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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

LA AMENAZA XENÓFOBA

LA AMENAZA XENÓFOBA

 

    En estos últimos años se está produciendo un auge de los partidos ultranacionalistas y xenófobos como no se veía en Europa desde los años 30 del siglo pasado, una consecuencia nefasta más de la profunda crisis económica y de valores en la que nos hallamos sumidos. En este sentido, tanto Martin Schultz , presidente del Parlamento Europeo, como Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo ya han alertado en diversas ocasiones sobre el creciente peligro del discurso populista (y demagógico) contra la inmigración, el cual supone como una auténtica amenaza para los principios democráticos que conforman la UE.

     Especialmente grave es la situación en Grecia tras la irrupción en la escena política del partido neonazi Amanecer  Dorado con su virulento discurso xenófobo y antisemita que se ha manifestado en su oposición frontal a la inmigración, exigiendo la expulsión de todos los extranjeros del país, sus frecuentes agresiones a éstos por parte de sus milicias y su exaltación de una supuesta “raza helena”. Resulta deplorable la imagen de su líder, Nikos Michaloliakos, bramando mensajes de odio escoltado por atléticos guardaespaldas de aire mussoliniano con tanta musculatura como poco cerebro.

     Pero Grecia no es el único caso. Las señales de alarma en el escenario político europeo son diversas y ahí tenemos a otros partidos que utilizan el tema de la inmigración como banderín de enganche y caladero de votos en diversos sectores de la población que sufren los efectos sociales de la crisis y que, desencantados con los partidos e instituciones democráticas, les han llevado  a la peligrosa senda de apoyar posturas políticas de extrema derecha. En este sentido, podemos citar a grupos que han logrado un creciente apoyo electoral en sus respectivos países como el Partido del Pueblo Suizo (27 %), el Partido del Progreso Noruego (23 %), Auténticos Finlandeses (19 %), el Frente Nacional francés (18 %), el Partido Liberal autríaco  (17,5 %) o los holandeses de la Lista Pym Fortuin y el Partido de la Libertad de Geert Wilders, grupos radicalmente antiislámicos.

     Todas estas formaciones políticas han sabido canalizar un determinado grado de malestar social introduciendo en la agenda política temas como la inmigración, la integración de la población musulmana o gitana, así como la inseguridad ciudadana, temas éstos que, como señala Carmen González, los partidos tradicionales “preferían relegar a espacios menos visibles”. En este sentido, las razones de sus éxitos electorales serían varias: de tipo económico (nivel de desempleo, caída del nivel de vida que, en casos como el griego se cifra en el -40 %), de convivencia (ciudades y barrios periféricos con alta concentración de inmigrantes) y políticos (habilidad del discurso populista y demagógico de los dirigentes de la extrema derecha). Y es que los inmigrantes se han convertido en el chivo expiatorio del malestar de una población que, como ha ocurrido en Grecia, no ve la luz al final del túnel, desconfía de sus instituciones y partidos políticos: culpar al extranjero, al diferente, es un fácil recurso psicológico pues aleja la responsabilidad de los propios errores, excesos y corrupciones existentes en cada país y, además,  es un ataque fácil y gratuito porque los inmigrantes están indefensos ante este tipo de agresiones. De este fenómeno no está exenta España y ahí tenemos los preocupantes síntomas de la irrupción de Plataforma per Catalunya (PxC) de Josep Anglada o las polémicas declaraciones de Xavier García Albiol, el alcalde del PP de Badalona.

     Cuando el pasado 24 de agosto  era condenado el ultraderechista noruego Anders Behring Breivik por el asesinato de 77 personas en los atentados de Oslo y Utøya del pasado año, éste respondió  al tribunal con un saludo amenazador y una cínica sonrisa. No tenía el menor sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento, pues pensaba que actuó, en su delirio xenófobo, en “defensa  del pueblo noruego” al cual consideraba “amenazado” por la una supuesta “invasión musulmana” y por el “infierno multiétnico” que, según Breivik, impulsaba el gobierno socialdemócrata de Jens Stoltenberg.

     Las ideas de Breivik son el paradigma  de los riesgos que se ciernen sobre nuestra democracia, cada vez más, afortunadamente, multicultural y multiétnica. Por ello, ante esta ola xenófoba que, como un cáncer social amenaza nuestra convivencia, resulta  imprescindible que todos los partidos democráticos sin excepción  formen un “cordón sanitario” que impida a estos grupos extremistas acceder a las responsabilidades de gobierno y a los diversos parlamentos. No resulta aceptable lo ocurrido en las elecciones presidenciales francesas donde el derechista UMP, el partido de Sarkozy, que durante la campaña electoral ya había asumido parte del mensaje electoral xenófobo del Frente Nacional, al llegar la segunda vuelta de los comicios, coqueteó con el partido de Martine Le Pen con objeto de derrotar a las candidaturas socialistas, poniendo en riesgo los valores sobre los que se sustenta la V República Francesa.

     El reto al que nos enfrentamos es  doble: frenar el avance electoral de estos grupos xenófobos  y, también,  lograr la plena integración de la población inmigrante en los respectivos países de acogida, respetando todos aquellos valores culturales e identitarios que no contravengan los derechos humanos fundamentales. Nos va en ello el futuro de la democracia en Europa.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 9 septiembre 2012)

 

 

 

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