RIESGOS A LA IGUALDAD EN LA ERA DIGITAL
El anhelado ideal de la igualdad, emblema de la Revolución Francesa de 1789 y demanda de todos los movimientos políticos y sociales progresistas que por él lucharon a lo largo de los pasados siglos XIX y XX, parece hallarse hoy en día en retroceso, derrotado ante el imparable proceso de globalización que ha transformado radicalmente nuestras sociedades y nuestras vidas.
El ideal de la igualdad parece cada vez más difuso en las nuevas sociedades tecnológicas. Se habla con frecuencia de la existencia de una “brecha digital” en relación al mayor o menor conocimiento y acceso a las nuevas tecnologías, pero todavía es más grave, la brecha social que estas han generado. En este sentido, Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el siglo XXI (2018), analiza esta cuestión y afirma que “la globalización no ha traído la igualdad” ya que, frente a lo que ocurrió en el siglo XX, tiempo que “se centró en gran medida en la reducción de la desigualdad entre clases, razas y géneros”, tarea en la cual las políticas socialdemócratas y el Estado del Bienestar desempeñaron un papel relevante, en el siglo XXI, “podrían surgir las sociedades más desiguales de la historia”, lo cual “amenaza con agrandar la brecha entre clases”.
Hararí, de forma premonitoria, nos advierte de los riesgos que, contra la igualdad está generando la biotecnología, ya que ésta en un futuro no muy lejano podría crear lo que él llama “castas biológicas” y, de este modo, las personas con mayores recursos, los ricos, podrían conseguir mediante el uso de la biotecnología, estar mejor dotados físicamente, ser más creativos y más inteligentes que las personas de escasos medios económicos. Y, sin que estas afirmaciones parezcan ciencia-ficción, la denuncia de Harari apunta a los poderosos, a aquellos que con su dinero, podrían comprarse “un cuerpo y un cerebro mejorado” y, por ello, dividir a la humanidad entre “una pequeña clase de superhumanos y una subclase enorme de Homo Sapiens inútiles”.
Pero si esto es un riesgo en un futuro impreciso, peor sería que, una perversa utilización de la biotecnología produjera un riesgo mayor: que el Estado perdiera algunos de sus incentivos para invertir en salud, educación o en favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, algo que sería tanto como tener la tentación de desmantelar completamente el Estado del Bienestar por considerar “improductivas” y no rentables las inversiones en recursos sociales en estos colectivos, degradados a una calificación de subclase inútil e irrelevante.
Como una forma posible de detener este proceso amenazante, la propuesta de Harari es evitar a toda costa “la concentración de toda la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite” y, por ello, recalca que “la clave es regular la propiedad de los datos”. Y es cierto, pues en la actualidad los poderes hegemónicos se articulan cada vez más en torno a los que poseen y controlan los medios de comunicación y las redes digitales, en una trepidante carrera por poseer los datos, nuestros datos, todos los datos, como evidencia cada día Google o Facebook.
Así las cosas, la propuesta que lanza Harari es valiente, arriesgada y no exenta de riesgos ya que afirma que “si los gobiernos nacionalizan los datos, se frenará el poder de las grandes empresas”, pero también podrá desembocar en lo que no duda en calificar como “espeluznantes dictaduras digitales”, ya que podría revivirse el espectro del “Gran Hermano” que todo lo ve y todo lo controla, tal y como expuso George Orwell en su obra 1984. Y esto es un riesgo cierto pues estas amenazantes dictaduras digitales que pudieran surgir en un futuro, no sólo acabarían de facto con las libertades democráticas, sino también con la igualdad al concentrar todo el poder en una pequeña élite al mismo tiempo que terminarían reduciendo a la mayoría de la población, no ya a la explotación y a la alienación, que también, sino a la “irrelavancia” social e histórica.
Por todo lo dicho, la conclusión final que plantea Harari es obvia: resulta vital para garantizar la democracia y la igualdad en nuestra sociedad presente y futura, el regular la propiedad de los datos, algo que considera “la pregunta más importante de nuestra era”, un reto que todavía no somos capaces de calibrar en toda su magnitud, Y es que, como él mismo señala, en un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 8 febrero 2022)
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