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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA

En abril de 1915, hace ahora un siglo exacto, Rosa Luxemburgo, una de las más importantes e influyentes teóricas marxistas del movimiento obrero contemporáneo, militante activa del ala izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), estando presa en la Prisión Real para Mujeres de Berlín, empezó a escribir un libro de gran influencia en el socialismo internacionalista: La crisis de la socialdemocracia. En el mismo, como señalaba Ernest Mandel, la autora, expresaba “el sentimiento de rebeldía que había provocado en todos lo socialistas internacionalistas y revolucionarios el estallido de la primera guerra mundial y la cobarde capitulación de los jefes socialdemócratas ante su propia burguesía capitalista”. En efecto, Rosa, con un texto de rasgos duros y certeros, lleno de intensidad y convicción política, lanzó un contundente alegato no sólo contra la guerra, ese “gigantesco asesinato metódico y organizado”, sino también contra la traición de los 110 diputados del SPD que, liderados por Ebert y Scheideman, votaron el 4 de agosto de 1914 en el Reichtag a favor de los créditos de guerra y de este modo apoyaron, con delirio nacionalista, la participación de Alemania en la vorágine de una guerra que asoló Europa.
La lectura de La crisis de la socialdemocracia resulta muy recomendable ya que, si por aquel entonces los partidos socialdemócratas renegaron de sus ideales pacifistas y apoyaron una guerra brutal, ahora esos mismos partidos, no sólo han claudicado ante el embate neoliberal sino que, en demasiadas ocasiones, han asumido algunos de sus postulados político-económicos. De este modo, la crisis global no sólo ha acabado con logros sociales y económicos trabajosamente conseguidos sino que ha puesto de manifiesto la inoperancia de la socialdemocracia y, especialmente de lo que se llamó Tercera Vía, esa teoría ideada por Anthony Giddens, ese “marketing” político que intentaba convertir a la socialdemocracia en una ideología descafeinada, en un “socialiberalismo” y que tuvo, como fieles seguidores a Tony Blair y su New Laborism, sin olvidar el pragmatismo y su renuncia al marxismo de Felipe González, a las políticas de Schröeder en Alemania, de Zapatero en España o de Manuel Valls en Francia. Los efectos de este “giro al centro” saltan a la vista y, como señalaba Andrea Rizzi, los partidos socialdemócratas están siendo laminados en toda Europa no sólo por su nefasta gestión de la crisis económica sino, también, por la escasa credibilidad de sus propuestas políticas.
Si en 1915 Rosa Luxemburgo criticaba la inoperancia de la II Internacional para impedir el estallido bélico en Europa, constatamos ahora la absoluta ineficacia de la Internacional Socialista para frenar primero y presentar, después, un programa coherente, sólido y efectivo que hiciera frente a la devastación neoliberal, al deterioro de nuestro Estado de Bienestar, a la pérdida de derechos sociales y laborales, a la degradación de nuestra democracia.
Rosa, tras romper más tarde con el SPD fundó junto con Karl Liebknecht la Liga Espartaquista (1916) y más tarde, el Partido Comunista Alemán (KPD): ambos pagaron con su vida su coherencia política y fueron asesinados en enero de 1919 por los grupos paramilitares de la extrema derecha alemana. La incoherencia de la socialdemocracia propició la escisión comunista en el movimiento obrero internacional y ahora, tras unos años florecientes en los que los partidos socialdemócratas fueron artífices de la construcción del Estado de Bienestar en Europa, pueden convertirse en una fuerza marginal si no retoman, de forma inmediata, sus principios, su coherencia ideológica y su firmeza como fuerza progresista transformadora. De lo contrario, como advertía Rosa, la socialdemocracia desaparecerá (recordemos los casos de Italia o Grecia) “para dejar lugar a los hombres que estén a la altura de un nuevo mundo”. Y es que, en las circunstancias actuales, ante la desafección que producen los partidos socialdemócratas en Europa, era lógico que surgiesen nuevos movimientos políticos y sociales a su izquierda los cuales, ante la emergencia social debida a la involución y sufrimiento causado por las políticas de la derecha, ha hecho que algunos autores, como Antonio Méndez Rubio, aludan a la existencia, en la práctica, de un “fascismo de baja intensidad”. Por ello, debería de exigírseles, por responsabilidad histórica, que optasen por la convergencia política, por las candidaturas unitarias, por tender, desde la izquierda, todos los puentes de entendimiento que sean precisos. Recordando a Rosa cuando aludía el capitalismo como ese “mordisco de la fiera mortal” y de “aliento fétido”, esa misma imagen sería aplicable al neoliberalismo capitalista, salvaje y desregulado que se ha hecho dueño de nuestras vidas y haciendas, que impone sus intereses por encima de las instituciones democráticamente elegidas y ello exige unir fuerzas contra semejante fiera.
La socialdemocracia todavía tiene una oportunidad si, como nos recordaba Cándido Marquesán, es capaz de analizar el esfuerzo emancipador y de renovación ideológica del llamado Socialismo del siglo XXI que ha arraigado con fuerza en América Latina. Y, además de valorarlo, dejando atrás anacrónicos europocentrismos, sea capaz de extraer conclusiones prácticas de las políticas llevadas a cabo, por ejemplo, en Bolivia o Ecuador y, sobre todo, de aplicarlas. Tal vez así, la socialdemocracia vuelva a ser, como líricamente decía Rosa Luxemburgo hace ahora 100 años, esa firme “roca en medio del bramido del mar”, ese “gran faro” del socialismo internacional que nunca debió dejar de ser. De lo contrario, le espera un sombrío futuro con el riesgo cierto de convertirse en una fuerza política irrelevante, de desaparecer como motor de cambio y de justicia social.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 12 abril 2015)
UNA CONFERENCIA DE JUAN NEGRÍN

El domingo 1 de diciembre de 1929 la Casa del Pueblo de Madrid se hallaba abarrotada para escuchar la conferencia que, con el título de “La ciencia y el socialismo”, iba a pronunciar Juan Negrín López, un prestigioso médico e investigador científico que poco antes se había afiliado al PSOE. Releyendo su texto y el eco que tuvo en la prensa de la época, ahora que el PSOE se halla en una encrucijada histórica, se nos ofrece algunas reflexiones de interés, significativos paralelismos y contrastes con la situación presente.
En primer lugar, la figura del conferenciante, de Negrín, el cual, tras décadas de oprobios e infundios, ha ido recuperando la talla histórica que merece como estadista y como una de las figuras más relevantes del socialismo español. Negrín,, tras realizar brillantes estudios de medicina en Alemania, Harvard y Nueva York, era catedrático de Fisiología en la Universidad Central de Madrid en donde formó a futuros investigadores como Grande Covián o Severo Ochoa y, pese a su gran prestigio, abandonó sus actividades investigadoras para dar el paso a la política. Ello, en estas fechas en que lamentamos la pérdida de José Luis Sampedro, nos recuerda la importancia que siempre ha tenido, y sigue teniendo, el compromiso de los intelectuales con la realidad política y social, de su intento por transformarla desde los valores de la ética y la justicia. Por ello, el PSOE, un partido de extracción obrera, recibía con entusiasmo la adhesión a sus filas de intelectuales de prestigio, esos intelectuales que, como señalaba Negrín, sienten el deber de “decir algo interesante y transmitirlo”.
En segundo lugar, el momento en que tuvo lugar, esto es, en la fase terminal de la dictadura del general Primo de Rivera, con un enorme descrédito de la monarquía de Alfonso XIII, proceso que traería poco después el esperanzador alborear de la II República el 14 de abril de 1931. Entonces, como ahora, los errores, torpezas y anacronismos de la monarquía, abrían el camino a la democracia republicana y por ello el PSOE, por encima de accidentalismos, debía de actuar como lo que es en esencia, como un partido “exclusivamente republicano”, ideal que, en la España actual, está recuperando afortunadamente el partido fundado por Pablo Iglesias.
La conferencia de Negrín se inicia exponiendo las razones que le indujeron a ser socialista a partir de sus convicciones profundamente republicanas pero, como señalaba seguidamente, “ser solamente republicano en nuestro país es no ser nada. Libertad política sin fundamento económico no sirve de nada”. Consecuentemente, dio el paso hacia el socialismo pues, al margen de la democracia formal, lo esencial, ayer como hoy, es el logro de derechos sociales y económicos para los sectores más desfavorecidos, algo que hoy en día tiene un especial significado ahora que nuestra sociedad está azotada por el drama del desempleo, los desahucios y la pérdida de derechos laborales y sociales.
Otro de los puntos interesantes de la conferencia hacía referencia a los ideales internacionalistas del socialismo. En estos tiempos de globalización neoliberal, es cuando más necesario resulta reafirmar la utopía internacionalista tanto en cuanto significa la universalización de los valores de la libertad, la justicia social y la solidaridad, una globalización imprescindible en esta época convulsa en que vivimos. Como señalaba Negrín, el ser internacionalista, no era sinónimo de ser “antipatriota”, pero ello no le exime de criticar con dureza todo tipo de nacionalismo excluyente, pues el socialismo no puede “compartir ni siquiera de lejos, el patriotismo agresivo, burdo, intolerante que cultivan los nacionalistas” y se pregunta en voz alta: “Cómo no hemos de poner el interés general de la Humanidad por encima del interés particular de la nación?”. Estas afirmaciones, desde la perspectiva actual, suponen un rechazo tanto al nacionalismo rancio y centralizador de la derecha españolista, ahora alentado de nuevo por las políticas del Partido Popular, como también, una firme oposición al espíritu insolidario y excluyente que anima a los nacionalismos periféricos. Por ello, Negrín no comprendería la excesiva deriva nacionalista de partidos nominalmente socialistas y en este sentido, un ejemplo serían las dos almas que pugnan dentro del PSC para marcar su rumbo futuro.
Para cambiar las cosas, Negrín recordaba que hay que implicarse, que no debemos desentendernos como ciudadanos de la política. Por esta razón, rechazaba el apoliticismo, la actitud de quienes se inhiben de la realidad y de los problemas de su tiempo (bien fuera la crisis de la monarquía en 1929, o de la crisis global, ahora), puesto que los apolíticos eran, a fin de cuentas, “conformistas” que, como apuntaba Negrín, en momentos históricos cruciales, “es lo peor que se puede ser”. Y, poniendo el ejemplo español, donde la política había sido tradicionalmente patrimonio de los caciques, de las oligarquías políticas y económicas que monopolizaban el poder, como ahora lo hace una clase política demasiado alejada del sentir y de los sufrimientos de la ciudadanía, la participación política era una herramienta de cambio tanto en cuanto debe servir para canalizar la indignación y la rebeldía social. Y ya para terminar, ahora que tanto se habla de la crisis de confianza política, Negrín afirmaba de manera premonitoria que, “en estos momentos en que tanto se detesta la política, achacándole todos los males que aquejan al país”, España había “enfermado” y, como buen médico, nos ofrecía su particular diagnóstico: “no es a causa del exceso de actuación política de sus habitantes sino por todo lo contrario. La mala política fue posible porque el pueblo vivió alejado de la lucha, porque no se le consintió intervenir en la actividad política”. Por ello, el compromiso cívico y el impulso de la democracia participativa son los instrumentos de un cambio social que, como nos recordaba Juan Negrín, era tan imprescindible en 1929 como lo es, también, ahora.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 28 abril 2013)
WILLY BRANDT Y SU CENTENARIO

En este año que ahora comienza, se cumple el centenario del nacimiento de Herbert Kart Frahm, más conocido como Willy Brandt (1913-1992), uno de los políticos más destacados de la Europa del s. XX y un referente, junto con Olor Palme, Bruno Kreisky o François Mitterrand, de la socialdemocracia moderna, y que tanto influyó en Felipe González y en el PSOE durante los decisivos años de la transición democrática española.
Willy Brandt, afiliado al ala izquierda de las Juventudes del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en 1929, abandonó éste partido unos años más tarde para unirse al Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania (SAPD), fundado por socialistas de izquierda que reprochaban al SPD su “reformismo exagerado”, tal y como señalaba Gérard Sandoz.
Con la llegada del Hitler al poder en 1933, y huyendo de la “peste parda” del nazismo, se exilió en Noruega, momento en el cual tomó el nombre por el cual es universalmente conocido. Allí, fue fundador y secretario de la Oficina Internacional de Organizaciones Juveniles Revolucionarias. Poco después, al estallar nuestra guerra civil, viajó a la España republicana como representante del SAPD y, al igual que el escritor británico George Orwell, estuvo durante una parte de 1937 junto a las milicias del POUM en el frente de Huesca. Sobre esta experiencia en tierras aragonesas, años más tarde Brandt declaró que lo que presenció y vivió cerca de la capital oscense marcaría su vida y le sirvió para reafirmarse en sus ideales socialistas y en su defensa del pacifismo, como más tarde tuvo ocasión de poner en práctica durante el período de la Guerra Fría y la peligrosa confrontación entre los bloques del Este (comunista) y el Oeste (capitalista) con la amenaza latente del estallido de una temida III Guerra Mundial con el probable uso del arma nuclear.
Tras su paso por la España republicana, y el posterior estallido de la II Guerra Mundial, abandonó Noruega (cuya ciudadanía había obtenido) tras la ocupación del país báltico por las tropas nazis y se refugió en la neutral Suecia. Concluida la contienda, regresó a su Alemania natal y se reincorporó a las filas del SPD, partido en el cual desarrolló el resto de su larga e intensa carrera política hasta que un cáncer acabó con su vida en 1992.
De la trayectoria ideológica de Brandt, como la de otros políticos socialdemócratas, dejando atrás sus radicalismos juveniles, fue evolucionando hacia posiciones más centristas, proceso en el cual resultó decisiva la influencia del socialismo escandinavo. De hecho, la evolución de Brandt es paralela a la que tuvo lugar en las filas del SPD, partido que inició un proceso gradual de desmarxistización a medida que el “milagro alemán” de la postguerra se consolidaba mediante la implantación de medidas propias del liberalismo económico. A partir de aquí, la carrera política de Brandt fue ascendente: como alcalde de Berlín-Oeste (1957-1966), tuvo que hacer frente a las consecuencias de la construcción del Muro que en 1961 dividió a la capital germana y que supuso el máximo momento de tensión en las relaciones entre el Este comunista y el Oeste capitalista; más tarde, como ministro de Asuntos Exteriores en la llamada “Gran Coalición” CDU-SPD (1966), evidenció sus mejores dotes políticas impulsando la llamada Ostpolitik (“la política oriental”), la apertura de la República Federal Alemana (RFA) hacia los países del Este, lo cual supuso la normalización de las relaciones con los países comunistas del Pacto de Varsovia, especialmente con la República Democrática Alemana (RDA), así como la firma de los acuerdos fronterizos con Polonia y Checoslovaquia y, en definitiva, el entierro de la Guerra Fría.
Brandt llegó a canciller de Alemania tras la histórica victoria electoral del SPD en los comicios de 1969, tras lograr la socialdemocracia germana el apoyo de las clases medias, aunque para ello tuvo que renunciar a parte de su identidad marxista y aceptando la hegemonía del pragmatismo político sobre toda preocupación ideológica. Es el ejemplo de la que Sandoz ha dado en llamar “la izquierda respetuosa”, aquella que no cuestiona los cimientos del sistema, aquella cuyo programa reformista socialdemócrata se integraba plenamente en el sistema y que no sólo ha renunciado a sus principios marxistas, sino que ha terminado aceptando los postulados del capitalismo liberal y ahí está la errática senda que seguirían posteriormente Felipe González, el Nuevo Laborismo de Blair, o las Terceras Vías de Schroeder o de Zapatero.
Pero donde quedó patente la talla de estadista de Brandt es como impulsor de la Ostpolitik y, con ello, de la distensión entre el Este y el Oeste enfrentados durante la Guerra Fría, lo cual le hizo digno merecedor del Premio Nobel de la Paz en 1971. Por ello, es necesario recordar la memoria de Brandt, cuyo legado político, su visión del futuro de Europa, su influencia en muchos partidos socialdemócratas, entre ellos el PSOE, desde su puesto como presidente de la Internacional Socialista (1976-1992), contrasta con la actual hegemonía conservadora de corte prusiano de la canciller Merkel, incapaz de promover una “Südpolitik”, una política de cooperación solidaria con los países del sur de Europa que, como Grecia, Portugal, España o Italia, están ahogados por la crisis y por la rigidez de las políticas de austericidio económico impuestas por la canciller germana.
Por ello, en este año en que se cumple el centenario del nacimiento de Willy Brandt, su recuerdo nos hace pensar en que hoy es más necesario que nunca la aparición de auténticos estadistas de su talla y proyección política y, desde luego, de una nueva socialdemocracia renovada y refundada desde sus cimientos.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 22 febrero 2013)
EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

En América Latina, durante décadas sometida a sangrientos regímenes dictatoriales y a una voraz explotación económica, se han producido en estos últimos años una serie de interesantes cambios políticos tras el advenimiento en estos países de diversos gobiernos progresistas y de izquierda. Este sería el caso de la llegada al poder de Hugo Chaves (Venezuela, 1999), Lula (Brasil, 2002), Evo Morales (Bolivia, 2005), Rafael Correa (Ecuador, 2006), Fernando Lugo (Paraguay, 2008), José Múgica (Uruguay, 2009) y, también, Ollanta Humala (Perú, 2011). Por esta razón, parece emerger en América Latina movimientos alternativos al capitalismo, un nuevo tipo de socialismo para el siglo XXI, algo especialmente destacable en estos momentos de declive ideológico, social y electoral de la socialdemocracia en Occidente, excepción hecha del esperanzador cambio político ocurrido en Francia tras la victoria del François Hollande.
El término “socialismo del siglo XXI”, acuñado por Heinz Dieterich Steffan, ha sido popularizado por Hugo Chavez y, desde una perspectiva marxista, pretende construir una sociedad libre de explotación y, frente a los que en Occidente claman por “menos Estado”, eufemismo tras el que enmascaran su deseo de “menos democracia”, el socialismo del siglo XXI apuesta decididamente por el reforzamiento del poder estatal, democráticamente controlado, como forma de avanzar hacia el desarrollo económico y social de América Latina. Igualmente, fomenta la democracia participativa y las organizaciones de base, el tejido social, aspectos éstos que tanto se socavan en nuestro Occidente, azotados como estamos por las imposiciones del neoliberalismo que nos están conduciendo a una democracia devaluada. En palabras de Chavez, estos movimientos socialistas emergentes deben basarse en “la solidaridad, la fraternidad, el amor a la libertad y en la igualdad”.
Ciertamente, las experiencias surgidas en estos últimos años en América Latina evidencian que no existe un modelo único para lograr una sociedad democrática, participativa, socialista y sin clases sociales, pero se van abriendo horizontes hacia el ideal de emancipación y justicia social. Tal es así que, tras el estallido de la crisis global en 2007, en todos estos movimientos políticos y sociales latinoamericanos, se produjo un impulso decidido hacia la búsqueda de alternativas al capitalismo, razón por la cual Boaventura de Souza Santos señalaba con acierto que América Latina “ha sido el continente donde el socialismo del siglo XXI entró en la agenda política”. Entre las características de este socialismo emergente, como señalaba David Choquehuanca, ministro de Asuntos Exteriores de Bolivia, frente al capitalismo que prioriza el lucro desmedido y voraz a cualquier precio, estos movimientos alternativos reivindican el concepto indígena del “vivir bien”, entendiendo por ello el cuidado del bien común, la sostenibilidad de la tierra y la salud integral de cada persona.
El ideario del socialismo del siglo XXI se plantea en tres etapas sucesivas: la transición de la dictadura a la democracia; seguidamente, el paso del colonialismo a la descolonización (fase en la que se han producido sonadas nacionalizaciones para que estos países recuperasen su soberanía económica plena) y, como etapa final, la transición del capitalismo al socialismo, un proceso todavía embrionario y no exento de contradicciones. En esta línea, es donde se sitúa el Socialismo Bolivariano, impulsado por Hugo Chávez en Venezuela y por los países que forman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA). Pese a los errores propios y las deformaciones interesadas de sus detractores, la Revolución bolivariana se basa en tres principios: la igualdad y dignidad de todas las personas, especialmente las culturas oprimidas; la educación, como palanca de transformación social (algo que debemos recordar con especial énfasis en España donde se están atacando frontalmente los valores y principios de la Educación Pública) y, por último, la necesidad de la unión civil y militar para consolidar este proceso de transformación social y política.
Es importante destacar también que todos estos movimientos cuentan con el apoyo de los sectores cristianos progresistas vinculados a la teología de la liberación. En este sentido, desde los años 60 del pasado siglo, resulta evidente la participación de los cristianos progresistas en lo que ha dado en llamarse “procesos sociales liberadores”: ahí está el ejemplo de Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff, Jon Sobrino, Frei Betto o los de Ignacio Ellacuría y Oscar Romero, cuyo compromiso social les costó la vida.. Como señalaba el religioso brasileño Marcelo Barros, “en este camino a un nuevo tipo de socialismo”, uno de sus elementos característicos, es la participación de grupos cristianos “comprometidos en la transformación social del mundo” por lo que reivindica un “espiritualidad socialista para el siglo XXI” basada en ideas de Ellacuría (la defensa del pueblo “crucificado”) y de Oscar Romero, que demandaba la necesidad de dignificar la política, (“la gran política”, decía) para dar respuestas clamor de los oprimidos y defender modelos de producción y consumo más justos y sostenibles.
De este modo, el Socialismo del siglo XXI emergente y los movimientos cristianos progresistas de América Latina parecen unir sus fuerzas para hacer realidad el ideal de Simón Bolívar, el cual soñaba con “unir a todos los pueblos de esta inmensa patria grande y poder hacer bien al mundo todo”. Y es que, como recordaba Pedro Casaldáliga, en esta tarea, “somos obreros de la Utopía”.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 13 agosto 2012)
COMUNICADO DE LA ASAMBLEA DE MILITANTES DEL PSOE DE ARAGÓN

En el día de hoy, cerca de 150 militantes del PSOE, se han concentrado a las puertas del PSOE de Aragón, atendiendo a la convocatoria de asamblea, que diversos colectivos, plataformas, agrupaciones socialistas, y militantes de base, habían realizado.
El orden del día de la asamblea era analizar la situación actual del partido, tras las últimas elecciones, generales. La Asamblea no se ha podido realizar, al encontrarnos con que la sede del Partido había sido cerrada, por órdenes de la Secretaría de Organización Regional del PSOE.
Ante estos hechos los militantes de base, optaron por reunirse en un bar, forzados por la situación, y realizar un debate sobre éstos hechos. Entre los asistentes a la fallida Asamblea, se encontraban miembros de Nuevo Socialismo, Sexto Espacio, Izquierda Socialista, y del Taller de las Izquierdas, así como afiliados de Huesca, y de la Agrupación de Alcañiz (Teruel), así como afiliados de todas las agrupaciones locales de Zaragoza, siendo destacada en el caso de la Agrupación de San José, queremos manifestar lo siguiente:
1º) El malestar e indignación de los militantes, ante la decisión de cerrar la sede para evitar la Asamblea, por parte de la dirección del partido, es absoluto. Consideramos que los hechos son de una gravedad extraordinaria, por lo que suponen de conculcación de derechos fundamentales, reconocidos en la Constitución española, como es el derecho de reunión.
2º) El malestar con las diversas direcciones del Partido, tanto provinciales como regional, y federal, tras los resultados obtenidos por el partido el 20N, ha quedado superado por el estupor que esta decisión supone, y que no cabe calificar como un CERROJAZO de la dirección a los militantes.
3º) Queremos recordar, que tras las elecciones municipales y autonómicas y la clara derrota que supusieron, y ahora con la derrota del 20N, los militantes del Partido, no han podido realizar acto alguno, en el cual se haya dado, ni gestión, ni explicación alguna en comparecencia pública y abierta a un debate con los militantes, por tanto estamos ante un Partido huérfano de debate, después de una doble y estrepitosa derrota, sin paliativos , ni precedentes en la historia del socialismo español, aragonés y zaragozano de los últimos 30 años.
4º) Además de factores claramente vinculados a la crisis económica, y de características internacionales, o presiones de mercado, que condicionan claramente la acción institucional, y que favorecen un desgaste del Gobierno, los ciudadanos han dado un claro mensaje al PSOE en el sentido de que es necesaria una apertura del Partido, tanto a la sociedad, como a los militantes. En lugar de atender al clamor general de los militantes, y simpatizantes que piden esa apertura, nos encontramos con una dirección que lo que hace es todo lo contrario de lo que le reclaman los ciudadanos, y militantes, se cierran más todavía los escasos mecanismos democráticos de que dispone el PSOE. Ese mecanismo supremo, es la Asamblea abierta, sin etiquetas, ni liderazgos de ninguna corriente, grupo, agrupación o plataforma interna, simplemente, un debate abierto, entre los militantes de todos los colores, que reflexionan de forma democrática, serena y consciente de la responsabilidad del momento, para tratar de buscar las causas, los fallos, las recomendaciones, etc. En una palabra tratar de mejorar el Partido por la vía de la democracia interna, sin tutelas, ni cargos a repartir, pedimos y por eso se convocó la Asamblea, un debate sin la mediación del interés a corto plazo, de la lucha interna por el poder, sino de la conexión con el pueblo, y comprensión de los graves problemas que padecemos, para ordenar un debate, que permita profundizar tanto en los problemas, como que incorpore la necesaria participación de aquellos que son agentes principales del Partido, de los militantes, la Asamblea, tenía por objetivo, DAR LA PALABRA, a la gente común, procedente de todos los barrios de Zaragoza, y de las diferentes provincias, para hacer una radiografía de la situación actual y realista.
5º) A los llamados y discursos que hemos oído en la noche del 20 N trasladando por parte de la dirección, una necesaria unidad y cohesión interna, nosotros oponemos el modelo de los socialistas franceses, que de forma ejemplar, en fechas muy recientes, han sabido corregir el rumbo, aprendiendo de sus errores, y han dado la palabra no solo a militantes, sino también a simpatizantes del Partido, por la vía de unas primarias modélicas, con una participación de 2 millones de franceses, incluso pagando 1 euro por votar.
6º) La posición de la mayoría silenciosa, que representa la sufrida militancia del PSOE, tratando de evitar debates antes de las elecciones, precisamente para no desgastar al Partido, y que ha tenido como referente la prudencia, a pesar de darse de baja nada menos, que la escalofriante cifra de un 65 % de los militantes del Partido en Zaragoza capital, se opone la posición inmovilista de una dirección, que lejos de utilizar la diplomacia y la negociación, ha forzado una innecesaria posición de fuerza, desafiando precisamente a aquellos que no solo les han votado y elegido, sino que además son los depositarios de la soberanía máxima, pues son los militantes, quienes tendrán que votar a la nueva dirección. Ha sido desde esa prudencia, paciencia y disciplina interna, desde la que se han dado demoras a las convocatorias, para esperar a que pasaran las elecciones, pero una vez finalizado el proceso electoral, y coincidiendo con la apertura ya de un nuevo proceso congresual, los militantes no solo tienen el derecho, sino la obligación de ejercer el derecho, tanto a la libertad de expresión, como de reunirse para debatir las propuestas que se han de llevar a cabo en el futuro más próximo.
7º) La militancia, consideramos que debe recuperarse el Partido, que actualmente el principal problema consiste en que NO hay partido, sino una mera élite de cargos públicos, que desde la dirección del partido, tratan de blindar su posición mayoritaria, con el agravante de que no se da gestión desde hace años, sobre su actividad pública tanto en las instituciones, como en el Partido.
8º) Los militantes de Huesca, han confirmado que de forma subrepticia, también se han intentado convocar a los militantes para debatir la situación, y con otras fórmulas, más sibilinas, también se han puesto en marcha maniobras por parte de la dirección para evitar los debates, y han coincidido con los afiliados de Zaragoza en que la sensación de cerrar el paso por parte de la dirección en Huesca, al libre debate es de las mismas proporciones. Se da el caso referido por uno de los asistentes que incluso ha habido amenazas e insultos, por no participar en la campaña electoral, a la hora de ensobrar la propaganda electoral.
9º) Por parte de Alcañiz (Teruel), se ha recordado la situación extrema de la agrupación, en la cual hubo primarias, que gano el anterior Comité Local, que a raíz de estos resultados, que no fueron del agrado de la dirección provincial y regional, se disolvió la agrupación, formando una gestora, y que se abrieron 7 expedientes disciplinarios, incluso a un senador, por manifestar su desacuerdo con los criterios de la dirección. La actual dirección del PSOE turolense, desacreditada por los sucesivos fracasos electorales y por haber vulnerado reiteradamente la democracia interna y la voluntad mayoritaria de los socialistas alcañizanos, es la que ahora demanda, sin ninguna credibilidad por su parte, que hay que “cambiar el partido para hacerlo más participativo”, algo que, los hechos lo demuestran, nunca han permitido y por lo que han sido acosados y expedientados todos aquellos militantes que han tenido el coraje de manifestar posiciones críticas con las imposiciones de la dirección provincial socialista.
Finalmente consideramos que ir a nuestra casa, que es el Partido, y encontrarla cerrada, provoca unos sentimientos de impotencia y frustración, que lejos de activar la militancia y la ilusión por la recuperación de un programa común, y de unir a los socialistas en estos difíciles momentos, provoca una sensación de utilización de la militancia, única y exclusivamente para el interés y el favor de la adquisición del poder por parte de una casta, que pretende mantenerse al margen de la crítica y la labor colectiva, que es lo que es y así está reconocido por la Constitución un partido político. Como dice la Carta Magna, los partidos políticos son pilares de la democracia, por tanto, aquellos que osen desafiar a la democracia, utilizando maniobras de interés personal, manejando el poder en su favor personal, están condenados a su autoexclusión, pues no es admisible en democracia, el autoritarismo, en que parecen quererse instalar aquellos que han dejado en la calle a los únicos y supremos dueños del Partido, sus militantes, que son la base del socialismo de Pablo Iglesias, y olvidan que al final los militantes decidirán a quien dejan en la calle con su voto en los próximos congresos, pronto lo verán.
Zaragoza a 22 de Noviembre de 2011
EN RECUERDO DE OLOF PALME

Abducidos por la crisis, en estos tiempos de naufragios y renuncias de la socialdemocracia en la práctica totalidad de los países europeos, hay políticos cuya memoria emerge con fuerza y su legado político trasciende fronteras. Este es el caso de Olof Palme (1927-1986), el carismático político socialdemócrata sueco de cuyo asesinato se ha cumplido este año el 25º aniversario y que sigue siendo un símbolo para todos quienes seguimos apostando por la utopía del progreso y la justicia social, sin que por ello dejemos de ser conscientes de la realidad diaria, tantas veces adversa, que es necesario transformar. Y es que Olof Palme siempre insistía en la necesidad de la utopía en el trabajo político cotidiano para que el reformismo socialdemócrata no se convirtiese en un mero gestor del sistema sin plantearse su transformación. De hecho, y ello resulta muy actual en el momento presente, Palme ya nos advertía en su tiempo de que “las fuerzas del mercado dirigirán esta sociedad con mano de hierro” a no ser que la socialdemocracia practicase lo que él llamaba “una política de bienestar constructiva”, avanzando gradualmente en la extensión y prestaciones del Estado del Bienestar, “porque uno tiene que agarrar la realidad por algún sitio para poder transformarla”, oponiéndose de este modo con firmeza a cualquier reforma que supusiera un retroceso en los derechos laborales o sociales logrados con tanto esfuerzo.
La lección y el mensaje de Palme adquieren especial actualidad en estos tiempos para la desnortada socialdemocracia europea. Por ello, su pensamiento nos insta a recuperar los ideales y los valores propios de la socialdemocracia clásica: igualdad, justicia social, las cuales debían de superar fronteras con arreglo a una permanente solidaridad internacionalista, unido a la defensa del medio ambiente y del pacifismo. Para todo ello, era, y es, fundamental la cooperación constante entre la socialdemocracia y el movimiento sindical para avanzar no sólo en la política salarial y el diálogo social, sino, también, dar pasos decididos en la democratización de la vida económica y de las empresas. Con especial orgullo, recordaba que “fue la socialdemocracia, en país tras país, la que tuvo que conquistar los derechos humanos fundamentales y los derechos sindicales en lucha contra las clases dominantes de la sociedad burguesa”, una tarea, que hoy, resulta más necesaria que nunca continuar en unión de todas las fuerzas políticas y movimientos sociales de signo progresista.
Olof Palme siempre fue un firme defensor del Estado del Bienestar, tan zarandeado por las políticas neoliberales alentadas al socaire de la crisis global y, ya en 1984, advertía de que “los conservadores atacan la idea misma de la sociedad del bienestar, la idea de que el bienestar del individuo depende de la comunidad”, ideas éstas que las políticas conservadoras nunca han aceptado por motivos ideológicos y políticos, escudándose en su defensa de un liberalismo a ultranza, lo cual les lleva a sacralizar el “mercado”, en la misma medida que denostan la intervención reguladora de los poderes públicos en aras a su lucha contra las diferencias sociales y a favor de las políticas de igualdad. Es por ello que Palme incidía tanto en la necesidad de extender el sector público estatal, pues lo consideraba esencial para el buen funcionamiento de una economía avanzada y, por ello, en el caso español, añoramos la existencia, en las circunstancias actuales, de una potente Banca Pública que generase un crédito rápido y barato para propiciar la reactivación económica, o la de un sector público industrial, pues ambos fueron desmantelados por razones más que cuestionables.
Dado que el nudo gordiano de la situación actual es la política económica, cuyo enfoque y gestión acertada no sólo nos afecta a nosotros, sino también a las generaciones futuras, Palme le recordaba a Felipe González, allá por el año 1985 los objetivos que, desde una visión socialdemócrata avanzada, debía ésta de tener, objetivos de total y absoluta vigencia en los tiempos que vivimos: “una política económica que garantice el crecimiento al mismo tiempo que mantenemos el empleo, defendemos las conquistas sociales, profundizamos en la democracia económica y defendemos nuestro medio ambiente”, todo un legado para enarbolar con tenacidad ante la actual dictadura de los mercados que imponen sus medidas e intereses ante los gobiernos democráticamente elegidos, razón por la cual algunos pensadores no dudan en señalar, y razón no les falta, que estamos sufriendo un auténtico “fascismo económico” que ha degradado de forma preocupante la calidad democrática de nuestra sociedad, los valores sobre los que se sustenta nuestra democracia representativa
Por ello, es tan importante estar atento a las principales demandas que legitiman la indignación de una parte considerable de nuestra ciudadanía, de amplios sectores de la juventud, de los parados, jubilados y otros sectores sociales especialmente azotados por la crisis y que se nuclean en torno al Movimiento 15-M. También en este sentido, Palme, ya apuntaba caminos para avanzar hacia una democracia real en cualquier sociedad que pretenda abrir horizontes de progreso y justicia social, pues consideraba que, “la condición indispensable para llevar hacia delante el desarrollo es la existencia de ciudadanos conscientes, críticos y activos. Y hasta que el individuo, con todas sus particularidades y sus sueños, no pueda influir en la toma de decisiones, la democracia no podrá echar raíces firmes y no podrá construirse una sociedad donde reinen la armonía y la justicia”.
Este es el legado que, ahora, a los 25 años de su asesinato, nos dejó Olof Palme, un hombre honesto, sencillo y coherente al que el poder nunca lo cambió porque, como él mismo decía, “para que no se le embote a uno la humanidad, es necesario tener el coraje de salir del bunker del Gobierno y, como cualquier persona corriente, irse una tarde al cine, y caminar por la calle encharcada de nieve hacia el Metro”. Y así fue: Palme, Primer Ministro de Suecia, fue asesinado el 28 de febrero de 1986, cuando salía, como un ciudadano más, de un cine de Estocolmo. No llevaba escolta.
En estos tiempos de desánimo y desconcierto, es más necesario que nunca el recuperar la fuerza de las ideas, de la utopía, pues, como Palme recordaba, “sin esperanza, no hay prisión tan abrumadora como el futuro”.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón y Diario de Teruel, 20 noviembre 2011)
TRAS LA TEMPESTAD

Los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo, han supuesto un auténtico “tsunami popular”, en expresión de Miguel Ángel Revilla, el todavía presidente de Cantabria, cuyos efectos han ocasionado un verdadero cataclismo electoral para el PSOE, una tempestad que ha arrasado, salvo contadas excepciones, con todas las parcelas de poder local y autonómico hasta entonces regidas por los socialistas.
La derrota electoral era previsible, no tanto la magnitud que alcanzó la tempestad que tanto ha zarandeado el barco socialista amenazándolo con un grave naufragio. Se podrá decir que el desastre ha sido consecuencia de la crisis económica, y es verdad, como también lo es que el Gobierno socialista ha sido incapaz de ofrecer una salida socialdemócrata a la crisis mucho mas justa, solidaria y progresista que el camino de ajuste neoliberal que le ha sido impuesto desde el exterior…y que ha aceptado disciplinadamente, con el consiguiente desconcierto primero y creciente indignación, después, de las bases sociales y electorales socialistas.
Pero no sólo eso: el problema es mucho más profundo pues estos comicios han castigado de forma contundente el giro a la derecha del Gobierno del PSOE, desde que un nefasto 12 de mayo de 2010, Zapatero anunciara en el Congreso unas medidas de ajuste económico alegando la inaplazable necesidad de realizar “un esfuerzo nacional, colectivo y justificado” para salir de la crisis, asumiendo de éste modo dócilmente las imposición de medidas neoliberales, totalmente contrarias al ideario socialdemócrata. El sociólogo Marcos Roitman señalaba recientemente que era inaceptable el que “la crisis que la han generado los de siempre, quieren que la paguemos los de siempre”. Y ese es el problema de fondo: el constatar que la crisis ha desbordado a la política, los mercados han robado no sólo nuestros recursos, sino también la soberanía popular, los especuladores han logrado desestructurar a las fuerzas políticas de la izquierda. Todo ello explicaría el derrumbe electoral del PSOE: no ha sido un problema de “comunicación”, sino de rechazo a una política económica equivocada, injusta y antisocial que no sólo ha dejado inoperantes los ideales socialdemócratas, sino que, como consecuencia, ha abierto las puertas a una derecha dispuesta a aplicar nuevas medidas de ajuste y privatización de los servicios públicos.
Tiene razón Pepe Blanco, cuando, tras el desastre electoral señalaba que “no es el momento para lamentarse, sino para levantarse”. Es cierto: algunos dirigentes, deberían de asumir su responsabilidad ante semejante catástrofe electoral, levantarse de su puesto…y dimitir. Sería algo que, como ha hecho la Ejecutiva de ERC, les honraría. De lo contrario, y recordando casos como el fiasco ocurrido en Alcañiz, en donde el aparato provincial socialista impuso una lista electoral que no contaba con la legitimación democrática que le hubiera conferido el apoyo mayoritario de la militancia alcañizana, ha llegado el momento de exigir las responsabilidades políticas correspondientes.
Así las cosas, tras la tempestad, el barco socialista debe de marcar un nuevo rumbo, el cual sólo puede ser fijado por dos claras coordenadas: un imprescindible y urgente giro a la izquierda de sus políticas, y un aumento de la democracia interna en el partido ampliando los cauces de participación y respetando la voluntad de su militancia…aunque sea contraria a los intereses del “aparato”.
En cuanto al giro a la izquierda, la crisis de la socialdemocracia exige que ésta redefina su función, recupere sus valores, y asuma con valentía su papel para volver a liderar un modelo sostenible que suponga una alternativa efectiva a la ofensiva neoliberal en campos clave como el financiero, el fiscal y el social. En este sentido, resulta necesario, como señalaban recientemente Iñaki Gabilondo, y también Santiago Carrillo, reorganizar (o refundar) los partidos de izquierda para que sean capaces de ofrecer una salida social a la crisis, como también lo es que, en ese camino, habrá que tener muy en cuenta a fenómenos tan interesantes como Movimiento 15-M tanto en cuanto tienen de valioso como regeneradores de nuestra democracia y abanderados de las demandas y propuestas de progreso social de amplias capas de la ciudadanía, que, como los jóvenes, no se sienten representados por los partidos convencionales, convertidos en máquinas electorales y en “empresas de poder”. Y es que, como se señalaba en el célebre Manifiesto de los economistas aterrados promovido por la AFEP (Association Française d’Economie Politique) de septiembre de 2010, “a medida que se hagan evidentes las consecuencias desastrosas de las políticas adoptadas hoy, aumentará por toda Europa el debate sobre las alternativas”. Y así ha sido, tal y como lo ha puesto de manifiesto la expansión del movimiento de los “Indignados” y de “Democracia real ya”.
La segunda coordenada que debe seguir el barco socialista es la de profundizar en su democracia interna, tal y como se contempla en el artículo 6º de nuestra Constitución. Resulta evidente que hay que fomentar medidas tales como la implantación de primarias (el mejor proceso de legitimación democrática) a la hora de elegir los candidatos idóneos en los distintos niveles de representación orgánica o institucional, las listas abiertas o la limitación de mandatos. En definitiva, medidas que fomenten la participación y la capacidad de decisión de los militantes (e incluso de los simpatizantes) reduciendo el poder, muchas veces excesivo, de los “aparatos” partidarios, siempre tendentes a autoperpetuarse, y que con frecuencia recurren a prácticas opacas, al clientelismo y a la “dedocracia”, nefasto sucedáneo de una auténtica democracia en la vida orgánica partidaria. Sólo con una mayor transparencia y participación efectiva, se lograría interesar por la política a amplios sectores que se muestran desafectos con el funcionamiento de los partidos actuales y, de este modo acabar con el creciente distanciamiento entre éstos y una realidad social cambiante, con unos colectivos que han tenido el coraje de dar un paso adelante y plantear toda una batería de propuestas y alternativas tendentes a la necesaria regeneración de la práctica política democrática.
En este momento, cuando tanto se habla de la necesidad de celebrar primarias o tal vez un Congreso extraordinario como propuso Patxi López puesto que “hay que definir una nueva propuesta y una nueva orientación”, lo cierto es que son necesarias ambas cosas, tal y como señalaba Paco Gracia en su excelente artículo “Primarias o Congreso: ¿por qué no las dos cosas?”. Y es que, tras la tempestad, y volviendo al símil náutico, el problema no es sólo qué capitán es el más idóneo para pilotar el barco socialista, sino cuál es el rumbo que éste debe tomar para llegar a buen puerto.
Como señalaba Willy Brandt, “las derrotas forjan, con tal de que no sean demasiadas” y, por ello, tras la tempestad, habrá que asumir los pasados errores para cambiar el rumbo político de la socialdemocracia, porque, de no hacerlo, la singladura de la nave socialista podría acabar en un naufragio definitivo y ello sería no sólo trágico para un partido de la historia del PSOE, sino también para nuestra democracia.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en Diario de Teruel, 1 junio 2011)
EN RECUERDO DE RAMÓN LAMONEDA

El 27 de febrero de 1971, hace ahora 40 años, moría en la ciudad de México, Ramón Lamoneda Fernández, el último secretario general del PSOE elegido en la España republicana y destacado dirigente del sector negrinista del socialismo español.
Ramón Lamoneda (1892-1971), había emigrado con su familia a Madrid desde su Jaén natal en 1904 y empezó a trabajar como aprendiz de imprenta, integrándose al poco en la Federación de Artes Gráficas de la UGT, la histórica cantera de dirigentes obreros del socialismo español tales como, además del mismo Pablo Iglesias, de García Quejido, Andrés Saborit o el aragonés Bernardo Aladrén. Su intensa labor sindical hizo que en 1920 fuese ya miembro de la Comisión Ejecutiva de UGT y más tarde elegido presidente de dicha Federación.
Como militante del PSOE, quedó impactado por las transformaciones sociales ocurridas tras el triunfo de la revolución rusa de 1917 y por ello se adscribió a la “facción tercerista”, con la cual se escindió para fundar el nuevo Partido Comunista Obrero Español (1921) aunque pocos años después, retornó al PSOE.
Durante la II República, fue elegido diputado socialista por Granada (1933), Secretario General del Grupo Socialista en las Cortes y, tras dimitir Largo Caballero en 1935 como Secretario General del PSOE, pasó Lamoneda a ocupar dicho cargo.
La evolución de la República burguesa y el incumplimiento por parte de ésta de las expectativas populares en materia social, le produjeron una profunda decepción. Con frecuencia recordaba Lamoneda que el artículo 46 de la Constitución republicana decía que ésta “asegurará a todo trabajador las condiciones necesaria de una existencia digna” y, sin embargo, “seguían caminando descalzos los campesinos de la Alpujarra, seguía pegando la Guardia Civil”. Esta decepción le llevó a apoyar la insurrección de Asturias de octubre de 1934 para evitar la entrada en el Gobierno de la CEDA de Gil Robles al cual consideraba como “el fascismo vaticanista”. Triunfante el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, Lamoneda, decidido partidario de la unidad de la clase obrera, llegó a ocupar en representación del PSOE el cargo de Secretario del Comité Nacional frentepopulista.
Durante el tiempo en que Lamoneda fue secretario general del PSOE, como señala Amaro del Rosal, “se realizaron los mayores esfuerzos por la unidad de los partidos de clase”, es decir, el PSOE y el PCE. Este fue el caso de la unificación de las ramas juveniles de ambos partidos en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) (marzo 1936) y, ya durante la guerra civil, la firma del Programa de acción conjunta PCE-PSOE del 17 de agosto de 1937, el cual se convirtió en un instrumento fundamental para articular la lucha de la República contra el embate fascista. Igualmente, Lamoneda, frente al derrotismo de Prieto, apoyó decididamente la política del Gobierno del presidente socialista Juan Negrín pues resultaba obvio que el único camino posible era el de reforzar la resistencia republicana a ultranza, al igual que era vital contar con el apoyo de la URSS ante el abandono en que las democracias habían dejado a la República, “esos países adormecidos con la ilusión de poder saciar el apetito del ogro nazifascista”, en expresión de Lamoneda.
Por ello, Lamoneda y el sector negrinista del PSOE se opusieron al golpe del coronel Casado (5 marzo 1939) que acabó con las últimas esperanzas de resistencia republicana. La actuación de la Junta de “Rendición” casadista, que no de Defensa, tal y como la calificó Lamoneda, supuso un “movimiento alimentado por forcejeos partidistas realmente suicidas y por ilusiones de clemencia totalmente ingenuas”, lo cual propició “una traición generadora de una catástrofe”.
Tras la derrota, emprendió el penoso camino del exilio y México se convirtió en la tierra de acogida para Lamoneda. Durante sus 32 años de exilio, como el resto del sector afín a Negrín del PSOE, mantuvo una posición política caracterizada por dos ideas esenciales: la fidelidad a la legalidad representada por las instituciones republicanas y la defensa de una política unitaria para acabar con la dictadura franquista y recuperar la democracia por medio de una III República, lo cual suponía un entendimiento con el PCE, lo cual le enfrentó al anticomunismo visceral de Prieto y del sector mayoritario del PSOE. Esta creciente pugna entre ambos sectores llevó a la escisión socialista: frente a la Ejecutiva salida de España en 1939 y de la cual era secretario general Lamoneda, cuya legitimidad era innegable, Prieto propició una escisión al crear una nueva Ejecutiva en México, la cual más tarde se trasladaría a Toulouse.
La cuestión de fondo del duro enfrentamiento era de tipo ideológico: mientras Prieto buscaba el entendimiento del PSOE con los partidos republicanos e incluso a los monárquicos juanistas, Lamoneda, que siempre defendió el establecimiento de la III República, demandaba una orientación nítidamente de izquierdas y, por ello, consideraba que “es necesario volver a Marx”, lo cual suponía, además de reafirmar la unidad de acción con el PCE, rechazar el revisionismo oportunista de Prieto y que el PSOE siguiese siendo fiel al “sentido clasista de un puñado de hombres salidos de la clase obrera” y, de este modo, evitar que “la hiedra del oportunismo, de la contemporización y del escepticismo doctrinal ahoguen el tronco robusto de nuestros principios”. Pese a todo, Lamoneda intentó mantener la unidad socialista y evitar una dramática ruptura pero la soberbia y el rencor de Prieto lo impidió. Consecuencia de ello fue la división del PSOE y la UGT y, finalmente, la expulsión en 1946 de Juan Negrín y sus afines del Partido Socialista, entre ellos, Lamoneda, Ramón González Peña (presidente del PSOE), Álvarez del Vayo, Amaro del Rosal, el escritor Max Aub y así hasta 36 destacados militantes negrinistas. De este modo, con la Guerra Fría como telón de fondo, el COMISCO, (siglas en inglés del Comité de la Conferencia Socialista Internacional, antecesor de la Internacional Socialista), optó por la Ejecutiva de Toulouse al sentir mayor afinidad con el grupo prietista que proclamaba entonces abiertamente su anticomunismo.
Lo que ocurrió después es sobradamente conocido: Negrín, al igual que Lamoneda y sus seguidores fueron calumniados y se pretendió borrar sus nombres y su memoria de la historia del socialismo español. Tras demasiados años de olvido, en el 37º Congreso del PSOE (julio 2008) se reparó esta injusticia histórica al rehabilitar a todos los militantes que, como Negrín y Lamoneda, habían sido expulsados en 1946, los cuales volvieron a ser readmitidos, a título póstumo, en el PSOE. Cuando el 12 de diciembre de 2009, los hijos de Lamoneda, Ramón y Marxina (llamada así por su padre en honor a Carlos Marx) recibieron en un emotivo acto la entrega del carnet socialista de su padre, la memoria del viejo tipógrafo ugetista, la de aquel militante socialista que asumió con valentía la difícil tarea de ser el secretario general del PSOE en el tramo final de la República, durante la guerra civil y el exilio, quedó plenamente rehabilitada.
Por ello, ahora, cuando se cumplen los 40 años del fallecimiento de Lamoneda, resulta oportuno honrar su memoria, la de un hombre de quien dijo José Sanchís-Banús, que fue “lúcido, abnegado, modesto e inquebrantable y, por encima de todo, honesto”: y, por ello, un ejemplo para los que nos consideramos seguidores del pensamiento de Pablo Iglesias.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 26 febrero 2011)
EL HONOR DE ÁNGEL LACUEVA

Nunca he ocultado mi amistad por Ángel Lacueva y, por ello, como militante socialista, me resulta especialmente dolorosa la continuada campaña que, desde hace tiempo, se está llevando a cabo contra su persona, campaña plagada de ataques personales que considero inaceptables e injustos, y en la cual el periódico La Comarca ha tenido un papel que, a mi entender, excede el derecho constitucional a la libertad de expresión e información que compete a los medios de comunicación. Por ello, considero estos ataques no sólo desproporcionados sino que, al margen de las discrepancias y críticas políticas libremente expresadas, atentan contra el respeto que merece su honor personal.
Desconozco la razón de fondo el origen de esta injusta, desmedida y prolongada campaña contra Lacueva lanzada contra él desde diversos ámbitos políticos e informativos como es el caso de La Comarca, pero tal vez se deba a que sus adversarios no le perdonen el haber mantenido una posición claramente de izquierdas al optar por pactar en Alcañiz con Izquierda Unida y negarse a entregar la alcaldía de la capital bajoaragonesa, como si moneda de cambio se tratara, a la derecha regionalista del PAR, evitando de éste modo situaciones tan escandalosas como la que estamos viendo estos días en el Ayuntamiento de Teruel.
También considero que no se ha entendido el verdadero sentido del ofrecimiento a Antonio Arrufat de encabezar la lista del PSOE por Alcañiz a las próximas elecciones municipales y que, estoy convencido, fue una propuesta planteada desde la generosidad, pensando en buscar un necesario consenso entre la militancia (a la que algunos pretenden enfrentar permanentemente) y desde la responsabilidad pensando que ello redundaría en beneficio de la política municipal socialista en Alcañiz.
Y sin embargo, en esta campaña de permanente ensañamiento contra Lacueva, no he leído críticas que fomenten el debate sobre su gestión política, que es donde realmente se debería de centrar la cuestión, al margen de descalificaciones personales que desacreditan más a quien las lanza que a la persona a la que van destinadas. Los últimos artículos y editoriales de La Comarca, están plagados de adjetivos insultantes y, sin embargo, obvian su gestión política como teniente de alcalde y senador, tareas en que, pese a la incomprensión y los ataques que recibe, dedica su esfuerzo, su tiempo y energías con la convicción de que con ello, trabaja por el progreso de Alcañiz. Los que lo conocemos, lo sabemos muy bien.
En cuanto a las críticas que recibe como secretario general de la Agrupación Socialista de Alcañiz, puedo afirmar que Lacueva ha favorecido el debate interno entre la militancia, con libertad, algo bien distinto a la imagen que se pretende ofrecer de él como un maquiavélico político. Si, como se dice en La Comarca las cuestiones internas del PSOE alcañizano competen al Comité Ejecutivo Local y a la decisión soberana de la Asamblea de la Agrupación Socialista, es de desear que ésta no se vea condicionada por interferencias externas, bien sea desde otros ámbitos políticos, o desde algunos medios de comunicación que ya han tomado partido lanzándose a la arena política con pasión, exacerbando las polémicas internas del PSOE y denostando a un secretario general elegido democráticamente, una actitud ésta de La Comarca, que se circunscribe exclusivamente al PSOE alcañizano y que obvia a los demás partidos del panorama político municipal, para los cuales el periódico parece no tener la misma obsesión que contra Lacueva y las cuestiones internas del PSOE local.
Recuerdo ahora que, durante mucho tiempo, la figura del socialista Juan Negrín fue vilipendiada por propios y extraños, que contra él se tejió una auténtica leyenda negra en la que las cuestiones personales y políticas desvirtuaron su imagen hasta para los propios socialistas. Pasado el tiempo, el conocimiento objetivo de su labor política le ha hecho justicia y Juan Negrín recuperó su honor y su dignidad en la historia del socialismo español. Por ello, ahora, Ángel Lacueva, amigo y compañero, tiene también un honor personal y político que, pese a quien pese, debe de quedar al margen del saludable debate y la crítica política: es un acto de elemental civismo y espíritu democrático.
José Ramón Villanueva Herrero
(militante de la Agrupación Socialista de Alcañiz)
ELECCIONES PRIMARIAS, POR SUPUESTO

Un soplo de aire fresco ha recorrido las filas del PSM y también las de muchas Agrupaciones Socialistas de toda España al confirmarse que la candidatura a las elecciones para la Comunidad de Madrid se decidirá mediante un proceso de elecciones primarias. Ha hecho bien Tomás Gómez en mantener una postura firme y digna frente a las presiones que ha recibido desde distintos ámbitos del PSOE y del mismo Zapatero, pues al forzar la convocatoria de primarias con su negativa a retirarse de la carrera electoral, ha defendido un compromiso ético a favor de los militantes socialistas madrileños los cuales tendrán la ocasión de elegir libremente y sin imposiciones externas al candidato/a que mejor defienda el programa del PSM frente al actual Gobierno regional de la lideresa conservadora Esperanza Aguirre.
En unos momentos en los cuales se están imponiendo las políticas de ajuste duro neoliberales, sumida la socialdemocracia en un claro desconcierto ideológico y en un tiempo en que, como señalaba recientemente el politólogo Sami Naïr, la izquierda europea está “completamente desorientada” ante la aparentemente imparable ofensiva ultraliberal, resulta imprescindible que los partidos progresistas se rearmen ideológicamente, recuperen la iniciativa política e impulsen sus mecanismos de democracia interna.
Desde la Corriente de Opinión Izquierda Socialista del PSOE siempre hemos defendido un modelo de partido articulado en torno a medidas que profundicen en su democracia interna, en el que se priorice la participación y la capacidad de decisión de los militantes sobre la voluntad e intereses del llamado “aparato” y, por ello, como se acaba de comprobar en el caso de Madrid, la celebración de primarias supone un aspecto básico tanto en cuanto significa el apostar por una actuación política profundamente democrática, transparente y plural. En consecuencia, las primarias no deberían de ser un hecho excepcional sino una práctica habitual de todo partido democrático a la hora de elegir los cargos electos, bien sean éstos orgánicos o institucionales, evitando de éste modo que los “aparatos del Partido”, en sus diferentes niveles orgánicos, se impongan sobre la opinión mayoritaria o soberana de las bases socialistas.
Enlazando con las ideas anteriores, en mayo de 2008 la asamblea de la Agrupación Socialista de Alcañiz en la que milito, aprobó un documento titulado Avanzando hacia una mayor democracia interna en el PSOE que, pese a ser derrotado en el Congreso Provincial Extraordinario del PSOE turolense celebrado en Utrillas en junio de dicho año, recogía algunas ideas de interés que ahora recobran toda su vigencia y actualidad. En dicho documento, se planteaban propuestas concretas tales como impulsar en todos los ámbitos del PSOE las primarias como forma de favorecer la participación de los militantes a la vez que, para posibilitar la aparición de listas alternativas, se proponía reducir el número de firmas necesarias para lograr los preceptivos avales, el cual quedaría fijado en el 5 % de los afiliados de su respectivo ámbito orgánico. Igualmente se sugería que las primarias fueran preceptivas no sólo para elegir los candidatos a la Presidencia del Gobierno de España y los de las Comunidades Autónomas, sino también para las alcaldías de los municipios de más de 10.000 habitantes y no para las superiores a los 50.000 como se recoge en la actualidad en los Estatutos Federales del PSOE. En consecuencia, los socialistas alcañizanos proponíamos también la posibilidad de modificar el artículo 6º de la Constitución Española para que se contemple en el mismo la obligatoriedad de aumentar la democracia interna de todos los partidos políticos mediante la celebración de elecciones primarias en los mismos. A modo de ejemplo, digamos que la nueva Constitución de la República de Ecuador hace obligatoria la celebración de primarias en todos los partidos que concurren a las elecciones.
También proponíamos en el referido documento fomentar el debate y la participación en las agrupaciones, respetar el pluralismo interno así como otras propuestas de gran calado político como evitar la acumulación de cargos y responsabilidades, tanto orgánicos como institucionales, la aplicación de un estricto régimen de incompatibilidades, la limitación de mandatos o el favorecer la participación de los simpatizantes socialistas y, mediante un censo de los mismos actualizable anualmente, ofrecerles el derecho de voto en las primarias y el derecho a tener voz propia en las asambleas de las Agrupaciones Socialistas.
Dicho esto, considero que el proceso de primarias iniciado ahora en el PSM debería de hacerse extensivo a otras federaciones y, por supuesto, también a Aragón, tal y como ocurrió en 1998 cuando por este procedimiento salieron elegidos Marcelino Iglesias y Juan Alberto Belloch para encabezar las candidaturas socialistas al Gobierno de Aragón y al Ayuntamiento de Zaragoza. Ahora debería de ocurrir lo mismo para evitar designaciones sucesorias tomadas de espaldas a las bases y, por ello, sería muy saludable democráticamente hablando que la previsible candidatura de Eva Almunia fuera confrontada por una lista alternativa que plantee un programa político distinto al continuismo actual, que rompa con la hipoteca permanente que suponen los pactos con el PAR, que tenga la valentía política de pactar con IU y CHA, y de no ser ello posible, asumir el Gobierno de Aragón en solitario en caso de ser el PSOE el partido más votado en las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo de 2011.
Esto es lo que queremos muchos militantes de base y, para ello, el primer paso es la celebración de primarias en el PSOE aragonés, pues ello supone una decidida apuesta por la democracia interna, y también, por la renovación del proyecto socialista en nuestra tierra.
José Ramón Villanueva Herrero
(militante de la Corriente de Opinión Izquierda Socialista del PSOE-Aragón)
(publicado en Diario de Teruel, 15 agosto 2010)
EL HONOR DE JUAN NEGRÍN

Cuando el pasado 24 de octubre tuvo lugar un homenaje para el reconocimiento y reingreso en el PSOE de Juan Negrín López y 35 militantes socialistas que, como él, fueron expulsados del partido en 1946, se reparaba, finalmente, una profunda injusticia para con aquel brillante científico, para con quien fue Presidente del Gobierno de la República y que simbolizó la dignidad y el espíritu de resistencia republicana contra el fascismo durante los años más duros de nuestra trágica Guerra civil.
Sobre la recuperación de la memoria del Presidente Negrín, aquel médico socialista que soñó con una España democrática y social, habían pesado un cúmulo de tendenciosas acusaciones y perversas calumnias. De hecho, contra la memoria histórica de Negrin convergieron, en extraña alianza, no sólo los apologistas de la dictadura franquista, sino también del sector del PSOE afín a Indalecio Prieto en un intento de ajustar cuentas y responsabilidades tras la amarga derrota de la legalidad republicana ante el fascismo en 1939. A ellos habría que añadir los que, en plena Guerra Fría, acusaron a Negrín de “procomunista”, (los “prietistas”, entre ellos) en un momento y en un contexto en el cual tal calificativo era sinónimo de anatema político. Todas estas circunstancias ennegrecieron, hasta fechas bien recientes, la figura y la memoria de Negrín, haciendo que una penumbra intencionada oscureciese su trayectoria política.
Desde las filas de la Corriente de Opinión Izquierda Socialista del PSOE hacía años que reivindicábamos la memoria de Negrín, y, en el 37º Congreso del PSOE (julio 2008) apoyamos una propuesta de resolución (que fue aprobada) en la que se pedía su rehabilitación política y el reingreso (a título póstumo) en el PSOE de Negrín y sus compañeros del sector “negrinista” entre ellos, Ramón González Peña (que fue presidente del PSOE y secretario general de UGT entre 1938-1944), Ramón Lamoneda (secretario general del PSOE durante la Guerra civil) y otros destacados militantes como Julio Álvarez del Vayo, Ángel Galarza, Julia Álvarez, Amaro del Rosal o el escritor Max Aub.
Sin embargo, ha sido la labor de historiadores como Ricardo Miralles o Ángel Viñas quienes, desde el rigor metodológico, han logrado dignificar la figura de Negrín, despojándola de acusaciones y mitos descalificadores carentes de toda veracidad histórica divulgados por sus enemigos políticos. Es por ello que, en estas fechas, resulta de especial interés la lectura del libro de Ángel Viñas titulado El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin (Barcelona, Crítica, 2008) en el que se analiza la gestión del Gobierno Negrín (mayo 1937-marzo 1939) y se aclaran diversas controversias y mitos en torno al político socialista. Para ello, Viñas recurre a un estudio exhaustivo de las fuentes documentales, muchas de ellas inéditas, como es el caso de los archivos soviéticos. De este modo, logra desmontar diversos bulos divulgados por los historiadores franquistas y, también, por los seguidores del revisionismo histórico actual.
Varios son los falsos mitos que se derrumban a partir del excelente trabajo de Viñas. En primer lugar, la acusación de que Negrín fue un títere de la URSS con miras a implantar en España una dictadura comunista, lo cual, en base a la documentación ofrecida por los archivos soviéticos, se demuestra que es una “mera calumnia”. Es cierto que Negrín estimaba a los comunistas por su disciplina, organización y tenacidad en la lucha contra el fascismo, pero también lo es que no estaba dispuesto a verse dirigido por ellos. Viñas recalca como, en diversas ocasiones, Negrín y el PSOE se opusieron con éxito a los designios del todopoderoso Stalin en relación a cuestiones que afectaban a cuestiones políticas y militares. Por otra parte, la dependencia de la República de la URSS se hizo vital debido al abandono en que la dejaron las democracias (Francia y Gran Bretaña). Pese a ello, la política diplomática de Negrín buscó hasta el final el apoyo de las democracias occidentales (también de los EE.UU.), lo cual descuadra la interpretación que de él hicieron los propagandistas profranquistas y los que Viñas define como “guerreros de la Guerra Fría”. De este modo, se ofrece una descalificación contundente de las maliciosas afirmaciones de Vidal sobre la supuesta existencia de un pacto Negrín-Stalin, definiendo a este polémico historiador como “asiduo practicante” de lo que Reig Tapia calificaba como “historietografía”, propia de los seguidores del revisionismo histórico de corte conservador cuando no neofascista.
También desmonta Viñas la acusación de que Negrín prolongó innecesariamente la guerra, para lo cual hace un sereno análisis de la estrategia de resistencia negrinista. Tras definir a Negrín como el único dirigente del Frente Popular que “no se hundió en la adversidad”, y que como ministro de Defensa Nacional reorganizó el Ejército Popular, destaca Viñas la faceta de un Negrín empeñado en mantener la resistencia, pese a los reveses militares, como forma de salvar, a la larga, el mayor número posible de vidas republicanas. Intuía, como sí fue, que, tras la derrota, se desencadenaría una represión implacable contra los vencidos, forma mediante la cual, Franco pretendía “romper de una vez para siempre, la espina dorsal de la izquierda española” (p. 544). Pero, ante el empuje de las armas franquistas, de nada sirvieron los esfuerzos republicanos de resistir, como confiaba Negrín, hasta enlazar con un inminente conflicto europeo o inducir a Franco a negociar en condiciones que no fueran la capitulación total y absoluta.
La guerra estaba perdida y el golpe de Casado (5 marzo 1939) fue la puntilla definitiva a la política de resistencia antifascista de Negrín. Franco, que tenía al alcance de la mano la victoria militar, consideró “inaceptables” las condiciones de Negrín planteadas en la última reunión que celebraron las Cortes republicanas en territorio español (castillo de Figueras, 1 febrero 1939) para una posible mediación tendente a la paz: garantías para la independencia de España (y retirada fuerzas extranjeras), garantías de que el pueblo español pudiera decidir libremente su destino en un plebiscito y, sobre todo, garantías de que no se ejercería ningún tipo de represalias ni persecuciones sobre los republicanos.
De forma premonitoria, en un telegrama que envió Negrín al presidente norteamericano Roosevelt el 6 de enero de 1939, advertía a éste de las consecuencias de la derrota republicana:
“El resultado de la lucha en España decidirá lo que ha de ser Europa y marcará el rumbo del mundo por venir. La historia será inexorable con aquellos hombres de Estado que hayan cerrado sus ojos a la evidencia y con los que por indecisión hayan dejado poner en riesgo los principios de tolerancia, convivencia, libertad y sana moral que inspiran la Democracia […] Si pereciésemos, habríamos al menos cumplido como colectividad nacional nuestra misión histórica y como individuos con el mandato de nuestra conciencia”.
Lo que sucedió tras la derrota es de todos conocido: no se equivocó Negrín en su intuición sobre el futuro que esperaba a los vencidos. Las responsabilidades de la derrota se cargaron sobre las espaldas y la memoria del Presidente Negrín, quien se había negado a rendir las armas mientras quedase una parte del territorio español leal a la República.
Tras tantos años de olvidos, los mitos se derrumban y las controversias se aclaran. Hoy, al igual que señalaba Carmen Negrín, la nieta del político socialista canario, sentimos una profunda alegría porque “no haya desaparecido la historia” de su abuelo. Y es que, tras un largo y difícil recorrido, al reingresar Negrín en el PSOE, se ha recuperado con la dignidad que siempre mereció, una parte de la memoria histórica socialista, aquella que, frente al embate del fascismo, defendió con honor Juan Negrín López.
(Diario de Teruel, 17 noviembre 2009)
LA FISCALIDAD PROGRESIVA

Sumidos como estamos en una profunda crisis económica, el Gobierno ha planteado la necesidad de subir los impuestos a los perceptores de determinados tramos de renta como medida para hacer frente a los gastos sociales derivados de la citada crisis.
Esta medida, de elemental justicia social, ha sido, como era de esperar, atacada por la derecha política y económica, incapaz de asumir con hechos, y no con palabras, la defensa de los desfavorecidos, de los sectores que se hallan más vulnerables a los embates de la adversa coyuntura económica que atravesamos, una crisis cíclica del capitalismo cuyos efectos comprobamos día a día.
No es casualidad que el subconsciente de la derecha asuma como propias las ideas del economista Friedrich von Hayek (1899-1992), uno de los grandes teóricos del conservadurismo moderno, padre del neoliberalismo y fundador, por ello, de la Mont Pèlerin Society (1947). Hayek, contrario a cualquier intervención del Estado en la economía (desde la planificación estatal comunista hasta la progresividad fiscal socialdemócrata), sacralizaba las supuestas “virtudes” del neoliberalismo (como eran el libre mercado y la libertad de contratación y despido), consideraba que el neoliberalismo debía de eliminar “ciertos instintos naturales” como era el caso de la solidaridad y las políticas sociales a favor de los desfavorecidos a los cuales dejaba abandonados a su suerte. Por ello, la derecha política se encrespa cuando, desde posiciones socialistas, se plantea el aumento del gasto social, la subida de los impuestos directos y la regulación de los mercados económico-financieros como instrumentos para paliar las consecuencias negativas de la crisis sobre los sectores sociales más desprotegidos e indefensos.
Frente a las posiciones insolidarias de la derecha en la que se enrocan los fervorosos seguidores del neoliberalismo, el camino debe ser bien distinto y debe pasar por la aplicación efectiva de políticas valientes de marcado signo social y, por ello, la profundización en la progresividad fiscal resulta esencial. En este sentido, el ejemplo que la socialdemocracia sueca nos ofrece puede ser de interés.
El Partido Socialdemócrata Sueco (SAP), fundado en 1889, entró por vez primera en el gobierno en el año 1932, cuando los efectos de la crisis económica de 1929 se hacían sentir con toda su crudeza en buena parte del mundo capitalista. Pese a ello, realizó una buena gestión en tan adversa coyuntura y su política social hizo que se estableciesen en Suecia por vez primera las pensiones de vejez, los subsidios para los alquileres o las vacaciones pagadas para los obreros. En consecuencia, en 1936, mientras en España empezaba la sangría de la guerra civil, en Suecia el SAP lograba en las elecciones la mayoría absoluta (45,9 %) y se iniciaban entonces varias décadas de gobiernos socialdemócratas en el país nórdico, fruto de los cuales se consolidó una sociedad de bienestar avanzada, progresista, regida por valores de justicia social y solidaridad internacional, todo un modelo para multitud de partidos y militantes socialistas.
El modelo social sueco surgió de un amplio acuerdo de concertación social conocido como la Convención de Saltsjöbaden (20 diciembre 1938), sobre el cual se cimentó la llamada “paz social continua” con objeto de impulsar de forma permanente el desarrollo económico industrial y la calidad de vida de los trabajadores, cuyos resultados han sido, a lo largo de los años, excelentes. Había surgido así la sociedad mixta sueca, en la cual la economía de mercado y la intervención de la política socialdemócrata en la economía se repartían las tareas. De este modo, el SAP aceptaba a las empresas privadas como elemento esencial de la producción (aunque debían de pagar un impuesto sobre los beneficios del orden del 50 %) y el Estado, liderado por las políticas del SAP, asumía el deber de contribuir a la regulación de las actividades económicas asegurando el pleno empleo, las inversiones en regiones desfavorecidas, el apoyo a industrias en dificultades, la reestructuración del sector industrial y el desarrollo de una legislación laboral avanzada y progresista. Frente a las posiciones de la derecha clásica y del actual neoliberalismo, el SAP mantuvo una política económica coherente: el presupuesto estatal debía tener excedentes en períodos de prosperidad pero, también, se debía asumir con total naturalidad el que existiese un déficit en tiempos de recesión: el modelo socialdemócrata debe endeudarse en tiempos de crisis para hacer frente a sus compromisos sociales y para ser un motor de reactivación económica, idea puesta en práctica por los socialistas suecos desde los años 30 del pasado siglo, la misma que ahora defiende el Presidente Zapatero.
Una pieza clave del modelo socialdemócrata sueco ha sido siempre la progresividad fiscal como elemento redistributivo de la riqueza. De hecho, el SAP, desde su fundación, siempre defendió la supresión de los impuestos indirectos y la sustitución de éstos por una tributación directa y progresiva que gravase tanto las rentas como las grandes fortunas. De hecho, tras un período en el cual el SAP optó por una política de nacionalizaciones (1944-1947), se retomó con fuerza desde el gobierno esta idea, pues era esencial que las riquezas generadas por la economía capitalista, fuesen repartidas de la forma más equitativa posible mediante la progresividad fiscal impulsada por la socialdemocracia y la llamada “política salarial solidaria” que suponía la completa igualdad de salarios entre hombres y mujeres (en vigor desde 1960) y la gradual reducción de las diferencias entre los sueldos altos y bajos de los trabajadores suecos.
Por todo lo dicho, el defender la progresividad fiscal en la política española supone no sólo un acto de justicia social sino, también, reafirmar una seña de identidad esencial del modelo económico socialdemócrata, artífice del Estado de Bienestar en los países más avanzados del mundo occidental. La realidad de los hechos y la coyuntura económica actual da las razón a las posiciones que siempre ha defendido la Corriente de Opinión Izquierda Socialista del PSOE: conviene recordar que, en el pasado 37º Congreso Federal del PSOE (julio 2008), Izquierda Socialista se opuso con sus enmiendas a la supresión del impuesto del Patrimonio y defendió una fiscalidad más potente, progresiva y solidaria que, además de garantizar el sostenimiento de las prestaciones sociales y de los servicios públicos, tuviese la función redistributiva propia de una sociedad progresista y avanzada como la que defendemos.
Ahora que el Gobierno del Presidente Zapatero orienta su proa hacia una mayor progresividad fiscal, cuando la derecha se indigna por ello y muestra su rostro más insolidario, es cuando con mayor firmeza hay que apoyar, desde posiciones progresistas, la subida de los impuestos directos basada en los principios de justicia y solidaridad.
Para finalizar, quiero recordar unas palabras del gran estadista que fue Olof Palme, dirigente carismático de la socialdemocracia sueca, el cual señalaba los objetivos que deben orientar la política económica de los partidos socialistas y que son: “garantizar el crecimiento al mismo tiempo que mantenemos el empleo, defendemos las conquistas sociales, profundizamos la democracia económica y defendemos nuestro medio ambiente”. Estas son las ideas que debe defender con firmeza el socialismo como respuesta, no sólo a la crisis global, sino, también, como alternativa a las ideas neoliberales y a ese capitalismo voraz e insaciable que nos acosan, para que la socialdemocracia del s. XXI pueda seguir construyendo un mundo más justo y solidario.
José Ramón Villanueva Herrero
(Diario de Teruel, 12 septiembre 2009 ; La Comarca, 15 septiembre 2009)
MANIFIESTO 1º MAYO 2009 (AGRUPACIÓN SOCIALISTA DE ALCAÑIZ)

Un año más, nos hallamos aquí para honrar a todos los que dieron su vida por la defensa de la libertad, de la República y del Socialismo. Nunca los debemos olvidar porque, como me dijo hace años un anciano en las ruinas del pueblo viejo de Belchite, “si los olvidamos, es como si los hubieran matado dos veces”.
Por eso es tan importante mantener y reivindicar la memoria, la memoria histórica de los valores republicanos y socialistas, aquellos valores por los que lucharon y lo dieron todo, también su vida, los compañeros que aquí reposan. La memoria es un acto de justicia que repara tiempos de olvido y desprecio para con las víctimas de la dictadura; es un deber ético que forma parte del espíritu de todo ciudadano en una sociedad libre: por eso es tan importante transmitir estos valores a las jóvenes generaciones.
El pasado fin de semana, Ángel Lacueva y yo asistimos en la localidad francesa de Oloron, a una serie de actos en recuerdo y homenaje a los republicanos exiliados en la región del Béarn con motivo del 70º aniversario del final de la guerra civil y de la apertura del campo de concentración de Gurs, por el que pasaron 32.295 de nuestros compatriotas. Conversamos largamente con Emilio Vallés, vicepresidente de Amical du Camp de Gurs, un republicano exiliado que nació en Alcañiz en 1936 y que es un activo militante del Partido Socialista francés. Recordando su trayectoria vital y la de su familia, refugiados en Francia desde 1939, pienso en las otras víctimas, a veces olvidadas de la tragedia que la guerra y la posterior dictadura supuso para todos los españoles leales a la República.
Siempre hablamos de las víctimas y las distinguimos de los supervivientes y, sinceramente, pienso que es una distinción inadecuada puesto que todos fueron víctimas del fascismo: las víctimas mortales, los miles de asesinados en multitud de prisiones, cementerios y en los centenares de fosas comunes que todavía salpican la geografía española y también, las víctimas supervivientes, los que perdieron familiares, los que se vieron obligados a abandonar su país y unirse a la dramática sangría del exilio, los que perdieron sus empleos como los miles de maestros republicanos que fueron expulsados de la docencia por la dictadura, los miles de ciudadanos anónimos que fueron constantemente humillados y despreciados, día a día, por la prepotencia de un régimen que aplastó a todos los que fueron leales a la República, que desoyó la petición de “paz, piedad y perdón” del Presidente Manuel Azaña, aquella dictadura que nunca quiso la reconciliación entre los españoles. Emilio Vallés nos lo decía muy claramente: los republicanos que se exiliaron, perdieron la patria y ganaron la libertad; los republicanos que sobrevivieron en España bajo la bota de la dictadura, se mantuvieron en su patria, pero perdieron la libertad. Unos y otros, todos perdieron, todos perdimos.
Por eso, hoy, 1º de Mayo de 2009, no sólo reivindicamos el valor cívico y democrático de la memoria histórica sino que, como trabajadores, en momentos de una crisis económica global, estamos más convencidos que nunca de que el futuro se construye desde los ideales del socialismo, desde la solidaridad, para construir una sociedad más justa en la que todo ser humano, sin exclusiones, tenga cabida, tenga las mismas posibilidades. Ese era el espíritu del artículo 1º de la Constitución de la II República que decía: “España es una república democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y Justicia”.
En nuestra cada vez más multicultural sociedad española, el socialismo tiene que seguir defendiendo a los más desfavorecidos, a los sectores sociales más débiles y, por supuesto, a los inmigrantes, para que puedan construir una vida mejor para ellos y para sus hijos en una España solidaria, al igual que los republicanos españoles del exilio pudieron rehacer sus vidas en los países que les acogieron hace ahora setenta años.
Defendamos con convicción los valores republicanos de la libertad, igualdad y fraternidad, hoy más necesarios que nunca ahora que la crisis global parece fomentar la insolidaridad, la xenofobia y el racismo amenazas que debemos combatir con firmeza como socialistas.
Por todo ello, hoy, 1º de Mayo, no sólo honramos a las víctimas, a las mortales y a los supervivientes, de la causa republicana y del Socialismo, sino que también reafirmamos nuestro orgullo de pertenecer a la clase trabajadora, la que con su esfuerzo y sacrificio, ha empujado la historia hacia delante, destruyendo opresiones y privilegios clasistas, siempre en defensa del permanente ideal de construir una sociedad más justa e igualitaria, para hacer posible, algún día, el ideal socialista de que el mundo sea la patria de la humanidad redimida de todo tipo de injusticias y opresiones.
¡Viva el Primero de Mayo!
¡Viva la clase trabajadora!
¡Viva la libertad!
(Manifiesto leído en el Cementerio de Alcañiz el 1º de Mayo de 2009)
LA RESPUESTA SOCIAL A LA CRISIS GLOBAL

El pasado 4 de febrero visitó Zaragoza el prestigioso politólogo francés Sami Naïr, una de las voces más destacadas del pensamiento progresista en Europa. Entrevistado por El Periódico de Aragón, realizó unas interesantes declaraciones en torna a la actual crisis global que estamos padeciendo. Según Naïr, el hecho de que, ante una crisis a escala mundial que cada vez alcanza una magnitud más preocupante, no sólo en cuanto a sus consecuencias económicas, sino en lo relativo a los efectos sociales que de ella se puedan derivar, se constata que, fracasado el neoliberalismo, la izquierda política y social todavía no ha articulado una alternativa y unas acciones coordinadas para hacerle frente. Y es que, como señalaba Naïr, "el problema es el sistema" y…"los bancos no cambian el sistema", razón por lo cual rechazaba los "planes de rescate" y consideraba la opción de nacionalizar la banca.
Según Naïr, no hay otro camino que cambiar el sistema y, para ello, la movilización social resulta fundamental. Víctimas como somos de los desmanes del capitalismo financiero, la salida de la crisis global pasa por la movilización ciudadana, el impulso de políticas de Estado cimentadas en el entendimiento y la ausencia de intereses partidistas entre los distintos gobiernos y sus respectivos partidos de oposición. La movilización ciudadana debe de servir para abrir paso a otro modelo económico alternativo al ultraliberalismo, lo cual supone tanto como reorganizar el sistema económico internacional, modificar el sistema financiero acabando con su desregulación y opacidad, y rechazar los mitos de la "productividad" y el "consumismo" que sólo sirven para aumentar las desigualdades sociales y para poner el riesgo el futuro medioambiental de nuestro planeta.
Enlazando con estas reflexiones de Naïr, resulta oportuno traer a colación las movilizaciones sociales ocurridas días atrás en Francia y que desembocaron en la huelga general del pasado 29 de enero contra la política económica del gobierno derechista de Nicolas Sarkozy que ha optado por apoyar sin medida a la industria y a la banca gala en la misma medida en que pretende desmantelar las políticas sociales de empleo, servicios públicos y protección social, tema este especialmente sensible en tiempos de crisis para los trabajadores y los sectores más desfavorecidos de la sociedad francesa.
Interesante resulta por ello la lectura del manifiesto del Partido Socialista (PS) francés en el que, bajo el título de "Francia nunca ha sido tan rica y la riqueza tan mal repartida", denuncia el que Sarkozy haya entregado 360.000 millones de euros "para que los banqueros continúen jugando a la economía casino". Es por ello, que el PS denuncia las consecuencias de las políticas neoliberales que han supuesto un incremento de las desigualdades en Francia: el salario medio de los 50 mayores empresarios es 310 veces superior al SMIC (Salaire minimum interprofessionnel de croissance), el 10 % de la población posee el 50 % del patrimonio, existen 7 millones de trabajadores que cobran menos de 900 € /mes, hay 4 millones de parados, cifra que se incrementa en 60.000 personas más cada mes y, mientras las rentas de los más ricos siguen aumentando, el SMIC está congelado y corre el riesgo de ser suprimido por las políticas antisociales de Sarkozy.
En consecuencia, los militantes socialistas franceses proponen a la ciudadanía un "programa de urgencia" articulado en cuatro puntos básicos:
1.- una política democrática de redistribución de la riqueza y una fiscalidad más justa con medidas tales como limitar los dividendos de los accionistas, instaurar una fiscalidad "fuertemente progresiva", armonización fiscal al alza en un marco de una Europa Social reforzada, reducir el IVA, aumentar las ayudas oficiales a la vivienda, congelación de los alquileres y fomentar la Banca Pública, aunque no se alude a la nacionalización de la misma.
2.- recuperación del valor adquisitivo de los salarios (SMIC bruto de 1.600 €, ayudas inmediatas de 500 € a los beneficiarios a ayudas mínimas sociales, subida a 1.200 € de las ayudas mínimas sociales por indemnizaciones por paro, salarios a tiempo parcial y jubilaciones, cláusulas de revisión salarial automática con arreglo al incremento de los precios).
3.- Creación de empleo mediante la reducción del tiempo de trabajo (mantenimiento jornada laboral 35 horas semanales, jubilación a los 60 años con plenos derechos, reducir el número de horas extras autorizadas a cada trabajador, garantizar el descanso semanal de 2 días, restaurar el control administrativo sobre los despidos, mantenimiento de los derechos sindicales y duplicar los efectivos de la Inspección de Trabajo).
4.- Reconstrucción y fortalecimiento de los servicios públicos a escala nacional y europea. En la defensa de la Europa Social, los servicios públicos (educación, sanidad, protección social) resultan básicos. Por ello, los socialistas franceses piden, además del fortalecimiento del sector público estatal y el fin de la reducción de empleos en el mismo, la creación de nuevos derechos sociales como el de un subsidio de autonomía para jóvenes en formación (estudiantes).
Estos objetivos, y eso es lo importante, pretenden dar "una respuesta política a las exigencias sociales" en tiempos de crisis por lo que se retoma el viejo ideal, hoy revitalizado, de la "Unidad de la izquierda para redistribuir la riqueza". Por todo ello, el PS plantea con valentía el que "la izquierda unida debe proponer un programa de urgencia social" en defensa de las rentas del trabajo que haga frente a la economía especulativa neoliberal. Comparados con los 360.000 millones de euros "regalados a los banqueros", a los que habría que sumar otros 72.000 millones de euros en exenciones fiscales recientemente aprobadas, las medidas propuestas por la izquierda, de profundo contenido social, tendrían un coste estimado de 23.700 millones de euros.
Si esto ocurre en Francia, con un Gobierno conservador como el de Sarkozy, en el caso español, el Presidente Zapatero ha dejado claro, desde el primer momento, que en tiempos de crisis como los actuales, la defensa de las políticas de protección social, especialmente en caso de desempleo, resultan todavía más prioritarias que nunca para los que defendemos ideas socialdemócratas. El papel del Estado como factor de dinamización de la economía, como garante de las prestaciones sociales y defensor de los servicios públicos, resulta fundamental para remontar la crisis global actual. Sólo dos matizaciones: si en conjunto la respuesta de Zapatero ante la crisis económica resulta razonable, todavía más lo sería si mantuviese una postura más exigente ante la patronal bancaria española la cual, a fecha de hoy, ha recibido 150.000 euros en forma de avales del Gobierno y que, sin embargo, tan reticentes se muestran a la hora de conceder créditos a las familias y a las empresas. Ese dinero, que procede de nuestros impuestos, no debe tener por objeto garantizar los beneficios de una banca siempre insaciable, sino el de dinamizar la economía, tema éste ante el cual la patronal bancaria tiene una responsabilidad moral y social indudable.
Y hablando de impuestos, es el momento de retomar con fuerza en España el principio de la progresividad fiscal, eje central de las políticas económicas socialdemócratas. Por ello, se debería de mantener y potenciar el Impuesto sobre el Patrimonio, tal y como defendió (en solitario) la Corriente Izquierda Socialista en el pasado 37 Congreso Federal del PSOE. Porque un Estado progresista y socialmente avanzado debe, ante todo, evitar que los costes sociales generados por la actual crisis global los sufran los trabajadores en caso de ver reducidos sus empleos y niveles de renta y los sectores y colectivos más desfavorecidos de nuestra sociedad y, para ello, el factor redistribuidor de una fiscalidad "fuertemente progresiva", como señala el PS, resulta determinante. Es una cuestión de elemental justicia social.
José Ramón Villanueva Herrero
Militante de la Corriente de Opinión Izquierda Socialista del PSOE.
(La Comarca, 13 febrero 2009 ; Diario de Teruel, 22 febrero 2009)
SOCIALDEMOCRACIA Y ESTADO DEL BIENESTAR

El pasado 14 de marzo se cumplieron 125 años de la muerte de Karl Marx (1818-1883). La importancia de la figura de Marx es fundamental en el desarrollo de la historia contemporánea puesto que del tronco común del pensamiento marxista se fueron derivando a lo largo del tiempo diversas formulaciones teóricas y prácticas políticas que irían desde la más estricta ortodoxia comunista hasta los modelos reformistas de la socialdemocracia.
El modelo socialdemócrata, influido por las ideas de Eduard Bernstein (1850-1932), recogidas en su obra Los principios del Socialismo y las tareas de la Socialdemocracia (1899), defiende, frente a los cambios violentos, bruscos y revolucionarios, la necesidad de que el socialismo avance por el camino de lograr reformas parciales e inmediatas por medio de la actividad política democrática. Es por ello que el revisionismo marxista de Bernstein, referente ideológico de la moderna socialdemocracia, considera esencial la aceptación de la democracia como medio y como fin de la política socialista. De este modo, a diferencia de lo propugnado por las teorías comunistas, la socialdemocracia renuncia a la violencia insurreccional, rechaza la dictadura del proletariado (que Bernstein definía como "atavismo político") y circunscribe la lucha política al marco de la democracia entendiendo por tal una pedagogía de la convivencia, la renuncia a las prácticas violentas, la necesidad de la búsqueda de acuerdos entre los grupos políticos y el respeto debido al diferente.
La socialdemocracia rompió así desde finales del s. XIX con la idea de que el socialismo sólo sería posible mediante la implantación violenta (revolucionaria) de una dictadura que centralizase el poder en la vanguardia del proletariado. Frente a ello, la socialdemocracia afirma que todo proceso de cambio debe de tener una esencia absolutamente democrática así como que debe de llevarse a cabo paralelamente una descentralización federal del poder político, acompañado de un fortalecimiento de los poderes locales (municipios). Consecuentemente, frente a los dogmatismos totalitarios soviéticos y el auge de los fascismos en el primer tercio del s. XX, la socialdemocracia defendía una política que, desde la legalidad democrática, impulsase reformas concretas sobre las que cimentar el cambio social. Esto es precisamente lo que hizo a partir de 1936 el Partido Socialdemócrata Sueco (SSA) lo cual permitió que este país nórdico, hasta entonces uno de los más pobres de Europa, se transformase en uno de los más prósperos, cimentase de forma sólida lo que hemos dado en llamar el Estado de Bienestar... y todo ello sin asaltar ningún "Palacio de Invierno".
Mientras este proceso se iniciaba en Suecia, en el resto de Europa, sumida en la tragedia de la II Guerra Mundial, fue preciso que acabase esta sangrienta contienda para, una vez derrotadas las potencias fascistas, establecer lo que ha dado en llamarse el "pacto socialdemócrata". Dicho pacto, decisivo para el desarrollo europeo, supuso la aceptación de cuatro ideas básicas: fomento del pleno empleo estable; economía mixta en la cual coexisten un sector público empresarial compatible con el libre mercado; consolidación del Estado de Bienestar, concepto socialdemócrata basado en una amplia red de servicios públicos estatales (educación, sanidad y sistema de pensiones) y, también, una fiscalidad progresiva basada en la primacía de los impuestos directos.
El modelo socialdemócrata de desarrollo, eje central de política de los países más avanzados del mundo del cual los países nórdicos son un claro ejemplo, empezó a ser cuestionado por el neoliberalismo como consecuencia de las crisis de la década de 1980 y el fenómeno de la globalización. Fueron los años en que algunos países privatizaron sus sectores públicos empresariales, se desregularon las relaciones laborales y la flexibilización de éstas acabaron con el ideal del pleno empleo estable. Y sin embargo, tras la caída del muro de Berlín en 1989 y el fracaso estrepitoso de los regímenes comunistas de Europa del Este, ha quedado de manifiesto que el reformismo socialdemócrata es el único referente ideológico y político capaz de mantener viva la utopía de la transformación progresiva de la sociedad con criterios de justicia, libertad e igualdad. Por ello, la socialdemocracia se ha convertido en el bastión que, desde la defensa del Estado de Bienestar solidario por ella creado, debe hacer frente a la galopante globalización neoliberal carente de valores, que reemplaza al ciudadano por el mero consumidor, exclusivamente interesada en convertir a la Humanidad en un mercado global al servicio de los intereses de un capitalismo siempre insaciable
La socialdemocracia del siglo XXI tiene que dar un nuevo impulso a los principios y a las políticas reformistas que, de forma gradual supongan mejoras esenciales en las condiciones de vida de los sectores sociales más desfavorecidos, idea ésta que destacó Zapatero en la noche del 9 de marzo tras la victoria electoral socialista: "Gobernaré para todos, pero pensando antes que nadie en los que no tienen de todo". La política socialdemócrata, de la cual España se ha convertido en un referente internacional, viene avalada por la importante gestión desarrollada por Zapatero en la pasada legislatura: ampliación de derechos y libertades a diversos colectivos ciudadanos, diálogo social fluido y eficaz con empresarios y sindicatos, consolidación del Estado de Bienestar con la Ley de Dependencia, y una política internacional basada en el diálogo entre civilizaciones, la paz y la cooperación solidaria.
El modelo socialdemócrata español, heredero del gradualismo propio del pensamiento de Pablo Iglesias, ha demostrado su vigencia y eficacia, ha reafirmado los valores esenciales del socialismo para, mediante el paciente trabajo diario, seguir caminando hacia la utopía, hacia la transformación de nuestra realidad social, para construir un mundo más libre, justo y solidario, para que éste sea algún día la patria común de la Humanidad emancipada. En estos tiempos en que la globalización neoliberal y los conflictos entre civilizaciones generan incertidumbres y riesgos, el modelo socialdemócrata es la alternativa creíble y práctica para construir un modelo social y de desarrollo más justo en un mundo más habitable. Ciertamente, como afirmaba Nicolás Redondo, "para cambiar el mundo es absolutamente necesario el socialismo". Toda una verdad, todo un reto de futuro.
José Ramón Villanueva Herrero
(Diario de Teruel, 23 marzo 2008)