragonesa y, sobre todo, en la Cuenca Minera turolense. En este último caso resulta especialmente destacable, tanto por su trayectoria como por su importancia numérica, el caso del Sindicato Provincial Minero. La implantación ugetista en la zona de las Cuencas Mineras hizo que esta comarca se mantuviese leal a la República impidiendo que en ella triunfase la sublevación militar en 1936. Finalizada la contienda, incluso llegó a haber en esta zona un grupo guerrillero, el liderado por “El Soriano”,  formado por socialistas huidos de los batallones disciplinarios de presos políticos destinados a realizar trabajos forzados en diversas explotaciones mineras. Igualmente, desde el verano de 1946 se tiene constancia de la existencia de comités locales de la UGT en Utrillas, Escucha, Palomar de Arroyos y Montalbán. En cuanto a los cuadros ugetistas, sabemos que el sindicato socialista contaba con varios delegados locales como era el caso de Cirilo Bielsa (Montalbán), Isaac Ortega, encargado de las minas “Duquesa” y “Serrana” de Palomar,  o Arsenio Serna y Juan Mateo Noguera en Utrillas. Por otra parte, el médico-dentista Alfonso Alegre hacía funciones de enlace con el Comité Regional del PSOE y la UGT de Zaragoza y el maquinista del tren minero apellidado Barrios se encargaba de hacer llegar a Utrillas la propaganda ugetista procedente de Zaragoza.

     La UGT aragonesa participó entre 1946-1947 en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), un intento de oposición política unitaria en la que, excluido el PCE,   integraba al PSOE, UGT, CNT-Movimiento Libertario Español (MLE) y la Federación Democrática Republicana Española (FDRE) que agrupaba a los partidos IR, UR, PRF y ERC. La ANFD contó con el apoyo del vicecónsul británico en Zaragoza (Antonio Valverde) y, hasta su desarticulación en 1947,  dio signos de actividad en Zaragoza, las Cuencas Mineras turolenses y en Alcañiz, donde en  agosto de 1947,  fueron detenidos un total de 18 personas, de los cuales cuatro de ellos fueron asesinados al aplicárseles la fatídica “ley de fugas” durante el tiempo en que era Gobernador Civil de Teruel el siniestro general Manuel Pizarro Cenjor.

     El anticomunismo imperante entre los socialistas durante los años de la posguerra favoreció el acercamiento entre la UGT y la CNT, los dos sindicatos históricos del movimiento obrero español en aquellos difíciles años de clandestinidad. El Congreso reconstitutivo de la UGT celebrado en Francia (Toulouse, 10-11 noviembre 1944), reafirmó la línea de colaboración con la CNT en aquellos lugares en donde hubiera posibilidades de llevarla a cabo. Este proceso se plasmó en la creación de “comités de enlace” de ambas centrales en donde la existencia de militancia y las circunstancias lo hicieran posible. Por ello, además de en Zaragoza, en el verano de 1946, se constituyo un Comité de Enlace UGT-CNT en las Cuencas Mineras turolenses, una comarca en la cual ambas centrales sindicales habían tenido un tradicional arraigo y en donde todavía contaban con apoyos y simpatizantes. De este modo, entre otras actividades, los Comités de Enlace UGT-CNT lanzaron en diversas localidades aragonesas una campaña conjunta de boicot al referéndum convocado por el franquismo  para aprobar la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, el cual se celebró el 6 de julio de 1947 y mediante el cual el dictador pensaba dar una cierta apariencia “institucional” a su régimen.

     Durante estos años, la Organización Socialista aragonesa, en donde se integraban de forma coordinada las actividades clandestinas del PSOE, UGT y JSE, llegó a contar con un Comité de Prensa y Propaganda que, por medio de una imprenta Minerva instalada en una parcela del zaragozano barrio de Delicias y pagada “con el importe de una cuota especial” por parte de los militantes, publicaba los tres órganos de las organizaciones pablistas: “Juventud” (“órgano de las JS aragonesas”), “Vida Nueva” (“órgano de la UGT” y posteriormente “órgano de la Federación Socialista Aragonesa y de la UGT”) y, también, “Combate” (“órgano del PSOE” “órgano del Partido Socialista de Aragón”), con una periodicidad quincenal y una tirada de 1.000 ejemplares.

     No se descuidaba el valor de la solidaridad y los ugetistas aragoneses organizaron una red de de apoyo a los presos, perseguidos y huidos: se acogía a perseguidos y refugiados, sino que, por medio de los recursos obtenidos de los afiliados con sus cupones de cotización (1 peseta a la semana), se facilitaban fondos a los presos que se hallaban en peores condiciones: 100 o 125 pesetas semanales, según fueran éstos solteros o casados, de todo lo cual se llevaba una contabilidad secreta que respondía a las palabras clave “Pla”, para el PSOE, “Ugalde”, para la UGT y “Julve”, para las JSE.

     Fueron estos años un breve tiempo de esperanza pero la dictadura no daba síntomas de desmoronarse y pronto llegarían las caídas, sobre todo a partir de 1948, que dejaron prácticamente desarticulada a la Organización Socialista, y de forma muy especial a los núcleos de UGT que con tanta dificultad habían empezado a surgir en Aragón.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (La Voz Sindical: órgano de UGT-Aragón, nº 117, septiembre 2011)

 

EN HOMENAJE AL 80º ANIVERSARIO DE LA II REPUBLICA ESPAÑOLA

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     Como cada 1º de Mayo, tras la manifestación cívica que recorría las calles de Zaragoza, la UGT presentaba un documento con las demandas obreras ante las autoridades, normalmente ante el Gobernador Civil, para que lo elevase al Gobierno. Pero, con ocasión del 1º de Mayo de 1931,  el documento revestía unas características especiales: proclamada la II República Española dos semanas antes, la UGT de Zaragoza quiso dejar patente su “adhesión y confianza” ante el nuevo régimen republicano destacando su “carácter democrático”.

      Tras el derrumbe de la monarquía borbónica, totalmente desacreditada, sobre todo por el apoyo tácito del rey a la dictadura del general Miguel Primo de Rivera,  la República abría un esperanzador horizonte de regeneración política y social para la clase trabajadora. Por ello, el presente documento de la UGT de Zaragoza supuso un entusiasta apoyo a la nueva legalidad republicana, confiando que, en ella, se harían realidad todas las “libertades y emancipaciones sociales” demandadas por el movimiento obrero socialista.

     El texto presentado el 1º de Mayo de 1931 aludía, también, al compromiso de la UGT en la defensa y consolidación  de la joven República, un compromiso que, años después, costaría la vida a miles de ugetistas, entre ellos, las de Bernardo Aladrén y Antonio Puyo, los firmantes de este histórico documento, cuyo texto transcribimos seguidamente, en recuerdo y homenaje al 80º aniversario de la proclamación de la II República Española.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (publicado en: La Voz Sindical: órgano de UGT-Aragón, nº 116 (abril 2011)

 

 

 

“EXCELENTÍSIMO SEÑOR GOBERNADOR CIVIL DE ZARAGOZA

La Unión General de Trabajadores, al celebrar, con toda emoción, con toda su integridad de clase también, la Fiesta de Primero de Mayo, no trae hoy, como en años anteriores, unas condiciones articuladas en peticiones materiales y morales de que la clase trabajadora se halla carente en una gran parte.

Hemos creído mejor, ateniéndonos al momento actual, en que se ha implantado en España una República de carácter democrático, hacer una demostración de adhesión y confianza hacia el gobierno provisional que sustituyó a la dictadura borbónica de una España que con la monarquía se derrumbaba en sus propias orgías, y tuvo sus consecuencias nefastas en la economía, en las libertades y en represiones sangrientas que constituyeron un sedimento de rebeldía que ha traído, como consecuencia halagadora y lógica, la implantación de la segunda república española, digna de toda loa, de todos los respetos y de las admiraciones de los hombres de conciencia ecuánime, por la lección civil de idealidad y de orden que se ha dado.

Nuestra única conclusión, pues, se expresa en el sentido de que V. E. hará llegar al gobierno de la República española, la resolución de la Unión General de Trabajadores de Zaragoza de adherirnos al nuevo régimen, en la confianza de que dentro de él han de desarrollarse nuevas normas de libertad para la clase trabajadora y ésta, en todo momento, ha de procurar por cauces legales –siempre que la ley se cumpla con justicia y lealtad--, hacer una España democrática, platónica (sic) de libertades y emancipaciones sociales dentro de la República, a cuya defensa estamos dispuestos, con toda la ilusión y toda la energía precisas para su consolidación definitiva.

Esto es, señor Gobernador, lo que elevamos a la consideración de V. E. como representantes de la manifestación cívica que acaba de celebrar el pueblo de Zaragoza, y que rogamos eleve al Gobierno provisional de la República española.

Zaragoza, 1º de  Mayo de 1931.

Por la Unión General de Trabajadores de Zaragoza

El Presidente                                                 El Secretario

 

Bernardo Aladrén                                        Antonio Puyo

 

Excmo. Señor Gobernador civil de la Provincia de Zaragoza.”

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (9). LOS PRIMEROS REORGANIZADORES DE LA UGT (1939-1942)

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     Tras la derrota republicana en la guerra civil, con muchos militantes asesinados, encarcelados o en el exilio, la UGT inició su reorganización orgánica, tanto en el exilio como en los pequeños núcleos ugetistas que empezaban a aparecer en el interior de España. Como señala David Corellano, esta tarea resultó especialmente dura ya que, los ugetistas, carentes de la férrea organización comunista o la experiencia  de la clandestinidad que poseían los cenetistas, quedaron aislados y abandonados a su suerte. Y no sólo eso, sino que, además, las tensiones y enfrentamientos internos en la UGT, dieron lugar a su ruptura temporal de ésta (11 mayo 1940), la cual quedó escindida en una UGT socialcomunista (integrada por el sector negrinista del PSOE y militantes del PCE) y la UGT-Junta Central, fiel al PSOE, frontalmente anticomunista y  liderada por Pascual Tomás. En este contexto, el aragonés Arsenio Jimeno Velilla, (figura clave del socialismo en el exilio e impulsor del resurgimiento de la UGT en Francia), irá agrupando a pequeños núcleos socialistas antinegrinistas como era el caso del de Zaragoza.

     En el interior de España, los lugares con mayor presencia ugetista eran las abarrotadas cárceles del franquismo. Según datos oficiales, en 1940 había 280.000 presos políticos, que en 1943 se habían reducido a 124.423 republicanos encarcelados. Por ello, las primeras organizaciones ugetistas surgieron en los mismos recintos carcelarios como un acto de defensa y apoyo entre los militantes, para lo cual la colaboración de las familias, que actuaban con serios riesgos como enlaces o escondiendo a presos huidos, resultaba vital. Tal es así que ya en 1942 fue desarticulada una organización de UGT en la cárcel zaragozana de Torrero, liderada por los socialistas turolenses Pascual Noguera y Feliciano Garcés.

     Hacia finales de 1941 se fue articulando lentamente en Zaragoza (de Teruel y Huesca apenas hay datos), un núcleo de oposición socialista. Varias serían las características de este grupo: en primer lugar, su adscripción a la tendencia sindical largocaballerista, la cual propugnaba el entendimiento con la CNT a la vez que evitaba todo contacto con el PCE, del que se desconfiaba profundamente; en segundo lugar, su carácter autónomo pues no fue hasta finales de 1944 cuando establezca contacto con la dirección del PSOE-UGT en el exilio, establecida en la ciudad francesa de Toulouse y con el Comité Ejecutivo del Interior que empezó a tener actividad clandestina en Madrid, labores de enlace en las que el socialista zaragozano Pascual Marco Mateo, tuvo un papel muy destacado; y, en tercer lugar, se caracterizó por la permanente y destacada influencia del socialismo vasco en el núcleo ugetista zaragozano.

     Esta incipiente Organización Socialista, entendiendo por tal la acción conjunta y coordinada del PSOE-UGT-JSE aragoneses en la clandestinidad, se formó a partir de la unión de esfuerzos entre un reducido grupo de ugetistas locales que habían sobrevivido a la represión franquista y, sobre todo, al aporte de un considerable número de militantes de UGT procedentes de diversas partes de España a los que la guerra (muchos de ellos hechos prisioneros tras la caída de Santander en septiembre de 1937) o las consecuencias de la misma (encarcelamientos, condenas a batallones disciplinarios, etc.), los habían desplazado a la capital de Aragón y que, cumplidas sus respectivas penas, se afincaron de forma temporal o definitiva en Zaragoza. Estos ugetistas procedían, principalmente de Asturias, Madrid, Albacete, Cuenca, Navarra y, sobre todo, de Euskadi, estando muchos de ellos destinados en el campo de trabajo penitenciario de Casetas, concretamente en la Base y Talleres de Automovilismo de la V Región Militar.

     Por ello, resulta de justicia destacar la influencia de las ideas y de la actuación de este grupo de ugetistas procedentes del socialismo vasco en la UGT zaragozana de principios de los años 40. Este sería el caso de los procedentes de Guipúzcoa como Luís Arbella Aguirre (años más tarde, secretario general del Comité Central Socialista de Euskadi), Manuel Soto García (de Tolosa), los donostiarras Fructuoso Corcuera y Fidel Mediavilla, (ambos, tras su retorno a Euskadi, serán los contactos habituales entre el PSOE-UGT vasco, los ugetistas aragoneses y la dirección de UGT en el exilio de Toulouse), o Juan Manuel Ferraz Castán, catedrático y vinculado a la masonería, que sería el responsable de la prensa y propaganda de la Organización Socialista en Zaragoza.

     También hay que citar a los ugetistas procedentes de Vizcaya, como Manuel Canteli Argüelles que, aunque originario de León, pertenecía a la UGT de Valmaseda y que, tras su salida de la cárcel en 1942, se mantuvo siempre vinculado a la UGT zaragozana; de Alfredo Alonso Tejada, también de Valmaseda y que, hacia 1945 será el secretario general de UGT-Zaragoza, del entrañable “Sr. Braulio” (fundador de la cooperativa bilbaína de Zamákola y amigo personal de Indalecio Prieto), así como otros vizcaínos como Avelino Larrea, Moisés González Carnicero o Ángel Vázquez Copa.

     La primera dirección Colectiva Provincial de la UGT de Zaragoza empezó a dar signos de actividad a principios de 1942 y de ella formaban parte Eusebio Díez Palazuelo (que había sido 2º secretario de la UGT de Toledo antes de la guerra civil), Manuel Aguirre Cepeda, Julio Sanz Benito (secretario del Sindicato Metalúrgico de la UGT zaragozana antes de la contienda) y contó con el apoyo del navarro Francisco Simón Ullate y Julián Pardos Jiménez. Además, comenzó a actuar un reducido Comité Local de formado por Eusebio Díez, Vázquez Copa y el barcelonés José Ribas.

     Por todo lo dicho, en el inicio de los años 40, gracias al tesón y al sacrificio de  este grupo ugetistas afincados entonces en Zaragoza, especialmente en el caso de los procedentes de Euskadi, se inició la lenta reorganización de la UGT aragonesa en aquellos difíciles años.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (publicado en: La Voz Sindical: órgano de UGT-Aragón, nº 115, diciembre 2010)

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (8). LA UGT DURANTE LA GUERRA CIVIL

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     La situación de la UGT en Aragón al inicio de la contienda era dramática como consecuencia de la brutal represión sufrida en la zona fascista  y la consiguiente dispersión militantes supervivientes, algunos de los cuales, como Arsenio Jimeno, consiguieron llegar a la zona leal a la República. Pero también allí, los ugetistas que hacer frente a una situación adversa: como señala Ángela Cenarro,  la UGT quedó supeditada a la hegemonía de las columnas armadas anarquistas procedentes de Cataluña. Además, frente a la colectivización de tierras implantada por la CNT-FAI, la FTT-UGT defendía el que los pequeños campesinos poseyesen  la tierra que pudieran cultivar con sus propias manos, lo cual produjo tensiones con los libertarios.

     En cuanto a la reorganización orgánica de las federaciones ugetistas, dado que las tres capitales aragonesas quedaron en manos fascistas desde el inicio de la guerra, ésta tuvo lugar en Caspe, Alcañiz y Barbastro,  convertidas “de facto” en las nuevas capitales de los territorios aragoneses leales a la República.

     La Federación de UGT de Zaragoza, tras el asesinato de Bernardo Aladren, su secretario general, y la mayor parte de sus cuadros orgánicos, se reorganizó tras un Congreso celebrado en Mequinenza el 1 de noviembre de 1936: se creó una Comisión Ejecutiva (CE) con sede en Caspe presidida por el diputado socialista Eduardo Castillo y con una importante presencia de militantes del PCE: recordemos que en la UGT militaban conjuntamente miembros del PSOE, el partido hermano, y también del PCE desde que la Confederación General del Trabajo Unitario (CGTU), el minoritario sindicato comunista, se integró en UGT en noviembre de 1935. De este modo, la CE ugetista zaragozana contaba con militantes del PSOE como Eduardo Castillo, Jacinto Longás (vicepresidente y alcalde socialista de Tauste), Antonio Garulo (vicesecretario general y alcalde socialista de Zuera) y, por parte comunista, entre otros, Alberto Pérez (secretario general) o José Ruiz Borao (tesorero), más tarde conocido como José Ramón Arana, su pseudónimo literario. Según las memorias de Antonio Garulo, editadas por la Fundación Bernardo Aladren, se produjeron constantes tensiones entre los ugetistas socialistas y comunistas. Pese a ello, la UGT participó en el Consejo Regional de Aragón establecido en Caspe y en octubre de 1936, obtuvo dos consejerías: la de Hacienda y la de Educación Pública, al frente de las cuales se hallaban José Ruiz Borao  y el oscense Manuel Latorre.

     La UGT turolense fue reorganizada por Pascual Noguera y un reducido grupo de militantes  de la FTT. Según las memorias de Noguera, editadas también por la Fundación Bernardo Aladrén, tras la creación de un Comité de Evadidos de Teruel y un Comité de Relaciones UGT-CNT, los cuadros ugetistas supervivientes se instalaron en otoño de 1936 en Alcañiz. Allí tuvo lugar una Asamblea Provincial de UGT (noviembre 1936)  eligiéndose un nuevo Comité Provincial (CP) formado por Pascual Noguera (presidente), Francisco Bayo (secretario), Ángel Sánchez Batea o Simeón Marín Catalán. De este CP, fiel a la línea largocaballerista,  dependían 165 organizaciones ugetistas turolenses, quedando patente la hegemonía de la federación campesina de la FTT así como de la FETE, la organización de los maestros ugetistas.

     Menos datos se conocen sobre  la provincia de Huesca. Según Julián Casanova, “no existe información concreta al respecto”. No obstante, parece ser que llegó a reconstituirse parte de la UGT en Barbastro, donde llegó a funcionar un CP formado por dos delegados de cada comarca oscense y que estaba presidido por Malaquías Gil, militante de FETE-UGT.

     Señalemos también que la UGT aragonesa se sumó al esfuerzo bélico en defensa de la República formando sus propias unidades de combate. La primera de ellas fue la Centuria  que se organizó en La Puebla de Valverde con los militantes ugetistas que pudieron huir de Teruel. Igualmente, la UGT zaragozana impulsó la creación del famoso Batallón “Cinco Villas”, el cual contó con oficinas de alistamiento en Caspe y Barcelona y que tras la militarización de las milicias, se integró en la famosa 43 División, (al igual que el Batallón de FETE, incorporado luego a la 130 Brigada Mixta) que tuvo una heroica actuación durante la llamada “Bolsa de Bielsa”.

     A partir de 1937, se constata un evidente crecimiento de la influencia de la UGT aragonesa al aumentar la presencia ugetista en el Consejo de Aragón y, también, en numerosos Consejos Municipales (=ayuntamientos). Según Casanova, la CNT era mayoritaria en 175 de ellos, la UGT  en  91 y estaba en situación de igualdad con la CNT en otras 23 localidades.

     Inicialmente,  se implantó en el Aragón republicano la unidad de acción con CNT, la cual contó con el apoyo de las tres federaciones provinciales ugetistas, formándose en Caspe un Comité Regional de Enlace UGT-CNT. Pero, poco después, tras los sucesos de Barcelona de mayo de 1937 y la dimisión de Largo, hasta entonces presidente del Gobierno y secretario general de UGT, el giro político del nuevo gabinete presidido por el socialista Negrín supuso la disolución del Consejo de Aragón (11 agosto 1937), el desmantelamiento de las colectividades anarquistas y  el auge creciente de la UGT. Pese a ello, en octubre de 1937 se produjo una fractura organizativa en la UGT aragonesa entre caballeristas y negrinistas-comunistas: mientras las federaciones de Huesca y Teruel se mantuvieron fieles al caballerismo y partidarias de pactar con CNT, la de Zaragoza era proclive al acercamiento al PCE.

     Pese a estas divisiones, la guerra continuaba:  al desmoronarse el frente de Aragón (abril 1938), los cuadros y militantes de UGT se replegaron junto con las tropas republicanas y miles de aragoneses antifascistas hacia Cataluña y Levante. La derrota era inminente, y como escribió Pascual Noguera, concluía así “aquella resistencia de tres años consecutivos de lucha desigual entre el pueblo trabajador contra auténticos profesionales de hacer la guerra”. Una nueva y trágica etapa se abría para los ugetistas, al igual que para todos los republicanos: tras la caída de Cataluña (enero-febrero 1939), unos emprendieron el doloroso camino del exilio y otros muchos, los que quedaron en España, sufrieron con toda crudeza la implacable represión que les aguardaba bajo la larga dictadura franquista.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (La Voz Sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 114, septiembre 2010)

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (7). LA GUERRA CIVIL: EL EXTERMINIO DE LAS ORGANIZACIONES UGETISTAS

         

El sábado 18 de julio de 1936 se produjo una sublevación militar contra la legalidad republicana la cual, siguiendo las consignas de “exterminio” dictadas por el general Mola, pretendió acabar a sangre y fuego con los sueños de libertad, justicia y emancipación social del movimiento obrero.

En Aragón, el golpe militar triunfó en las tres capitales y tanto UGT como la CNT, intentaron hacerle frente solicitando infructuosamente armas a las autoridades republicanas para combatir al fascismo y mediante un frustrado intento de huelga general en Zaragoza. La indecisión de los primeros instantes de los sindicatos obreros (“faltó el genio insurreccional” en expresión del dirigente socialista Arsenio Jimeno), les costaría muy cara pues supuso la detención de la mayor parte de los dirigentes de la UGT aragonesa, de la CNT y de los de los partidos del Frente Popular, muchos de los cuales serían posteriormente asesinados.

Pese a ello, hubo enfrentamientos armados en las zonas en donde la UGT tenía un mayor arraigo (Cinco Villas, Borja o Calatayud), lo cual no impidió la victoria facciosa. Sin embargo, en la Cuenca Minera de Utrillas, la repuesta armada de la UGT, fuertemente implantada en la zona, hizo que buena parte del partido judicial de Montalbán permaneciese leal a la República. Lo mismo ocurrió en otras poblaciones como Libros, Mequinenza o Fayón, en donde los mineros de UGT hicieron frente con éxito a los fascistas.

Iniciada la guerra civil, Aragón quedó dividido de norte a sur por las líneas del frente. En la zona facciosa se inició una represión implacable contra los militantes de izquierdas y lo sindicatos obreros y, de forma muy especial, contra la UGT, tal y como han destacado las investigaciones de Ángela Cenarro y Julián Casanova. Ciertamente, la sublevación facciosa tuvo efectos catastróficos para la UGT ya que más de 3.500 de sus cuadros y militantes fueron asesinados y las organizaciones ugetistas desmanteladas debido, principalmente, a que la zona en poder del bando insurgente era aquella que contaba con mayor número de agrupaciones y sindicatos socialistas, como era el caso de Zaragoza, Cinco Villas, o los partidos judiciales de Calatayud, Daroca, Teruel, Albarracín o Calamocha.

Se distinguen dos niveles en el baño de sangre desatado por la barbarie uniformada contra los sectores leales a la República y en concreto contra la UGT. En un primer lugar, se produjo un “terror selectivo” mediante el cual se asesinó a los principales dirigentes ugetistas lo cual, además de sus efectos intimidatorios, suponía el desmantelamiento orgánico del sindicato socialista. Así, fueron asesinados en Zaragoza los principales cuadros de la UGT,  entre ellos, Bernardo Aladrén (secretario provincial de la UGT, portavoz del PSOE en el Ayuntamiento zaragozano y Presidente del Jurado Mixto provincial); Juan Beraza (secretario general del Sindicato de Artes Blancas y Alimentarias), Rómulo Oriol (secretario general de Sindicato de Dependientes de Comercio) y otros muchos cuadros como Antonio Puyo, representante de UGT en la Junta Provincial de la Reforma Agraria o Francisco Albiñana, “el arquitecto de los pobres”, socialista e impulsor de la construcción de viviendas obreras en Zaragoza.

Igualmente, fueron asesinados los alcaldes socialistas, también militantes de la UGT que, especialmente en las Cinco Villas, se comprometieron con la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), el sindicato campesino de la UGT, a favor de la reforma agraria. Este fue el caso de, entre otros, de Juan Sancho (Ejea), Antonio Plano (Uncastillo), José Artús (Sádaba), Justo Berduque (Luna) Luis Palacios (Mallén), Eduardo Castillo (Belchite) o José Moncayola (Murillo de Gállego): este último,  asesinado junto a otros 11 republicanos (4 de ellos ugetistas) en Agüero en tres fosas comunes,  las cuales fueron excavadas y sus restos entregados a sus familiares por la Fundación Bernardo Aladrén en el año 2007.

En el caso de Teruel, fueron asesinados el 80 %  de los dirigentes de la Casa del Pueblo, entre ellos, José Millán, secretario de la Federación Provincial de UGT. En cambio, algunos dirigentes campesinos de la FTT como Pascual Noguera y Ángel Sánchez Batea consiguieron salvarse. Pero los sublevados, al no poder detener a éste último, fundador de la Casa del Pueblo, concejal socialista y Presidente del Sindicato de Agricultores “El Progreso”, asesinaron a su esposa María, a su hija Pilar, a su hermano Juan y a su sobrino Dámaso.

Aunque con menos datos, situaciones similares tuvieron lugar en la provincia de Huesca, en donde fueron asesinados, entre otros, Ángel Gavín, secretario provincial del PSOE o Manuel Latorre, secretario de la UGT de Jaca y militante de la FETE, el sindicato de los maestros ugetistas, muchos de los cuales fueron asesinados o depurados, o Javier Zabalza, vicesecretario de la UGT jaquesa.

En un segundo nivel, la represión se desató sobre los simples militantes ugetistas. En Zaragoza, después de que los rebeldes asaltasen la sede de la UGT (C/ Estévanez, 2) y se incautasen de todos sus ficheros,  se siguió la consigna de Jesús Muro, el jefe local de Falange que había bramado: “¡que no quede ni uno y de los socialistas, ni el rabo!”. La represión se extendió por todo el Aragón controlado por los fascistas y afectó incluso a personas como José Pascual Duaso, párroco del pueblo oscense de Loscorrales y vinculado a la FTT-UGT.

Aragón quedó teñido de dos colores: el rojo de la sangre derramada y el negro del luto de tantas viudas: a fecha de hoy, según datos del Gobierno de Aragón, se han localizado en nuestra región 519 fosas comunes de la guerra civil.

Insensibles ante este drama, la derecha política y judicial se opone a que los crímenes del franquismo sean investigados por el juez Garzón y que la Ley de la Memoria Histórica se desarrolle plenamente. Frente a ello, desde la Fundación Bernardo Aladrén, vinculada a UGT-Aragón,  trabajamos por la recuperación de la memoria histórica republicana puesto que, como ugetistas, consideramos que se trata de un deber moral y de justicia para con las víctimas del franquismo.

José Ramón Villanueva Herrero

(La Voz Sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 113, mayo 2010).

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (6). LA UGT DURANTE LA II REPÚBLICA: ENTRE EL REFORMISMO Y LA REVOLUCIÓN

         

Durante el período republicano se produjo un gran incremento orgánico de la UGT. De este modo,  la militancia del sindicato socialista, en junio de 1932,  alcanzó en España el millón de afiliados. Por lo que se refiere a Aragón,  los ugetistas zaragozanos eran ya 33.262, mientras que en la provincia de Teruel la cifra era de 6.492, y, en el caso de Huesca, donde la UGT era más débil, el sindicato socialista contaba con 1.084 afiliados, contando con secciones en Sariñena, Fraga y, sobre todo, Huesca capital y en Jaca.

 En el caso aragonés, la mayor militancia pertenecía a la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), el sindicato campesino ugetista, especialmente implantado en las comarcas de Cinco Villas, Calatayud, Borja y en la zona del Jiloca-Teruel capital por medio de la Sociedad de Labradores “El Progreso” liderada por Ángel Sánchez Batea y Pascual Noguera. Aunque con una militancia más reducida, muchos de los cuadros de la UGT zaragozana pertenecían a un sector históricamente socialista cual era la Federación de Artes Gráficas (Bernardo Aladrén, Isidoro Achón, Manuel Alvar o Antonio Puyo) así como de la FETE, el sindicato de los maestros ugetistas, creado en junio de 1931 y que fue el referente intelectual de los ideales republicanos y socialistas y del que salieron igualmente algunos de los dirigentes más destacados tanto del PSOE como de la UGT, como fue el caso de Pedro Díez y Juan Sapiña, impulsores de las organizaciones socialistas turolenses.

          No obstante, a partir de 1933, se produjo un viraje de Largo Caballero y de la UGT al constatarse las crecientes dificultades para avanzar y consolidar los logros de la política sindical reformista. La causa de este giro se debió a múltiples razones: desencanto de los escasos resultados obtenidos por el movimiento obrero de la colaboración gubernamental con los partidos republicanos burgueses liderados por Manuel Azaña, todo ello con el telón de fondo del ascenso de las derechas españolas,  el auge del fascismo en Austria y Alemania, además de los decepcionantes resultados obtenidos por las izquierdas en las elecciones de noviembre de 1933, consecuencia de todo ello fue la radicalización de las posiciones de la UGT, lo cual la lanzó a una serie de movimientos huelguísticos primero, y revolucionarios después, los cuales culminaron con la revolución de Asturias (octubre 1934).

En el caso de Aragón, y en un contexto de creciente conflictividad, 1934 también fue un año agitado: en Zaragoza tuvo lugar la famosa huelga general de 36 días (abril-mayo 1934) en la que, según la dirigente anarquista Federica Montseny, “hasta las nodrizas dejaron de dar leche” a los niños que amamantaban; en junio se produjo la huelga general campesina impulsada por la FNTT-UGT en protesta por la paralización de la reforma agraria por parte del gobierno derechista. Por otra parte, la revolución asturiana de octubre también tuvo sus consecuencias en Aragón, en donde fue apoyada por la UGT, no así por la CNT que la consideró un mero “movimiento político”. De este modo, hubo incidentes armados en Uncastillo, Tauste, Ejea y Mallén en donde se ocuparon los ayuntamientos y también se produjeron conatos revolucionarios en Gallur, Magallón, Calatayud y Caspe.

El fracaso de la táctica revolucionaria apoyada por la UGT tuvo graves consecuencias para el movimiento obrero aragonés: se ilegalizaron  las organizaciones socialistas y la clausura de sus locales, numerosos dirigentes y militantes fueron detenidos (entre ellos, Bernardo Aladrén) se destituyeron alcaldes socialistas como fue el caso, entre otros,  de Juan Sancho (Ejea), Julián Palacio (Mallén), Antonio Plano (Uncastillo) o Antonio Garulo (Zuera).

Tras la victoria en las urnas del Frente Popular (16 febrero 1936), y amnistiados todos los procesados por los sucesos de 1934, un renovado impulso político por parte del nuevo gobierno republicano pretendió retomar las reformas y las demandas de los sectores populares ignorados durante los gobiernos de la coalición derechista de  los radicales de Lerroux con el apoyo de la CEDA, esto es, el período conocido como el “Bienio negro” (1934-1936). Sin embargo, tan sólo cinco meses después de la victoria del Frente Popular y de la formación del nuevo Gobierno republicano, el violento golpe militar iniciado el 18 de julio de 1936 y la guerra civil que acto seguido se desató, truncaron todas las esperanzas de avances políticos y sociales tantos tiempos anhelados. Se iniciaba así, a sangre y fuego, la tragedia que supuso la larga noche de la dictadura franquista.

 

 

      José Ramón Villanueva Herrero

      (La Voz Sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 112, enero 2010).

 

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (5). LA II REPÚBLICA: UNA ESPERANZA DE CAMBIO POLÍTICO Y SOCIAL.

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       Con la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931, se va a producir un considerable auge de las organizaciones socialistas y, consecuentemente, de la UGT: diversos militantes lograron presencia institucional, (como fue el caso de Bernardo Aladrén, secretario provincial de la UGT, que fue elegido 2º teniente-alcalde del Ayuntamiento republicano de Zaragoza), a lo cual hay que añadir un considerable aumento de la militancia.

Durante los años republicanos la UGT preconizó una acción sindical  orientada en tres aspectos (político, económico y cultural) en defensa de los intereses de la clase trabajadora. De este modo, se defendía la participación activa en la vida política por medio del PSOE para lograr avances sociales;  en lo económico se optó por una línea reformista a la vez que se fomentaba la creación de cajas de resistencia, cooperativas y asociaciones de protección y socorro para los ugetistas y, por ello, se crearon diversas Mutualidades obreras que, como en el caso de Zaragoza, disponían de varias farmacias para los afiliados ugetistas. En el ámbito cultural, por medio de las Casas del Pueblo, la UGT promovió el establecimiento de escuelas, bibliotecas, la realización de charlas y conferencias para elevar la formación de la clase trabajadora y, de este modo,  lograr que los trabajadores tuviesen una mayor capacidad para defender sus derechos con mayor autoridad y firmeza. Este fue el caso de la Escuela obrera creada por la Casa del Pueblo de Teruel, en donde se daban clases gratuitas a los trabajadores ugetistas y a sus hijos. Por su parte, la UGT creó incluso un Cuadro Artístico “Pablo Iglesias” en Zaragoza y otro en la ciudad de Teruel, dedicados a actividades teatrales.

Los representantes de la UGT aragonesa se esforzaron por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores al amparo de la política reformista impulsada por Francisco Largo Caballero, entonces ministro de Trabajo y secretario general de la UGT. Su objetivo era avanzar en la línea reformista institucional impulsada por el gobierno social-azañista basada en una legislación favorable a los obreros. De este modo, la legislación social impulsada por Largo Caballero desde el Ministerio de Trabajo convirtió en leyes muchas de las reivindicaciones del movimiento obrero socialista: se declaró el 1º de Mayo como fiesta oficial, se aprobaron leyes de profundo contenido social como fueron la de Jurados Mixtos, la de Contratos de Trabajo y la de Colocación Obrera o la de Términos Municipales, que mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores; dictó los decretos sobre el Seguro obligatorio de maternidad, sobre Arrendamientos colectivos, sobre Accidentes de trabajo en la agricultura; se implantó de forma efectiva la jornada laboral de 8 horas y se crearon las Delegaciones provinciales de Trabajo además de conferir mayores atribuciones y autoridad a los inspectores de trabajo para evitar los abusos de los patronos sobre los obreros.

Durante el período republicano, la UGT impulsó numerosas medidas para combatir el desempleo mediante el fomento de obras públicas  (tal y como hizo Bernardo Aladrén en la provincia de Zaragoza), se defendió el rescate de los bienes comunales para que el pequeño campesinado y los jornaleros pudieran acceder al cultivo directo de la tierra, especialmente en las Cinco Villas o en Teruel), se fomentó la creación de Cooperativas de Casas Baratas para el acceso de los trabajadores a viviendas dignas: este fue el caso de la zaragozana “Cooperativa Pablo Iglesias” y la labor del arquitecto socialista Francisco Albiñana, conocido como “el arquitecto de los pobres”, o la propuesta de los concejales del PSOE en el Ayuntamiento republicano de Teruel para la creación de una Junta Local de Casas Baratas y una oficina para el fomento de este tipo de viviendas en la capital turolense.

Por otra parte, el crecimiento orgánico socialista hizo que se crease la Federación provincial de Sociedades Obreras de la UGT zaragozana (2 mayo 1931) siendo Luis Viesca su presidente y Bernardo Aladrén el secretario general, mientras que la Federación Turolense de Sociedades adheridas a la UGT se fundó el 27 de diciembre de 1931, siendo su primer presidente Daniel Villa García, líder del Sindicato Minero de UGT de Montalbán, el cual sería asesinado en marzo de 1932.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

    (La Voz sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 111, septiembre 2009)

 

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (4). EL FINAL DE LA MONARQUÍA Y LA LLEGADA DE LA SEGUNDA REPÚBLICA (1923-1931)

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 El golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera (13 septiembre 1923) puso fin a la legalidad constitucional de la Restauración y, el apoyo dado por Alfonso XIII a la dictadura primorriverista supuso el descrédito definitivo del rey y fue preludio de su caída y de la posterior proclamación de la II República.

 

Ante el golpe militar de 1923, Francisco Largo Caballero, secretario general de UGT desde 1918, definió la posición del sindicato socialista como “de completa neutralidad”, añadiendo, “siempre que, no importa con qué formas e instituciones, se mantuvieran las conquistas sociales, se permitiera negociarlas y se asegurara la existencia, reconocimiento, consolidación e identidad de la organización obrera”. Por su parte, la UGT zaragozana, contraria a todo acto golpista, manifestó no sentir ningún “vínculo de solidaridad ni de simpatía” por defender un sistema político oligárquico en el cual no creía y al cual nada debía el movimiento obrero.

 

Pese a lo dicho, mientras la CNT era ilegalizada (mayo, 1924), la UGT se adaptó a la dictadura primorriverista, tema ciertamente polémico, en lo que dio en llamarse “vía corporativa al socialismo”. Sin la competencia de la central anarquista, la UGT quedó libre para intentar alcanzar la hegemonía entre los trabajadores como único sindicato obrero permitido. Pese a esta situación de ventaja, el crecimiento de la UGT en Aragón siguió siendo lento: 1.198 afiliados en 1922, que en el año 1928 habían ascendido a sólo 3.671 ugetistas aragoneses. Fueron unos años en los que la UGT defendió un sindicalismo moderado y reformista por medio de los comités paritarios (creados en 1927), desarrollando igualmente una destacable actividad cultural: en la Casa del Pueblo de Zaragoza se organizaron unos ciclos de conferencias anuales que se convirtieron en un foro de encuentro entre los trabajadores socialistas y los sectores de la burguesía ilustrada y reformista.

 

A partir de 1928, la UGT se fue distanciando de la dictadura primorriverista y, junto con el PSOE, se orientaron hacia un cambio político de signo republicano. En este contexto, el socialismo aragonés, que siempre había tenido una endémica debilidad orgánica, va a experimentar un importante auge. En 1928-1929 tuvieron lugar los viajes propagandísticos de Largo Caballero a Aragón, razón por la cual el socialismo arraigó con fuerza en diversas zonas y, de forma especial, en la comarca de Cinco Villas. Por otra parte, en Teruel se establece el PSOE y la UGT en 1929 bajo el liderazgo de los catedráticos Juan Sapiña y Pedro Díez Pérez y Pascual Noguera, dirigente campesino de la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT-UGT). Al año siguiente, en 1930, van a empezar a publicarse los dos semanarios emblemáticos del socialismo aragonés: el turolense “Adelante”, cuyo primer número lleva fecha del 22 de febrero, y el zaragozano “Vida Nueva”  que apareció el 4 de mayo de 1930.

 

El auge del socialismo aragonés era evidente en la fase final de la dictadura primorriverista y, por ello, “Vida Nueva”, refiriéndose a la situación de la UGT a la altura de 1930, ya en vísperas de la proclamación de la II República, alude al mismo como “año de eclosión sindicalista”. A través de las páginas del órgano del socialismo zaragozano, se ofrecen datos concretos que avalan la afirmación anterior: en la capital aragonesa se constituyeron más de 30 sociedades obreras ugetistas, en 24 pueblos de la provincia (la mitad de ellos en las Cinco Villas), surgieron otras tantas Sociedades Obreras adscritas a la UGT. Lo mismo ocurrió en la ciudad de Huesca, en Jaca, Ansó o Biscarrués. Por lo que se refiere a la provincia de Teruel, se evidenció una gran pujanza de las organizaciones socialistas ya que, en marzo de 1930, la UGT contaba con 2.178 afiliados distribuidos así: Teruel-capital (467, mayoritariamente vinculados a la FTT); el Sindicato Nacional Minero ugetista estaba fuertemente implantado en Ojos Negros (862) y Montalbán (512), siendo también destacable la militancia ugetista en Albalate del Arzobispo (250) y La Puebla de Valverde (87).

 

Sustituido Primo de Rivera por la “dictablanda” del general Berenguer y fracasada la sublevación de Jaca (12 diciembre 1930) que tenía que ser el preludio del cambio republicano, se desató una ola represiva hacia las organizaciones socialistas implicadas en el movimiento insurreccional, siendo detenidos los principales dirigentes de la UGT y el PSOE, entre ellos, Bernardo Aladrén (secretario provincial de la UGT de Zaragoza), así como numerosos militantes, además de suspender gubernativamente la publicación de “Vida Nueva”.

 

Poco después, el almirante Aznar convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. La victoria de la coalición formada por republicanos y socialistas, apoyada “decididamente” por la UGT, supuso la proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931. En el caso de la ciudad de Zaragoza, donde el 70,3 % de los votantes apoyaron el cambio político, de los 47 concejales de su ayuntamiento, 32 eran republicanos y, de ellos, 6 militaban en el PSOE y la UGT: Bernardo Aladrén (que sería 2º teniente-alcalde de la nueva corporación), Bernardo Rubio, Luís Viesca, Eduardo Castillo, Antonio Ruiz y Mariano Sierra. De igual modo, muchos pueblos de las Cinco Villas estrenaron alcaldes socialistas (como Antonio Plano, en Uncastillo). Como balance, el PSOE logró 201 concejales en la provincia de Zaragoza, 76 en la de Teruel y tan sólo 15 en la de Huesca. Especialmente destacable es el caso de la ciudad de Teruel en la que, de 19 concejales que formaban la corporación, 10 eran republicanos y, de ellos, 4 militaban en el PSOE-UGT.

 

Va a ser a partir de la llegada entusiasta de la II República cuando se intente llevar a cabo un ambicioso proyecto de democratización y modernización de España, un anhelo que, desde el primer momento, contó con la frontal oposición de las fuerzas conservadoras y reaccionarias. La destrucción de la democracia republicana condujo,  lamentablemente, a una dramática guerra civil, cuyas heridas no se cerrarán con justicia hasta que las víctimas de la dictadura franquista no logren la completa reparación moral, política y jurídica que merecen.

 

  José Ramón Villanueva Herrero

 (La Voz Sindical, nº 108, Zaragoza, enero 2009)

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (III).

         

Matías Pastor, el principal organizador de la UGT  aragonesa (1889) y fundador de la Agrupación Socialista de Zaragoza (1891), fue también el responsable de la creación del primer Centro Obrero de la UGT en la capital aragonesa el 10 de enero de 1894. Este, tenía su sede en la Calle Agustina de Aragón, 42 y contaba con una Junta Directiva, paritaria por oficios (canteros, carpinteros, tipógrafos y sombrereros), todos ellos cuadros del PSOE local: Matías Pastor (presidente), Modesto López (vicepresidente) y Ricardo Aznar, Manuel Gargallo, Vicente Gómez, Tomás Sánchez, Emilio Romanos y Miguel Maimón.

Los socialistas zaragozanos siguieron siendo muy minoritarios: en su primera participación en las elecciones a Cortes de 1896, presentaron por Zaragoza a García Quejido, miembro del Comité Nacional de la UGT, el cual sólo obtuvo 105 votos. Pese a su endémica debilidad, en 1898 se produjo una cierta reorganización y renovación del socialismo zaragozano por medio de un nuevo Comité formado sobre todo por tipógrafos y en el que ya aparece Isidoro Achón, otra figura histórica del socialismo aragonés. La UGT, establecida en su nueva sede (C/ Mayor, 57), consiguió fundar nuevas sociedades obreras como las de Cordeleros, Pintores-Decoradores, Camareros de cafés y fondas, Fundidores-Moldeadores y Cocheros. Además, en 1899 surgió en Zaragoza la Federación Local de Sociedades Obreras (FLSO) en la que coexistían una mayoría de obreros anarquistas junto a un sector minoritario, socialista, vinculado a la UGT.

Iniciado el s. XX, la UGT aragonesa contaba con 427 afiliados en Zaragoza y 23 en Teruel, sin que consten datos relativos a la provincia de Huesca. Como señala Carlos Forcadell, en la primera década  del s. XX, los ugetistas contaban con una implantación minoritaria, casi testimonial, tanto entre los trabajadores aragoneses, como en el seno de la propia UGT como sindicato nacional. No obstante, van a ser los años en los cuales Isidoro Achón, junto a Matías Pastor, impulsaron el modelo sindical reformista y de gestión de la UGT, que apostaba por la utilización los medios legales mediante los cuales lograr mejoras progresivas para la clase trabajadora. Achón resumía así la acción política y sindical socialista: “los objetos del partido de clase son la defensa exclusiva de los intereses obreros, lograr una legislación protectora del trabajo basada en la jornada de 8 horas” y, también, esforzarse por “penetrar en municipios y diputaciones y Parlamento para exponer sus aspiraciones y presentar soluciones beneficiosas para los de abajo”, si bien todo ello subordinado a un horizonte final y lejano de “emancipación total o abolición de clases”.

Sin embargo, este modelo sindical “evolucionista” de UGT se oponía al sindicalismo autónomo, radical, asambleario y de acción directa predominante en la mayoría anarquista que controlaba la FLSO y el obrerismo zaragozano.

La implantación de la UGT en el resto de Aragón siguió siendo muy escasa y sólo existían sociedades obreras socialistas en Teruel, Escatrón, Pina, Aranda, Calatayud, Tarazona y Huesca. Por su parte, el PSOE, a la altura de 1902, sólo contaba con tres agrupaciones: la de Zaragoza-capital, y las de Calatayud y Aranda de Moncayo.

Cuando se funde la CNT en 1910, la mayoría de las sociedades obreras aragonesas ingresaron en la nueva central sindical libertaria, por lo cual la CNT será, desde este momento, hegemónica en el conjunto del proletariado aragonés. Ello hizo que, hasta 1916,  la UGT de Aragón no logró superar la barrera de los mil afiliados, contando concretamente con un total de 1.144 militantes. Al año siguiente (1917), se incorporó a UGT Ángel Lacort, que, procedente del anarquismo, sería posteriormente otro dirigente histórico del sindicato socialista zaragozano.

Cuando estalló la Huelga General Nacional de 1917, con una inflación del 71,42 %, los ugetistas se lanzaron a la misma con objeto de conseguir “aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo un mínimun de condiciones decorosas de vida y desarrollo de sus actividades emancipatorias”. Fue a partir de este conflicto cuando se produjo una cierta expansión del socialismo aragonés: la Agrupación Socialista de Zaragoza y la UGT se establecieron desde 1918, en la c/ Estébanez, 2, sede que mantuvieron hasta el golpe fascista de 1936. En junio de 1918 se fundaron las Juventudes Socialistas en la capital aragonesa. Por su parte, la UGT se extiende por el resto de Aragón: la provincia de Huesca contaba con 1 sección (18 afiliados) y, la de Teruel, con 4 secciones que agrupaban a un total de 774 militantes vinculados sobre todo al Sindicato Minero (en las comarcas de Cuenca Minera y Ojos Negros) y a los obreros de las azucareras de Santa Eulalia y La Puebla de Híjar.

Son años en que las organizaciones socialistas empezaron a tener un fortalecimiento moderado (1919-1920) momento que, como señala Forcadell, coincide con una fuerte conflictividad social promovida por los “sindicatos únicos” afines a la CNT: sublevación del Cuartel del Carmen (1920), asesinato de tres empleados municipales (agosto 1920) y el asesinato del Cardenal Soldevila (junio, 1923).

La agudización de la tensión patronal/trabajadores, los atentados, bombas y la ola de represión gubernativa produjo un descenso de en la afiliación del PSOE-UGT y también de la CNT. Tal es así que, en mayo de 1921, de un total de 240.113 afiliados con que contaba la UGT en el conjunto de España, los militantes aragoneses eran tan sólo 1.196, “una pequeña gota dentro de la Unión General” (El Socialista, 1 mayo 1921).

Esta es la situación de debilidad orgánica del socialismo aragonés  en vísperas del golpe de estado del general Primo de Rivera del 13 de septiembre de 1923, tema al que nos referiremos en el siguiente capítulo.

 

(La Voz Sindical, nº 107, Zaragoza, septiembre 2008)

 

 

 

 

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (II). LOS ORÍGENES DE LA UGT.

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     El creciente enfrentamiento entre anarquistas y socialistas marxistas en el seno de la Primera Internacional hizo que éstos últimos empezasen a reorganizarse en España. Así quedó patente en el Congreso Obrero Nacional (Barcelona, 1882) en el cual se fijaron las ideas básicas de la concepción político-sindical socialista, señalándose que, 

     “la abstención política del proletariado hace imposible el mejoramiento de sus condiciones actuales,    sin cuyo mejoramiento nunca estará en actitud de realizar sus aspiraciones finales […] el Congreso cree que los trabajadores deben ser políticos, pero partidarios de una política de clase distinta y opuesta a toda política burguesa”.

     De dicho Congreso, surgió la Asociación Nacional de Trabajadores de España (ANTE), embrión de la futura UGT.
     Por lo que se refiere a Aragón, el primer núcleo obrero socialista del que se tiene constancia es la Asociación del Arte de Imprimir de Zaragoza, fundada en abril de 1882 y liderada por Pablo Claramunt. En su primera Junta Directiva se alude a “poseer ya el acta de Constitución de la Sociedad de Huesca”, tener contactos “muy satisfactorios” con Calatayud y Logroño y proponerse “conseguir algo de Teruel”. En cuanto a su afiliación, la Asociación del Arte de Imprimir zaragozana contaba, incluidas las secciones adjuntas de Logroño y Huesca, con 123 miembros. Se confirma así el importante papel de los obreros tipógrafos en la difusión de las ideas socialistas desde que Pablo Iglesias fundase en 1871 la Asociación General del Arte de Imprimir de Madrid y, posteriormente, la Federación de la Tipografía Española y de las Industrias Similares.

     De igual modo, aparecen por estas fechas pequeños núcleos de obreros socialistas en Gallur, Villarroya de la Sierra, Alagón y Calatayud. No obstante, poco se sabe de los primeros socialistas zaragozanos, los cuales estaban coordinados con el grupo madrileño liderado por Pablo Iglesias que, en 1879 había fundado el Partido Democrático Socialista Obrero (PDSO) el cual, cuando en 1888 se creó la UGT, pasó a tomar la denominación actual de Partido Socialista Obrero Español (PSOE). No obstante apenas hubo actividad política socialista durante estos años: en 1886 aparece El Socialista, publicación que contaba en Zaragoza con tan sólo 8 suscriptores.

     Sin embargo, en el terreno sindical, el núcleo socialista existente en la capital aragonesa organizó el III Congreso de la Federación Tipográfica Española (Zaragoza, octubre 1886) el cual, presidido por Pablo Iglesias, entre otros cosas, acordó crear una caja resistencia de ámbito europeo a la cual cada afiliado debía aportar 10 céntimos por semana.

     Cuando en agosto de 1888 se funde en Barcelona la UGT, se integraron en ella los tipógrafos zaragozanos y sus compañeros de Huesca. La UGT surgió con el objetivo principal de mejorar las condiciones de trabajo de la clase obrera impulsando reformas graduales y progresivas. En este sentido, la huelga se convirtió en el recurso mediante el cual obtener de los poderes públicos una legislación laboral que reconociese la jornada laboral de 8 horas, la fijación de un salario mínimo y la igualdad de salarios para obreros de uno y otro sexo.

     Para la naciente UGT aragonesa fue decisiva la llegada a Zaragoza del cantero vasco Matías Pastor, el cual se convirtió en la figura clave del primer socialismo aragonés. Pastor, antiguo secretario de la Agrupación Socialista de Bilbao, había tenido una activa participación en la huelga de los canteros vizcaínos de julio de 1888 y participó en la fundación de la UGT. Pastor, que según Santiago Castillo se convirtió en “el hombre clave del socialismo aragonés durante décadas”, fundó la Sociedad de Obreros Canteros (1890), segunda organización ugetista zaragozana tras la Asociación del Arte de Imprimir. De igual modo, Pastor fue el impulsor de la celebración de la manifestación del 1º de Mayo de 1890, la primera vez que tenía lugar, a instancias de la II Internacional Socialista, fundada en 1889, fecha que se convirtió en el símbolo de la afirmación de la acción política y de la unidad de la clase obrera y que reclamaba, además de la jornada de 8 horas, la prohibición del trabajo para los menores de 14 años o el descanso ininterrumpido de 36 horas semanales.

     A partir de 1890, la UGT zaragozana, además de tipógrafos y canteros, incorpora a la Asociación de Agricultores, fundada el 31 de mayo de este año y liderada por Silverio López. Además, se fueron formando sociedades de resistencia de albañiles, carpinteros, tejedores, zapateros, pintores y obreros en hierro, estando en proceso de organización los hojalateros, sombrereros, silleros y alpargateros.

     En la incesante labor desarrollada por Matías Pastor, debemos citar igualmente la creación de la primera Agrupación Socialista del PSOE zaragozano, creada el 17 de febrero de 1891 y cuya sede se hallaba en la C/ Boggiero, 73, principal: Pastor fue su primer presidente y en el comité de la misma hallamos a 4 tipógrafos y a 2 canteros. No obstante, tanto la UGT como el PSOE van a tener muchas dificultades en sus primeros años de actividad en Aragón: a las medidas represivas de las autoridades, había que añadir la competencia y rivalidad del potente anarquismo local, así como el rechazo de los partidos dinásticos y de incluso diversos sectores del republicanismo aragonés.



     José Ramón Villanueva Herrero
  
     (La Voz Sindical, nº 106, mayo 2008)

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (I). LA PRIMERA INTERNACIONAL.

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El primer intento por unificar a todas las organizaciones obreras tuvo lugar con la creación de la I Internacional, también conocida como Alianza Internacional de los Trabajadores (AIT). Fundada en Londres en 1864, e impulsada por Marx y  Engels, agrupaba a laboristas, socialistas y anarquistas. De la AIT formaban parte distintas Federaciones Regionales (entiéndase, estatales), las cuales englobaban diversas Federaciones Locales, bien fueran éstas de tendencia libertaria o marxista. Sin embargo, las diferencias y tensiones entre los seguidores de Marx y de Bakunin, originaron la expulsión de los anarquistas de La Internacional.

 

Tras el triunfo de la revolución de 1868, empezaron a difundirse en España las ideas internacionalistas. Aunque loa mayor parte de las nuevas federaciones obreras se adscribieron al anarquismo, también aparecen otras afines al socialismo. Así, tras la caída de la Commune de París (1871), Paul Lafargue, yerno de Marx, se refugia en España y, tras pasar por las cárceles de Graus y Huesca, impulsa la creación de los primeros núcleos obreros organizados en Aragón: se sabe que La Internacional contaba hacia 1872 con federaciones locales en Zaragoza (agrupaba a 10 secciones de oficios), Huesca (creada por Lafargue), Calatayud, Ateca y, también, en la ciudad de Teruel, y en Bellver de Cinca y en Ayerbe.

 

Digamos también que en Aragón tuvo lugar el II Congreso Obrero de la Federación  de Trabajadores de la Región Española (FTRE) de La Internacional, que se celebró en Zaragoza entre el 4-11 de abril de 1872. En el mismo estuvieron presentes las dos tendencias de la AIT: la libertaria, encabezada por Anselmo Lorenzo, y la socialista, con la presencia de, además de Lafargue, Paulino Iglesias, José Mesa, Francisco Mora o Víctor Pagés, futuros fundadores y dirigentes del PSOE y de la UGT.

 

El Congreso Obrero de Zaragoza, pese a las prohibiciones gubernativas, pudo seguir sus sesiones, aprobando una serie de dictámenes. Entre ellos, figuran extensos debates sobre la cuestión “¿Qué se entiende por obrero?”, acordándose emplear el término “proletario”, entendiendo por tal todo trabajador que, a cambio de un salario, crea un producto cambiable y de utilidad social. Se distingue entre artesanos y proletarios, se analiza el papel de la mujer en el movimiento obrero, las distintas formas de propiedad y la necesidad de que el proletariado adquiera una “enseñanza integral” como primer paso para su emancipación social.

 

Posteriormente, socialistas y anarquistas siguieron caminos distintos en el seno del movimiento obrero y la I Internacional, tras unos años de decadencia, se disolvió en 1878. A su vez, tras la caída de la I República en España (1874), las organizaciones obreras fueron ilegalizadas. Pese a ello, en plena clandestinidad, se fundó el PSOE en 1879. Poco más tarde, el Gobierno liberal de Sagasta legalizó a los partidos de oposición (republicanos y PSOE) y una nueva Ley de Asociaciones volvió a permitir el funcionamiento de las organizaciones obreras. De este modo, la FTRE de La Internacional se reorganizó pero, dado que en ella predominaba la tendencia anarquista, la minoría socialista decidió fundar en 1888 un nuevo sindicato: la Unión General de Trabajadores, la UGT.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(La Voz Sindical, nº 104, Zaragoza, enero-2008)

 

 

NICOLÁS REDONDO, UN SOCIALISTA CONSECUENTE

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        Siempre he considerado a Nicolás Redondo Urbieta, secretario general de UGT entre 1973-1994, como un ejemplo de ética, coherencia y compromiso sindical. Es por ello que he leído con gran interés el libro escrito por Antonio García Santesmases, compañero de militancia en la Corriente Izquierda Socialista del PSOE, titulado Nicolás Redondo. Historia, memoria y futuro (1927-2007). Esta obra, editada por la Fundación Francisco Largo Caballero con motivo del 80º cumpleaños del histórico sindicalista, supone un homenaje a Redondo, a quien Cándido Méndez, su sucesor al frente de la UGT, define como una persona “de impecable rectitud, austero, íntegro, firme, coherente en sus convicciones”.

       El libro recoge, a modo de relato biográfico, las conversaciones mantenidas entre García Santesmases y Redondo en torno a cinco etapas de su trayectoria vital. De este modo, se habla sucesivamente de aquel “niño de la guerra”, hijo de los vencidos (su padre, también socialista, sufrió varias condenas por el franquismo), de su condición de socialista vasco, de su labor como reconstructor de la UGT durante la dictadura. Especial interés tiene el capítulo 4º, titulado “Líder de la movilización obrera”, en que se analizan los años del Gobierno de Felipe González,  aquellos duros y dolorosos años en que se produjo el desgarro entre el PSOE y la UGT, la ruptura de la familia socialista, enfrentamiento que culminó con la histórica huelga general del 14 de diciembre de 1988. La última parte de la obra alude a la actividad desarrollada por Redondo tras su salida de la secretaría general de la UGT (abril 1994) en la que, como ciudadano comprometido, y pleno de inquietudes, se ha dedicado a analizar el pensamiento socialista, a la relectura continua y actualizada de Prieto y Largo Caballero, y a activo papel en los movimientos cívicos contra ETA y favor de la libertad y la democracia en el País Vasco, compromiso que le obliga a vivir con escolta.

       Me han interesado especialmente las reflexiones de Redondo en torno a la vigencia del pensamiento socialista clásico, sin renuncias, sin adulteraciones neoliberales. Se opone así al sutil calado de las peligrosas ideas social-liberales que priman el mercado sobre el Estado, lo privado sobre lo público, o de la empresa sobre el sindicato y los trabajadores. Es por ello que Redondo pretende espolear a la izquierda política para que recupere sus señas de identidad ante la ofensiva de la globalización neoliberal. En este contexto, las ideas de Redondo suponen una reivindicación de la socialdemocracia, del socialismo de Europa central y de los países nórdicos, ideas que, frente a todo pragmatismo o desviación social-liberal, ha defendido siempre en el seno del PSOE la Corriente Izquierda Socialista, el ala izquierda del Partido, tan vinculada a las posiciones del sindicalismo ugetista.

       Se hace necesario, nos recuerda Redondo, retomar los valores esenciales de la socialdemocracia cuales son: cuestionar el sentido de la propiedad, del modelo de producción y la función del Estado. Hay que priorizar los intereses sociales sobre los económicos y los de los trabajadores sobre las empresas: en definitiva, la defensa permanente de lo sectores más débiles de nuestra sociedad, sin olvidar a la población inmigrante. Redondo es rotundo en este aspecto y por ello reivindica todos los puntos esenciales de la política socialdemócrata, una política que, para lograr la justicia social, debe ser verdaderamente redistributiva. En materia económica debe priorizar el pleno empleo de  calidad, con derechos y respetuoso con el medio ambiente; debería haberse mantenido un sector público empresarial estratégico, hoy lamentablemente desmantelado en España; incentivar una inversión pública adecuada, así como una política fiscal progresista basada en la imposición directa, no en la indirecta y, desde luego, contraria a la reducción de impuestos, lo cual está generando en la actualidad lo que Redondo denomina un “desarme fiscal generalizado”, como lo evidencian, además, promesas electorales tales como la supresión del impuesto de patrimonio. Finalmente, otros puntos esenciales de la política socialdemócrata serían la existencia de una protección social avanzada que garantice un sistema pública de pensiones suficiente así como la cobertura para las personas dependientes, puntos éstos en los que el Gobierno Zapatero ha logrado importantes avances. Finalmente, frente a las tentaciones privatizadoras y la presión de la derecha, la socialdemocracia debe mantener siempre un sistema educativo y una sanidad públicos, gratuitos y de calidad.

       Redondo, sensible a los cambios actuales, analiza también la globalización, a la cual considera como un hecho irreversible pero a la cual hay que darle un sentido social para que se convierta en “un instrumento al servicio del bien  público y del interés general de la Humanidad”. De este modo, el reto es convertir a la globalización liberal, la de los egoísmos financieros y empresariales, en una nueva globalización de la solidaridad y de la justicia social y, para ello, la socialdemocracia debe retomar sus principios internacionalistas.

       Esta es la tarea presente y futura de la socialdemocracia ya que, como afirma Redondo, “para cambiar el mundo es absolutamente necesario el socialismo” pues su tarea esencial sigue siendo loa defensa de los marginados, de los más pobres, de la clase trabajadora.

       Este libro nos presenta a un Nicolás Redondo coherente y lúcido que, a sus 80 años, mantiene sus convicciones con la misma constancia y tenacidad de siempre y, por ello, sigue siendo un referente válido para los sectores progresistas de nuestra sociedad.

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 27 enero 2008) 

AMNISTÍA PARA LOS SINDICALISTAS DE LA GUARDIA CIVIL

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La vida a veces nos sorprende con sucesos inesperados que nos acercan a nuevos perfiles de la realidad, a hechos y situaciones que nos eran desconocidos. Así me ocurrió cuando conocí a Jesús Molíns Guitarte, Secretario General de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) en Aragón.

Confieso mi absoluta ignorancia sobre todo lo relacionado con la Benemérita, de la cual, como nieto de carabinero de la República que soy, me sentía por muchos motivos muy distante. Es por ello que me sorprendió conocer la difícil labor del sindicalismo democrático y progresista de la AUGC que luchaba por conseguir para este Cuerpo derechos civiles, básicos para cualquier trabajador como eran el de sindicación, libertad de expresión, negociación colectiva o de huelga. En definitiva, la democratización de la Guardia Civil para adecuarla plenamente a la legalidad constitucional, para equipararla a la situación de sus compañeros del desmilitarizado Cuerpo Nacional de Policía. Desde el primer momento, me pareció una causa justa y por ello, escribí en este mismo periódico un artículo titulado “Derechos civiles para la Guardia Civil”, el cual se publicó el pasado 5 de marzo de este año.

Desde entonces, la tenacidad reivindicativa de la AUGC ha propiciado que, tímida y gradualmente, se hayan ido logrando algunos avances en las condiciones laborales de los guardias civiles. Ahí están la Ley Orgánica 11/2007 reguladora de los derechos y deberes de los miembros de la Guardia civil, así como la Ley Orgánica 12/2007 de régimen disciplinario de la Guardia Civil la cual, entrará en vigor el próximo mes de enero. Ciertamente, ello ha supuesto un nuevo marco legal y jurídico más favorable para este colectivo de 70.000 trabajadores.

Si todo esto es cierto, también lo es que se ha seguido notando el poder fáctico de los mandos militares en el seno de la Guardia Civil, contrarios a toda medida democratizadora que suponga, por tímida que sea, una gradual desmilitarización del Cuerpo. El poder fáctico de los mandos militares ha actuado en una doble dirección: por un lado, intentando cercenar al sindicalismo democrático que la AUGC representa y, por otro, y ello es lo grave, presionando al poder político para frenar, o cuando menos ralentizar, los avances progresistas necesarios para lograr una nueva Guardia Civil para el siglo XXI, moderna y desmilitarizada.

Es en este contexto en el que, pese a las nuevas leyes antes citadas, el pasado 30 de noviembre fueron sancionados 21 sindicalistas de la AUGC entre ellos los secretarios generales de la misma en Aragón (Jesús Molíns) y en la provincia de Teruel (Cristóbal Soria). La causa fue el expediente gubernativo por falta “muy grave” por la concentración de varios miles de guardias civiles realizada en la Plaza Mayor de Madrid el pasado 20 de enero. Estas sanciones, contra los dirigentes de la AUGC por participar en una concentración pacífica, por pedir derechos fundamentales, por reclamar el cumplimiento de los compromisos electorales del PSOE (recordemos que Jesús Caldera, durante la campaña de 2004, prometió que la Guardia Civil “sería desmilitarizada” si el PSOE ganaba las elecciones), resultan no sólo injustas, sino también desmesuradas, y, sin duda, responden a una venganza de los mandos militares para descabezar al sindicalismo progresista de la AUGC.

No parece el mejor camino la confrontación con la AUGC, la asociación mayoritaria en el seno de la Benemérita, máxime cuando el marco legal ha cambiado, cuando la nueva Ley Disciplinaria que cambia la tipificación de las sanciones, entrará en vigor en enero. Por ello, no es comprensible sancionar ahora aplicando una ley anterior a dos meses de entrada en vigor de la nueva.

Todas estas sanciones, impuestas por la Dirección General de la Policía y la Guardia Civil, suponen en mi opinión un grave error político para con un colectivo de trabajadores uniformados que, en su día, confiaron en las promesas electorales socialistas de democratizar y desmilitarizar la Guardia Civil. Un error que sólo se puede enmendar si por parte del Gobierno se anulan estas sanciones y se amnistía a los sindicalistas de la AUGC.  Además, pienso que, a medio plazo habría que plantearse seriamente la necesidad de una unificación total y definitiva de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía (CNP) en un nuevo Cuerpo Federal de Policía de ámbito estatal y en el cual todos sus componentes tuviesen iguales derechos civiles, laborales y sindicales.

La creación en un futuro de un nuevo Cuerpo Federal de Policía considero que acabaría de forma definitiva con las interferencias corporativas del estamento militar, suprimiría las diferencias existentes entre los actuales Cuerpos y Fuerzas de Seguridad (GC y CNP), incrementaría la eficacia y operatividad al unificarse sus bases de datos. Además, España cumpliría así las recomendaciones del Consejo de Europa que, desde hace años, insta a la homologación de las policías existentes en sus estados miembros y, también, haría realidad el cumplimiento del Código Ético de la Policía de la Unión Europea del año 2001. Al menos, así lo piensa este nieto de un carabinero leal a la República.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(La Comarca, Alcañiz, 18 diciembre 2007)

 

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