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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

TURQUÍA EN LA UNIÓN EUROPEA (I). UN SUEÑO DE MODERNIDAD.

TURQUÍA EN LA UNIÓN EUROPEA (I). UN SUEÑO DE MODERNIDAD.

           Cuando en 1453 los ejércitos turcos otomanos conquistaron Constantinopla, la actual Estambul, poniendo fin al Imperio bizantino, hacía ya un siglo que el Imperio Turco y controlaba amplias zonas de los Balcanes y de la Península Egea, esto es, ya estaba establecido sobre territorio europeo. Consecuentemente, desde la caída de Bizancio, se puede considerar con toda propiedad al Imperio Otomano como una potencia europea. No es casualidad que el sultán Mehmet II Fatih, tras conquistar Constantinopla,  se autoproclamase  “Kayzer-i-Rum” (César de Roma) al considerarse continuador de la labor civilizadora desempeñada durante siglos por el Imperio Romano de Oriente (Bizancio) en esta región en donde convergen Asia y la Europa mediterránea oriental.

Pese a que es una cuestión que levanta polémica en diversos países como Francia, Alemania o Austria, así como en sectores políticos, sociales y hasta religiosos, lo cierto es que Turquía, desde hace más de cinco siglos, forma parte indisoluble de la historia de Europa. De hecho, conviene recordar que, el Tratado de París de 1856 ya admitió al Imperio Turco en el llamado “sistema europeo de Estados”, además, Turquía forma parte en la actualidad de los principales organismos internacionales vinculados a Europa, como es el caso del Consejo de Europa, del cual es miembro desde 1949 (España se integró en 1977), de la OTAN (desde 1952), de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) (desde 1960), y ello le legitima para aspirar a integrarse en un futuro en la Unión Europea (UE).

Si resulta innegable que la historia de Turquía y Europa se entrecruzan, también lo es que el que en la actualidad se hable de la integración de Turquía en la UE supone una decisión política de un enorme calado político y de una gran transcendencia histórica que, por ello, pienso que hay que apoyar decididamente. Ello debe significar tener una visión abierta y plural de Europa, alejada de todo tipo de prejuicios y firme defensora (y difusora) de los valores cívicos y democráticos sobre los que se sustenta la UE. Sin duda, la integración turca es un proceso complejo, no exento de dificultades, que requerirá su tiempo y que, por lo que respecta a Turquía, significará un paso decisivo en el camino hacia la modernidad, una aspiración constante desde que la revolución liderada por Mustafá Kemal Atatürk pusiese fin en 1923 a un decrépito sultanato y sentase las bases de la Turquía moderna.

          Atatürk proclamo la República con dos objetivos básicos: crear una nación no definida por la raza o la religión sino por el concepto moderno de ciudadanía y, en segundo lugar, conseguir para Turquía un lugar entre las naciones más civilizadas de Europa. Para lograr estos objetivos, impulsó toda una serie de medidas secularizadoras lo cual supuso entonces todo un hecho revolucionario en el mundo musulmán, lo cual resulta ahora especialmente destacable cuando el fundamentalismo islámico se halla en auge en muchos países. Conviene recordar que, en un país mayoritariamente musulmán como Turquía, Atatürk unificó y secularizó el sistema educativo (laico, gratuito y obligatorio para ambos sexos) (1925), suprimió la ley islámica (sharia) y el Islam dejó de ser la religión oficial del Estado (1928), así como que también permitió el derecho de voto y elección para las mujeres (1934). Por otra parte, pretendió “europeizar” a Turquía adoptando el calendario gregoriano, nuestro sistema de pesas y medidas e, incluso cambió la tradicional grafía árabe por el alfabeto latino, caso único en un país de cultura musulmana (1928).

Todas estas reformas se articulaban sobre la base de los principios ideológicos del pensamiento político de Atatürk tales como su nacionalismo (entendido como elemento unificador de las 18 etnias que existen en Turquía), o su republicanismo (basados en el principio de soberanía nacional, base de la sociedad igualitaria tras la abolición de los títulos y privilegios del Imperio). A ello hay que añadir su profundo secularismo: muy influido por el modelo de Francia, tenía por objeto la separación de la religión y la política en un país de tan profundas raíces musulmanas. De hecho, el laicismo ha tenido un papel fundamental en el proceso de modernización de Turquía, lo cual ha generado una sociedad más abierta y tolerante en comparación con la situación que se vive en otros países musulmanes de su área geográfica, especialmente en el caso de Irán, su vecino oriental. A todo lo anterior, habría que añadir una potenciación del papel del Estado, al cual Atatürk le confirió atribuciones para intervenir y modernizar la hasta entonces anacrónica economía turca.

El espíritu reformista de Atatürk ha prevalecido desde la revolución de 1923 con el anhelo constante de crear una nación moderna, libre de dogmas religiosos y, de este modo, merecer un lugar entre las otras naciones de Europa. De hecho, debemos destacar en este sentido el activo papel que Turquía está desempeñando como elemento moderador en el eterno conflicto palestino-israelí o, más recientemente, en la Alianza de Civilizaciones, de la cual es copatrocinadora junto con España. El ambicioso objetivo de la Alianza de Civilizaciones, no siempre valorado en su justa medida, es el de definir los problemas de entendimiento, convivencia y percepción entre diferentes civilizaciones y buscar remedios para superar los problemas con el fin de construir un mundo más justo y tolerante. Supone, por ello, el proyecto político de mayor calado a nivel planetario de los últimos años y, en el que el papel de Turquía, al igual que el de España, resulta muy destacable.

El sueño de Atatürk y de su revolución secularizadora y europeísta, tiene su continuación en el deseo de la sociedad turca actual de integrarse en un futuro en la UE. Turquía es sin duda una democracia laica que, con sus imperfecciones, tiene como referente político y económico a la UE: frente a quienes en otros tiempos han tomado como ejemplo y aliado futuro de Turquía a Rusia e incluso al Irán islámico, el sentir mayoritario de la población turca es optar por la integración en la UE y marcar distancias con su poderoso vecino del norte (Rusia) o con el abanderado del islamismo (Irán), modelos poco homologables de democracia y respeto a los derechos humanos.

Ciertamente se trata de todo un reto que, una vez superado, será positivo para ambas partes pero que, en su camino encontrará, todavía, complejos problemas y reticencias diversas que habrá que ir venciendo.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(La Comarca, 12 mayo 2009 ; Diario de Teruel, 27 mayo 2009)

 

 

 

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