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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

UNA FECHA A RECORDAR

UNA FECHA A RECORDAR

 

     Recientes todavía los ecos del 1º de Mayo,  Día Internacional de los Trabajadores, cuyos derechos se hallan hoy más amenazados  que nunca, hay otra fecha en el calendario de  la memoria y conciencia cívica:  la del pasado 8 de Mayo, el Día de la Victoria aliada contra los regímenes fascistas que, en 1945, puso fin a la sangrienta II Guerra Mundial. Aunque oficialmente España no fue beligerante en la contienda pese a que el régimen franquista apoyó a las potencias fascistas (recordemos la División Azul) y sólo se desmarcó de ellas al soplar vientos de derrota para los países del Eje, recordamos ahora el 8 de Mayo en homenaje a la activa participación de los republicanos españoles en la victoria aliada, los cuales  combatieron en todos los frentes y bajo diversas banderas, sumándose a grupos guerrilleros  o bien alistándose en los ejércitos aliados: desde Narvik  a Camerún y Níger; desde Chad hasta los desiertos africanos de Egipto, Libia, Túnez o Argelia; desde las playas de Normandía hasta la inmensa URSS, batiéndose en los frentes de Leningrado, Moscú, Stalingrado o el Caúcaso, los españoles lucharon con coraje contra el fascismo.

     En el caso de la vecina Francia, donde se hallaba al inicio de la II Guerra Mundial el mayor contingente del exilio republicano, según  el libro Los españoles en la Resistencia Francesa y su aportación a la lucha antifranquista  de Sixto Agudo, más de 20.000 compatriotas nuestros participaron en los combates de liberación de Francia en las filas de las FFI. Por su parte, el historiador Jean Ortiz, en su libro Guerrilleros en Béarn, destaca que el número de republicanos españoles en las filas de la Resistencia supuso un 10 % de sus efectivos totales por lo que, proporcionalmente, fue “muy superior a la de los franceses”. En el Béarn se integraron mayoritariamente en la Unión Nacional Española (UNE) y su brazo armado (el XIV Cuerpo de Guerrilleros) que más tarde se convertiría en la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE). Ortiz señala de forma especial la participación en la Resistencia pirenaica de los republicanos aragoneses, la mayor parte de ellos militantes del PCE, como fue el caso de Julio Ferrer, (uno de los fundadores del MOI, que se convertirá en la primera organización resistente en el Béarn), Carmen Blasco (vinculada a la Unión de Mujeres Españolas) o Félix Burguete, jefe de la 226ª Brigada guerrillera.

     Tras la ocupación hitleriana de la llamada “zona libre” de Francia (noviembre 1942), se reactivaron los núcleos del maquis, especialmente en el valle de Ossau. Allí surgió la  10ª Brigada de Guerrilleros que tenía su base de operaciones en el Col de Marie-Blanque y estaba al mando de Hilario Borau, natural de Canfranc que, al igual que otros jefes aragoneses del maquis que actuaban en el Pirineo francés, como Francisco Cavero o Ricardo Sánchez, habían combatido durante nuestra Guerra Civil en la 43ª División bajo el mando de Antonio Beltrán, “El Esquinazau”.

     Cuando el 15 de agosto de 1944 tuvo lugar el desembarco aliado en Provenza y el consiguiente repliegue del XIX Ejército Alemán, se produjo una ofensiva guerrillera en el Pirineo así como la liberación de amplias zonas del sur de Francia desde Burdeos a Toulouse. A pesar de la masacre de Buzy-Buziet del 17-18 de julio de 1944 en que la fueron asesinados 15 combatientes españoles por las tropas de las SS, la citada 10ª Brigada tuvo un papel decisivo en la liberación  de los valles pirenaicos de Aspe y Ossau. Por  ello, como recordaba Sixto Agudo, “no hay ciudad pirenaica que no recuerde con cariño a los maquis españoles. Sus nombres están grabados al lado de los combatientes de las FFI en las estelas y monumentos erigidos en su honor en diversos lugares testigos de los gloriosos combates en los que participaron”. Por su parte, Jean Ortiz califica de “auténtica epopeya” la lucha de los guerrilleros antifascistas españoles, aquellos a que tras la liberación de Francia, por la que tanta sangre vertieron, se vieron abandonados por los aliados a la hora de acabar con la dictadura de Franco. Fueron, en expresión de Vázquez Montalbán, unos “atletas morales” que supieron hacer frente a todo tipo de adversidades y así, escribir, según Jean Ortiz, “una de las más bellas páginas del siglo XX, un siglo de grandes propósitos idealistas”.

     Este 8 de Mayo, como ocurre desde 1945, todos estos luchadores de la libertad han recibido un homenaje en los memoriales que los recuerdan y las flores adornan las tumbas en las que reposan : ¡Qué lejos está todavía España en el camino de la dignificación de la memoria de los republicanos, de todos aquellos paisanos nuestros que, todavía, siguen yaciendo en las fosas de la ignominia, esas fosas que salpican nuestra geografía, estas tierras de España por las que, como escribió Antonio Machado, “cruza errante la sombra de Caín”!.

     En estos tiempos de retrocesos en derechos y libertades, cuando se están perdiendo los tímidos avances logrados en la defensa de la memoria histórica republicana (recordemos lo sucedido con el juez Garzón o la supresión por la derecha de las políticas públicas de la memoria como ha ocurrido en Aragón con el Programa Amarga Memoria), adquiere especial sentido la afirmación de Émile Zola cuando decía que “la verdad y la justicia son soberanas, porque sólo ellas garantizan la grandeza de las naciones”, algo que debemos recordar  en estos tiempos en que se atisba en Europa la amenaza emergente de los movimientos fascistas y xenófobos, una amenaza real para los valores cívicos en los que se sustenta nuestra sociedad democrática.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (publicado en El Periódico de Aragón, 10 mayo 2012)

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