Blogia
Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

SOBRE NUESTRA SEMANA SANTA

         

     Contemplando las excelentes fotografías de Miguel Perdiguer afloran recuerdos y emociones sobre la Semana Santa alcañizana y lo mucho que, personal y socialmente hemos cambiado desde el momento reflejado en estas imágenes. Atrás fueron quedando viejos reflejos del nacional-catolicismo, de la instrumentalización de los sentimientos religiosos de los alcañizanos por y al servicio de la dictadura franquista, de aquella Iglesia "de orden" que imponía la religión y uniformaba las conciencias, a pesar de que las lápidas que recuerdan nuestra guerra civil siguen, todavía, presentes en las fachadas de muchas de nuestras iglesias.

     Y, sin embargo, pese a todos estos residuos del pasado, la Semana Santa sigue siendo, el símbolo por excelencia que nos identifica como alcañizanos. Es difícil de explicar cómo esta herencia cultural centenaria, que es algo más que una expresión de religiosidad popular, puede producir tanta emoción y cohesión entre los alcañizanos. Desde sus lejanos orígenes, desde que Fr. Mateo Pestel sacase la liturgia de Semana Santa a las calles en 1678, desde que la Cofradía del Santo Entierro empezase a procesionar, desde que se incorporaron a las procesiones la percusión del tambor, símbolo sonoro de los trastornos de la naturaleza que siguieron a la muerte de Jesús en la cruz (terremotos, truenos y relámpagos), esta tradición forma parte de nuestra identidad colectiva. No es extraño que Taboada, en su Mesa revuelta (1898), ya señalase que "es casi seguro que desde 1730", las procesiones y tambores tomaron "carta de naturaleza, de costumbre en la forma que se conoce hoy".

     Nuestra Semana Santa es un ejemplo de religiosidad popular, un reflejo de nuestra historia que se ha mantenido por encima de vicisitudes diversas, ya fueran las guerras carlistas del s. XIX, o durante la II República en que las procesiones, como manifestaciones de culto público que eran, debían contar con el permiso del Gobernador Civil y con el visto bueno previo del alcalde. Por ello, fue José Borrajo, destacado político republicano turolense, quien en 1932 gestionó el permiso para que las procesiones de Alcañiz e Híjar pudieran realizarse.

     La guerra civil primero y la dictadura franquista después, desvirtuaron la auténtica raíz de este sentimiento colectivo. No obstante, en nuestra actual sociedad democrática y multicultural, superados los lastres del pasado, y aún a riesgo de mercantilizar nuestra Semana Santa convirtiéndola en una mera atracción turística, sigue siendo un momento único ya que nunca el ruido de nuestros tambores puede comunicar tantos sentimientos y emociones profundas, que nos llegan al corazón, pues se crea una atmósfera tan sorprendente como única, en la que, tras el aparente estruendo, surgen en cada uno de nosotros momentos de sentida emoción, de añoranza y, también, de oración. Y es que, el atronador retumbar de nuestros tambores, remueve nuestras más profundas convicciones en la misma medida que nos une a nuestras raíces, a nuestra tierra.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (La Comarca, 3 abril 2009)

 

0 comentarios