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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

Historia Teruel

LA JUDERÍA DE HÍJAR

LA JUDERÍA DE HÍJAR

         

      Con profunda tristeza recibí la noticia, el pasado sábado 16 de enero, del derrumbe de parte de la techumbre de la sinagoga medieval de Híjar, la actual ermita de San Antón,  así como las heridas que este hecho causó a dos personas en dicha localidad bajoaragonesa a las que, desde estas líneas, deseo su pronto restablecimiento.

      En la azarosa historia de la sinagoga  de Híjar, símbolo de una floreciente comunidad judía que allí habitó hasta su expulsión en 1492, que resistió las furias inquisitoriales y el antijudaísmo, el derrumbe ocurrido supone un grave siniestro para la que sin duda es la mejor sinagoga judía conservada actualmente en Aragón y, en opinión de muchos expertos, como Vivian B. Mann, responsable del Jewish Museum de Nueva York, una de las cinco mejores de las que todavía perduran en España, en la antigua Sefarad judía. No podemos decir lo mismo del edificio aledaño a la sinagoga hijarana conocido popularmente como “la casa del Rabino” que fue destruido años atrás.

      Según las investigaciones del eminente especialista en judaísmo medieval aragonés Miguel Ángel Motis Dolader, la sinagoga de Híjar fue reformada siguiendo el estilo mudéjar en 1410, esto es, hace ahora exactamente 600 años. Doscientos años después, en 1610, los descendientes de estos artesanos mudéjares que reformaron la sinagoga judía, los moriscos, serían objeto de otra dramática expulsión como consecuencia de la intolerancia religiosa, al igual que lo habían sido los judíos en 1492. La expulsión de los moriscos aragoneses,  de tan negativos efectos en muchos de nuestros pueblos, como fue el caso de Híjar y otras localidades del Bajo Martín como La Puebla de Híjar o Vinaceite, es un tema éste ante el cual tanto nuestra memoria histórica colectiva como las instituciones aragonesas también deberían prestar la atención que merece tal y como nos recordaba en un reciente artículo el historiador hijarano Cándido Marquesán.

      Pero volvamos a la sinagoga. Su belleza se halla en la pureza y simplicidad de sus formas, en su única nave cubierta a doble vertiente sustentada sobre tres arcos diafragma, en la perfectamente conservada tribuna para las mujeres (matroneo) que, según el rito judío, debían de orar en este espacio sagrado separadas de los varones. Siempre se ha supuesto que, una vez cristianizada la antigua sinagoga, la hornacina (aron ha-qodes) que alberga actualmente a la imagen de San Antón, era el lugar en donde estuvieron en su día los libros sagrados judíos, esto es, los rollos del Séfer Torah, el Pentateuco cristiano, el lugar más sagrado de la sinagoga, siempre orientado hacia la añorada Jerusalem. De igual modo, una excavación reciente ha permitido encontrar, bajo el entarimado, el arranque y la sustentación de la bimah, el púlpito desde el cual el hazzán llevaba a cabo las lecturas de la Torah. Ciertamente, como señala Miguel Ángel Motis, no existe una institución más característica en las juderías que la sinagoga dada su condición de lugar de estudio y oración en todos aquellas localidades en donde existía una la comunidad hebrea.

      Por lo que se refiere a la judería de Híjar se refiere, que arrancaba de la cuesta que conducía a la plaza del Olmo y abarcaba el actual barrio de San Antón, se sabe que,  hacia 1481, contaba con una población que se cifraba en unas 32 familias, esto es, entre 125 y 150 personas que practicaban la ley mosaica. Pero la judería de Híjar no sólo es importante por su sinagoga. Si la comunidad hebrea hijarana es conocida mundialmente es gracias a la pujanza cultural de su comunidad, a la existencia en la misma, a finales del s. XV, de un grupo de artesanos vinculados a la industria de la piel como era el caso de los pergamineros y encuadernadores en torno a los cuales surgió la célebre imprenta judía de Híjar, una de las primeras de la península, la cual tuvo su apogeo entre los años 1485-1490, esto es, en los años previos a la expulsión de 1492. De este modo, bajo el mecenazgo del duque Juan Fernández de Híjar y Cabrera, trabajó el impresor judío Eliezer ben Alantansi el cual publicó una magnífica edición del Pentateuco entre los años 1487-1488, además de otras obras como un comentario de Rashi, un Tárgum (traducción de la Torah al arameo), o el Tur Yoré De’ah (“Tratado de enseñar a saber”) de Jacob ben Aser. Todas estas obras son de una excepcional calidad,  pues se trata de ediciones impresas con gran pulcritud y esmero, realizadas con bellos caracteres hebraicos, cuadrados y rabínicos, tal y como señala Miguel Ángel Motis Dolader, el mejor especialista en judaísmo medieval aragonés. De hecho, las ejemplares procedentes de la imprenta judía de Híjar tuvieron una gran difusión y en la actualidad se hallan dispersos por las mejores bibliotecas del mundo, como es el caso de The Library  of the Jewish Theological Seminary de Nueva York o la Biblioteca Nacional de Madrid, en donde el único incunable hispanohebreo de sus fondos es precisamente una edición del Pentateuco impreso en Híjar en 1487 por el citado Eliezer ben Alantansí.

      Por todo lo dicho, ante este triste suceso, resulta ahora más urgente que nunca el que se realice una intervención integral para la conservación del importante legado histórico y cultural que supone la sinagoga, sino también su barrio judío, máxime teniendo en cuenta que el conjunto urbano de la judería de Híjar fue declarado Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés (BIC) por Orden del Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón de fecha 6 de septiembre de 2002. Además, la Judería de Híjar figura igualmente en el listado de bienes que conforman la catalogación genérica del Mudéjar Aragonés como Patrimonio de la Humanidad, reconocido por la UNESCO.

      En lo referente a la promoción de la judería de Híjar, esta ya fue incluida en la llamada “Ruta del Talmud”, dentro del Programa “Espacio Sefarad” promovido desde la Diputación Provincial de Zaragoza y que, superando los límites provinciales, incluye a las juderías de Alcañiz y Caspe, dentro de lo que Motis Dolader ha dado en llamar un “triángulo muy fecundo” de lo que en su día fue el legado cultural judío en Aragón. También es importante plantear que, mediante las aciones oportunas, y de la intervención decidida y presupuestariamente adecuada del Gobierno de Aragón,  la judería de Híjar pudiera estar incluida en un futuro inmediato en la Red de Juderías de España, lo cual no sólo promocionaría a Híjar en el ámbito nacional e internacional, sino que, además,  canalizaría hacia dicha población un turismo cultural procedente de diversos países interesado en recorrer las huellas judías de la Sefarad medieval.

      Recuerdo  como hace unos años, llevé a visitar la sinagoga de Híjar a mi viejo amigo Menahem Jacob, un judío residente en California de origen griego que sobrevivió a la Shoah: contempló con  emoción el lugar sagrado que sus antepasados construyeron mientras comentaba que, sólo por visitar la sinagoga de Híjar, se sentía feliz de haber hecho el viaje desde Los Angeles. Esa misma emoción quisiera sentir yo también el día que la sinagoga haya sido plenamente rehabilitada y la judería de Híjar ocupe en el patrimonio cultural no sólo aragonés, sino también español e internacional, el papel que dignamente merece como símbolo del legado cultural judío en esta nuestra Sefarad.

      José Ramón Villanueva Herrero

      (Diario de Teruel, 20 enero 2009)

 

VÍCTOR PRUNEDA, UN BICENTENARIO REPUBLICANO

VÍCTOR PRUNEDA, UN BICENTENARIO REPUBLICANO

         

Hoy, 1 de noviembre, se cumplen 200 años del nacimiento del político republicano federal Víctor Santos Pruneda Soriano (Ferrol, 1809 – Teruel, 1882), aquel joven gallego que un día recaló en las tierras turolenses, a las que amó apasionadamente y que, en mi opinión, puede considerarse como el político más destacado del Teruel del siglo XIX, el de mayor coherencia y honestidad, siempre impulsado por una profunda ética en la práctica política en defensa de sus ideales democráticos, republicanos y federalistas.

En estos últimos años, los turolenses hemos hecho justicia con la figura de Pruneda, recuperando su memoria y su legado político. De este modo, han ido apareciendo investigaciones históricas sobre Pruneda y otras se hallan en proceso de elaboración, se ha recuperado su nombre en la toponimia urbana turolense y el Ateneo Republicano de esta ciudad ha asumido la tarea de divulgar su pensamiento político, hechos éstos que me producen una profunda satisfacción.

No pretendo ahora incidir en la importancia histórica de su figura, en la multitud de motivos que, recogidos en la biografía política que le dediqué hace ya unos años (Víctor Pruneda, una pasión republicana en tierras turolenses, 2001), me reafirman en la idea de considerarlo el político más importante de cuantos estuvieron vinculados a la historia de la provincia de Teruel durante el siglo XIX. Al margen de su importante, intensa y agitada trayectoria política, quisiera reseñar tres aspectos del pensamiento prunedista que tienen plena vigencia en la actualidad y que bueno sería tenerlos en cuenta como ciudadanos y como turolenses.

En primer lugar, el republicano Pruneda es todo un ejemplo de cómo, en tiempos difíciles, la firmeza de los referentes éticos resulta imprescindible en la actividad política, tan denostada en la actualidad en determinados ámbitos. De este modo, al margen de las preferencias partidarias de cada cual, Pruneda fue de esas personas que dignificaron el noble ejercicio de la política, entendida como un servicio cívico para lograr mejoras progresivas en la sociedad que le tocó vivir. Pruneda comprendió que cuando se actúa en política desde la ética y la coherencia, cuando se es fiel a los ideales, siempre por encima de los personalismos, cuando se enarbola la defensa de los humildes, es cuando verdaderamente la acción política se convierte en una herramienta capaz de abrir nuevos horizontes de libertad y progreso, de anticipar un futuro mejor para todos. Este hecho fue destacado incluso por sus más enconados adversarios (y tuvo muchos) pues siempre reconocieron en Pruneda los valores de la coherencia, la tenacidad para afrontar los sacrificios que la defensa de la libertad nos exige en tiempos adversos, y el hecho de que muriese pobre, esto es, que jamás emplease la política (y ocasiones tuvo) para medrar o enriquecerse. Todo un ejemplo en los tiempos que corren.

En segundo lugar, el pensamiento de Pruneda representa lo que puede definirse como un nuevo patriotismo republicano español, esto es, la aspiración a establecer una España plenamente democrática tanto en el ámbito ciudadano como en la relación con sus territorios, con aquellos que libremente aceptan compartir un futuro común bajo en modelo de una República Federal. Retomando el lema de “Soberanía del pueblo. Economías. Reformas” de El Centinela de Aragón, el mítico periódico republicano fundado por Pruneda en Teruel en 1841, la República Federal era su ideal político, sinónimo de igualdad de derechos democráticos para todos los ciudadanos (sin privilegios de cuna o posición social), máxima descentralización de los poderes públicos y de una sociedad secularizada libre de interferencias clericales. En el fondo del pensamiento prunedista subyacen ideas progresistas tan actuales como el llamado “patriotismo constitucional” en una nueva España plural entendida como “nación de naciones”, lo cual supone redefinir el sentido de “lo español”, libre de nostalgias del pasado, así como asumir sin recelos ni prejuicios la realidad plurinacional de España, que sólo puede hallar un armonioso engarce territorial por medio de un modelo federal y republicano.

En tercer lugar, Pruneda nos dejó el ejemplo de su amor apasionado por las tierras y las gentes de Teruel. Sorprende comprobar cómo llegó a sentir tan hondo el alma y el carácter de esta tierra, en la que por espacio de más de 50 años compartió penas, adversidades políticas y, también, anhelos de libertad, progreso y regeneración económica. Especialmente reseñable resulta su vínculo emocional con la ciudad de Teruel, a la cual unión para siempre su destino. Recordemos que, allá por agosto de 1856, desde su exilio en Louvie-Juzon (Francia), aludía a Teruel como la “población para mí tan querida, una población donde resido hace veinte y dos años y por la cual me sacrificaría siempre, una población donde tengo mi familia, mis amigos y mis más caras afecciones, una población a la que estoy unido por los suspiros del alma, del corazón”.

Hoy, cuando se cumple el bicentenario del nacimiento de quien fue definido en su tiempo como “el decano de la democracia española”, bueno sería asumir el legado prunedista con relación a Teruel. Su ejemplo nos impulsa a esforzarnos día a día por conquistar un futuro digno para nuestra provincia por encima de tantos olvidos e  injusticias: ahí están, a modo de ejemplo, sus campañas a favor de las comunicaciones ferroviarias en las cuales depositaba toda su confianza para la regeneración económica turolense y que, a fecha de hoy, siguen siendo una deuda pendiente para con nuestra tierra. Hoy, que recordamos el bicentenario de su nacimiento, todos, ciudadanos e instituciones, cada cual desde su responsabilidad, debemos  asumir el reto de reactivar la pasión prunedista por Teruel. Este sería nuestro mejor homenaje a Pruneda y un ejemplo de que el legado de la acción y el pensamiento prunedista siguen abriendo horizontes de futuro para el progreso de Teruel.

(Diario de Teruel, 1 noviembre 2009)

 

EL GENERAL PIZARRO Y EL MAQUIS TUROLENSE

         Ante el creciente auge de la actividad guerrillera antifranquista en la provincia de Teruel, el régimen designó el 28 de julio de 1947 al general Manuel Pizarro Cenjor gobernador civil de la misma. Pizarro llegó a Teruel con el mandato expreso de Franco de sofocar el movimiento guerrillero, al igual que ya había hecho antes en las provincias de León y Granada. De este modo, Pizarro asumió plenos poderes civiles y militares ya que, además de Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, cargo que ocupó hasta 1954, era también Jefe de la V Región de la Guardia Civil.

Manuel Pizarro, estrecho colaborador del Franco, razón por la cual se vanagloriaba de ser de los pocos que podían llamar con familiaridad  (y en su presencia) “Paco” al dictador, tuvo un carácter duro, autoritario e implacable. Recuerdo que me contaron como, en cierta ocasión, Pizarro ordenó a un funcionario de un municipio de la sierra de Cucalón que se comiese en su presencia un ejemplar del Boletín Oficial de la Provincia dado que el general-gobernador le reprochaba haber incumplido una de sus disposiciones en él publicadas.

Pero mucho mas duro fue Pizarro en la lucha contra el maquis. Unos meses antes de su nombramiento como Gobernador de Teruel, el régimen había aprobado el Decreto-Ley de Represión del Bandidaje y del Terrorismo (18-IV-1947). Recordemos también que una Circular de la Dirección General de Seguridad (11-III-1947) prohibía expresamente utilizar el término de “guerrilla” o “guerrillero”, ordenando que se emplease el de “bandolerismo” o “bandolero”. Estas circunstancias van a ser utilizadas por Pizarro para, investido de plenos poderes, y tras militarizar todo el territorio provincial considerándolo “zona de guerra”, iniciar lo que Mercedes Yusta define como “una guerra personal contra el maquis”, a los que el general llamaba  despectivamente “forajidos”.

Pizarro que, en su “cruzada” particular contó con el apoyo  de numerosos contingentes de la Guardia Civil, y, también de  la Policía Armada, voluntarios de Falange y somatenistas, intentó controlar los refugios naturales de la guerrilla, esto es, las serranías. Para ello, ordenó el desalojo de todas las masías para así cortar el apoyo y los suministros al maquis, utilizó nuevas tácticas de contraguerrilla (guardias disfrazados de maquis que roban y torturan indiscriminadamente) y de “tierra quemada” (quema de cosechas) para así minar los apoyos civiles al maquis. Igualmente, bajo su mandato se vivió una situación de auténtico terror entre la población sospechosa de simpatizar con la guerrilla utilizando métodos de enorme dureza: las palizas, los fusilamientos simulados para lograr confesiones, el envenenamiento de víveres o la implacable aplicación de represalias y de la fatídica “ley de fugas”, fueron frecuentes. Además, como testigos mudos de tanto sufrimiento, ahí quedaron nuevas fosas comunes, como las existentes en Alcalá de la Selva, Mora, Monroyo, Civán y otros lugares de triste recuerdo.

La ofensiva de Pizarro se inició el 9 de agosto de 1947 con el ataque, mediante un bombardeo con morteros y el posterior incendio del pinar en que se refugiaban, del campamento guerrillero de La Cerollera, en el que tenía su base de operaciones el Sector 17 del AGLA al mando de Angel Fuertes (“Antonio”). Unos meses más tarde, el 18 de diciembre, la Guardia Civil asaltó el campamento del maquis en Monte Camarracho, cercano a Cabra de Mora y, dos días después, el objetivo fue el campamento-escuela del Sector 11 del AGLA de monte Rodeno, situado en el término de Valdecuenca.

Aunque en 1948 tuvo lugar la llamada “ofensiva de primavera” del AGLA, ésta se hallaba muy debilitada por la acción represiva de Pizarro. No obstante, el maquis mantuvo una cierta actividad hasta finales de 1949, fecha en la cual murió cerca de Alcañiz Pelegrín Pérez (“Ricardo”), máximo responsable del AGLA, y el 7 de noviembre era asaltado el importante campamento de Santa Cruz de Moya, localidad conquense convertida en la actualidad en un auténtico memorial de la lucha guerrillera antifranquista.

Nuestra provincia de Teruel, que tanto sufrió durante la guerra civil, así como con la represión de posguerra y el período del maquis, donde la huella del general-gobernador Pizarro quedó marcada a sangre y fuego, tiene todavía una deuda pendiente con todos aquellos tenaces combatientes antifranquistas, con aquellos guerrilleros, unos conocidos, otros anónimos, con todos los enlaces civiles que, en circunstancias bien difíciles apoyaron su lucha por intentar abrir nuevos horizontes de libertad y de progreso social para España. En este sentido, además de iniciativas personales, familiares y asociativas, resulta importante destacar el marco legal que, pese a sus limitaciones en otros aspectos, abre la nueva Ley de la Memoria Histórica. También es justo destacar algunas iniciativas de instituciones municipales, comarcales o autonómicas para recuperar con dignidad esta página de nuestra historia turolense. En este sentido, diversas actuaciones del Programa “Amarga Memoria” del Gobierno de Aragón han asumido este deber cívico y moral y  han abierto horizontes nuevos en lo referente al compromiso institucional con este amargo capítulo de nuestra historia colectiva que durante tanto tiempo pretendió ocultarnos (o tergiversar) la derecha sociológica y política.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 11 enero 2008)

 

1947, EL AÑO DEL MAQUIS TUROLENSE

1947, EL AÑO DEL MAQUIS TUROLENSE

    

En la recuperación de la memoria histórica antifranquista, un capítulo importante fue el de la lucha guerrillera, el maquis, el cual tuvo su máxima actividad durante los años 1946-1947, especialmente en nuestras tierras turolenses. Eduardo Pons Prades en su libro “Guerrillas españolas” no duda en destacar que, la provincia de Teruel,  “fue sin lugar a dudas, una de las más guerrilleras de España. Tanto por la existencia de bases principales en todas sus zonas montañosas sin excepción como por la importancia de sus partidas y también por la duración del enfrentamiento guerrillas-fuerzas del orden” (p. 111).

En efecto, partiendo de sus bases de operaciones en el Maestrazgo, Cuencas Mineras y Montes Universales, diversas partidas guerrilleras actuaron a lo largo de toda la provincia. Este fue el caso de, entre otros, de “Espartaco”, una partida libertaria mandada por “Modesto”, un minero de Armillas, de la cual dependían otros grupos como los de “El Zagal” (un joven anarquista de Escucha), “El Macho” (Justiniano García) y “El Chaval” (Pedro Acosta), ambos libertarios y naturales de Utrillas, o el grupo de guerrilleros socialistas al mando de “El Soriano”. Otros dirigentes guerrilleros fueron “Rabós” y “Petrol” (José Ramia Ciprés), ambos de Aguaviva, “Paco el Serrano” (Francisco Serrano Iranzo) y su compañera “La Pastora” (Teresa Plá), los dos de Castellote, “El Pinchol” (Florencio Guillén), natural de Gúdar, “Jalisco”, “Pepito el de Mosqueruela”, el turolense “Delicado” o el grupo del anarquista alcañizano Paco Antolín. Cuando en 1947, momento álgido de la actividad del maquis en Aragón, la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), bajo dirección del PCE, destacará la figura de “Ricardo” (Pelegrín Pérez), posiblemente el mejor dirigente del maquis de cuantos actuaron en tierras turolenses.

La importancia del maquis en nuestra provincia nos la ofrecen los mismos datos oficiales. Según éstos, durante estos años se produjeron en las tierras turolenses las siguientes acciones: refriegas con las fuerzas del orden (73), muertos en la población civil (43), secuestros (27), sabotajes (57), golpes económicos (302), guerrilleros muertos (105), guerrilleros heridos (32), guerrilleros presos (67), guerrilleros entregados (10), enlaces de la guerrilla detenidos (812), fuerzas del orden muertos (12) y fuerzas del orden heridos (32). Como vemos, destaca el importante número de turolenses detenidos por colaborar con el maquis, así como los golpes económicos, a los que habría que añadir las multas a los delatores y confidentes de la policía. Entre los muertos, además de los maquis caídos, hay que añadir la ejecución de, además de algunos torturadores o confidentes policiales, a autoridades franquistas locales tales como los alcaldes de Villar del Cobo, El Cuervo, Tramacastiel o los casos del cabo de la Guardia Civil y el médico de Mas de las Matas. Estas acciones sólo sirvieron para desatar una violentísima represión, la cual, bajo el mandato del general Pizarro, caracterizó a la lucha antiguerrillera en las tierras turolenses.

Las principales acciones del maquis ocurridas durante 1947 fueron la voladura y descarrilamiento del ferrocarril Central de Aragón entre Barracas y Rubielos (7 mayo), asalto al tren pagador en Caudé (julio), ataque a dos camiones de la Guardia Civil que se dirigían desde Tragacete a Teruel (3 diciembre) el cual ocasionó 12 muertos u varios heridos y una brutal represalia posterior, o la ocupación de algunos pueblos como Sarrión, Foz Calanda o La Cerollera. En este último caso, ocurrido en una fecha tan simbólica para la dictadura como era el 18 de julio de 1947, el pueblo fue ocupado por un grupo de guerrilleros que se presentaron como miembros del Ejército de la República. Acto seguido, se ordenó que, en el término de 10 minutos, se personase un vecino de cada casa en la plaza en donde, ante una pancarta en la que podía leerse “Campesinos: los guerrilleros de Levante te protegen”, se procedió a la quema de los retratos de Franco y José Antonio y a izar la bandera tricolor en el Ayuntamiento. Posteriormente, se homenajeó en el cementerio a varios maquis muertos: tras cantar el “Himno del Guerrillero” y disparar salvas de honor, los combatientes volvieron al monte no sin  antes dar la mano al alcalde y al juez de paz.

La actividad guerrillera no sólo se dejaba notar en el monte, en las masías y en los pequeños pueblos serranos, sino que también se extendía a poblaciones más grandes como era el caso de Alcañiz. En la ciudad bajoaragonesa, en donde existían núcleos clandestino (y activos) de la CNT, la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD) y de Juventudes Socialistas (JSE), se tiene constancia que en vísperas del 18 de julio se colgaron banderitas republicanas y el grupo “La Monegal”, tapadera de la CNT local, actuaba como enlace de la guerrilla de la zona. De hecho la desarticulación de la CNT, ANFD y JSE alcañizanas en agosto de 1947, al poco de ser nombrado gobernador civil de Teruel el general Pizarro, dio lugar a varios asesinatos en Civán, y más tarde en Monroyo, así como a la desarticulación de 3 campamentos guerrilleros, entre ellos, el ya citado de La Cerollera.

Si bien es cierto que 1947 fue el momento álgido de la guerrilla antifranquista en la provincia de Teruel, también es cierto que la llegada del general Pizarro y la implacable represión desatada por éste contra el maquis y sus apoyos, produjo un cambio radical de la situación, tema éste al que nos referiremos en otro artículo.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 10 enero 2008)

 

OTRA VEZ ES 3 DE JULIO EN TERUEL

     Durante el verano de 1874, en plena III Guerra Carlista, los partidarios de Carlos VII controlaban la práctica totalidad de nuestra provincia y solamente resistían los fortificados enclaves liberal-republicanos de Teruel y Alcañiz. Así las cosas, en la noche del 3 de julio, los carlistas intentaron conquistar la ciudad de Teruel, en un ataque muy similar al que dio lugar a la “Cincomarzada” zaragozana de 1838.

     El ataque, iniciado en la zona de la Lombardera y del Arrabal, fue repelido por la Milicia Nacional, al mando de Víctor Pruneda, comandante de la misma y dirigente histórico del republicanismo federal turolense. Pese a ello, los atacantes, en connivencia con algunos carlistas del interior de la ciudad, logran penetrar en el interior del recinto defensivo por el área del corral de Roquillo, de donde fueron desalojados después de 6 horas de combates.

     Mientras esto ocurría, los carlistas lanzaron otro ataque por la Cuesta de la Jardinera, llegando a colocar escalas sobre la muralla, pero fueron repelidos por un nutrido fuego de fusilería.

     Al amanecer, convencidos los atacantes de la imposibilidad de apoderarse de la ciudad de Teruel, galvanizada por Pruneda para defenderse a todo trance, se retiran los carlistas no sin antes saquear e incendiar el Arrabal.

     Otro hecho de armas, muy similar al descrito, tuvo lugar al mes siguiente, el 4 de agosto de 1874, cuando nuevamente los carlistas, esta vez al mando del infante Alfonso-Carlos de Borbón-Parma (hermano del pretendiente Carlos VII), intentaron conquistas Teruel: la determinación de los defensores, nuevamente comandados por Pruneda, repelió el ataque evitando que la reacción carlista se adueñase de la capital.

     Estas dos fechas memorables, el “3 de julio” y el “4 de agosto”, le valieron a la ciudad de Teruel la concesión de los títulos de “Heroica” y “Siempre Heroica” que hoy ostenta. De igual modo, en memoria de los turolenses caídos en su defensa, unas lápidas recordaban sus nombres en el Ayuntamiento y, además, en 1895 se erigió el Monumento a los Mártires de la Libertad, el cual se hallaba en la Plaza de la Libertad (hoy de Fr. Anselmo Polanco).

     Ambos sucesos pasaron a ser conmemorados anualmente como fiestas cívico-políticas. La celebración del “3 de julio” se iniciaba a primeras horas de la madrugada con el repique del “campanico del Ángel”, posteriormente un pasacalle-retreta amenizaba al vecindario. El acto central era la “procesión cívica” que, partiendo de la Plaza de la Libertad y a los sones del Himno de Riego, realizaba sendas ofrendas florales en  el Corral de Roquillo y en el Monumento a los Mártires de la Libertad de Teruel. Además, al ser ambas fechas eran festivas en Teruel, cerraba el comercio, se engalanaban los balcones, las banderas ondeaba a media asta; por la tarde, los turolenses salían a merendar a las riberas del Turia, había corrida de toros y verbena popular en la Glorieta.

     Por todo lo dicho, estas fiestas tenían un profundo contenido político puesto que simbolizaban la defensa de la libertad contra todo tipo de reacción e intolerancia. Ello explica el entusiasmo con que las celebraban los progresistas turolenses (mayoritariamente republicanos) y el que la guerra civil y la posterior dictadura franquista prohibiese su celebración (la última vez que tuvo lugar fue el 3 de julio de 1936), a la vez que los requetés carlistas  demoliesen  el venerado Monumento a los Mártires de la Libertad.

     Tras la normalización democrática, mientras Zaragoza recuperaba su fiesta de la Cincomarzada, nada se hizo en Teruel en este sentido para reivindicar, tras años de dictadura y olvido, una de la páginas más memorables de nuestra historia ciudadana. Se dejó pasar el momento.

     La ciudad de Teruel, conocida universalmente por el arte mudéjar o los Amantes, pienso que debe ser, también, identificada como “la ciudad de la Libertad”, la que en las postrimerías del s. XV rechazó la implantación de la Inquisición, la que durante todo el s. XIX fue vanguardia de la democracia republicana española, la que en 1874 repelió con valentía y dignidad a la reacción carlista. Por ello, junto a la recuperación del sentido cívico de estas fechas, casi olvidadas, algún folleto didáctico, alguna mención en los libros de texto, debería de hacerse de esta página de nuestra historia turolense. De igual modo, recordando que el Monumento a los Mártires de la Libertad fue demolido por las fuerzas de la reacción, no estaría de más que algún monolito recordase su existencia en la antigua Plaza de la Libertad. Sería un hecho de justicia.

     Hoy, 3 de julio de 2005, ganada la libertad, otros son los combates que hay que librar para asegurar el futuro y el progreso de Teruel. Pero, hoy como ayer, también nos exigen lo mejor de nosotros mismos y, por ello, pienso que los viejos ideales del “3 de julio” laten hoy con fuerza en la conciencia cívica, en todos los movimientos ciudadanos que, como nuestros antepasados en 1874, luchan con tenacidad y convicción para que Teruel, nuestra tierra, siga existiendo y tenga un futuro digno, el futuro que nos merecemos todos los turolenses. 

José Ramón Villanueva Herrero 

(Diario de Teruel, 4 julio 2005)