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RECORDANDO A JOSE MARTÍ

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     El 19 de mayo de 1895, hace ahora 120 años, moría en el combate de Dos Ríos contra las tropas coloniales españolas, José Martí, el poeta y político considerado el padre de la patria, de la República de Cuba. Su muerte  y su legado político convirtieron a Martí en un referente emancipador de la lucha no sólo contra el caduco imperio colonial español, sino también  contra la emergente codicia de los Estados Unidos, no sólo en el Caribe sino en el conjunto de América Latina.

     En la trayectoria vital de Martí, además de su lucha por la independencia de Cuba, también fue importante el período en que, como consecuencia de sus ideales, tras ser detenido, fue embarcado en enero de 1871 con rumbo a España como deportado político. A su llegada, residió en Madrid y se matriculó en la Universidad Central aunque, en aquella etapa de su vida, en aquella España en la que reinaba Amadeo I de Saboya, cuyo trono era zarandeado por la agitación carlista y la efervescencia republicana, los estudios no figuraban entre sus prioridades.  Proclamada  la I República el 11 de febrero de 1873, en mayo de dicho año, Martí decidió solicitar el traslado de su expediente académico a la Universidad de Zaragoza para continuar sus estudios en la capital de Aragón, una ciudad provinciana que, por aquel entonces, contaba con apenas 70.000 habitantes. De este modo, durante su estancia en Zaragoza, Martí aprobaría las 8 asignaturas que tenía pendientes de Derecho y, además, se matriculó por libre en otras 10 asignaturas de Filosofía y Letras, estudios que terminó en septiembre aunque, al no pagar las tasas universitarias, no pudo recoger ambos títulos.

     Ciertamente, es conocida la importancia histórica de José Martí, aunque no tanto su vinculación con la ciudad de Zaragoza. Sobre este tema Manuel García Guatas publicó La Zaragoza de José Martí (1999), libro en el  que recupera esta parte de la trayectoria vital del político cubano en la capital aragonesa, en la cual residiría desde finales de mayo de 1873 hasta mediados de noviembre de 1874. Aquellos  18 meses de estancia en Zaragoza, como señala García Guatas, fueron “el período de su juventud  que huella más duradera dejará en su cultura universitaria y en su vida afectiva”. Y ciertamente fue así: además de terminar sus estudios universitarios, por lo que respecta a su vida afectiva, como él mismo confesaba en sus Versos Sencillos escritos en 1891, en aquella Zaragoza de la I República, “tuve un buen amigo, y allí quise a una mujer” de los cuales sabemos sus nombres: Fermín Valdés era el amigo  y la joven Blanca Montalvo, un amor que  le marcó y que vincularía su corazón con la capital de Aragón. Por ambas circunstancias, la huella que Zaragoza dejó en Martí será indeleble y la ciudad aragonesa la rememorará el poeta y político cubano más tarde tanto en su prosa como en sus versos.

    La correspondencia de José Martí durante su estancia en la capital aragonesa está plagada de referencias a su vida en Zaragoza, con frecuentes alusiones a su siempre precaria salud y, también a sus escasos medios económicos con los que subsistir. Por otra parte, la actividad pública del joven Martí en la Zaragoza republicana de 1873 fue intensa: acude a tertulias políticas, al teatro, entabla amistad con personajes de la época. Como  señalaba García Guatas, “la Zaragoza que va a vivir Martí es una ciudad azotada por el cierzo y no menos agitada por la prensa”, mayoritariamente de tendencia republicana, como era el caso de La Democracia, La República, El Estado Aragonés o El Federalista, publicaciones con las que simpatizaba el joven político cubano por lo que colaboró con el Diario de Avisos del republicano Calixto Ariño e incluso se supone que tuvo contactos con la logia masónica “Caballeros de la Noche nº 68”.

    Durante sus meses de estancia en la Zaragoza de la I República,  Martí asiste a una sociedad en plena ebullición política con constantes enfrentamientos entre monárquicos y republicanos, la aparición de un incipiente movimiento obrero organizado (recordemos que en Zaragoza se había celebrado en 1872 el II Congreso de la AIT),  la amenazadora insurrección carlista. Conocidos son los versos en los que hermanaba Martí la bravura de los aragoneses y cubanos en su lucha contra la tiranía, bien sea ésta la guerra civil alentada por la reacción carlista que asolaba las tierras aragonesas en aquellos años de 1873-1874, bien fuera la inaceptable dominación colonial a que España sometía a la isla de Cuba: “Estimo a quien de un revés / echa por tierra un tirano / lo estimo, si es un cubano / lo estimo, si aragonés”. También fue Martí testigo de las consecuencias del golpe de Estado del general Pavía que puso fin a una efímera I República española, la cual sería reemplazada por el régimen del general Serrano, preludio de la ya inminente restauración borbónica en la figura de Alfonso XII, pero desconocemos si Martí hubo podido pelear, junto con el también cubano “negro Simón” en las barricadas que los zaragozanos levantaron en Puerta Cinegia, en el Mercado o en la Puerta del Duque para hacer frente al golpe militar.

    La influencia en su trayectoria vital del período zaragozano de José Martí es destacada por García Guatas pues, para dicho autor, “parece claro que Martí tuvo que empezar a forjarse como poeta de acción y a poner pasión en sus versos durante su estancia en Zaragoza, pues la ciudad que conoció y vivió pasó en menos de dos años por todas las vicisitudes y agitaciones que ha configurado la historia de España en el siglo XIX”. Ahora, en el 120 aniversario de la muerte de Martí recordamos su memoria, unida para siempre a Zaragoza, a esta ciudad que tanto amó en la que, el recuerdo de su cierzo, de su temprano amor y de su agitación política y cultural, le insuflaron nuevos bríos a sus ideales poéticos, literarios, de liberación y justicia social con los que es permanentemente recordado pues, como nos dice una inscripción mural colocada en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, “Corta es la vida que nos concedió la naturaleza, pero imperecedero es el recuerdo de una vida bien cumplida” y la de Martí, sin duda, lo fue.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en:  El Periódico de Aragón, 1 junio 2015)

 

01/06/2015 10:24 kyriathadassa Enlace permanente. Aragón No hay comentarios. Comentar.

UNA SOBERANÍA USURPADA

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Con la huelga de hambre de Tarbak Haddi, la mujer saharaui que reclama el cadáver de su hijo, Mohamed Lamin Haidala, muerto tras su detención por la policía marroquí en El Aaiún, asistimos a un nuevo y dramático episodio en la larga cadena de violaciones de los derechos humanos y de injusticias que, desde hace décadas, padece el pueblo saharaui, al que se le niega ser dueño de su destino y de su tierra por parte de la autocrática monarquía marroquí de Mohamed VI.

La demanda y el sufrimiento de Tarbak Haddi ha vuelto a poner de actualidad la cuestión del Sahara Occidental frente a la intolerable actitud de Marruecos y la connivencia de los EE.UU. y Francia para con el reino alauita. Resulta lamentable la posición  de la comunidad internacional que ha sido incapaz de exigir con firmeza el derecho de autodeterminación para el Sahara Occidental. Por su parte, España también tiene un compromiso moral y político con su excolonia, que no debe nunca olvidar ni posponer por temor a las presiones que, de todo tipo, recibe por parte de Marruecos.

Desde que en 1967 la ONU propuso la descolonización del Sahara, precisamente para evitar las ambiciones territoriales de Marruecos y Mauritania, todos los informes jurídicos y resoluciones de la ONU han avalado los derechos del pueblo saharaui a la vez que rechazaban las pretensiones marroquíes sobre este territorio. Especialmente revelador resulta el Dictamen del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de La Haya de 16 de octubre de 1975. Éste, elaborado a petición de la Asamblea General de la ONU, reconocía con rotundidad que la población autóctona era el poder soberano del Sahara Occidental puesto que, en el momento de la colonización española (1885), este territorio no pertenecía ni a Marruecos y a Mauritania, sino a las poblaciones nómadas que “estaban social y políticamente organizadas en tribus y bajo jefes competentes para representarles”. De igual modo, se rechazaban con argumentos jurídicos los cuatro puntos en los que se basaban las reivindicaciones marroquíes, a saber: que existía una “posesión inmemorial” marroquí sobre el Sahara desde la conquista del Islam del norte de África hacía 1.300 años; que había una “continuidad geográfica” entre Marruecos y el Sahara Occidental; que existía un ejercicio de la soberanía interna del Marruecos precolonial  (el Estado jerifiano) que incluiría no sólo a las tierras bajo control del sultán, sino también a aquellas en que su autoridad espiritual era reconocida ( en su caso, algunas tribus saharauis) y, finalmente, que existía un reconocimiento internacional (“o externo”) de la soberanía marroquí sobre el territorio. Consecuentemente, el TIJ, en su conclusión final reconocía que no había “ningún vínculo jurídico de soberanía territorial entre el Sahara Occidental y el Estado Marroquí”, a la vez que se ratificaba en la necesidad de celebrar de forma inmediata un referéndum de autodeterminación.

Tras el dictamen del TIJ, los hechos se precipitaron: unas horas después, Hassan II anunciaba la Marcha Verde, el régimen franquista, en plena agonía del dictador, se estremecía y firmaba los Acuerdos Tripartitos de Madrid del 14 de noviembre de 1975, que suponía el abandono vergonzante del Sahara y la cesión de su administración (que no de su soberanía) a Marruecos y Mauritania a cambio de determinadas compensaciones económicas recogidas en los acuerdos complementarios. (derechos pesqueros y participación en la explotación de los fosfatos de Bucráa). Estos acuerdos infamantes, declarados ilegales por la ONU, entraron en vigor el 19 de noviembre, la víspera de la muerte de Franco, fecha en la cual el BOE publicó la Ley de Descolonización del Sahara.

Desde entonces, los hechos son conocidos: Marruecos ha violado de forma continua y flagrante el orden internacional al expandir su territorio por la fuerza y negar deliberadamente a los saharauis su derecho a la autodeterminación. Frente a ello, el Frente Polisario y la RASD han mantenido viva la reivindicación de la causa saharaui y, tras la guerra de 1975-1991 y el posterior cese el fuego, se optó por la solución política del conflicto que, esperemos, los sangrientos acontecimientos de estos últimos días, no malogren pues el estallido abierto de nuevo del conflicto armado, está a un solo paso.

Dado que  la cuestión central es la soberanía del Sahara, Jacob Mundy, del Institute of Arab and Islamic Studies de la Universidad de Exeter, destaca que el sumario del TIJ anteriormente citado, deja totalmente claro que el poder soberano en el Sahara Occidental era y es el pueblo saharaui y, por ello, recuerda que “el propósito del referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental no es decidir entre soberanías compitiendo entre si, bien marroquí o bien saharaui, sino encuestar a los saharauis si desean o no retener, modificar o renunciar a su soberanía. Necesitamos dejar de hablar sobre autodeterminación como un acto que constituye la soberanía en el Sahara Occidental. La soberanía ya está constituida en el Sahara Occidental”.

La soberanía saharaui es, pues, incuestionable. Pero para poderla ejercer, resulta imprescindible hacer frente a problemas tan complejos como el cambio de actitud de la política de EE.UU. y de Francia, para los cuales la estabilidad de Marruecos es considerada como de “alta prioridad estratégica para Occidente” y ello ha supuesto el legitimar de facto la anexión del Sahara y la violación permanente de los derechos humanos en su territorio. También España debe implicarse con firmeza en defensa del pueblo saharaui pues, en este caso, el silencio no es hijo de la prudencia, sino de la cobardía y la complicidad, ante la ocupación ilegal del Sahara por parte de Marruecos, fruto de los Acuerdos Tripartitos de Madrid de 1975, un último y envenenado legado del franquismo agónico que la democracia española ha sido incapaz de resolver desde la justicia y el derecho cuando dichos acuerdos cumplirán este año el 40 aniversario desde su vergonzante firma. En consecuencia, la dignidad y la libertad del Sahara Occidental, no pueden ser moneda de cambio por motivos mercantiles (acuerdos pesqueros y comerciales) o políticos (control de la inmigración ilegal, lucha contra el terrorismo islamista, contencioso de Ceuta y Melilla) en el siempre complejo diálogo hispano-marroquí. Es una cuestión de dignidad democrática y de justicia internacional.

José Ramón  Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 15 junio 2015)

15/06/2015 09:28 kyriathadassa Enlace permanente. Sahara Libre No hay comentarios. Comentar.

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