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Kiryat Hadassa: el blog de José Ramón Villanueva Herrero

LA GLOBALIZACIÓN Y EL AUMENTO DE LA DESIGUALDAD

 

     Toda sociedad necesita, como señala Thomas Piketty, una narrativa para justificar las desigualdades. En las sociedades contemporáneas, se han justificado aludiendo a la “meritocracia”: la desigualdad moderna se consideraba “justa” porque se le suponía el resultado de un proceso libremente elegido en el que todas las personas tienen las mismas oportunidades para progresar en la vida. Pero esto no es así como la realidad histórica demuestra, pues las desigualdades sociales se han debido a que no todas las personas han tenido las mismas oportunidades en la vida para demostrar sus capacidades y valía debido a insalvables condicionantes económicos.

    La cuestión de la desigualdad fue el tema central de los estudios del economista Anthony B. Atkinson y, de este modo, analiza en profundidad temas tan esenciales como la distribución de la riqueza, la desigualdad y la pobreza, a la vez que, para hacerles frente, apuntaba propuestas sobre una “fiscalidad óptima”. Los estudios de Atkinson y también de Simon Kuznets, han dado lugar a una nueva disciplina dentro de las ciencias sociales y la economía política: el estudio de la dinámica histórica de la distribución de la renta y la riqueza, estudios que están recogidos en la World Inequality Database (WID.world), de la cual Atkinson fue cofundador y director.

   Fue un motivo de optimismo el hecho de que las desigualdades sociales se redujeron considerablemente gracias a las políticas sociales y fiscales puestas en marcha en diversos países a lo largo del pasado siglo XX. Fue obra del Estado social, del Estado de bienestar, que se caracterizó, fundamentalmente, por el desarrollo de la inversión en materia de educación y salud pública, en la creación de un sistema de público de pensiones y de seguros sociales. En consecuencia, como señalaba el citado Piketty, la consolidación del Estado social, “ha sido un factor poderoso para lograr tanto una mayor igualdad como una mayor prosperidad económica durante el último siglo”. De este modo, las políticas progresistas lograron reducir la desigualdad al impulsar una ambiciosa agenda de reformas tanto políticas como fiscales y sociales.

     Aquel fue un período en el cual la concentración de la propiedad y, por lo tanto, del poder económico, disminuyó de manera significativa con el ascenso social de la clase media y trabajadora a unos bienes que, hasta entonces, les resultaban inalcanzables, bien fueran éstos la vivienda o los estudios superiores para las familias de escasos recursos económicos. No obstante, como consecuencia de la globalización ultraliberal, se empezó a producir un estancamiento en temas tan vitales como la inversión en educación pública lo cual, como señalaba Piketty, “ha contribuido tanto al aumento de la desigualdad como a la desaceleración del crecimiento de la renta per cápita”, temas tratados por el citado economista francés en su libro El capital del siglo XXI, en el cual ha estudiado los mecanismos de desigualdad social.

   La realidad nos demuestra que la desigualdad social ha aumentado tras la globalización ultraliberal: mientras aumentaban las grandes fortunas, las clases media y trabajadora, veían reducidos sus niveles de renta. Y no sólo en el ámbito de los países occidentales y en los del Tercer Mundo, donde cada vez son más lacerantes las desigualdades sociales entre las oligarquías locales y la inmensa parte de la población pobre de aquellos países. Este mismo proceso ha ocurrido en China entre 1995-2015, donde el llamado “plutocomunismo” ha supuesto una fuerte concentración de la propiedad como consecuencia de un proceso de privatización parcial de empresas estatales a grupos minoritarios y en condiciones de opacidad. Lo mismo podemos decir de la Rusia post-soviética, donde la proliferación de nuevos magnates y multimillonarios ha sido una consecuencia evidente de la privatización de las empresas del sector estatal de la antigua URSS.

    Dicho todo esto, resulta muy interesante la lectura del documento elaborado por OXFAM Intermon titulado “Justo el país que queremos”, en el cual plantea como prioridad la lucha contra la desigualdad ya que, como señalaba Ernesto García López, técnico de la citada ONG, los efectos de la desigualdad social “generan sociedades muy polarizadas, que pueden dar lugar a graves conflictos internos y situaciones de aumento de la conflictividad social”. Para evitar estas indeseadas situaciones plantea el referido documento propuestas concretas agrupadas en 5 ejes: las orientadas a los cuidados, que incluirían la aprobación de una Ley General de Cuidados que los garantice de forma universal; la justicia global, basada en la cooperación internacional con el cumplimiento por todos los países de dedicar a este fin el 0,7% de la renta nacional bruta a ayuda al desarrollo; la justicia socioeconómica basada en la fiscalidad progresiva, las políticas de protección social y la inserción laboral de los jóvenes; la justicia climática, para reducir las emisiones contaminantes y aumentar la financiación climática y, por último, un tema tan importante como es el “derecho a la movilidad humana”, entendiendo por tal que la migración no es un problema, sino “un bien público global”, esto es, un derecho universal. 

    Por todo lo dicho, y a modo de conclusión digamos que, desde la crisis de 2008 y, especialmente a partir de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016, así como del desgarro que supuso en Europa el Brexit, unido a la explosión del voto xenófobo en múltiples países, los peligros que plantea el aumento de la desigualdad social y el sentimiento de “abandono” de las clases trabajadoras, víctimas de los negativos efectos de la globalización ultraliberal, se ha hecho más que evidente la necesidad de una nueva regulación social del capitalismo. Este será el futuro reto para las políticas que deberán impulsar los partidos progresistas. El tiempo dirá si este reto se desarrolla con éxito, para consolidar una sociedad más justa, capaz de hacer frente a los actuales enemigos que acosan al Estado de bienestar. Veremos.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 22 septiembre 2023)

 

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