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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

EL DECRECIMIENTO, UNA ALTERNATIVA PROVOCADORA

EL DECRECIMIENTO, UNA ALTERNATIVA PROVOCADORA

     

 

 

      La crisis global, cual si fuera una densa bruma que todo lo envuelve, nos ha sumido en unos tiempos de desánimo, pesimismo e incertidumbre. Nuestras expectativas vitales, nuestro desarrollo económico y unas cotas de bienestar que parecían consolidadas y estables, se desmoronan a nuestro alrededor. Estamos, pues, sufriendo una crisis global que no sólo es económica, sino que tiene derivaciones políticas, ecológicas y de valores. Ante tal panorama, se comprenden las justas razones que impulsan al movimiento de los “Indignados” en la línea de profundizar en  una democracia más participativa y en la búsqueda de un modelo económico y social más justo y humano, opuesto a la voracidad de la dictadura de los mercados, a la mentalidad del enriquecimiento rápido a cualquier precio y  al consumismo desmedido e insolidario.

     Entre el  cúmulo de ideas alternativas emergentes, con la dosis de utopía que ello conlleva, se hallan las que propugnan el “decrecimiento”, una propuesta ciertamente provocadora. En palabras de Joan Surroca,  el decrecimiento supone una teoría que intenta redefinir las nociones de progreso, desarrollo y calidad de vida con objeto de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza y también entre los propios seres humanos. Surgió entonces el concepto de “bioeconomía” y algunas de estas ideas aparecen recogidas en el libro del sociólogo francés Edgar Morin titulado ¿Hacia el abismo?. Globalización en el siglo XXI (2010), en el que se alerta a la Humanidad sobre una serie de “problemas vitales” tales como el cambio climático, la carrera armamentística nuclear y el creciente desfase entre la tecnociencia y la ética.

     El movimiento a favor del decrecimiento tiene como eje fundamental el disminuir la producción económica, de ahí su nombre, partiendo de una idea obvia: como ya señalaba  el informe Los límites del crecimiento (Massachussets Institute of Technology, 1972) en un mundo con recursos limitados, no se puede crecer de manera infinita, a pesar de que el sistema capitalista fomente un modo de vida basado en el consumo ilimitado para asegurar la producción y, con ello, los beneficios empresariales. En consecuencia, el decrecentismo considera que los factores económicos deben de dejar de ser la única y exclusiva razón de ser de nuestra vida y nuestra sociedad. Por  ello, la palabra “decrecimiento”, introducida por el economista Nicholas Georgescu-Roegen, pretende generar un debate sobre el modelo económico que vivimos y sufrimos. Ello resulta imprescindible ya que el consumismo ha logrado ejercer un verdadero dominio sobre nuestro pensamiento, hasta colonizarlo y lograr que creamos y actuemos como si no hubiera vida más allá del capitalismo. Y es que, la publicidad interesada, nos bombardea machaconamente con la idea de que la única felicidad posible es acumular dinero o poseer bienes materiales. Frente a esto, el decrecimiento cuestiona estas pretendidas certidumbes y aporta nuevos valores sociales para vivir más y mejor con menos asumiendo el pensamiento de Gandhi de que “necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir”.

     El decrecentismo no es una ideología cerrada, ni tiene un proyecto definido o una hoja de ruta marcada. Sin embargo, sus defensores, los llamados “objetores del crecimiento”, tienen como punto común la voluntad de modificar el actual sistema ofreciendo una alternativa al capitalismo. De hecho, supone una oposición frontal a la economía neoliberal y productivista y en ella convergen posiciones que van desde el cooperativismo autogestionario hasta la planificación económica de corte socialista con el objetivo último de redistribuir de una forma más justa el reparto de la riqueza de la Tierra acabando así con la creciente brecha que separa a los países del norte y el sur. También rechaza la idea del “desarrollo sostenible”, conceptos que considera incompatibles y que en muchas ocasiones sólo sirven de coartada para encubrir un inexistente respeto a los aspectos medioambientales. Entre sus ideas esenciales, podemos citar el cambio de modelo productivo para reducir el consumo o  disminuir la jornada laboral con la idea de que todo el mundo trabaje cada vez menos para que todo el mundo pueda trabajar. En este sentido, Serge Latouche, el principal exponente del decrecentismo en Francia, propone que la jornada laboral no debería ser superior a las 4 horas diarias.

      Especial importancia tiene para los decrecentistas el fomento de la agricultura ecológica, el apoyo a las pequeñas explotaciones agrarias,  la relocalización de la producción agraria, garantizando la calidad de los productos frescos y abaratando sus precios al reducir los costes de transporte, sin olvidar tampoco la defensa de las formas de producción cooperativas.

     Las cuestiones ecológicas son fundamentales para el pensamiento defensor del decrecimiento y, por ello, éste rechaza el uso y abuso de las energías fósiles por sus efectos contaminantes y aceleradores del cambio climático de todos conocidos.

     La idea esencial es que resulta vital construir otros sistemas económicos y organizativos que superen el agobiante productivismo actual de nuestra sociedad y ello pasa porque la ciudadanía reaccione ante  los poderes económicos que controlan nuestras vidas y haciendas. De hecho, la filosofía del decrecimiento desmitifica el “mercado” y el consumo ilimitado como proveedor de la felicidad. En este sentido,  los decrecentistas, rechazan al PIB como índice para medir el progreso de una economía dado que éste no tiene  en cuenta aspectos tan importantes como el bienestar de la población y la conservación de los ecosistemas y los equilibrios climáticos. Por ello, proponen otros índices alternativos que contemplan estas cuestiones como el Indicador de Desarrollo Humano, el Índice de Desempeño Ambiental o la llamada Huella ecológica.

     Ante las desmesuras del neoliberalismo, se hace más necesario que nunca la aparición de un pensamiento crítico alternativo y,  el decrecimiento, es una propuesta en esta línea. Estas ideas, al igual que ya lo hicieron en otros países,  están surgiendo en España gracias al esperanzador estallido de rebeldía cívica y democrática al que estamos asistiendo en estos últimos tiempos. Y es que, como escribía Vicente Verdú, ha llegado el momento de que la razón económica deje de ser la única matriz de nuestro modelo social y para ello, es necesario recuperar la utopía y avanzar hacia cambios políticos, sociales y económicos en los cuales el eje central sea el ser humano en plenitud de derechos y dignidad.

     José Ramón Villanueva Herrero

     (El Periódico de Aragón, 24 junio 2011 ; Diario de Teruel, 26 junio 2011)

 

1 comentario

Ruth Estévez Quinteiro -

Estimado José Ramón Villanueva,
Le escribo en nombre de la Editorial Octaedro, ya que hemos leído su artículo en " el Periódico de Aragón" El decrecimiento, alternativa provocadora. Y nos gustaría comentarle que nosotros acabamos de publicar " La hora del decrecimiento" de Serge Latouche y Didier Harpagès por si estuviese interesado en ampliar información.
Cualquier cosa que necesite contáctenos a: promocion@octaedro.com