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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

LA AMARGA MEMORIA DE DOMINGO FÉLEZ

LA AMARGA MEMORIA DE DOMINGO FÉLEZ

 

     En este año en que se cumple el 75 aniversario del exilio republicano, es  importante fomentar acciones que reivindiquen la memoria histórica democrática y antifascista. En este sentido, pese al evidente rechazo y aversión que este tema produce en los sectores conservadores (recordemos la supresión en Aragón del Programa Amarga Memoria por parte del Gobierno PP-PAR), resulta más necesaria que nunca la labor de investigadores, asociaciones y personas comprometidas en recuperar esta parte de nuestra historia. Es por ello un motivo de alegría la reciente publicación en Venezuela de un libro escrito por la prestigiosa investigadora Laura S. Leret, hija y nieta de republicanos represaliados por el franquismo, titulado Domingo Félez. Veterano de tres guerras (Víctima de los nazis, prisionero de EE.UU.). Dicha obra es un serio y documentado relato de la vida del republicano aragonés Domingo Félez Burriel, actualmente residente en Venezuela, a donde arribó tras haber sobrevivido a los avatares de nuestra contienda civil,  de la II Guerra Mundial y, de forma especial, después de los 5 años que pasó por el campo de concentración  nazi de Mauthausen.

     Laura S. Leret plasma la trayectoria vital de Domingo Félez desde su nacimiento en Alcorisa en 1920, en el seno de una familia de hondas convicciones republicanas, y en donde, iniciada la guerra civil, “como buen militante del Partido Socialista Obrero Español, a los 15 años me fui como voluntario”. De este modo, se convirtió en “el soldado más joven de España” y que, tras integrarse en la columna Carod-Ferrer y más tarde en la Macià-Companys, formó parte de la 30 División del Ejército Republicano, combatiendo en Belchite, Teruel y en la batalla del Ebro, siendo ascendido a sargento por méritos de guerra.

     El éxodo republicano le llevó a Francia y pasó por los campos de Argèles y Saint-Cyprien hasta que, reclutado por las Compañías Militarizadas de Trabajo francesas, estuvo construyendo las defensas de la Línea Maginot. Tras la derrota del ejército galo (junio 1940), fue capturado por los nazis cerca de Estrasburgo y enviado, al igual que varios miles de compatriotas, al campo de Mauthausen. Era el preso nº 4.779 en aquel lugar donde la vida y la dignidad humana no tenían ningún valor, una “matazón”, como lo define Félez. Allí trabajó en la tristemente célebre cantera, aquel infierno hecho piedra, al igual que Manuel Rifaterra, también de Alcorisa, el maestro de obras que realizó la famosa escalera de los 186 escalones y la construcción del reciento exterior del campo. Más tarde pasaría por el campo auxiliar de Gusen y fue trasladado por los nazis para trabajar como mano de obra esclava en la fábrica de motores de avión de Foche Wolf cercana a Viena, de donde no regresaría a Mauthausen hasta principios de 1945, permaneciendo allí hasta la liberación del campo por los americanos el 5 de mayo de ese año.

    Hasta aquí la historia de Félez sería similar a la de tantos republicanos españoles que sufrieron el cruel zarpazo de la barbarie nazi y lograron sobrevivir a la política de exterminio hitleriana. Pero el caso de Félez es distinto puesto que, tras  la liberación, fue detenido por las fuerzas de los EE.UU.  bajo la acusación, nunca probada, de haber colaborado con los verdugos nazis. Esta grave acusación ha pesado como una losa sobre la memoria de Félez y, uno de los capítulos más interesantes del libro es el que la autora dedica a los llamados Juicios de Dachau donde, junto a 1.672 criminales nazis,  se juzgó a 5 españoles, entre ellos Félez. Las investigaciones de Leret, basadas en la consulta de los Archivos Nacionales de los EE.UU. (NARA) y de los datos ofrecidos por Joseph Harlow, quien fuera transcriptor del Tribunal de Dachau y autor de un libro revelador (Innocent at Dachau, 1993), demuestran que se trató de juicios viciados, plagados de irregularidades (los testigos del fiscal estaban pagados, la defensa  no pudo contar con testigos fiables, se careció de intérpretes y asesores para los republicanos, etc.). Félez, tras 26 meses en prisión, fue juzgado en julio de 1947. El alcorisano alegó que “Todo esto es puro embuste” y, sin embargo, fue condenado a 2 años de prisión. Al conocer la sentencia, declaró: “Quiero decirle al Tribunal que he luchado contra el fascismo por once años y que no soy ningún criminal”. No obstante, fue acto seguido liberado pues su condena era equivalente al tiempo que había estado en la celda de Dachau a la espera de juicio.

     A su salida de la cárcel, un viejo alemán le leyó la mano y le predijo su destino: “Tienes un futuro bueno, un viaje muy largo a un lugar donde te espera una muchacha morena muy bonita”. Y así fue: embarcó en Bremen con destino a Venezuela a donde llegó en octubre de 1947 y allí inició una nueva vida, se casó con Gladis González y tuvo tres hijos (Ilich, Thaelman y Coromoto).

     Otro capítulo interesante de la vida de Félez es el de sus años de participación en la guerrilla revolucionaria procastrista de Venezuela, a la cual se unió en 1962 permaneciendo en la clandestinidad durante 7 años hasta que, como consecuencia de la política de pacificación del presidente Calderón, en 1969 retornó al hogar familiar en La Victoria,  donde hoy sigue residiendo.

     Félez es una de las últimas voces de los republicanos españoles supervivientes del nazismo y hoy, a sus 94 años, casi ciego, en su vivienda ocupa un lugar destacado una fotografía de la puerta de su casa natal en Alcorisa (C/ Mayor, 24), a donde ya nunca regresó, mientras, con sereno estoicismo, señala que “estoy esperando a que llegue la hora de morirme”.

     Esta es la amarga memoria de Domingo Félez, un luchador republicano contra el fascismo en España, superviviente de la barbarie nazi en Mauthausen, guerrillero revolucionario en Venezuela, el cual representa un testimonio emotivo y veraz de un tiempo rasgado por las tragedias y luchas del s. XX y, a la vez, una lección de compromiso político, tenacidad y coraje ante la adversidad.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 26 mayo 2014)

 

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