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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

PAGOLA, UN TEÓLOGO FRENTE A LA NUEVA INQUISICIÓN

PAGOLA, UN TEÓLOGO FRENTE A LA NUEVA INQUISICIÓN

     

     En fechas recientes, la Congregación para la Doctrina de la Fe, continuadora del Santo Oficio, la antigua Inquisición, ha abierto un proceso al teólogo vasco José Antonio Pagola por la publicación de su obra Jesús. Aproximación histórica (Madrid, PPC, 2007), el libro de tema religioso en lengua castellana de mayor acogida en los últimos años, con diversas ediciones y traducido a 9 idiomas. Pagola se convierte así en una  víctima más de la Inquisición vaticana, igual que lo han sido en los últimos años teólogos del prestigio de Leonardo Boff, Hans Küng, José María Castillo o Juan José Tamayo, lo cual supone una ofensiva reaccionaria contra todos aquellos que, como los citados, se han caracterizado por sus posiciones en defensa de las reformas del Concilio Vaticano II, de la teología de la liberación y de la libertad de expresión en el seno de la Iglesia Católica.

     El sector más conservador de la Conferencia Episcopal Española (CEE), representado por los obispos Demetrio Fernández (Córdoba), José Ignacio Munilla (San Sebastián), Juan Antonio Martínez Camino (obispo auxiliar de Madrid y portavoz de la CEE), con el respaldo del cardenal Rouco Varela, han logrado que, finalmente, el Vaticano procesase a Pagola, el cual estaba siendo acosado desde que en octubre de 2007 publicó su libro sobre Jesús de Nazaret.

     La campaña contra Pagola la inició Demetrio Fernández, entonces obispo de Tarazona, cuando a través de la página web de la diócesis turiasonense, difundió un informe, firmando por José Pico Pavés, actual secretario técnico de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, que desacreditaba por completo la obra de Pagola, a la que llegaba a acusar de “herética”. El 27 de junio de 2008, dicha Comisión, hizo pública una “Nota de clarificación” en la que recogía lo que ésta consideraba como “deficiencias principales” del texto de Pagola. Así, en el aspecto de “cuestiones metodológicas”, se le reprochaba que el teólogo ofreciese una aproximación a la historia de Jesús desde posiciones ideológicas contrarias a la Iglesia, y, significativamente, se señalaba que, “la reconstrucción histórica realizada por el autor altera datos supuestamente históricos con recreaciones literarias inspiradas en la mentalidad actual, adoptando, además, el análisis propio de la lucha de clases para describir el entorno familiar, social, económico, político y religioso”. En el apartado de las “reticencias doctrinales”, la nueva Inquisición reprocha a Pagola que éste niegue la intención de Jesús de fundar una Iglesia como comunidad jerárquica y es que, según éste teólogo, Jesús nunca tuvo intención de crear un grupo organizado y jerárquico, sino un movimiento de hombres y mujeres unidos fraternalmente en el que “nadie ejercerá un poder dominante y tampoco hay diferencias jerárquicas entre varones y mujeres”, ideas evangélicas que la Iglesia actual no está dispuesta a admitir.

     En consecuencia, la campaña contra Pagola se intensificó y, a partir de entonces, la Conferencia Episcopal Española ordenó retirar el libro de las librerías y  destruir los ejemplares almacenados, todo un eco de las viejas intolerancias inquisitoriales del medievo.

     A partir de ahora, iniciado el procesamiento en los tribunales vaticanos, se abre para Pagola un período largo y lento, basado en un oscuro secretismo. De hecho, el teólogo vasco desconoce las acusaciones que se le imputan: en eso tampoco ha cambiado el espíritu inquisitorial subyacente ya que, en este tipo de procesos, sólo se recurre al acusado para un interrogatorio (que no puede preparar) y, al final del mismo, para anunciarle su condena o absolución: como vemos, las garantías jurídicas y la presunción de inocencia propias de toda legislación civil democrática, no tienen cabida en las seculares normas que rigen los tribunales vaticanos. Y es que éstos, siguen funcionando como en la Edad Media, por medio de denuncias secretas, ante las cuales se niega al procesado la posibilidad de defenderse. Con ello, se ha pretendido silenciar las posiciones teológicas progresistas de Pagola quien días atrás reconocía que  siempre ha tratado de “contribuir a una Iglesia más evangélica al servicio de un mundo más humano”.

     José María Castillo, otro teólogo procesado, al hacer pública su solidaridad con Pagola, recordaba el oscurantismo que rodea a los procesos del Santo Oficio. A Castillo, en abril de 1988 se le comunicó oralmente que la Santa Sede le retiraba el permiso para seguir enseñando en la Facultad de Teología de Granada, en la que  era catedrático:  desde entonces, han pasado 23 años en los que nunca ha recibido del Vaticano una explicación… y sigue suspendido de toda actividad docente.

     Todo lo dicho supone un proceso de  involución eclesial, el avance de las posiciones integristas en el seno de la Iglesia. Este integrismo, según el filósofo francés M. Blondel se caracteriza por la regresión del mensaje cristiano a mera ley de temor y coacción; una sacralización del poder clerical y la sensación de los sectores integristas eclesiales de “vivir en perpetuo estado de sitio”, lo cual presupone una exigencia de “obediencia ciega y supresión de los indóciles”, todo ello con un espíritu de “cruzada” con objeto de imponer  los viejos (y caducos) privilegios clericales a la actual sociedad civil, laica, plural y democrática. Como señalaba el teólogo dominico Yves Congar, también procesado por los tribunales vaticanos, la visión inquisitorial se convierte en “una de las mayores falsificaciones de la verdad cristiana: el integrismo es una manipulación del cristianismo al servicio de la propia necesidad de seguridad, o del propio afán de poder (religioso, político o económico)”. Es por ello que la reacción integrista añora recomponer la trasnochada alianza entre el poder espiritual y el poder político del momento: a partir de ahí, se entienden las afinidades  entre el integrismo eclesiástico y las posiciones políticas conservadoras y reaccionarias.

     Frente a esta involución integrista, Pagola, al igual que otros teólogos procesados, es un decidido partidario de la democratización de la Iglesia con una implicación creciente de los laicos. Por ello reclama el derecho a la libertad de expresión, de investigación y de publicación para los teólogos, al igual que la eliminación de la censura eclesiástica. En consecuencia,  la progresista Asociación de Teólogas y Teólogos “Juan XXIII”,  que repetidamente ha defendido las reformas del Concilio Vaticano II, la opción preferencial por los pobres, el acceso de las mujeres al sacerdocio y  la supresión del celibato obligatorio, considera que resulta urgente que Roma levante las sanciones impuestas a estos teólogos, muchos de ellos condenados, no lo olvidemos, por Joseph Ratzinger en su etapa al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la heredera de la nefasta Inquisición vaticana.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (publicado en: Diario de Teruel, 27 febrero 2011)

 

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