EL PACIFISMO EN ISRAEL
Resulta indudable que, en los últimos años, el proceso de paz en Oriente Medio se halla en una situación agónica, para desgracia de cuantos confiamos en alcanzar, algún día, una paz justa y para el conflicto árabe-israelí que durante tantas décadas lleva ensangrentando las tierras de Oriente Medio.
A esta situación se ha llegado por un cúmulo de factores, entre ellos, la reaccionaria política del Gobierno de Israel liderado desde 2009 por Binyamin (“Bibi”) Netanyahu, apoyado por los partidos ultranacionalistas judíos y con el inestimable respaldo de la afortunadamente concluida presidencia norteamericana de Donald Trump, todo lo cual ha dinamitado los tímidos puentes a la esperanza que se empezaron a tender tras la firma de los Acuerdos de Paz de Oslo de 1993 entre Israel y la Autoridad Palestina (ANP), proceso además agravado con la abierta pretensión de Netanyahu de anexionarse ilegalmente buena parte de Cisjordania y la construcción de asentamientos ilegales no sólo en esta zona, sino también en Jerusalem Este.
En este sombrío panorama, se suma la desaparición de figuras que siempre laboraron por la paz como fue el caso del escritor israelí Amos Oz, destacado miembro de la izquierda pacifista israelí fallecido el 28 de diciembre de 2018, todo un referente ético y, por ello, necesario, para abrir caminos de diálogo y negociación, única forma de encontrar una salida digna y justa a tan espinoso y enquistado conflicto.
Muy preocupante resulta en este contexto el debilitamiento de movimiento pacifista israelí, como es el caso de la asociación Shalom Ajshav (Paz Ahora), de la que fue fundador Amos Oz en 1978 la cual, como él mismo recordaba, defendía la necesidad de avanzar hacia “zonas de acuerdo”, siquiera sean “de acuerdo parcial”, que permitan llegar a “compromisos dolorosos”, pues éstos supondrán renuncias tanto para israelíes como para palestinos. Amos Oz tenía claro que no existen fórmulas milagrosas para resolver este conflicto, pero el camino es claro: existencia legal e internacionalmente reconocida de dos Estados, Israel y Palestina, ambos con la capital compartida en Jerusalem, la eliminación de todos los asentamientos judíos en territorio palestino, las modificaciones fronterizas consiguiente. y disposiciones especiales para los casos de Jerusalem y los Santos Lugares, como se apuntan en los Acuerdos de Ginebra de 2003.
El legado ético y político de Amos Oz lo continúa Meretz, el partido de la izquierda pacifista israelí, al cual se hallaba vinculado, firme defensor del establecimiento del Estado Palestino y, por supuesto, contrario a los asentamientos judíos ilegales en Cisjordania. Por su parte, Meir Margalit, prestigioso pacifista israelí, miembro del Center of Advancement of Peace Institute, y militante también de Meretz, definía la situación actual señalando que “el pacifismo israelí está desarticulado por el binomio Netanyahu-Trump, la impotencia europea y la falta de liderazgo de la izquierda europea”. Consecuentemente, Margalit no dudaba en reconocer que, “si al efecto destructor del factor Bibi-Trump, agregamos la impotencia europea, la falta de liderazgo alternativo en la llamada “izquierda israelí”, y la debilidad palestina, producto del conflicto interno entre Fatah y el Hamas, podemos entender el motivo por el cual el pacifismo israelí esté tan desarticulado”. Y es que, como señalaba Álvarez-Ossorio, “el principal éxito de Netanyahu es haber convencido a la sociedad israelí de que, hoy, por hoy, no se dan las condiciones para alcanzar un acuerdo definitivo con los palestinos”. De hecho, según el Israel Democracy Institute, tan sólo un 7% de los israelíes consideran actualmente como prioritarias las negociaciones de paz, un dato que resulta desolador.
Y, pese a ello, siendo el panorama tan adverso con real, Meir Margalit recordaba recientemente que la función del pacifismo israelí debe centrarse en varias cuestiones esenciales cual son: socavar los fundamentos del sistema que mantiene la ocupación de territorios palestinos; seguir demostrando que la ocupación atenta contra los intereses de Israel; no tolerar que la voz oficial sea la única que prevalezca y, por último, como un reto ético, no consentir que la ciudadanía israelí se evada de la responsabilidad por las atrocidades que su Gobierno está realizando en su nombre. En consecuencia, Margalit concluye planteando un reto al debilitado movimiento pacifista en Israel: “Nuestra función es demostrar que la teoría derechista está basada en una premisa falsa, que por la fuerza no se puede vivir en paz y nuestra función es romper este círculo vicioso y estéril de las políticas nacionalistas, destrocar la dialéctica perversa del nacionalismo”.
No obstante, resulta todo un rayo de esperanza el movimiento denominado “Banderas Negras” que se moviliza en Israel desde el pasado mes de marzo y en el cual tiene un papel destacado la cantante Noa, para reclamar la dimisión de Netanyahu, no sólo por los procesos judiciales abiertos contra él por fraude, cohecho y abuso de confianza, sino también por su nefasta gestión del Covid19 y, lo que es más importante, por ser un riesgo para la democracia israelí y para la paz en la región.
Mucho tendrán de cambiar las cosas con la nueva Administración norteamericana de Joe Biden, con una decidida implicación de la Unión Europea y con una voluntad sincera por parte de los políticos israelíes y de la ANP para retomar el camino de la paz, para dejar atrás tanto luto y decepción que se han ido generando en tan tortuoso camino. Pues ya lo dijo Yitzhak Rabin su discurso en la Plaza de los Reyes de Israel momentos antes de ser asesinado el 4 de noviembre de 1995: “La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida, pero no hay camino sin esos dolores”. Y ese sigue siendo el reto del, aunque debilitado, pacifismo israelí.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 2 enero 2021)
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