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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL NUEVO CABALLO DE TROYA

EL NUEVO CABALLO DE TROYA

 

     No hay mejor imagen de lo que representa el proyectado Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión, el conocido como TTIP, sus siglas en inglés, que la del caballo de Troya, adoptado como símbolo por el creciente número de detractores que dicho tratado suscita. Si en la antigüedad clásica el caballo de Troya fue un regalo envenenado de los aqueos para apoderarse astutamente de la ciudad troyana, ahora, tras este ambicioso acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, se esconden planteamientos preocupantes que pueden convertirse en un auténtico golpe contra la democracia y el Estado de Bienestar.

    La amenaza es real ya que, a las negociaciones, cubiertas por el manto del secretismo, se une la actitud de la “gran coalición” existente de facto en el Parlamento Europeo (PE) entre conservadores, liberales y socialdemócratas, que están impulsando la aprobación política del TTIP. Así se comprobó el pasado 28 de mayo con la aprobación por la Comisión de Comercio Internacional (INTA) del PE de la llamada “Enmienda CAM 50” mediante la cual se favorece a los intereses de las grandes empresas multinacionales en la misma medida que se diluye la capacidad legislativa de los parlamentos nacionales y del propio PE. Ello ha permitido la inclusión, con la connivencia de los grupos socialdemócratas, del  Mecanismo de Resolución de Controversias entre Inversores y Estados, el ISDS, en el proyectado TTIP. Ello supone un mecanismo de blindaje que permite a las multinacionales demandar a los Estados con cifras millonarias en caso de considerar en peligro sus inversiones debido a cambios normativos que éstos pudieran llevar a cabo. Tal es así que las demandas de las grandes empresas, en caso de que considerasen que las legislaciones nacionales o comunitarias pudieran reducir sus beneficios, se producirían, por ejemplo, en casos de subidas salariales de los trabajadores o por la reversión al sector público de sectores sanitarios que habían sido previamente privatizados, lo cual socava todo el ordenamiento político y jurídico de la UE. decía Nicolás Redondo, es siempre insaciable.

     Si lo anterior no fuera ya un duro golpe  en los muros de nuestra democracia que las hordas del capital trasnacional intentan asaltar, hay que añadir que las demandas tendrían lugar ante comisiones de arbitraje privadas y no ante los tribunales de Justicia ordinarios. Además, estas comisiones internacionales privadas estarían formadas por abogados designados  por los grandes lobbies empresariales y sus decisiones no podrían ser impugnadas ante ninguna otra instancia judicial: el resultado de sus “fallos” sería, pues,  tan parcial como podemos suponer. Ante semejante aberración  Jueces para la Democracia (JpD) ha manifestado su total rechazo  al calificar al ISDS como “un torpedo bajo la línea de flotación del concepto clásico de jurisdicción” entendida ésta como una función estatal y como un órgano que ejerce un poder reservado al Estado. Además, JpD nos advierte que las prácticas de éstos tribunales serían demoledoras tanto en cuanto traerían una pérdida de derechos laborales básicos, fomentarían el dumping social (enriquecimiento empresarial a costa del abaratamiento de la mano de obra), limitarían las sanciones por daños medioambientales causados por las multinacionales y privatizarían servicios públicos esenciales como es el caso de la sanidad. De consumarse esta situación, el caballo de Troya estaría ya dentro de nuestra fortaleza  y, con ello, la democracia estaría herida de muerte ya que nuestros parlamentos no podrían legislar en contra de los abusos de los inversores extranjeros y en defensa de los intereses del conjunto de la sociedad. Por su parte, la oposición sindical ante el TTIP y el ISDS es también frontal y así lo han puesto de manifiesto Comisiones Obreras, UGT, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y hasta el movimiento sindical norteamericano  de la AFLCIO pues como señalaban todos ellos, estos acuerdos suponen “una amenaza a los derechos laborales conquistados hace muchos años, a los principios democráticos y a la naturaleza y funciones de los Servicios Públicos, que se pueden ver invadidos por el negocio y los intereses privados, vulnerando su carácter de atención pública, universal, de calidad y gratuita”. Y, de forma premonitoria, el movimiento sindical nos advierte que, “si se mantiene el tratado en los términos que ya conocemos significaría un golpe muy grave y serio a las políticas de cohesión social, al Estado de Bienestar a nivel europeo, a los derechos laborales, al derecho de negociación colectiva y a la propia capacidad de los Estados de la UE para defender políticas de igualdad”. Y no debe sorprendernos esta pretensión, este nuevo intento de retroceso político y social, pues tras este nuevo caballo de Troya, se halla la voracidad neoliberal, ese capitalismo trasnacional sin alma que, como decía Nicolás Redondo, es siempre insaciable.

   Ante tan grave amenaza, también la ciudadanía vigilante e informada se ha movilizado y ahí está la Iniciativa Ciudadana Europea Stop TTIP, la cual ya ha sido suscrita por más de dos millones de europeos. Por ello, y visto el trato despiadado al que está siendo sometida Grecia por parte de los poderes económicos representados en la Troika, la oposición ante el TTIP, al cual la eurodiputada de Podemos Lola Sánchez ha definido como “la constitución de las multinacionales”, ha de ser contundente desde las filas de los grupos progresistas y de izquierdas (incluida la errática socialdemocracia europea), como por parte de la ciudadanía. Además, ante tan importante cuestión, siguiendo el ejemplo de Alexis Tsipras, hay que dar la voz al pueblo soberano y someter el TTIP a referéndum en todos los países de la UE y, por supuesto votar en contra de un tratado que pretende que las grandes corporaciones fijen las reglas de juego y aumenten ilimitadamente sus beneficios al margen de todo control jurídico y democrático, algo que, desde todos los puntos de vista resulta inaceptable.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 5 de julio de 2015)

 

 

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