TRAS LA TEMPESTAD
Los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo, han supuesto un auténtico “tsunami popular”, en expresión de Miguel Ángel Revilla, el todavía presidente de Cantabria, cuyos efectos han ocasionado un verdadero cataclismo electoral para el PSOE, una tempestad que ha arrasado, salvo contadas excepciones, con todas las parcelas de poder local y autonómico hasta entonces regidas por los socialistas.
La derrota electoral era previsible, no tanto la magnitud que alcanzó la tempestad que tanto ha zarandeado el barco socialista amenazándolo con un grave naufragio. Se podrá decir que el desastre ha sido consecuencia de la crisis económica, y es verdad, como también lo es que el Gobierno socialista ha sido incapaz de ofrecer una salida socialdemócrata a la crisis mucho mas justa, solidaria y progresista que el camino de ajuste neoliberal que le ha sido impuesto desde el exterior…y que ha aceptado disciplinadamente, con el consiguiente desconcierto primero y creciente indignación, después, de las bases sociales y electorales socialistas.
Pero no sólo eso: el problema es mucho más profundo pues estos comicios han castigado de forma contundente el giro a la derecha del Gobierno del PSOE, desde que un nefasto 12 de mayo de 2010, Zapatero anunciara en el Congreso unas medidas de ajuste económico alegando la inaplazable necesidad de realizar “un esfuerzo nacional, colectivo y justificado” para salir de la crisis, asumiendo de éste modo dócilmente las imposición de medidas neoliberales, totalmente contrarias al ideario socialdemócrata. El sociólogo Marcos Roitman señalaba recientemente que era inaceptable el que “la crisis que la han generado los de siempre, quieren que la paguemos los de siempre”. Y ese es el problema de fondo: el constatar que la crisis ha desbordado a la política, los mercados han robado no sólo nuestros recursos, sino también la soberanía popular, los especuladores han logrado desestructurar a las fuerzas políticas de la izquierda. Todo ello explicaría el derrumbe electoral del PSOE: no ha sido un problema de “comunicación”, sino de rechazo a una política económica equivocada, injusta y antisocial que no sólo ha dejado inoperantes los ideales socialdemócratas, sino que, como consecuencia, ha abierto las puertas a una derecha dispuesta a aplicar nuevas medidas de ajuste y privatización de los servicios públicos.
Tiene razón Pepe Blanco, cuando, tras el desastre electoral señalaba que “no es el momento para lamentarse, sino para levantarse”. Es cierto: algunos dirigentes, deberían de asumir su responsabilidad ante semejante catástrofe electoral, levantarse de su puesto…y dimitir. Sería algo que, como ha hecho la Ejecutiva de ERC, les honraría. De lo contrario, y recordando casos como el fiasco ocurrido en Alcañiz, en donde el aparato provincial socialista impuso una lista electoral que no contaba con la legitimación democrática que le hubiera conferido el apoyo mayoritario de la militancia alcañizana, ha llegado el momento de exigir las responsabilidades políticas correspondientes.
Así las cosas, tras la tempestad, el barco socialista debe de marcar un nuevo rumbo, el cual sólo puede ser fijado por dos claras coordenadas: un imprescindible y urgente giro a la izquierda de sus políticas, y un aumento de la democracia interna en el partido ampliando los cauces de participación y respetando la voluntad de su militancia…aunque sea contraria a los intereses del “aparato”.
En cuanto al giro a la izquierda, la crisis de la socialdemocracia exige que ésta redefina su función, recupere sus valores, y asuma con valentía su papel para volver a liderar un modelo sostenible que suponga una alternativa efectiva a la ofensiva neoliberal en campos clave como el financiero, el fiscal y el social. En este sentido, resulta necesario, como señalaban recientemente Iñaki Gabilondo, y también Santiago Carrillo, reorganizar (o refundar) los partidos de izquierda para que sean capaces de ofrecer una salida social a la crisis, como también lo es que, en ese camino, habrá que tener muy en cuenta a fenómenos tan interesantes como Movimiento 15-M tanto en cuanto tienen de valioso como regeneradores de nuestra democracia y abanderados de las demandas y propuestas de progreso social de amplias capas de la ciudadanía, que, como los jóvenes, no se sienten representados por los partidos convencionales, convertidos en máquinas electorales y en “empresas de poder”. Y es que, como se señalaba en el célebre Manifiesto de los economistas aterrados promovido por la AFEP (Association Française d’Economie Politique) de septiembre de 2010, “a medida que se hagan evidentes las consecuencias desastrosas de las políticas adoptadas hoy, aumentará por toda Europa el debate sobre las alternativas”. Y así ha sido, tal y como lo ha puesto de manifiesto la expansión del movimiento de los “Indignados” y de “Democracia real ya”.
La segunda coordenada que debe seguir el barco socialista es la de profundizar en su democracia interna, tal y como se contempla en el artículo 6º de nuestra Constitución. Resulta evidente que hay que fomentar medidas tales como la implantación de primarias (el mejor proceso de legitimación democrática) a la hora de elegir los candidatos idóneos en los distintos niveles de representación orgánica o institucional, las listas abiertas o la limitación de mandatos. En definitiva, medidas que fomenten la participación y la capacidad de decisión de los militantes (e incluso de los simpatizantes) reduciendo el poder, muchas veces excesivo, de los “aparatos” partidarios, siempre tendentes a autoperpetuarse, y que con frecuencia recurren a prácticas opacas, al clientelismo y a la “dedocracia”, nefasto sucedáneo de una auténtica democracia en la vida orgánica partidaria. Sólo con una mayor transparencia y participación efectiva, se lograría interesar por la política a amplios sectores que se muestran desafectos con el funcionamiento de los partidos actuales y, de este modo acabar con el creciente distanciamiento entre éstos y una realidad social cambiante, con unos colectivos que han tenido el coraje de dar un paso adelante y plantear toda una batería de propuestas y alternativas tendentes a la necesaria regeneración de la práctica política democrática.
En este momento, cuando tanto se habla de la necesidad de celebrar primarias o tal vez un Congreso extraordinario como propuso Patxi López puesto que “hay que definir una nueva propuesta y una nueva orientación”, lo cierto es que son necesarias ambas cosas, tal y como señalaba Paco Gracia en su excelente artículo “Primarias o Congreso: ¿por qué no las dos cosas?”. Y es que, tras la tempestad, y volviendo al símil náutico, el problema no es sólo qué capitán es el más idóneo para pilotar el barco socialista, sino cuál es el rumbo que éste debe tomar para llegar a buen puerto.
Como señalaba Willy Brandt, “las derrotas forjan, con tal de que no sean demasiadas” y, por ello, tras la tempestad, habrá que asumir los pasados errores para cambiar el rumbo político de la socialdemocracia, porque, de no hacerlo, la singladura de la nave socialista podría acabar en un naufragio definitivo y ello sería no sólo trágico para un partido de la historia del PSOE, sino también para nuestra democracia.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en Diario de Teruel, 1 junio 2011)
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