Blogia
Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL 12 DE OCTUBRE, UNA FIESTA NACIONAL CUESTIONADA

EL 12 DE OCTUBRE, UNA FIESTA NACIONAL CUESTIONADA

 

     En la España democrática actual, sigue siendo una cuestión pendiente el encontrar símbolos integradores que aúnen y con los que se identifiquen todos los ciudadanos de esta nuestra España plural, y uno de ellos es el de la fecha de la fiesta nacional.

    Si hacemos un poco de historia recordaremos que, como señalaba Carsten Mumlebaek en su estudio «La nación española conmemora. La fiesta nacional de España después de Franco», durante los primeros años de la Transición se evitó abrir una discusión sobre los símbolos nacionales como la bandera, el himno, la fiesta nacional y el escudo. No obstante, por lo que a la fiesta nacional se refiere, se retiró el oprobioso recuerdo del “18 de julio” y, de forma tácita, se optó por el “12 de octubre” sin que hubiera elección ni debate al respecto, tal y como recogió el Real Decreto 1358/1976, fecha que mantenía un evidente contenido ideológico pues suponía una continuidad con el discurso franquista de la Hispanidad con alusiones a la “comunidad de sangre” y al “destino histórico”, los cuales tienen su origen en la historiografía conservadora y providencialista, todo ello unido a un sentido religioso (defensa de la fe católica en el mundo) así como de exaltación del espíritu colonizador hispano.

    Mientras esto ocurría, se produjo la institucionalización de las fiestas nacionales en algunas comunidades autónomas como la Diada del 11 de septiembre en Cataluña (junio 1980) o el Aberri Eguna, Día de la Patria Vasca (abril 1981), lo cual coincidía con un proceso de construcción nacional muy intenso tanto en Cataluña como en Euskadi. Por el contrario, debido a la estigmatización del nacionalismo español tras la pesada herencia del franquismo, como señalaba el citado Mumlebaek, “el lado español de este conflicto simbólico se encontraba en una relativa desventaja respecto a las nacionalidades históricas”. Tras el funesto episodio del golpe del 23 de febrero de 1981, el entonces Gobierno de la UCD fue consciente de la necesidad de actualizar los símbolos nacionales y así se aprobaron sucesivamente la Ley de la Bandera y la Ley del Escudo en octubre de 1981, a la vez que se inició un interesante debate sobre la Fiesta Nacional.

    Fue el PSOE el que incluso antes del 23-F ya había propuesto como fiesta nacional, en una proposición fechada en noviembre de 1980, el declarar como tal el “6 de Diciembre”, aniversario del referéndum constitucional. A partir de este momento, se generó un intenso debate entre elegir el 12 de octubre (como sostenía la UCD) y el 6 de diciembre, como propugnaba el PSOE , debate que tenía un hondo calado político ya que “elegir el 12 de octubre significaba ratificar la situación de facto y dejar mayoritariamente intacta la idea de la nación española heredada del régimen franquista, mientras que elegir el 6 de diciembre significaba apostar por una concepción nacional diferente centrada en los valores de la democracia y del consenso” (Mumlebaek). De este modo, la propuesta del PSOE, que no llegó a discutirse hasta después del 23-F, consideraba que el referéndum del 6-D supuso un “cambio de época” que simbolizaba la fundación de la nueva democracia española y se consideraba a la Constitución de 1978 como el inicio de una nueva identidad española, todo ello imbuido del espíritu de la idea del patriotismo constitucional de Jürgen Habermas.

    No obstante, y por desgracia, esta propuesta contó con el rechazo de la UCD para el cual la Constitución “no era más que una expresión de la ya existente identidad nacional que tenía sus propias festividades, cuya continua celebración importaba más que instituir otra celebración dedicada a la Constitución”. Este desacuerdo fundamental, tras el cual subyacía la lucha por definir la Transición en términos de “ruptura” o “reforma”, hizo que la mayoría gubernamental de UCD, mediante el Real Decreto 3217/1981, ratificara el 12 de octubre denominándolo “Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad”, aprobación en parte acelerada por el hecho de que la Generalitat de Catalunya había declarado el 12-O como día laborable en 1981.

    Pero con la llegada al poder del PSOE tras la histórica victoria electoral de octubre de 1982, se produjeron cambios significativos en la posición hasta entonces defendida por el partido de Felipe González. En primer lugar, por Orden 1982/31135 (BOE nº285, de 27 de noviembre de 1982), se declaró el 6-D como “Día dedicado a la enseñanza del contenido de la Constitución”, pero el PSOE ya no promovió contando con una holgada mayoría parlamentaria su anterior propuesta de convertir al 6-D en la Fiesta Nacional. En cambio, el Gobierno del PSOE estableció dicha fecha como “Día de la Constitución (RD 2964/1983, BOE nº 287, de 1 de diciembre) y posteriormente lo declararía como día festivo de carácter cívico en diciembre de 1989.

     El cambio de actitud del PSOE se plasmó en la aprobación de la Ley 18/1987, que declaraba el 12 de octubre como día de la Fiesta Nacional de España (BOE nº 241, de 8 de octubre), ley que contó con un amplio apoyo parlamentario (243 votos a favor), la abstención de la Minoría Catalana y del PNV, mientras que la votaron en contra ERC e IU, los cuales plantearon una enmienda a la totalidad). No obstante, en la nueva ley desapareció la denominación de “Día de la Hispanidad” porque tenía connotaciones incómodas tales como nostalgias neocolonialistas de corte paternalista, razón por la cual se pretendió despojar al 12-O de cualquier referencia histórica heredada del franquismo.

    Las razones de este cambio de actitud del PSOE, que fue muy criticado, se pretendió justificar por la pugna interna en las filas socialistas entre “constitucionalistas” (partidarios del 6-D) y los “historicistas” (partidarios del 12-O), los cuales preferían una fecha que tuviera relevancia histórica, aunque supusiera olvidar el significado del 6-D como momento histórico de fundación simbólica de la nueva democracia española. También se quiso argumentar que este cambio de posición del PSOE se debió a su intento de búsqueda de un amplio apoyo parlamentario, todo ello en el ambiente de los preliminares de la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América.

    El desarrollo posterior del 12-O como Fiesta Nacional recibió críticas, no sólo las previsibles desde el ámbito del nacionalismo vasco o catalán, sino también desde la izquierda y desde distintos sectores ciudadanos que le reprochaban su carácter excesivamente militar y su escaso arraigo en los valores cívicos y democráticos como hubiera ocurrido de celebrarse el 6-D.

   Finalmente, como señalaba Jaume Vernet i Jovet en su trabajo «El debate parlamentario sobre el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España», a fecha de hoy, seguimos ante la dificultad de “encontrar una fecha indiscutida para la realidad compleja que hoy representa España que contenga el suficiente carácter simbólico e integrador. Por ello, el no haber declarado como Fiesta Nacional el 6-D, como demandó en su momento tanto Izquierda Unida como ERC, y como recordaban Sebastián Balfour y Alejandro Quiroga en su libro España reinventada: nación e identidad desde la transición (2007), ha tenido una consecuencia tan importante como negativa cual es que “los españoles no pueden celebrar a día de hoy la transición a la democracia, su mito fundacional en tanto que nación moderna, como su principal fiesta patriótica”. Y, lamentablemente, es cierto.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 11 octubre 2020)

 

0 comentarios