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AÑORANDO EL CONSENSO

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     Somos muchos los ciudadanos que sufrimos las catastróficas consecuencias de esta crisis que todo lo anega, que lamentamos el empobrecimiento de amplios sectores sociales, los retrocesos en derechos sociales y laborales, el incierto futuro que espera a nuestra juventud. Somos un país triste, navegamos en un barco sin rumbo, en el que crujen todas sus cuadernas ante los embates de semejante tempestad, y a cuyo mando se encuentra una clase política que no está a la altura de las circunstancias, sin capacidad de liderazgo ni de ofrecer soluciones justas ante tantas dificultades, ante tanto desánimo. Y, sin embargo, no podemos caer en ese pesimismo al que se refería Jaime Gil de Biedma cuando decía que, “de todas las historias de la Historia, la más triste es la de España, porque termina mal”, o en aquella lastimosa imagen de la “España sin pulso” de Francisco Silvela.

     Tiempos difíciles ha habido muchos en nuestra historia, y ahí está el recuerdo de la Transición que, si bien ha sido excesivamente idealizada en determinados ámbitos obviando así sus deficiencias, nos ofrece un buen ejemplo sobre la necesidad del consenso político como forma de hacer frente de forma colectiva a los problemas de la sociedad.

     En estos días, en que se recordaba el 35º aniversario de la firma de los Pactos de la Moncloa   (25 octubre 1977), bueno sería recordar lo que significaron en aquella España que se hallaba en la difícil coyuntura de avanzar hacia la democracia y de hacer frente a una gravísima crisis económica. Aunque la España actual, como miembro de la Unión Europea, ha realizado importantes cesiones de soberanía política y económica a favor de las instituciones comunitarias, no deja de seguir siendo un modelo válido la firma de tan importante acuerdo económico y político, suscrito, bajo el impulso de Adolfo Suárez,  por las principales fuerzas políticas, desde la UCD en el Gobierno minoritario, hasta el PSOE, PCE, PSP, los grupos socialistas catalanes de Triginer y Raventós, y los nacionalistas del PNV y CiU, así como AP, aunque Fraga se negase a suscribir los acuerdos económicos de los Pactos de la Moncloa que, entre otras cosas, sirvieron para frenar la inflación (que en aquel año era del 47 %), la progresividad fiscal, el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios, la lucha contra el paro mediante el aumento de la inversión pública, diversas reformas económicas y el logro de derechos para los trabajadores. Además, estos Pactos, fueron igualmente suscritos por los sindicatos CC.OO. y UGT, así como por las organizaciones empresariales.

     Ante una situación crítica como la actual, no menos grave que la de aquella España de 1977, ¿sería posible un gran acuerdo nacional de estas características que abarcase  a los principales partidos de la oposición y a las fuerzas nacionalistas?.  Ciertamente lo dudo, pero ello sí que daría confianza a la ciudadanía que vería (y necesita ver) cómo nuestra desacreditada clase política se unía en defensa de aspectos esenciales del interés colectivo. Santiago Carrillo definió los Pactos de la Moncloa en la sesión parlamentaria del 27 de octubre de 1977 en que éstos fueron ratificados  por el Congreso de los Diputados como “un acto de responsabilidad nacional, de cara a la tarea de desarrollar y estabilizar la democracia y de sacar al país de una situación económica grave que podría devenir en ruinosa”, frases y espíritu que resuenan con contundente actualidad por lo que ahora, con la agudización de la crisis económica y la quiebra del modelo territorial, sería absolutamente necesario recuperar el espíritu del consenso para salir, todos juntos, de la profunda sima en la que está atrapada la sociedad española. No hay que idealizar los Pactos de la Moncloa (hubo incumplimientos y algunos aspectos se aplicaron con excesiva lentitud) pero sí su espíritu, su voluntad de acuerdo, que es el verdadero significado de aquel pacto multipartidista.

     Releyendo el  libro de Carrillo “El año de la Constitución”, aquel año tan difícil en que se elaboraba el texto de la Carta Magna y se ponían en marcha los Pactos de La Moncloa, también proponía la formación de un Gobierno de concentración democrática, algo también impensable en la actualidad pues resulta difícil imaginar al PP y a su mayoría absoluta,  compartiendo de forma generosa las tareas de Gobierno. Ciertamente ello supondría un compromiso entre el mayor número posible de fuerzas políticas y sociales como alternativa a la imposición de los postulados ideológicos de una derecha cada vez más agresiva ante la debilidad de los sindicatos de clase y el desconcierto de la socialdemocracia. Sólo así, con un gran acuerdo nacional, se frenaría, si hubiese generosidad histórica de unos y otros, el gradual deterioro la calidad democrática de nuestra sociedad y el que los poderes económicos  se impongan sobre los gobiernos y los ciudadanos y el deterioro de nuestros derechos laborales y sociales. Ahora, que muchos preceptos constitucionales como el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación o la sanidad se están quedando en una mera declaración de intenciones, ahora que el sufrimiento y la adversidad azota con fuerza, hoy más que nunca el Estado tiene el deber de poner las condiciones materiales y los recursos necesarios para hacerlos efectivos. Eso es lo que realmente daría fuerza moral y legitimidad a nuestras instituciones  y políticos….y buena falta les hace.

      Para concluir, y como homenaje al papel desempeñado por Carrillo en aquel difícil período de la Transición, el político comunista, recientemente fallecido, señalaba cómo lo que irritaba a la ciudadanía era que “los partidos democráticos no se pongan de acuerdo para resolver con la mayor eficacia y celeridad posible los problemas” que día tras día agobian a los ciudadanos como “el paro, la amenaza del paro, las injusticias corrientes, la sanidad y la enseñanza” ya que, “si el consenso se hace para abordar esos problemas el pueblo saludará el consenso como algo necesario y saludable”. Y advertía algo que ahora debemos de tener  muy presente: “La situación es tan seria  que ningún partido político, por muchos diputados que tenga, puede resolverla por sí solo. Hace falta un gran esfuerzo de solidaridad para que la situación no se degrade y empeore aún más”. Y tenía razón.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 4 noviembre 2012)

 

 

04/11/2012 16:16 kyriathadassa Enlace permanente. Política-España No hay comentarios. Comentar.

AUSTERICIDIO

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     La dimensión y calado de la actual crisis global, no sólo está deteriorando nuestro modelo social y la esencia de nuestra democracia, sino que también nos está cambiando a nosotros, a los ciudadanos de a pie: percibimos que hemos retrocedido en nuestro nivel de vida, que la realidad presente nos está empobreciendo, y sentimos un fundado temor ante lo que un incierto futuro nos pueda deparar. Hemos cambiado (a peor) nuestra percepción de la clase política, convertida en un mero instrumento ejecutor de los dictados de lo que ahora se llama “los mercados”, y que son las fuerzas del capital de siempre, nos hemos indignado con la nefasta gestión de la crisis, con la degradación de nuestra democracia, con la voladura controlada de nuestro Estado de Bienestar. También nuestro lenguaje ha ido cambiando y se ha ido llenando de términos nuevos: descubrimos que la “prima de riesgo” nada tenía que ver con una pariente conflictiva, que el “rescate” financiero no significa la salvación de un país como bien saben los sufridos ciudadanos griegos, que las agencias de calificación de riesgos se descalifican por sí solas dadas sus inmorales y delictivas maniobras especulativas, y empezamos a hablar de “terrorismo y genocidio financiero” y ahí está el escándalo de los desahucios, un auténtico oprobio para el supuesto Estado Social y Democrático de Derecho que consagra nuestra Constitución.

     Entre estos nuevos términos, vinculados a la economía que todo lo envuelve, ha aparecido también el de “austericidio” el cual hace referencia, y bien lo saben los ciudadanos griegos, portugueses o españoles, a los destructivos efectos ocasionados por la aplicación estricta  de las políticas de ajuste y recortes, la letal punta de lanza  de las imperantes políticas neoliberales, unas políticas que, como señalaba Jean Ziegler, vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, nos quieren hacer creer que son “ la única política posible”, una política destructora que, los hechos lo demuestran,  “sólo se aplica a la clase trabajadora y nunca a los banqueros”.

   El austericidio, que exigió (y consiguió) incluso reformas constitucionales (recordemos la modificación del artículo 135 de nuestra Carta Magna en un nefasto pacto PSOE-PP), está suponiendo unos costes sociales y un cúmulo de sufrimientos que resultan inaceptables en aquellos países donde están siendo aplicados siguiendo los férreos dictados de la Troika (Banco Mundial, FMI y Comisión Europea) y, especialmente, de la canciller Merkel que es la que marca el rumbo económico a una Unión Europea que parece renunciar a construir una auténtica Europa Social. Frente al austericidio se han alzado las voces y los argumentos de Susan George, presidenta de ATTAC, y de diversos economistas críticos con la actual dictadura económica neoliberal como Juan Torres, Vicenç Navarro o Alberto Garzón, todos los cuales han expresado repetidamente cómo el empecinamiento en mantener las actuales políticas de austeridad, sólo están sirviendo para empeorar la ya de por sí grave situación económica y social.

     A estas voces críticas se une Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía quien también ha manifestado repetidamente su rechazo a las políticas de austeridad y de recortes que es aplican en la Eurozona al considerar que conducen a una reducción de la actividad económica (caída del consumo interno, incremento del paro) y ello ahonda la depresión económica. Stiglitz, como Paul Krugman y otros economistas que han recuperado las propuestas de Keynes que sirvieron para salir de la Gran Depresión posterior a 1929,  recuerdan a los gobernantes, hasta ahora sin éxito, que nunca se debe de recortar el gasto público en tiempos de recesión puesto que ello produce efectos letales en los sectores sociales más vulnerables a los embates de la crisis y, como alternativa, proponen políticas de crecimiento basadas en la inversión pública, el incremento del salario mínimo, las prestaciones sociales, la búsqueda del pleno empleo y la lucha contra la desindustrialización. De lo contrario, de mantenerse las políticas de austeridad a ultranza, un negro futuro nos espera y, como advertía Stiglitz, las consecuencias de la crisis serán “largas y severas” , ésta se extenderá a otros países y, para el caso de España,  vaticina “muchos años de crisis” de seguir de forma contumaz con los ajustes.

     Por todo lo dicho, el austericidio, dados los nefastos efectos sociales que ocasiona, puede considerarse como un “crimen económico contra la humanidad”, delito que la Corte Penal Internacional (CPI) define como “cualquier acto inhumano que causa graves sufrimientos o atenta contra la salud mental o física de quien lo sufre, cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil”. Este concepto, reactivado como consecuencia de  la actual crisis, ha hecho que las economistas  Lourdes Benería y Carmen Sarasúa reclamen con toda justicia y razón su denuncia  penal ante los tribunales internacionales. En esta misma línea, se ha manifestado igualmente Jean Ziegler al señalar que  los “especuladores financieros deben ser juzgados y condenados, reeditando una especie de Tribunal de Nüremberg”, pues son ellos, los culpables de esta crisis sistémica y de los crímenes económicos contra la humanidad que han ocasionado. Y, precisamente por ello, el pasado 24 de julio, un grupo de ciudadanos griegos acudió a la CPI para presentar cargos contra los líderes de la Eurozona y el FMI por “genocidio económico y social”, todo un ejemplo a seguir puesto que, de no hacer frente al austericidio y la violencia estructural que genera, habremos perdido toda esperanza de alcanzar un futuro más justo y solidario.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 18 noviembre 2012)

 

19/11/2012 11:31 kyriathadassa Enlace permanente. Economía global No hay comentarios. Comentar.

EN RECUERDO DE HANNAH SZENES

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     Siempre he admirado a los intelectuales y poetas que tuvieron (y tienen) el coraje de bajar de sus torres de marfil e implicarse, comprometerse, con la realidad política y social de su tiempo, por muy adversos que soplasen los vientos. Esto me ocurrió al conocer la historia de Hannah Szennes (1921-1944), una joven poetisa judía húngara, heroína de la lucha antifascista y, por ello, víctima de la barbarie hitleriana. Para mí, fue una historia tan desconocida como emotiva, un testimonio de valor y sacrificio del cual en estas fechas se ha cumplido el 68º aniversario de su asesinato.

     Hannah Szenes había nacido en Budapest en 1921, un año después de la llegada al poder del dictador  Miklós Horthy, que, entre 1920 y 1944 estableció en Hungría un régimen ultranacionalista, antisemita y profundamente anticomunista, en el seno de una familia judía asimilada, culta y de clase media. Estudió en un colegio protestante en el cual los católicos tenían que pagar el doble del coste de los estudios y los judíos, el triple. No fue hasta los 17 años cuando se reafirmó en su olvidada identidad judía y empezó a estudiar hebreo, momento que coincide con los sangrientos sucesos de la Kristallnacht en la Alemania nazi (1938).

     Bien pronto sintió la discriminación a la que eran sometidos los judíos y, ante el auge del antisemitismo en Hungría, se convirtió en una joven sionista y, por ello, estaba firmemente convencida que la emigración a la tierra de Israel, entonces la Palestina bajo Mandato británico, era la única solución de futuro para su pueblo. De este modo, en septiembre de 1939, unos días después de que estallase la II Guerra Mundial, emigró a Palestina (“Estoy en casa”, escribirá en su Diario). Allí estudia y trabaja  en la Escuela Agrícola de Nahalal y en el kibutz Sdot Iam en Cesarea, tiempo en el que inició su poemario en hebreo en el que plasmó su profundo amor por las tierras y paisajes de Palestina.

     Pero el Próximo Oriente no era ajeno a la tempestad bélica que incendiaba toda Europa a pesar de que el avance nazi-fascista había de las tropas de Rommel había sido frenado en las tierras egipcias de El Alamein. Los judíos residentes en Palestina eran conscientes del riesgo cierto de aniquilamiento que pesaba sobre sus hermanos atrapados en la Europa ocupada por la barbarie hitleriana. En consecuencia, un grupo de ellos se ofrecieron como voluntarios a las autoridades británicas para ser entrenados con objeto de ser lanzados en paracaídas sobre Italia, Rumanía, Eslovaquia, Yugoslavia y Hungría y así infiltrarse tras las líneas enemigas, ayudar a la Resistencia, organizar sabotajes y proporcionar información a los aliados. Y la joven Hannah fue una de las voluntarias, su compromiso personal los resumía así en su Diario: “somos los únicos que podemos ayudar y no tenemos siquiera el derecho de dudar […] Es mejor morir con la conciencia tranquila que volver a casa sabiendo que no intentamos nada”. La joven poetisa, solidaria con el holocausto que estaba sufriendo su pueblo, no dudó en dar un paso adelante para combatir de frente al nazismo, encarnación del mal absoluto. En una carta dirigida a Yehuda Braminski, le confiesa: “Me voy con alegría, por mi libre voluntad y siendo totalmente consciente de las dificultades. Veo mi partida como un privilegio y también como un deber”.

     Finalmente, en marzo de 1944, Hannah y su grupo de combatientes judíos fueron lanzados en paracaídas sobre los bosques de Yugoslavia. Allí se unieron a los partisanos de Tito y combatieron a las tropas nazis de ocupación. Durante esta época, en los bosques de Srebrenica trágico lugar donde ocurrieron las matanzas de varios miles de bosnios musulmanes en 1995 durante la reciente guerra de la exYugoslavia,  Hannah escribió uno de sus más combativos poemas, “Bendita la llama”, en el que animaba a los judíos de la Europa ocupada a rebelarse contra los opresores nazis.

     En junio de 1944, desoyendo las advertencias de sus amigos guerrilleros, Hannah decidió pasar a su Hungría natal con la intención de salvar al mayor número posible de judíos, entre ellos, a su madre y a su hermano. Pero, tras ser traicionada por un informador, fue detenida y torturada por la policía fascista húngara y por la Gestapo nazi, a pesar de lo cual nunca obtuvieron de ella ninguna información relevante. Tras un simulacro de juicio en el que se negó a pedir clemencia, el 7 de noviembre de 1944 fue fusilada en su Budapest natal: como señala Jordi Font, que ha estudiado su vida y su obra, se negó a que le vendaran los ojos y prefirió ver la cara de sus asesinos hasta el último momento. Tenía 23 años.

     Hannah, poetisa y combatiente, murió al igual que 700.000 judíos húngaros deportados al campo de exterminio de Auchswitz. Su madre y su hermano se salvaron, al igual que los cinco millares de judíos que deben la vida a la valiente actitud de Ángel Sanz Briz, aquel joven diplomático zaragozano, entonces destinado en la embajada española de Budapest. Hannah asumió su fatal destino con coraje y, durante su encarcelamiento, escribió un poema que emociona: “Ahora, en julio, cumpliría ventitrés años/Escogía número en un juego arriesgado/ El dado rodó. He perdido”.

     Ahora, en estas fechas en que se ha cumplido el aniversario de su asesinato, su ejemplo de compromiso y valor tiene un especial significado, ahora que la amenaza sombría y negra del fascismo pretende resurgir en Hungría, en donde avanza el partido fascista Jobbik y la derecha autoritaria magiar pretende rehabilitar el legado político del dictador Horthy. El sacrificio de Hannah Szennes nos recuerda a todos una lección, la misma que plasmó en otro de sus poemas: “Y sabed que el precio del camino/ de la justicia y el valor/ no es bajo”. Y es cierto, siempre es duro defender la justicia y la dignidad ante enemigos tan poderosos y brutales. Pero es imprescindible, ayer, hoy y siempre.

 

José Ramón Villanueva Herrero

29/11/2012 14:13 kyriathadassa Enlace permanente. Mundo Judío No hay comentarios. Comentar.

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