NICOLÁS REDONDO
Siempre he considerado a Nicolás Redondo Urbieta, quien fuera secretario general de UGT entre 1973-1994, como un ejemplo de ética, coherencia y compromiso sindical. Es por ello que, ahora, cuando el 16 de junio, cumple sus 95 años, he releído de nuevo el libro escrito por Antonio García Santesmases titulado Nicolás Redondo. Historia, memoria y futuro (1927-2007). Esta obra, que editó la Fundación Francisco Largo Caballero con motivo del 80º cumpleaños del histórico sindicalista, supone un homenaje a Redondo, a quien Cándido Méndez, su sucesor al frente de la UGT, define como una persona “de impecable rectitud, austero, íntegro, firme, coherente en sus convicciones”.
El libro recoge, a modo de relato biográfico, las conversaciones mantenidas entre García Santesmases y Redondo en torno a cinco etapas de su trayectoria vital. De este modo, se habla sucesivamente de aquel “niño de la guerra”, hijo de los vencidos (su padre, también socialista, sufrió varias condenas por el franquismo); de su condición de socialista vasco; de su labor como reconstructor de la UGT durante la dictadura. Especial interés tiene el capítulo 4º, titulado “Líder de la movilización obrera”, en que se analizan los años del Gobierno de Felipe González, aquellos duros y dolorosos años en que se produjo el desgarro entre el PSOE y la UGT, la ruptura de la familia socialista, enfrentamiento que culminó con la histórica huelga general del 14 de diciembre de 1988. La última parte de la obra alude a la actividad desarrollada por Redondo tras su salida de la secretaría general de la UGT (abril 1994) en la que, como ciudadano comprometido, y pleno de inquietudes, se ha dedicado a analizar el pensamiento socialista, a la relectura continua y actualizada de Prieto y Largo Caballero, y a activo papel en los movimientos cívicos contra ETA y favor de la libertad y la democracia en el País Vasco, compromiso que le obligó a vivir con escolta.
Son especialmente interesantes las reflexiones de Redondo en torno a la vigencia del pensamiento socialista clásico, sin renuncias, sin adulteraciones neoliberales. Se opone así al sutil calado de las peligrosas ideas social-liberales que priman el mercado sobre el Estado, lo privado sobre lo público, o la empresa sobre el sindicato y los trabajadores. Es por ello que Redondo pretende espolear a la izquierda política para que recupere sus señas de identidad ante la ofensiva de la globalización neoliberal. En este contexto, las ideas de Redondo suponen una reivindicación de la socialdemocracia frente a cualquier pragmatismo o desviación social-liberal. Por ello, es necesario, nos recuerda Redondo, retomar los valores esenciales de la socialdemocracia cuales son: cuestionar el sentido de la propiedad, del modelo de producción y la función del Estado. Hay que priorizar los intereses sociales sobre los económicos y los de los trabajadores sobre las empresas: en definitiva, la defensa permanente de lo sectores más débiles de nuestra sociedad, sin olvidar a la población inmigrante. Redondo es rotundo en este aspecto y por ello reivindica todos los puntos esenciales de la política socialdemócrata, una política que, para lograr la justicia social, debe ser verdaderamente redistributiva. En materia económica debe priorizar el pleno empleo de calidad, con derechos y respetuoso con el medio ambiente; debería haberse mantenido un sector público empresarial estratégico, hoy lamentablemente desmantelado en España; incentivar una inversión pública adecuada, así como una política fiscal progresista basada en la imposición directa, no en la indirecta y, desde luego, contraria a la reducción de impuestos, lo cual está generando en la actualidad lo que Redondo denominaba un “desarme fiscal generalizado”.
Finalmente, otros puntos esenciales de la política socialdemócrata serían la existencia de una protección social avanzada que garantice un sistema público de pensiones suficiente, así como la cobertura para las personas dependientes, puntos éstos en los que el Gobierno Zapatero logró importantes avances. Finalmente, frente a las tentaciones privatizadoras y la presión de la derecha, la socialdemocracia debe mantener siempre un sistema educativo y una sanidad públicos, gratuitos y de calidad.
Redondo, sensible a los cambios actuales, analiza también la globalización, a la cual considera como un hecho irreversible, pero a la cual hay que darle un sentido social para que se convierta en “un instrumento al servicio del bien público y del interés general de la Humanidad”. De este modo, el reto es convertir a la globalización liberal, la de los egoísmos financieros y empresariales, en una nueva globalización de la solidaridad y de la justicia social y, para ello, la socialdemocracia debe retomar sus principios internacionalistas.
Esta es la tarea presente y futura de la socialdemocracia ya que, como afirma Redondo, “para cambiar el mundo es absolutamente necesario el socialismo” pues su tarea esencial sigue siendo loa defensa de los marginados, de los más pobres, de la clase trabajadora.
Este libro nos presenta a un Nicolás Redondo coherente y lúcido que, a sus 95 años, mantiene sus convicciones con la misma constancia y tenacidad de siempre y, por ello, sigue siendo un referente válido para los sectores progresistas de nuestra sociedad.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 16 junio 2022)
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