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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL MOVIMIENTO OBRERO EN ARAGÓN (6). LA UGT DURANTE LA II REPÚBLICA: ENTRE EL REFORMISMO Y LA REVOLUCIÓN

         

Durante el período republicano se produjo un gran incremento orgánico de la UGT. De este modo,  la militancia del sindicato socialista, en junio de 1932,  alcanzó en España el millón de afiliados. Por lo que se refiere a Aragón,  los ugetistas zaragozanos eran ya 33.262, mientras que en la provincia de Teruel la cifra era de 6.492, y, en el caso de Huesca, donde la UGT era más débil, el sindicato socialista contaba con 1.084 afiliados, contando con secciones en Sariñena, Fraga y, sobre todo, Huesca capital y en Jaca.

 En el caso aragonés, la mayor militancia pertenecía a la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), el sindicato campesino ugetista, especialmente implantado en las comarcas de Cinco Villas, Calatayud, Borja y en la zona del Jiloca-Teruel capital por medio de la Sociedad de Labradores “El Progreso” liderada por Ángel Sánchez Batea y Pascual Noguera. Aunque con una militancia más reducida, muchos de los cuadros de la UGT zaragozana pertenecían a un sector históricamente socialista cual era la Federación de Artes Gráficas (Bernardo Aladrén, Isidoro Achón, Manuel Alvar o Antonio Puyo) así como de la FETE, el sindicato de los maestros ugetistas, creado en junio de 1931 y que fue el referente intelectual de los ideales republicanos y socialistas y del que salieron igualmente algunos de los dirigentes más destacados tanto del PSOE como de la UGT, como fue el caso de Pedro Díez y Juan Sapiña, impulsores de las organizaciones socialistas turolenses.

          No obstante, a partir de 1933, se produjo un viraje de Largo Caballero y de la UGT al constatarse las crecientes dificultades para avanzar y consolidar los logros de la política sindical reformista. La causa de este giro se debió a múltiples razones: desencanto de los escasos resultados obtenidos por el movimiento obrero de la colaboración gubernamental con los partidos republicanos burgueses liderados por Manuel Azaña, todo ello con el telón de fondo del ascenso de las derechas españolas,  el auge del fascismo en Austria y Alemania, además de los decepcionantes resultados obtenidos por las izquierdas en las elecciones de noviembre de 1933, consecuencia de todo ello fue la radicalización de las posiciones de la UGT, lo cual la lanzó a una serie de movimientos huelguísticos primero, y revolucionarios después, los cuales culminaron con la revolución de Asturias (octubre 1934).

En el caso de Aragón, y en un contexto de creciente conflictividad, 1934 también fue un año agitado: en Zaragoza tuvo lugar la famosa huelga general de 36 días (abril-mayo 1934) en la que, según la dirigente anarquista Federica Montseny, “hasta las nodrizas dejaron de dar leche” a los niños que amamantaban; en junio se produjo la huelga general campesina impulsada por la FNTT-UGT en protesta por la paralización de la reforma agraria por parte del gobierno derechista. Por otra parte, la revolución asturiana de octubre también tuvo sus consecuencias en Aragón, en donde fue apoyada por la UGT, no así por la CNT que la consideró un mero “movimiento político”. De este modo, hubo incidentes armados en Uncastillo, Tauste, Ejea y Mallén en donde se ocuparon los ayuntamientos y también se produjeron conatos revolucionarios en Gallur, Magallón, Calatayud y Caspe.

El fracaso de la táctica revolucionaria apoyada por la UGT tuvo graves consecuencias para el movimiento obrero aragonés: se ilegalizaron  las organizaciones socialistas y la clausura de sus locales, numerosos dirigentes y militantes fueron detenidos (entre ellos, Bernardo Aladrén) se destituyeron alcaldes socialistas como fue el caso, entre otros,  de Juan Sancho (Ejea), Julián Palacio (Mallén), Antonio Plano (Uncastillo) o Antonio Garulo (Zuera).

Tras la victoria en las urnas del Frente Popular (16 febrero 1936), y amnistiados todos los procesados por los sucesos de 1934, un renovado impulso político por parte del nuevo gobierno republicano pretendió retomar las reformas y las demandas de los sectores populares ignorados durante los gobiernos de la coalición derechista de  los radicales de Lerroux con el apoyo de la CEDA, esto es, el período conocido como el “Bienio negro” (1934-1936). Sin embargo, tan sólo cinco meses después de la victoria del Frente Popular y de la formación del nuevo Gobierno republicano, el violento golpe militar iniciado el 18 de julio de 1936 y la guerra civil que acto seguido se desató, truncaron todas las esperanzas de avances políticos y sociales tantos tiempos anhelados. Se iniciaba así, a sangre y fuego, la tragedia que supuso la larga noche de la dictadura franquista.

 

 

      José Ramón Villanueva Herrero

      (La Voz Sindical: órgano de la UGT Aragón, nº 112, enero 2010).

 

 

 

 

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