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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

UNA MEMORIA ARCOIRIS

UNA MEMORIA ARCOIRIS

 

    A lo largo de nuestra agitada historia, han pesado demasiados prejuicios, heredados de una ancestral mentalidad inquisitorial y cainita, los cuales nos han hecho difícil aceptar (y respetar) al diferente, bien fuera este judío, morisco, gitano, protestante, masón, liberal, demócrata o progresista de diversas tendencias…u homosexual, una cadena de siglos de intolerancia y discriminación que, cual si de una pesada losa se tratara, hemos ido arrastrando durante demasiado tiempo.

     El pasado 8 de abril, en el homenaje que anualmente organiza en el zaragozano Cementerio de Torrero la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA) en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza en honor a las víctimas de la represión franquista, se dedicó en esta ocasión un recuerdo especial a quienes fueron represaliados por la dictadura como consecuencia de su orientación sexual, una memoria en arcoiris tan desconocida   como silenciada en ocasiones, razón por la cual hoy quisiera dedicarle unas líneas a este tema.

     Durante la dictadura franquista, al desprecio secular hacia las personas que por las orientaciones sexuales que se salían de las normas convencionales, se unió el hecho de que éstas tuvieron la condición de figura delictiva, estuvieron criminalizadas. Así consta en la reforma del 15 de julio de 1954 introducida en la famosa Ley de Vagos y Maleantes de 1933, razón por la cual se indica en ella que “podrán ser declarados en estado peligroso y sometidos a las medidas de seguridad”, además de los vagos habituales, “los homosexuales, rufianes y proxenetas” (art. 2º). También se señalaban en ella las tres medidas represivas que se debían de aplicar a estos colectivos: internamiento en un establecimiento de régimen de trabajo o colonias agrícolas “por tiempo indeterminado” hasta un máximo de 3 años, internamiento en un establecimiento de custodia (máximo, 5 años) o bien “aislamiento curativo en Casas de templanza, por tiempo absolutamente indeterminado”.

     El símbolo de la dureza represiva ejercida por el franquismo lo representó la Colonia Agraria Penitenciaria de Tefía, lugar inhóspito, olvidado y reseco de la isla de Fuerteventura a donde eran deportados los homosexuales y que funcionó entre 1954  y mediados de los años 60: allí, picando piedra, entre frecuentes apaleamientos y escasas raciones alimentarias, penaban estos deportados por lo que la dictadura consideraba “un vicio”. Tras el cierre de Tefía, en aplicación de la citada reforma de 1954,  los homosexuales seguirían siendo enviados a las cárceles, ésta vez a las llamadas “Galerías de Invertidos”, aislándolos del resto de los presos. Además de lo dicho, el ideario represivo se completaba con medidas tales como la prohibición expresa de que éstos, tras ser fichados policialmente como “homosexuales peligrosos”, residiesen en determinados lugares, además de la obligación de declarar su domicilio o la sumisión a la vigilancia de los delegados gubernativos.

     La Ley de Vagos y Maleantes estuvo en vigor hasta que fue reemplazada por la Ley 16/1979, de 4 de agosto, de Peligrosidad y Rehabilitación Social, la cual mantuvo las mismas ideas represivas que la legislación anterior. De este modo, entre 1970-1979, según la Asociación de Ex Presos Sociales, fueron internados 5.000 homosexuales en cárceles especializadas, concretamente en la de Badajoz,  para “pasivos” y en la de Huelva,  para “activos”. Tras cumplir sus penas de prisión se les aplicaba un destierro de 2 años. A su vez, la nueva ley pretendía “la rehabilitación de los que realicen actos de homosexualidad” y, para ello, contemplaba “el internamiento en un establecimiento de custodia o trabajo adecuado a la personalidad del sujeto peligroso” por un período no inferior a 4 meses ni superior a 4 años, o bien mediante el “internamiento en un establecimiento de reeducación” (art. 5º).

      La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social sobrevivió al franquismo y estuvo en vigor hasta 1979, ya en período de legalidad democrática constitucional, por lo que se ha  calificado a todas las personas que fueron objeto de represión por causa de sus orientaciones sexuales como “los olvidados de la Transición”. No sería pues hasta que, durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero,  se aprobó la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, popularmente conocida como la Ley del Matrimonio Homosexual, cuando finalmente se hizo justicia para con el colectivo de gays y lesbianas, adquiriendo de este modo la plenitud de derechos cívicos  que les corresponden en nuestro sistema democrático.

    Aunque afortunadamente ya pasaron los viejos tiempos de persecución y desprecio, no han desaparecido por completo de nuestra sociedad actitudes homófonas que, aunque minoritarias, suponen, todavía, un poso de viejos prejuicios y nuevas demagogias, alentadas en ocasiones por los emergentes movimientos de la extrema derecha. Y no obstante, tal y como nos recuerdan los medios de comunicación, todavía es peor la situación que estos colectivos sufren en otros países como Rusia, Chechenia o en el conjunto de las zonas del mundo musulmán que se hallan bajo el yugo del fundamentalismo yihadista. Por todo ello, junto a la defensa de los valores de la memoria democrática, también es de justicia  recordar, como este año se hizo en el homenaje del Cementerio de Torrero,  la memoria de quienes sufrieron o siguen sufriendo cualquier tipo de discriminación y represión como consecuencia de su orientación sexual, quienes representan la tantas veces olvidada  memoria arcoiris.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en El Periódico de Aragón, 23 abril 2017)

 

 

 

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