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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

UN CÓDIGO DE HONOR

  

    Asistimos con horror al drama que está ocurriendo en Gaza, con tintes de genocidio para el pueblo palestino. La causa y pretexto ya la sabemos: la actuación criminal llevada a cabo por la organización terrorista Hamas contra la población civil de Israel del pasado 7 de octubre y la también criminal, y desproporcionada, respuesta el Gobierno de Benjamín Netanyahu, que la ha empleado como una huida hacia adelante para ocultar su creciente oposición interna en la sociedad israelí ante su deriva antidemocrática. Esta guerra, que sembrará el odio por generaciones entre palestinos e israelíes, contrasta con lo que ocurrió en Albania durante la II Guerra Mundial y que hace referencia a cómo la población del país balcánico, de mayoría musulmana (sólo el 17% de su población era cristiana), salvó a miles de judíos del Holocausto mediante la aplicación del “Besa”, un centenario código de honor. Recordemos estos hechos.

   En vísperas del estallido del conflicto, el reino de Albania empezó a acoger y proteger a refugiados judíos procedentes de Alemania y Austria que huían de la persecución del nazismo. Tal es así, que ya en 1938, el rey Zog I, ya había ofrecido asilo político a más de 300 judíos a los que concedió la ciudadanía albanesa. Iniciada la guerra, cuando la Italia fascista invadió Albania, la situación se hizo más difícil para la entrada de judíos en el país. Más tarde, serían los nazis los que ocuparon el país y exigieron a las autoridades albanesas que les proporcionaran listas de judíos para ser deportados, pero éstas se negaron puesto que la ayuda brindada a los judíos fue considerada como “cuestión de honor nacional”. Lo mismo hizo la población civil, dando un ejemplo de humanidad solidaria al aplicar el “Besa”, en favor de los judíos perseguidos.

   El término “Besa” que significa “promesa de honor” es una regla moral tradicional albanesa basada en los conceptos de “compasión” y “tolerancia” y sus orígenes se remontan a tradiciones orales del s. XV las cuales han ido pasando de generación en generación como un conjunto de leyes no escritas. De este modo, el “Besa” vincula el honor personal con el respeto y la igualdad para con los demás y, entre sus principales valores, está la protección sin condiciones de un invitado, hasta el punto de arriesgar la propia vida. La aplicación del código Besa, como señalaba Shirley Cloyes Dioguardi, supuso que “los albaneses acogieron a los judíos en sus familias, los alimentaron, los cuidaron, los escondieron. Y cada vez que los cosas se ponían más peligrosas, encontraban formas de trasladarlos a otros lugares”. Y esta lección de solidaridad era llevada a cabo por personas que no estaban involucradas en política ni en movimientos sociales, sino por personas guiadas, simplemente, por el espíritu humanitario que subyacía en dicho centenario código de honor.

   Al final de la II Guerra Mundial Albania fue uno de los pocos países europeos que tenía más población judía que al inicio de la contienda ya que varios miles salvaron su vida gracias a la aplicación del Código de honor Besa, a la solidaridad de los albaneses.

   El Código Besa se ha aplicado, también, en fechas más recientes. Así, en 1999, sirvió para acoger a miles de refugiados, la mayoría de etnia albanesa, que dejaron Kosovo huyendo de las fuerzas militares serbias. De igual modo, tras la retirada apresurada de los EE. UU.  de Afganistán y la toma del país por los talibanes, Albania acogió a en torno a 4.000 refugiados afganos. Y es que, como declaró Ulta Xhacka, el entonces ministro de Relaciones Exteriores del país balcánico, “Albania acogerá con orgullo a refugiados afganos gracias a su buena voluntad. Nunca será un centro de políticas antiinmigración de países más grandes y ricos". Este ejemplo, y estas afirmaciones, deberían ser tenidas en cuenta por determinados países de nuestra opulenta Europa y, también, por los grupos políticos xenófobos que hacen de la inmigración bandera de sus arengas reaccionarias e insolidarias.

    Por todo lo dicho, Albania, un país pequeño y pobre, ha demostrado en más de una ocasión a lo largo de su historia el compromiso con la hospitalidad hacia las personas que se ven obligadas a abandonar su país, víctimas de la persecución. Toda una lección de dignidad, solidaridad y tolerancia que merece ser divulgada y reconocida en estos agitados tiempos que nos ha tocado vivir.

 

   José Ramón Villanueva Herrero

   (publicado en: El Periódico de Aragón, 5 julio 2024)

 

 

 

LA ALARGADA SOMBRA DEL RÉGIMEN DE VICHY

 

     Los resultados electorales de Reagrupamiento Nacional (RN), el nuevo nombre del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, la extrema derecha francesa, en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo (30 eurodiputados y el 31,4% de los votos) han sacudido la sociedad y la política del país galo y, ante esta situación, se han movilizado las fuerzas antifascistas con la formación de un Nuevo Frente Popular (NFP) suscrito por un total de 30 partidos políticos

     La amenaza que supone RN para los valores democráticos y en caso de que Jordan Bardella llegase a ser el futuro primer ministro, viene de tiempo atrás. Desde que Jean-Marie Le Pen crease el FN en 1972, su implantación y apoyo en la sociedad francesa ha ido en aumento. Baste recordar que, en las presidenciales de 2002, Jean-Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta y se enfrentó a Jacques Chirac, el candidato de la derecha gaullista (RPR) y que, en aplicación de un impecable “cordón sanitario”, éste último fue votado por todo el arco parlamentario francés, incluida por supuesto la izquierda, para frenar al FN, obteniendo de éste modo, que Chirac lograse el apoyo del 82,2% del electorado galo.

    Pasados los años, y con el FN en alza, una parte de la sociedad francesa parece asumir sin problemas, la “normalización” de este partido neofascista, por lo que no inquieta, y menos indigna, a amplios sectores sociales, lo que Géraldine Schwartz, en su impactante libro Los amnésicos (2021) no duda en calificar como “una progresión contagiosa de la indiferencia” ante ese “enemigo de la democracia” que es la extrema derecha lepenista.

   Pero esta situación tiene sus antecedentes históricos en la actitud que ya evidenciaron buena parte de los franceses tras la capitulación de la III República ante la Alemania nazi el 22 de junio de 1940, la posterior ocupación de una parte del país por las tropas hitlerianas y, a su vez, la creación del régimen fascista presidido por el mariscal Pétain con capital en la ciudad de Vichy, todo ello con el tema del “colaboracionismo” como telón de fondo. Fueron los años del régimen pétainista denominado “Revolución Nacional”, de profundas afinidades con la ideología nazi-fascista: rechazo del parlamentarismo y la democracia; supresión de los sindicatos y el derecho de huelga; antisemitismo de Estado; apología de los valores tradicionales (trabajo, familia, patria); culto a la personalidad el Jefe, en este caso, del omnipresente mariscal Pétain, y todo ello unido a una implacable represión contra la Resistencia, en la cual se encuadraron numerosos combatientes republicanos españoles antifascistas.

    El giro hacia el régimen autoritario de Vichy, que estaba en las antípodas de los valores de la República francesa, no pareció molestar a la mayoría de los franceses, que permanecieron impasibles ante las acciones represivas de la Milicia pétainista, máxime tras el encuentro entre Hitler y Pétain en Montoire-sur-Loir (24 octubre 1940), en el cual, como recordaba la citada Géraldine Schwartz, “se abría una nueva página para Francia, que se hundiría en la complicidad activa con los crímenes del Reich contra los resistentes y los judíos”. Ahí quedan hechos tan infames como la redada del Velódromo de Invierno llevada a cabo en París el 16 de julio de 1942 que, aunque no era territorio bajo control de Vichy, sino bajo la ocupación directa de Alemania, supuso la detención de 13.000 judíos por parte de 6.000 gendarmes franceses cuya “diligencia represora”, sorprendió, incluso a la Gestapo nazi. Los detenidos serían posteriormente enviados desde la estación de Drancy, al campo de exterminio de Auschwitz. Por su parte, Pierre Laval, presidente del Gobierno colaboracionista de Vichy, enviaría posteriormente a la deportación a los niños judíos menores de 16 años que no habían sido reclamados por el Reich.

    Géraldine Schwartz señala con acierto que, “Quizá si la población francesa hubiese reaccionado desde el principio ante las persecuciones contra los judíos, el gobierno de Vichy no habría llegado a ser cómplice de asesinatos en masa” y, más aún, nos recuerda que “las medidas antijudías no solamente suscitaban indiferencia, a veces también adhesión” y, de hecho, éstas se saldaron con la deportación de 76.000 ciudadanos franceses a un fatal destino en los campos de exterminio nazis.

   Frente a estos dramáticos hechos, vienen a la memoria aquellas infamantes declaraciones de Jean-Marie Le Pen quien, años atrás, calificó la existencia de las cámaras de gas como “un detalle insignificante” de lo ocurrido durante la II Guerra Mundial en Europa, a la vez que confiaba en el mortífero virus del Ébora para poder acabar con la inmigración. En otra ocasión, respondiendo a las críticas de varios artistas judíos contra el FN, les respondió diciéndoles que habría que hacer “una hornada” con ellos. Como vemos, la negra sombra del fascismo de Vichy, cuya ideología y programa asumió en buena parte en sus inicios el FN, es alargada y llega, peligrosamente, hasta nuestros días, aunque ahora, el RN maquilla su lenguaje con propuestas identitarias propias del más rancio chovinismo francés.

   El auge del RN, como el de otros movimientos autoritarios europeos, está alimentado en la actualidad por la crisis de los refugiados y el tema de la inmigración, lo cual les ha servido de motor, para que la extrema derecha y los populismos autoritarios, hayan experimentado en Europa un éxito sin precedentes desde 1945.

    Hoy más que nunca resultan necesarias las políticas de memoria, el que se recuerde lo que supuso el régimen de Vichy, ya que, como señalan las sociólogas Sarah Gensburger y Sandrine Lefranc, ello sirve para “fundar valores perennes” y “estimular el espíritu crítico del individuo” ante las emergentes amenazas totalitarias. Todo un reto a dilucidar en las próximas elecciones legislativas francesas en las que están en juego los cimientos de la democracia y la justicia social en nuestro país vecino y esto es lo que está dispuesto a defender el NFP. Suerte.

 

    José Ramón Villanueva Herrero

    (publicado en: El Periódico de Aragón, 21 junio 2024)

 

UN MANIFIESTO ALEMÁN

 

   Ante las próximas y decisivas elecciones al Parlamento Europeo que van a determinar el futuro de la Unión Europea (UE) y de sus valores, un hecho relevante ha sido la publicación de un Manifiesto titulado En pie por nuestros valores, suscrito por 30 empresas alemanas con objeto de frenar el voto a las candidaturas de la extrema derecha xenófoba y racista. Dicho Manifiesto lo firman, entre otras, empresas tan importantes como Allianz, Deutsche Bank, BMW, Siemens, Thyssen-Krupp, Basf, Mercedes-Benz, Volkswagen, así como la Federación de Industrias Alemanas, la Confederación de Sindicatos o la filial alemana de Telefónica.

     El referido Manifiesto deja patente su rechazo frontal a las formaciones políticas de la ultraderecha y, por ello, defiende los valores de una sociedad “libre de la plaga del odio, la segregación, la exclusión y el racismo”. De este modo, pide a la ciudadanía que se una para proteger los valores propios de una sociedad democrática, aquellos que la amenaza del auge ultraderechista pretende limitar, cuando no suprimir, además de tener un componente económico. Tal es así que, en el mismo, queda patente de “la exclusión, el extremismo y el populismo son amenazas para el atractivo de Alemania y nuestra prosperidad”. De hecho, las empresas que lo suscriben instan a los 1,7 millones de empleados que en ellas trabajan a “hacer hincapié en la importancia de la unidad europea para la prosperidad, el crecimiento y el empleo”. Y es que, como señalaba Christian Bruch, directivo de Siemens Energy, “el aislamiento, el extremismo y la xenofobia son un veneno para las exportaciones alemanas y los empleos” dado que el país germano tiene una escasez importante de mano de obra y, por ello, el empresariado alemán teme que el avance de la extrema derecha, que en el caso de la Alianza por Alemania (AfD), los sondeos le dan un 15% de los votos, convirtiéndose así en el segunda fuerza del país tras los conservadores de la CDU, pudiera tener efectos negativos en Alemania, la primera economía de la UE.

     Por ello, como recientemente señalaba el politólogo Nacho Corredor, la importancia de dicho Manifiesto se debe a que contiene un triple planteamiento: moral, tanto en cuanto se opone a la amenaza xenófoba y neofascista; filosófico, puesto que defiende valores tan esenciales como la igualdad, la tolerancia y el respeto a la diversidad y, también, económico, por las razones prácticas anteriormente indicadas.

   Hay que tener presente, recordando la historia, tal y como señala Géraldine Schwartz en su libro Los amnésicos, que muchas empresas alemanas fueron beneficiarias de los trabajos forzados a los que fueron sometidos 10 millones de personas durante el III Reich y que, por ello tuvieron que asumir su responsabilidad. Al principio, muchas de las víctimas que, al final de la II Guerra Mundial vivían al otro lado del Telón de Acero, no fueron indemnizadas. Pero, bastantes años después, tras la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, se iniciaron las indemnizaciones y, sobre todo, después de que, en el año 2000, se crease la Fundación Recuerdo, Responsabilidad y Futuro, destinada a indemnizar a los antiguos trabajadores forzados, dotada con más de 10.000 millones de marcos, entregados a partes iguales por el Gobierno federal y por más de 6.000 empresas alemanas. Además, las grandes empresas y los bancos alemanes abrieron sus archivos a los historiadores y a las comisiones independientes encargadas de sacar a la luz sus actividades bajo el III Reich, especialmente en el tema del empleo masivo del trabajo forzado. De este modo, reparaban su infame colaboración con el nazismo. Liberados del virus hitleriano, el empresariado alemán ha dado ahora un firme ejemplo de apoyo a la democracia con la firma del presente manifiesto.

    En contraste con el referido Manifiesto alemán, constatamos con pesar que ello resulta insólito en el caso de España, donde nuestras empresas no se han posicionado en ningún momento como dique de contención contra el avance de las posiciones ultraderechistas y, por cierto, tampoco han reparado a los presos políticos republicanos que fueron explotados durante la dictadura franquista por diversas empresas, algunas de las cuales forman hoy parte del selecto club del Ibex 35.

    Hace unos días, Emmanuel Macron señalaba que Europa se enfrenta a dos desafíos: “la fascinación por el autoritarismo” y la “paradójica facilidad con que las emociones negativas ganan terreno a las positivas”, tal y como repetidamente comprobamos en los mensajes y acciones de una ultraderecha cada vez más envalentonada y amenazante. Por estas razones, Macron nos recordaba que “nunca tuvimos tantos enemigos dentro y fuera de Europa” y, por ello, de no hacerles frente, “Europa puede morir” como proyecto colectivo de libertad y progreso. El ejemplo del Manifiesto alemán, ciertamente debería ser seguido por otros colectivos, también en España, porque, como alguien dijo, “la democracia no puede ser un tigre desdentado” ante la amenaza del creciente auge del neofascismo.

 

    José Ramón Villanueva Herrero

    (publicado en: El Periódico de Aragón, 9 junio 2024)

 

 

 

 

LOS IMPUESTOS NECESARIOS

 

    En un artículo publicado en El Periódico de Aragón, Jesús Membrado, citando a Lakoff, nos recordaba que los impuestos son “lo que uno paga para vivir en un país civilizado, lo que paga por tener democracia y oportunidades, lo que pagamos para utilizar las infraestructuras que financiaron generaciones anteriores” y es que, como oportunamente recordaba Membrado, “los impuestos son la mejor inversión de futuro”.

    Dicho esto, Eduardo Madroñal Pedraza, en otro artículo que llevaba el inequívoco título de “Cuanto más ganan, menos pagan”, publicado también en El Periódico de Aragón el 17 de noviembre de 2022, destacaba las desigualdades de tributación existentes en España. De este modo, señalaba la escasa presión tributaria que soportan sobre sus beneficios las grandes empresas (4,5%), la banca (2,9%) o las multinacionales (1,9%), mientras que las Pymes son gravadas con un 16% por el Impuesto de Sociedades a la vez que sobre los autónomos la presión fiscal media es del 13,2%.

    Situación similar hallamos en el ámbito de la Unión Europea (UE) donde también la “injusticia fiscal” resulta patente. Tal es así que, ya en el año 2021, Eliseo Oliveras denunciaba cómo “los artificios contables de las multinacionales y los abusos de la legislación fiscal de las personas con ingresos muy elevados privan a los gobiernos de la UE de los recursos imprescindibles para corregir la desigualdad e impulsar el crecimiento”. Ejemplo de ello serían las ventajas fiscales permitidas en Irlanda, Países Bajos o Luxemburgo: recordemos que, en este último país, un acuerdo fiscal existente entre Amazon y las autoridades luxemburguesas permite a dicha empresa no tributar por cerca del 75% de sus beneficios. Hechos como éste suponen, para la UE, una pérdida anual por evasión fiscal, de no menos de 1 billón (con b) de euros, según el Informe Brecha Fiscal Europea elaborado por Richard Murphy. En el caso de España, las pérdidas tributarias, por abusos en la legislación fiscal, las cifra Tax Justice en torno a los 3.600 millones de euros.

    Junto a esta situación, observamos, por otra parte, cómo la “brecha de la pobreza” se ensancha en España, tal y como señalaba Juan Ruiz Sierra quien, de forma contundente, afirma que “cada vez hay más pobres en España y cada vez son más pobres”. En este sentido, el informe de la European Anti Poverty Network (EAPAN) se hacía eco del fuerte impacto que ha tenido la pandemia de la Covid-19 en el incremento de las cifras de pobreza y ello pese a las medidas enmarcadas en el “escudo social” puestas en práctica por el Gobierno de Coalición Progresista PSOE-UP tales como la aplicación de los ERTEs y la suspensión de los desahucios.

    El aumento de la brecha social es evidente y preocupante si tenemos en cuenta que, en España, el 20% más rico de la población disfruta de una renta anual que es casi 6,2 veces superior a la del 20% más pobre, o que el 44,9% de la población española tiene alguna dificultad para llegar a fin de mes. Por lo que se refiere al caso de Aragón, el riesgo de pobreza o exclusión, según la Red de Lucha contra la Pobreza, afecta a no menos de 200.000 personas, esto es, al 20% de la población aragonesa.

    Contemplando estos datos, resulta evidente, imprescindible y exigible, la necesidad de llevar a a cabo una profunda reforma fiscal progresiva. El apoyo social a esta medida nos lo daba una encuesta del CIS de octubre de 2022 según la cual 8 de cada 10 encuestados apoyaban una mayor presión fiscal al nuevo gravamen que el Gobierno quiere imponer a las mayores fortunas, dado que se trata de un impuesto de solidaridad mediante el cual dotar de los recursos necesarios que garanticen unos servicios públicos y un Estado de Bienestar dignos de tal nombre. Lo mismo podemos decir del apoyo popular, cifrado en el 54,5% según el Gabinet d’Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP), para que se grave a las entidades financieras y eléctricas mediante la Ley de Impuestos extraordinarios a la banca y a las eléctricas aprobada en noviembre de 2022.

    Llegados a este punto, paralelamente a la demanda de una fiscalidad progresiva, surge el concepto de la “justicia fiscal” puesto que, como señalaba María José Gascón, de la Plataforma Aragonesa por la Justicia Fiscal (PAJF), sin justicia fiscal no puede haber justicia social. De este modo, resulta esencial el cumplimiento efectivo del artículo 40.1 de la Constitución Española que señala que “Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa”. Y, en esta línea, la PAJF incide en la necesidad de llevar a cabo la reforma fiscal progresiva contemplando cuestiones tales como la de igualar el gravamen del capital con las rentas salariales; asegurar que las empresas paguen lo que deben, luchando contra la evasión y la elusión fiscal; gravar las grandes fortunas y condicionar las ayudas a las empresas a buenos comportamientos fiscales.

    Por todo lo dicho, un sistema tributario justo y progresivo resulta un elemento esencial para la redistribución de la riqueza y la disminución de la desigualdad social y territorial. Y todo ello resulta especialmente necesario en un país como España donde las distancias entre ricos y pobres están aumentando, tal y como ha advertido reiteradamente Intermon Oxfam.

    El pago correcto de los impuestos necesarios es el camino para hacer de España un país más justo, más solidario y con una democracia plena, algo que se consigue mejor pagando los impuestos que a cada uno nos corresponden, como forma de demostrar nuestro amor a España de una forma más efectiva y honesta que la de expresarlo enarbolando banderas y soflamas patrioteras, tal y como acostumbra hacer la derecha y sus aliados de la ultraderecha.

 

    José Ramón Villanueva Herrero

    (publicado en: El Periódico de Aragón, 26 mayo 2024)

 

 

 

 

REACTIVAR EL EUROPEÍSMO

   En el año 2018, un colectivo de intelectuales e investigadores firmaron un Manifiesto por la democratización de Europa y que, posteriormente, sería firmado por más de 100.000 ciudadanos europeos, el cual tenía como objetivo la transformación en profundidad de las instituciones y políticas de la Unión Europea (UE). Dicho Manifiesto pretendía ofrecer propuestas concretas, recogidas en el llamado Tratado de Democratización y Presupuestos, las cuales podían aceptar y aplicar los países que así lo deseasen a la vez que impedía que ningún estado de la UE fuera capaz de bloquear a aquellos que quisieran avanzar en el proyecto de construcción europea.

    Las propuestas entonces planteadas resultan hoy más necesarias que nunca para reactivar la UE, máxime tras el desgarro que supuso el Brexit, a lo cual hay que añadir el preocupante panorama político actualmente existente en países como Austria, Bélgica, República Checa, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y Eslovaquia en los cuales se está produciendo un preocupante auge de los partidos populistas antieuropeos enfrentados a las políticas y a las instituciones comunitarias de Bruselas.

    Las propuestas del citado Manifiesto, como reconocía Thomas Piketty, pretenden que el UE avance hacia “un modelo original para garantizar el desarrollo social justo y duradero de sus conciudadanos” y se articulaban en aspectos tales como los siguientes:

1.- Establecer la solidaridad entre los ciudadanos de la UE mediante adecuadas políticas fiscales y, para ello, hay que hacer que “aquellos que han sacado partido de la globalización contribuyan a la financiación de los bienes del sector público de los que hoy cruelmente se carece en Europa” y, para ello, hay que hacer que “las grandes empresas contribuyan en mayor medida que las pequeñas y medianas y que los contribuyentes más ricos paguen más impuestos que los más pobres”.

2.- Creación de unos presupuestos comunitarios para la democratización, los cuales se debatirían y votarían por parte de una Asamblea Europea soberana para así, “crear un conjunto de bienes y servicios públicos y sociales en el marco de una economía sostenible y basada en la solidaridad”, para así hacer efectiva la promesa del Tratado de Roma relativa a la “armonización de las condiciones de vida y de trabajo” de todos los ciudadanos de la UE. Estos presupuestos tendrían, como objetivo prioritario, reducir las desigualdades entre los países e invertir en el futuro de todos los europeos, sobre todo, de los más jóvenes.

3.- Creación de una Asamblea Europea, coordinada con las actuales instituciones comunitarias, en especial, con el Eurogrupo, pero que, en caso de desacuerdo, la referida Asamblea tuviera la última palabra. Esta sería la forma de sacar a la UE de lo que Piketty considera como “la eterna inercia de las negociaciones intergubernamentales y evitar que la regla de la unanimidad fiscal en vigor siga bloqueando la adopción de cualquier impuesto europeo”, además de poner fin a la evasión que supone el dumping fiscal. Y es que, como señala el citado economista francés, “si Europa no encarna la justicia fiscal, los nacionalistas acabarán triunfando” y la UE quedaría herida de muerte.

    La composición de la Asamblea Europea estaría formada por un 80% de miembros de los parlamentos nacionales que firmen el Tratado en proporción a su población y a los distintos grupos políticos, mientras que el 20% restante correspondería a miembros electos del Parlamento Europeo en proporción a los respectivos grupos políticos que lo conforman. Así, la propuesta Asamblea Europea, al estar conformada por parlamentarios nacionales y por los procedentes del actual Parlamento Europeo, se crearía hábitos de gobierno conjunto que, actualmente, sólo existen entre los Jefes de Estado y los ministros de Economía de la UE. Además de lo dicho, en opinión de Piketty, se lograría “involucrar a todos los ciudadanos europeos en la dirección de un nuevo pacto social y fiscal y la legitimidad democrática entre los electores nacionales y europeos”. Para la puesta en marcha de esta Asamblea Europea, Piketty estima que sería deseable y preferible, que ésta la iniciasen los 4 países más importantes de la UE, esto es, Alemania, Francia, Italia y España, que juntos, representan el 75% de la población y del PIB de la zona euro, los cuales, deberían de establecer una “unión política y fiscal reforzada” en el seno de la UE, abierta a todos los miembros, por supuesto, pero sin que ninguno pueda bloquearla.

   Para finalizar, el citado Manifiesto hace un llamamiento a todos los hombres y mujeres que sienten el ideal europeo para que “asuman sus responsabilidades y participen en un debate detallado y constructivo sobre el futuro en Europa” pues, como advierte Piketty, ha llegado el momento de que “pongamos las cartas sobre la mesa y avancemos” ya que “nuestra incapacidad colectiva para debatir sobre la Europa que queremos sería la mayor victoria para los populistas y trumpistas de todo pelaje”.

    Por todo ello, retomar las ideas de dicho Manifiesto resultan esenciales dado que, en las próximas elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio, existe un riesgo cierto de que el actual eje rector de las instituciones comunitarias, formado por los partidos conservadores y socialdemócratas, sea reemplazado por la alianza entre algunos partidos conservadores y los de extrema derecha y ello sería, la muerte de los valores que dieron razón de ser a la UE tal y como la conocemos.

 

   José Ramón Villanueva Herrero

   (publicado en: El Periódico de Aragón, 10 mayo 2024)

 

 

 

EL BOMBARDEO DE GUERNICA Y LAS MENTIRAS FRANQUISTAS

 

     Suele decirse que, en una guerra, la primera víctima es la verdad. Y es cierto: numerosos ejemplos corroboran esta afirmación, pero, una de los más evidentes es el de cómo la propaganda franquista trató el sangriento bombardeo de Guernica por parte de la Legión Cóndor nazi, uno de los más dramáticos “bombardeos del terror” ocurridos durante la Guerra de España de 1936-1939.

 

26 de abril de 1937, un día trágico

 

    Fue Wolfram von Richthofen, el jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor el principal instigador de la táctica de los “bombardeos del terror” sobre poblaciones que no tenían un valor estratégico o militar relevante, pero que convertían a la población civil no combatiente en objetivo de guerra, causando un elevado número de víctimas con objeto de socavar la moral del adversario. Así ocurrió el 26 de abril de 1937, cuando la Legión Cóndor nazi, descargó todo su potencial destructivo sobre la villa foral vasca de Guernica: tras una tarde de bombardeos incesantes mediante bombas explosivas e incendiarias y el posterior ametrallamiento con cazas Stukas sobre la población, la aviación hitleriana, en apoyo de las tropas franquistas que avanzaban en el frente de Vizcaya, dejó un balance de tres centenares de muertos y la destrucción del 70% de los edificios de la población, balance que von Richthofen calificó como “todo un éxito técnico”.

 

La responsabilidad del bombardeo

 

    La devastación ocurrida en Guernica tuvo una amplia difusión y, posteriormente quedaría inmortalizada en la conciencia colectiva mediante el emblemático cuadro de Pablo Picasso como denuncia permanente de semejante crimen.

    Ante la magnitud de lo allí sucedido, la propaganda franquista intentó, desde el primer momento, negar la verdad de los hechos. Tal es así que, al día siguiente, el 27 de abril, Radio Nacional, dirigida entonces por el falangista alcañizano Emilio Díaz Ferrer, acusó a las “radios rojas” de “mentir con vergonzoso cinismo” al imputar el bombardeo a las fuerzas rebeldes, en un momento en que éstas avanzaban hacia Bilbao.

     Lo mismo podemos decir de toda la prensa que se publicaba en la zona franquista, desde los periódicos falangistas hasta los conservadores, pasando por los de orientación católica. Este último caso era el del zaragozano El Noticiero, que tomaremos como ejemplo y que, los días 28 y 30 de abril, publicó diversos artículos, tan tendenciosos como sectarios, en relación con este tema y, todos ellos, con la abierta intención de exculpar a las fuerzas franquistas y a sus aliados nazis alemanes, de la destrucción de Guernica. Así, el 30 de abril, El Noticiero afirmaba sin rubor y, de forma rotunda que, “Guernica ha sido destruida por los rojos al servicio de los separatistas vascos” así como que el incendio de dicha villa había sido “concienzudamente proyectado y realizado el día 27 por los que se disponían a huir”. Aunque asevera que “ningún avión nuestro”, entiéndase franquista, “voló aquel día sobre Vizcaya”, oculta deliberadamente que sí lo hizo la Legión Cóndor que fue la culpable de la devastación ocurrida en Guernica. Pero más aún todavía: el periódico católico zaragozano llegó a exculpar de toda responsabilidad a las fuerzas rebeldes al indicar que se invitó a periodistas extranjeros “que viven y trabajan en nuestra zona”, a que entrasen en Guernica “con las tropas de ocupación para que “hablaran con sus habitantes libremente” y que así comprobaran “el torpe y repugnante embuste de Aguirre”, esto es, del entonces presidente del Gobierno Vasco. Y es que, El Noticiero negará reiteradamente las acusaciones del lendakari José Antonio Aguirre de que había sido “la aviación nacional” la que había destruido Guernica. Es por ello que, el 28 de abril dirá: “Mentira es el incendio de Guernica. Sólo incendian ellos [los republicanos] como ya han demostrado en Irún”.

     Acto seguido, recuerda el periódico que, en el frente vasco, junto a los gudaris del PNV, también luchaban mineros asturianos, a los cuales, trayendo a colación de forma deliberada la pasada revolución de 1934 en Asturias, los acusa de “incendiarios” y, por ello, aprovecha para imputarles, con maldad, la responsabilidad de la destrucción de Guernica, obviando en todo momento la mortífera actuación de la Legión Cóndor nazi. De este modo, El Noticiero, asociando barbarie y sadismo, se atreve a decir que “la horda roja” se “goza” en estos hechos, en un artículo que lleva el inequívoco título de “El incendio de Guernica provocado por los mismos vascos” publicado el día 28 de abril.

    En otro momento, tras aludir a la conquista de la villa vasca por las fuerzas franquistas, señala que “está en poder del Ejército nacional lo que queda de Guernica, la villa que las hordas rojas en contubernio siniestro con los separatistas de Aguirre han convertido en ruinas”. De este modo, se vuelve a aludir a la “alianza diabólica” que, para los rebeldes significaba la unión antifascista del marxismo y el nacionalismo vasco.  Y es que, El Noticiero criticaba con dureza “el haber mezclado a los católicos del País Vasco con esa canalla de asesinos marxistas”. De este modo, el periódico clerical criticó con especial saña el alineamiento del católico PNV con los partidos de izquierdas en su lucha común contra el fascismo levantado en armas contra la República.

     Y, en semejante “alianza diabólica”, el periódico no pierde ocasión de señalar la larga mano de Moscú. Por ello, en repetidas ocasiones, se hace referencia a que la destrucción de Guernica se había producido “siguiendo las instrucciones de Moscú”, por parte de aquellos que “dejan el incendio y la miseria como una estela de locura”.

    Por otra parte, los ataques contra Aguirre serán duros e implacables pues, reiteradamente, y sin ningún fundamento, se le acusa de mentir en torno a la verdadera responsabilidad de los culpables de la destrucción de la villa vasca: “Es inútil que Aguirre mienta una vez más y pretenda atribuir a nuestro Ejército la destrucción de Guernica”. Aguirre, a quien se refieren como “ridículo presidente de la república [en minúscula] de Euzkadi y de los sin Dios”, recibirá toda clase de insultos como “gran criminal”, “vulgar delincuente”, “asesino en pie” o “pequeño miserable” y es que, los rebeldes, y en este caso El Noticiero, no podían aceptar que un político católico como Aguirre, y su partido, el PNV, se hubiera mantenido leal a sus ideales nacionalistas y en apoyo de la República Española acosada por el fascismo. Ciertamente, como señalaba el historiador Alberto Reig Tapia, uno de los “mitos franquistas fundamentales” fue “la falsedad del bombardeo de Guernica y sí su destrucción real a causa del incendio provocado por los rojos en su huida”, falsedades que, como hemos visto, tuvieron una amplia difusión en la prensa de la zona rebelde.

   Por todo lo dicho, el tema del bombardeo y destrucción de Guernica, tal y como lo reflejó la prensa franquista, negó la realidad de los hechos, del crimen cometido por la Legión Cóndor y, en cambio, lo imputó a los “incendiarios rojos”, todo lo cual plagado de mentiras y propaganda sectaria. Y, en el caso de El Noticiero, siendo como era un periódico católico, incumplió, de manera reiterada, el mandato evangélico de “No mentirás”.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 29 abril 2024)

 

 

 

 

 

ARÍSTIDES DE SOUSA MENDES

 

    El 3 de abril de 1954, hace ahora 70 años, moría el diplomático portugués Arístides de Sousa Mendes, el cual, durante la II Guerra Mundial y a pesar de que su país fue neutral en la contienda, no fue indiferente al sufrimiento causado por ello y se esforzó por salvar la vida a cuantas personas pudo, a quienes tenían el riesgo de perder la vida ante el fascismo, la mayor parte de ellas, judíos que huían de la barbarie nazi que asolaba Europa.

   Nacido en el seno de una familia aristocrática, católica, conservadora y monárquica, se licenció en Derecho en la Universidad de Coimbra, Posteriormente, en 1910 se incorporó a la carrera diplomática siendo cónsul en Zanzíbar, Brasil y Estados Unidos. Partidario de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, en 1928 fue enviado al Consulado de Portugal en la ciudad belga de Amberes, destino en el cual permaneció hasta 1938, fecha en la que pasó a hacerse cargo de la legación lusa en Burdeos. En dicha localidad francesa, asistió al inicio de la II Guerra Mundial, a la derrota de Francia y a la fulgurante ocupación del país galo por las tropas de Hitler. En este contexto, a Burdeos acudieron multitud de refugiados de diversas nacionalidades, entre ellos, miles de judíos, con la esperanza de obtener un visado para Portugal que les permitiera salir de Francia. Pese a que el gobierno de Salazar había prohibido a sus diplomáticos extender visados, Sousa Mendes desobedeció esta orden por motivos religiosos y humanitarios declarando, como señala Tigrane Yegavian, que Sousa, ferviente católico, alegó que “entregaré una visa a toda persona que la necesite, pueda o no pueda pagarla. Actuaré como mi conciencia de cristiano me lo indica. De ahora en adelante emitiré visas para todos. ¡No más nacionalidades, razas o religiones!” ya que, “prefiero estar con Dios contra los hombres que con los hombres contra Dios”.

   Por todas estas razones, Sousa, entre los días 16 y 23 de junio de 1940, fechas que coinciden con la capitulación de Francia, expidió “frenéticamente”, con ayuda de sus hijos, sobrinos y de Jakob Kruger, el rabino de Amberes, miles de permisos de tránsito (algunos datos aluden a una cifra, posiblemente elevada, de 30.000) tanto en Burdeos, como en Bayona, salvando así la vida de muchas personas que, de este modo, evitaron la deportación y su posible muerte en los campos de exterminio nazis. Entre los visados emitidos por Sousa a infinidad de personas anónimas, también lo fueron para otras como Otto de Habsburgo, hijo del último emperador de Austria-Hungría, varios ministros del Gobierno de Bélgica, la familia Rothchild, el cineasta King Vidor y, también, para Salvador y Gala Dalí o para el comunista español Eduardo Neira Laporte.

   La actitud valiente de Sousa, desobedeciendo las órdenes de la dictadura portuguesa recogidas en la famosa “Circular 14”, que prohibía a sus diplomáticos conceder refugio seguro a los refugiados y, de forma especial a judíos, rusos y apátridas, hizo que el 23 de junio de dicho año, fuera destituido como cónsul. A pesar de ello, todavía siguió repartiendo visados camino de la ciudad fronteriza de Hendaya. Antes de ser detenido, Sousa cruzó la frontera a España con todos los refugiados que lo acompañaban.

   A su regreso a Portugal, fue expulsado del Cuerpo Diplomático, sufrió sanciones. A todo ello se unió el hecho de que, en 1948, se declaró partidario del Movimiento de Unidad Democrática, razón por la cual pasó a engrosar la lista de los opositores al régimen salazarista, y ello lo condenó a una vida de ostracismo: expulsado de la carrera diplomática, no se le concedió pensión alguna tras 30 años de servicio, se le prohibió ejercer como abogado y que sus hijos pudieran ir a la Universidad u obtener cualquier trabajo, y todo ello le imposibilitó mantener a su numerosa familia (tuvo 15 hijos) y lo dejó sumido en la más absoluta pobreza. Su única ayuda la recibió de la Asociación Judía de Lisboa, que se hizo cargo de alimentar a su familia, pagar sus deudas e incluso logró que algunos de sus hijos pudieran emigrar a Estados Unidos y Canadá. Finalmente, moriría en el Hospital de los franciscanos de Lisboa, siendo amortajado con el hábito de dicha orden religiosa.

   Durante décadas la mención de su nombre fue prohibida en Portugal ya que su valiente acción humanitaria puso en cuestión la actuación de la dictadura e Salazar durante la II Guerra Mundial. Como recordaba su nieto Antonio de Sousa Mendes, a pesar de los intentos del fascismo portugués por denigrar su memoria y la labor de quien ha sido llamado “el Schindler portugués”, en los últimos años se ha dignificado su memoria haciéndole justicia. De este modo, ya en el año, en 1966 el Estado de Israel lo declaró Justo entre las Naciones, pero fue a partir de 1980 cuando su historia empezó a conocerse y valorarse aún a pesar de la reacción de la extrema derecha que consideraba que la labor de Sousa “era una mentira de la izquierda” hasta que empezaron a aparecer personas que aseguraban que él les había salvado. De hecho, según el historiador Yehuda Bauer, la labor de Sousa Mendes fue “la acción de rescate más grande realizada por un solo individuo durante el Holocausto” pues concedió más de 10.000 visados, cifras que algunas fuentes elevan a casi 30.000, y, por ello, “fue uno de los grandes héroes de la II Guerra Mundial”. Por su parte, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, decía, con motivo del Día Internacional en Memoria del Holocausto en el año 2017, aludiendo a su compatriota Sousa Mendes que, “Necesitamos profundizar en su espíritu solidario. Es la mejor manera de honrar a las víctimas del Holocausto que nunca permitiremos sean olvidadas”. Por ello, también hoy recordamos la memoria de un hombre bueno, que nos dio un ejemplo moral de cómo actuar frente a la intolerancia, el racismo y el genocidio, valores imprescindibles en todo tiempo y lugar.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 3 abril 2024)

 

 

 

 

DELIRIOS HÚNGAROS

 

    No hay nada peor que un país que se siente resentido y humillado para que surja en él un demagogo populista que venda la ensoñación de un pasado que se anhela como glorioso, para lo cual no tendrá escrúpulos en sacrificar la democracia y los derechos humanos. Este fue el caso de Hungría durante los trágicos años de la II Guerra Mundial.

    El resentimiento de Hungría tenía su origen en las pérdidas territoriales sufridas por el país magiar tras el final de la I Guerra Mundial y que se plasmaron en el Tratado de Versalles (1919). En dicho documento, Hungría, país perdedor de la guerra como parte del extinto Imperio Austro-húngaro, convertida ahora en república, veía reducido en 1/3 su territorio, razón por la cual 3 millones de húngaros quedaron fuera de las fronteras y de la autoridad del gobierno de Budapest. Además, ello supuso el que Hungría perdiese las regiones más ricas dado que Transilvania fue cedida a Rumanía, Eslovaquia y Rutenia se anexionaron a Checoslovaquia mientras que Croacia, Eslovaquia y el Banato, fueron incorporadas a Yugoslavia. A fecha de hoy, y, por todo ello, los húngaros siguen abominando de los acuerdos que consideran “humillantes” firmados en Versalles y ello alienta tanto el irredentismo magiar como las actuales reivindicaciones territoriales del primer ministro Víktor Orbán y el cambio de las actuales fronteras en esta zona de la Europa Central.

    Durante la II Guerra Mundial, Hungría, gobernada por el régimen autocrático del almirante Miklós Horthy, que se autocalificaba como “regente”, como aliado de la Alemania nazi que era, pretendió recuperar los territorios perdidos. No obstante, cuando el curso de la guerra empezó a ser adverso para las tropas de Hitler en el frente del Este, Horthy pidió el armisticio con la URSS, ocasión que aprovecho el partido fascista Movimiento de la Cruz Flechada (Nyilas Keresztes Mozgaslom) de Ferenc Szálasi para hacerse con el poder.

    El gobierno de Szalazi, tras la renuncia de Horthy a la regencia, y con el apoyo de la Alemania nazi, que había invadido el país mediante la llamada Operación Margarethe (19 marzo 1944), fija las prioridades del nuevo régimen fascista de las cruces flechadas:  además de comprometerse a resolver de una vez por todas “la cuestión judía”, señala su prioridad por “emprender la creación de la Gran Patria Cárpata Danubiana que, en el marco de la comunidad nacional-socialista, estamos soñando”.

    La concepción racista de Szálasi le hizo concebir el “konnationalizmus”, base del concepto de la citada Gran Patria Cárpata Danubiana pues, de este modo, “el hungarismo” sería, el nexo de unión, “en un mismo destino”, de húngaros, eslovacos, croatas, eslovenos y rutenos. Pensaba Szálasi que Europa, bajo la ideología nazi, se repartiría en tres grandes naciones: Alemania, que dominaría el Norte y Este; Italia, que sería la potencia hegemónica en el Sur y en el Mediterráneo y la Gran Patria Cárpata Danubiana, que se extendería desde el Centro por el Este. Para Szálasi, el mundo giraría en torno a tres ideologías: el cristianismo, el hungarismo y el marxismo y, las dos primeras, derrotarían a esta última.

    Además de lo dicho, Szálasi consideraba que la raza más pura era la “turania-húngara” y no la aria, como defendían sus amigos nazis. Estaba obsesionado por la pureza racial y, por ello estaba convencido que la raza húngara era superior a las demás y necesitaba por tanto ser purificada y preservada. Pero, al igual que le ocurría a Hitler, tampoco era un elemento racial “puro” pues Szálasi sólo llevaba en sus venas un 25% de sangre húngara dado que su padre era armenio y su madre, eslovaca e hija de alemana.

     Pero no quedaban allí los “delirios húngaros” de Szálasi ya que se decía de él que mantenía “conversaciones frecuentes” con la Virgen María y, como señalaba Diego Carcedo, “nunca obviaba en sus violentos discursos la devoción mariana que le guiaba en la vida y el origen celestial de sus ideas políticas”. De hecho, el primer objetivo de Szálasi, tras asumir el poder era acabar el libro que estaba escribiendo titulado El camino y la meta. En él, y según el político fascista, gracias a los consejos recibidos directamente de la Virgen, estarían todas las claves de que el hungarismo se valdría para: ganar la guerra a los bolcheviques que avanzaban imparablemente en territorio húngaro, componer la Gran Patria Cárpata Danubiana y crear el Orden Corporativo de la Nación Trabajadora que proporcionaría, según él, la prosperidad económica y la justicia social. Pero de esta “idílica sociedad húngara”, “racialmente pura y moralmente sana”, estaba excluida la población judía, razón por la cual Szalasi colaboró diligentemente con los nazis en la deportación de miles de judíos húngaros al siniestro campo de exterminio de Auschwitz, momento en el cual resulta obligado recordar la meritoria labor del diplomático aragonés Ángel Sanz Briz que, desde la Embajada española en Budapest, consiguió salvar a varios miles de judíos del fatal destino que les esperaba tal y como recoge Diego Carcedo en su libro Un español frente al Holocausto. Así salvó Ángel Sanz Briz a 5.000 judíos (2005).

    Szálasi, concluida la contienda con la derrota de los países fascistas, fue juzgado y condenado como criminal de guerra y ahorcado el 28 de marzo de 1946. Concluían así los delirios húngaros, los mismos que algunos grupos ultranacionalistas y fascistas pretenden alentar en la actualidad a la sombra de las políticas antieuropeas y contrarias a la inmigración auspiciadas por Víktor Orbán. Alerta.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 18 marzo 2024)