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ZARAGOZA REPUBLICANA Y FEDERAL
Desde una perspectiva política, la ciudad de Zaragoza se caracterizó durante el s. XIX por el fuerte arraigo del liberalismo progresista, una ciudad donde el recuerdo heroico de la jornada del 5 de marzo de 1838 se convirtió en un símbolo popular de la defensa de la libertad frente a la reacción carlista.
Sobre esta base progresista, con el paso de los años se fue formando un importante núcleo republicano, mayoritariamente afín al federalismo que se opuso con firmeza a la deriva autoritaria de los gobiernos de la desacreditada monarquía de Isabel II. Triunfante la revolución de septiembre de 1868 (“La Gloriosa”) que en Zaragoza tuvo lugar el día 29, al popular grito de “¡Viva la Soberanía Nacional y Abajo los Borbones!”, durante el período del Sexenio Democrático, los republicanos federales tuvieron su momento de mayor dinamismo político tras la creación del Partido Republicano Democrático Federal (PRDF) que en Zaragoza contó figuras tan destacadas como Joaquín Gil Bergés, Marceliano Isábal o José López Montenegro, que más tarde derivaría hacia posiciones libertarias.
Tal y como se refleja en este grabado, El PRDF asumió en su programa político las principales demandas sociales de los sectores populares de la época, entre ellas, la abolición del odioso sistema de quintas entonces imperante, (“la contribución de sangre”, como la llamaban los federales) dado que el reclutamiento para el largo y penoso servicio militar (de 7 años) pesaba sobre los sectores humildes de la sociedad, aquellos que no podían “redimirse” de la quinta mediante el pago de la elevada cantidad en metálico de 8.000 reales. Frente a esto, los federales demandaban un ejército formado por voluntarios el cual pusiera fin a las frecuentes intromisiones de los militares (“espadones”) en la vida política española del s. XIX. Otra de las características esenciales del federalismo, una vez derrocada la dinastía borbónica, era la articulación de España en torno a una República Democrática Federal, sinónimo de democracia plena, sociedad laica y unión libremente pactada de los territorios que formaban la federación: como diría Víctor Pruneda, fundador del federalismo turolense y Gobernador Civil de Zaragoza durante la I República, la federación debía de ser “el suave lazo que a todos une y a ninguno ata”.
Los federales zaragozanos apoyaron el Pacto Federal de Tortosa (mayo 1869), se sublevaron en las calles de la capital aragonesa en defensa de los valores de la revolución septembrina “bastardeados” por la regencia del General Serrano (octubre 1869) e intentaron consolidar en 1873 la I República, ideal regenerador de efímera existencia dada la multitud de enemigos y adversidades a las que tuvo que hacer frente.
Hoy como ayer, con una monarquía abatida por escándalos diversos, con una difícil situación social debida a una crisis que golpea con fuerza a los sectores populares, resurge de nuevo la rebeldía cívica, la misma que refleja este grabado, en la que viene a nuestra memoria el viejo lema de los federales aragoneses: “Salud, Fraternidad y República Federal”.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en La Calle de todos: revista de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza, nº 95, abril-2012)
UNA FECHA A RECORDAR

Recientes todavía los ecos del 1º de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, cuyos derechos se hallan hoy más amenazados que nunca, hay otra fecha en el calendario de la memoria y conciencia cívica: la del pasado 8 de Mayo, el Día de la Victoria aliada contra los regímenes fascistas que, en 1945, puso fin a la sangrienta II Guerra Mundial. Aunque oficialmente España no fue beligerante en la contienda pese a que el régimen franquista apoyó a las potencias fascistas (recordemos la División Azul) y sólo se desmarcó de ellas al soplar vientos de derrota para los países del Eje, recordamos ahora el 8 de Mayo en homenaje a la activa participación de los republicanos españoles en la victoria aliada, los cuales combatieron en todos los frentes y bajo diversas banderas, sumándose a grupos guerrilleros o bien alistándose en los ejércitos aliados: desde Narvik a Camerún y Níger; desde Chad hasta los desiertos africanos de Egipto, Libia, Túnez o Argelia; desde las playas de Normandía hasta la inmensa URSS, batiéndose en los frentes de Leningrado, Moscú, Stalingrado o el Caúcaso, los españoles lucharon con coraje contra el fascismo.
En el caso de la vecina Francia, donde se hallaba al inicio de la II Guerra Mundial el mayor contingente del exilio republicano, según el libro Los españoles en la Resistencia Francesa y su aportación a la lucha antifranquista de Sixto Agudo, más de 20.000 compatriotas nuestros participaron en los combates de liberación de Francia en las filas de las FFI. Por su parte, el historiador Jean Ortiz, en su libro Guerrilleros en Béarn, destaca que el número de republicanos españoles en las filas de la Resistencia supuso un 10 % de sus efectivos totales por lo que, proporcionalmente, fue “muy superior a la de los franceses”. En el Béarn se integraron mayoritariamente en la Unión Nacional Española (UNE) y su brazo armado (el XIV Cuerpo de Guerrilleros) que más tarde se convertiría en la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE). Ortiz señala de forma especial la participación en la Resistencia pirenaica de los republicanos aragoneses, la mayor parte de ellos militantes del PCE, como fue el caso de Julio Ferrer, (uno de los fundadores del MOI, que se convertirá en la primera organización resistente en el Béarn), Carmen Blasco (vinculada a la Unión de Mujeres Españolas) o Félix Burguete, jefe de la 226ª Brigada guerrillera.
Tras la ocupación hitleriana de la llamada “zona libre” de Francia (noviembre 1942), se reactivaron los núcleos del maquis, especialmente en el valle de Ossau. Allí surgió la 10ª Brigada de Guerrilleros que tenía su base de operaciones en el Col de Marie-Blanque y estaba al mando de Hilario Borau, natural de Canfranc que, al igual que otros jefes aragoneses del maquis que actuaban en el Pirineo francés, como Francisco Cavero o Ricardo Sánchez, habían combatido durante nuestra Guerra Civil en la 43ª División bajo el mando de Antonio Beltrán, “El Esquinazau”.
Cuando el 15 de agosto de 1944 tuvo lugar el desembarco aliado en Provenza y el consiguiente repliegue del XIX Ejército Alemán, se produjo una ofensiva guerrillera en el Pirineo así como la liberación de amplias zonas del sur de Francia desde Burdeos a Toulouse. A pesar de la masacre de Buzy-Buziet del 17-18 de julio de 1944 en que la fueron asesinados 15 combatientes españoles por las tropas de las SS, la citada 10ª Brigada tuvo un papel decisivo en la liberación de los valles pirenaicos de Aspe y Ossau. Por ello, como recordaba Sixto Agudo, “no hay ciudad pirenaica que no recuerde con cariño a los maquis españoles. Sus nombres están grabados al lado de los combatientes de las FFI en las estelas y monumentos erigidos en su honor en diversos lugares testigos de los gloriosos combates en los que participaron”. Por su parte, Jean Ortiz califica de “auténtica epopeya” la lucha de los guerrilleros antifascistas españoles, aquellos a que tras la liberación de Francia, por la que tanta sangre vertieron, se vieron abandonados por los aliados a la hora de acabar con la dictadura de Franco. Fueron, en expresión de Vázquez Montalbán, unos “atletas morales” que supieron hacer frente a todo tipo de adversidades y así, escribir, según Jean Ortiz, “una de las más bellas páginas del siglo XX, un siglo de grandes propósitos idealistas”.
Este 8 de Mayo, como ocurre desde 1945, todos estos luchadores de la libertad han recibido un homenaje en los memoriales que los recuerdan y las flores adornan las tumbas en las que reposan : ¡Qué lejos está todavía España en el camino de la dignificación de la memoria de los republicanos, de todos aquellos paisanos nuestros que, todavía, siguen yaciendo en las fosas de la ignominia, esas fosas que salpican nuestra geografía, estas tierras de España por las que, como escribió Antonio Machado, “cruza errante la sombra de Caín”!.
En estos tiempos de retrocesos en derechos y libertades, cuando se están perdiendo los tímidos avances logrados en la defensa de la memoria histórica republicana (recordemos lo sucedido con el juez Garzón o la supresión por la derecha de las políticas públicas de la memoria como ha ocurrido en Aragón con el Programa Amarga Memoria), adquiere especial sentido la afirmación de Émile Zola cuando decía que “la verdad y la justicia son soberanas, porque sólo ellas garantizan la grandeza de las naciones”, algo que debemos recordar en estos tiempos en que se atisba en Europa la amenaza emergente de los movimientos fascistas y xenófobos, una amenaza real para los valores cívicos en los que se sustenta nuestra sociedad democrática.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en El Periódico de Aragón, 10 mayo 2012)
UNA DERIVA AUTORITARIA

Cumplido ya el primer aniversario del Movimiento 15-M, se constata cómo el Gobierno de Rajoy ha puesto en su punto de mira al espíritu de rebeldía cívica que éste representa: desde una visión arcaica y restrictiva del derecho a la libertad de expresión, no oculta su rechazo a que la ciudadanía manifieste su indignación en las calles y plazas de España…y ha pasado a la ofensiva. De hecho, estamos asistiendo a un plan sistemático de desprestigio y acoso con dos objetivos muy concretos: la demonización del 15-M y la adopción de medidas para neutralizarlo socialmente.
Esta deriva autoritaria está obsesionada con desacreditar todo lo que significa el 15-M y sus protestas ciudadanas (acampadas “ilegales”, estudiantes considerados “enemigos”, acusaciones de “radicalidad ideológica” etc.). Ello supone, como señalaba Democracia Real Ya (DRY), un intento político e ideológico de la derecha para criminalizar la indignación, los movimientos sociales el malestar generado por la gestión (antisocial) de la crisis económica.
Esta ofensiva involucionista pretende amedrentar a los ciudadanos como es el uso creciente y desproporcionado de la policía en tareas represivas, algo que cada vez tiene más similitudes con las prácticas policiales del franquismo: el PP, obsesionado con el “principio de autoridad”, parece mantenerse fiel a la peor herencia del legado político de Manuel Fraga, aquella que se resumía en su nefasta frase de “la calle es mía”. Así las cosas, contrasta la dureza con que se cercenan las protestas ciudadanas con la sumisión manifiesta de Rajoy ante los recortes y ajustes que, en materia económica, nos impone la dictadura de los mercados. Por ello, variando el sentido de los versos que García Lorca dedicó a Ignacio Sánchez Mejías, podríamos decir de nuestro Gobierno: “¡Qué blando con las espuelas, que duro con las espigas!”, esto es, ¡ qué servil con los poderosos, que implacable con los sectores más débiles de la sociedad!.
En esta línea, resulta preocupante las pretensiones gubernamentales de endurecer el Código Penal (restricción del derecho de reunión, ampliación de las conductas constitutivas de “atentado contra la autoridad” y de los delitos de “desorden público” y de “integración en organización criminal”): es lo que Gerardo Pisarello y Jaume Asens, juristas y miembros del Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), han calificado como una auténtica campaña de “demagogia punitiva” que tiene por objeto la “criminalización” de las protestas ciudadanas, y eso es muy preocupante en una sociedad democrática. Especialmente grave es la prevista aplicación de “organización criminal” a la actuación del movimiento indignado y que, según el artículo 570 bis del Código Penal viene definida como una agrupación en la que, “de manera concertada y coordinada se reparten diversas tareas o funciones con el fin de cometer delitos, así como de llevar a cabo la perpetración reiterada de faltas”, algo que, bajo ningún concepto puede aplicarse al 15-M, un movimiento pacífico con un profundo sentido democrático. Este endurecimiento del Código Penal que pretende convertir la resistencia pasiva en una nueva modalidad de “atentado contra la autoridad”, podría llevar a aberraciones tales como que, de aplicarse este criterio, Mahatma Ghandi sería encarcelado si las pretendidas reformas penales de los ministros Fernández Díaz y Gallardón estuviesen en vigor en España.
Ante esta situación, Amnistía Internacional (AI) advertía al Gobierno español que, con arreglo al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, cualquier reforma del Código Penal debe garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales de reunión y manifestación pacífica. Más aún, según la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 17 de julio de 2008, se establece que las autoridades deben mostrar “cierta tolerancia hacia las reuniones pacíficas para no privar de todo contenido a la libertad de reunión”, algo de lo que deberían tomar nota el Ministerio del Interior y Cristina Cifuentes, la Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid. En cuanto a las posibles responsabilidades derivadas de actos violentos, Esteban Beltrán, Director de AI en España, recordaba que, según las Directrices sobre Libertad de Reunión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), “los organizadores de manifestaciones no serán responsables de los actos de cada participante” y que, en caso de incidentes, “son las personas que presuntamente hayan cometido dichas infracciones quienes deberán responder de las mismas y no los organizadores”, evitando, de este modo, penalizar, como se hace desde la derecha política y mediática, a todo el colectivo del 15-M por las acciones reprochables (y aisladas) de elementos violentos que no representan, en absoluto, ni al espíritu ni a la mayoría de este movimiento cívico.
Con una ciudadanía cada vez más empobrecida y controlada, estamos asistiendo a un recorte de derechos cívicos que nos avoca a una democracia devaluada. Por ello, ante la amenaza de la deriva autoritaria que nos sobrevuela, resulta obvio que, como opinan Pisarello y Asens, “frente al uso demagógico del discurso securitario sólo hay una respuesta: ganar la calle y exigir la seguridad en el respeto a los derechos civiles, políticos y sociales de toda la población”. Ese es el camino pues, como decía Julio Cortázar, “tenemos que obligar a la realidad a que obedezca a nuestros sueños”, los sueños de esa esperanza que nació un 15 de mayo de 2011.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en El Periódico de Aragón, 21 mayo 2012)