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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

ZAPATERO, UN BUEN PRESIDENTE

ZAPATERO, UN BUEN PRESIDENTE

      En el transcurso de nuestra joven democracia en España, nunca como ahora un Presidente del Gobierno se había  visto sometido a unas críticas tan duras.  Le llueven  desde la agria oposición del PP y, también, desde  poderosos medios de comunicación (COPE, ABC, El Mundo, La Razón, etc.),  así como también del periódico de mayor tirada en Aragón. Todos ellos tratan de sembrar en la sociedad española la idea de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero es un desastre,  que algún cataclismo cósmico está próximo y por ello se hace inevitable una moción de censura o un adelanto de las elecciones. Esta campaña, visceral y demagógica impulsada por el PP, ese “aparato con licencia para mentir”, como hace unos días lo definía Andrés Perelló, recuerda la que,  en tiempos de la II República, hicieron las derechas contra Manuel Azaña, aquel brillante político e intelectual que acometió con valentía las profundas reformas que la España de aquel entonces precisaba.Entendemos que estas críticas contra Zapatero son totalmente  infundadas, dado que,  en poco más de tres años de Gobierno socialista, ha tomado todo un conjunto de importantes decisiones políticas, económicas y sociales que deben ser valoradas en su auténtica dimensión. A algunas de ellas nos referiremos seguidamente. 

     La primera decisión importante de Zapatero fue salir de una guerra injusta, ilegal e inmoral, cual era el conflicto de Irak,  decisión nada fácil si tenemos en cuenta el poder político-militar de los E.E.U.U.. Por ello, se ha mantenido una política exterior digna, europeísta, impulsora de la Alianza de Civilizaciones y solidaria con el Tercer Mundo, mediante la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), de lo cual el Plan África es todo un ejemplo. Por lo que a Aragón respecta, Zapatero paralizó el trasvase del Ebro, tema tan sensible en nuestra tierra,  sin olvidar su apoyo incondicional (político y financiero) a la Expo-2008 de Zaragoza.  

     La situación económica española es buena, con un crecimiento superior a la Unión Europea, EE.UU y Japón, los niveles de paro son los más bajos desde hace 28 años y se ha logrado la histórica cifra de 20 millones de empleos. Todo ello ha hecho que las cuentas públicas se hallen saneadas, con un superávit que permite acometer, en esta legislatura, mayores inversiones en  políticas sociales, educación (+ 63,9 %), investigación (+ 125,2 %),  infraestructuras (+ 21,2 %) y ayuda al desarrollo (106,7 %).

     La inmigración se ha regularizado razonablemente, y a iniciativa española, la Unión Europea ha empezado a desarrollar una política migratoria común . Obviamente hay problemas de adaptación, pero la población inmigrante regularizada, ha servido para nuestra recuperación demográfica, y, mediante sus cotizaciones a la Seguridad Social, garantizan el pago de nuestras pensiones presentes y futuras.  

     Un tema importante como el educativo ha sido encauzado a través de la Ley Orgánica de Educación (LOE), una Ley que lleva adjunta una Memoria Económica.  Igualmente las dotaciones presupuestarias para becas se han incrementado en un 50 %. Además, el  Estado  ha asumido la responsabilidad de educar a nuestros muchachos mediante la impartición de la asignatura, Educación para la Ciudadanía,  tal y como ocurre en otros países de nuestro entorno, para transmitir los valores de la libertad, de la igualdad, del pluralismo y de la justicia que están en el artículo primero de nuestra Constitución. En definitiva, para que sean ciudadanos libres y conscientes en una sociedad plenamente democrática.

     Zapatero fue igualmente sensible en materia territorial a la necesidad de reformar diversos estatutos de autonomía. De este modo, se aprobó el nuevo Estatuto de Cataluña siguiendo un procedimiento escrupulosamente democrático y,  posteriormente, a este proceso de reformas estatutarias  se sumaron Andalucía, Valencia o Aragón.

     El Gobierno socialista, encabezado por Zapatero, con el apoyo de todas las fuerzas democráticas del Parlamento, y la excepción del Partido PP,  ha tenido la valentía de explorar las posibilidades de alcanzar la paz tras el alto el fuego indefinido de ETA, sin ceder a sus peticiones imposibles. Hizo lo que tenía que hacer: era un deber moral y político, al igual que hicieron otros Gobiernos anteriores, y nadie los critico por ello. Se acusó al Ejecutivo socialista  de hacer concesiones políticas, judiciales y penitenciarias, de haber “vendido” Navarra, de permitir la autodeterminación del País Vasco.  Si las hubiera habido, no se hubiera producido el final de la tregua por parte de ETA. Que nadie le culpe del fracaso de la negociación: todos sabemos quién ha roto el proceso y la derecha debería recordar que lo importante es derrotar a ETA y no a Zapatero.

     Se han aprobado Leyes de profundo calado social pero tenemos la impresión de que no están siendo valoradas convenientemente por la sociedad española. Todas ellas  tienen en común el conceder más derechos a más españoles,  a los colectivos más desfavorecidos, como mujeres, homosexuales o dependientes. Están impregnadas  de valores de justicia social, de solidaridad, de igualdad y de ampliación de las libertades, en definitiva, de los ideales que siempre han caracterizado a la izquierda. Este es el caso de las siguientes: Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género; la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, la Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, la Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio y la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, sin olvidar el Estatuto del Trabajador Autónomo, del cual se beneficiarán más de 3 millones de españoles. Todo este conjunto de leyes, son tan importantes, que por sí mismas llenarían de contenido toda una legislatura.   

     Por todo lo dicho, consideramos a Zapatero un Presidente con valores, con principios y cumplidor de sus compromisos políticos. Cuando en la noche del 14 de marzo del 2004, recién ganadas las elecciones, los jóvenes le gritaban “¡Zapatero, no nos falles!”, nos venían a la memoria aquellas palabras que Manuel Azaña pronunció en un discurso en Bilbao en  1934: “Es la emoción política un bien escaso porque exige rigor y mesura ante las tentaciones de la inmediatez. Nada más fácil que sucumbir al halago cultivando la imagen que la multitud, con el motivo más peregrino, tiene del dirigente. Ningún empeño más arduo que conservar la frescura y la inocencia del primer discurso público”.  

     Esa frescura e inocencia, así como la firmeza de las convicciones e ideales de progreso que siempre ha defendido Zapatero, hacen que, frente a la soledad a la que pretende condenarlo la demagogia de la derecha (“Anticristo” llegaron a llamarlo en Murcia), sea merecedor del respaldo de la mayoría de los ciudadanos progresistas y, por ello es, en nuestra opinión, un buen Presidente, tal vez el mejor Presidente de la democracia española. 

Cándido Marquesán Millán y José Ramón Villanueva Herrero. 

(Diario de Teruel, 16 julio 2007)   

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