EL COMPROMISO SOCIAL DE LA CULTURA
Una vez, siendo estudiante y durante un viaje en tren a Madrid coincidí con una ciudadana argentina. Durante el mismo, comentamos largamente la difícil transición política que estaba teniendo lugar en el país austral recién salido de una siniestra dictadura militar. Eran los tiempos del Gobierno de Raúl Alfonsín en los que, además de esforzarse por consolidar la naciente democracia, se intentaba salir de una profunda crisis económica a la que había conducido la Junta Militar. Mi compañera de viaje me habló de las propuestas económicas de Alfonsín, del llamado “Plan Primavera”, y, con profundo pesar, me añadió: “todos los políticos nos hablan de la primavera, pero nunca vemos las flores”.
Estos recuerdos me vienen ahora a la memoria, enfangados como estamos en la vorágine y el desánimo propiciados por la crisis global que todo lo invade. Y es que tampoco ahora los ciudadanos de a pie vemos la primavera…ni las flores, sólo atisbamos la agudización de la crisis, los sacrificios que se nos exigen, un otoño caliente con la convocatoria de una huelga general plenamente justificada y un futuro incierto y lleno de pesimismo.
En situaciones así, se hace necesaria una actitud firme de la ciudadanía en la defensa de soluciones progresistas que supongan una salida justa de la crisis, siempre a favor de los sectores económica y socialmente más débiles. Por ello es tan importante el compromiso público con estas causas de la intelectualidad, del mundo de la cultura, de los sectores universitarios, pues ello sirve de referente al conjunto de la ciudadanía.
Enlazando con la idea anterior, en medio de la convulsa situación política de la España de la II República previa a nuestra dramática guerra civil, Federico García Lorca manifestaba su compromiso personal con los valores que defendía la democracia republicana ante Luís Bagaria, célebre dibujante del diario El Sol con estas palabras: “En este momento dramático del mundo, el artista debe reír y llorar con su pueblo; hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”. Con estas líricas palabras evocaba García Lorca la necesidad de compromiso del mundo de la cultura con las causas justas: un compromiso que Luís Bagaria asumió desde las páginas de la prensa donde publicaba sus caricaturas, compromiso que mantuvo hasta su muerte en el exilio al poco de concluir la contienda.
Ese mismo compromiso al que se refería García Lorca lo asumió también Jaime Bagaria Juárez, el hijo del citado dibujante. Jaime, siguiendo la estela de su padre, había iniciado una prometedora carrera como caricaturista la cual truncó la guerra civil. De hecho, iniciada ésta, Jaime se unió a las milicias catalanas que partieron hacia el frente de Aragón en defensa de la legalidad republicana. Jaime Bagaria, afiliado al Sindicato de Dibujantes Profesionales de UGT, resultó herido gravemente en un accidente fortuito ocurrido en Caspe: operado de urgencia en el Hospital de Sangre de Alcañiz, falleció en esta ciudad el 27 de julio de 1937, siendo posteriormente enterrado en el cementerio alcañizano. Al día siguiente, el periódico barcelonés La Vanguardia, que entonces se subtitulaba “diario al servicio de la democracia” y en el cual trabajaba su padre, se hizo eco del trágico suceso a la vez que se lamentaba de cómo el joven Jaime Bagaria había muerto “cuando empezaba a gustar las mieles del triunfo como caricaturista intencionado y sagaz”.
Ciertamente, en aquellas dramáticas circunstancias bélicas, García Lorca, Jaime Bagaria y tantos otros artistas, intelectuales y personas vinculadas al mundo de la cultura, se comprometieron con la realidad social que les tocó vivir, se metieron “en el fango hasta la cintura”, tal y como había dicho el poeta granadino aunque ello les supusiera la vida, la cárcel, el exilio o el ostracismo por parte del fascismo entonces victorioso.
Ahora, aunque la realidad no es tan dramática como entonces, resulta no obstante igual de necesario e imprescindible el compromiso militante del mundo de la cultura con los temas que preocupan a la ciudadanía: la defensa de los valores democráticos, la denuncia de la corrupción, el rechazo a las guerras, la defensa del medio ambiente y, de forma especial, la búsqueda de una salida progresista y solidaria a la crisis global sin olvidar tampoco la defensa de la dignidad y la memoria histórica republicana (ahí están los casos de los actos en apoyo al juez Garzón y de denuncia de la impunidad judicial de los crímenes del franquismo).
El joven dibujante Jaime Bagaria enterrado en Alcañiz o Federico García Lorca, yacente todavía en una fosa del barranco de Víznar, sentirían de este modo que su ejemplo y sacrificio ha merecido la pena para seguir manteniendo encendida la antorcha de la justicia social, la misma antorcha que hace décadas quiso apagar el fascismo, la misma antorcha que ahora quiere apagar la codicia desenfrenada e insaciable del neoliberalismo y la dictadura de los mercados financieros.
(publicado en El Periódico de Aragón, 19 junio 2010 ; Diario de Teruel, 27 junio 2010)
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