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MEMORIA DEMOCRÁTICA

En estas últimas fechas han tenido lugar diversas efemérides que nos recuerdan la importancia y el valor que debe tener la memoria democrática en la sociedad actual. Así, el 5 de mayo se recordaba el 70º aniversario de la liberación del campo de concentración nazi de Mauthausen por el que pasaron y murieron varios miles de compatriotas nuestros y, el día 8 se conmemoraban los 70 años del final de la II Guerra Mundial en Europa con la derrota de la Alemania hitleriana.
Ante estos hechos, se han celebrado actos de memoria y homenajes, todos ellos llenos de profunda emoción por el recuerdo de lo que aquellos hechos históricos significan. Previamente, el pasado mes de marzo, el Gobierno de Francia había decidido otorgar la Legión de Honor, la más alta distinción del Estado, a los republicanos españoles supervivientes de los campos de concentración nazis. Era todo un ejemplo de cómo las instituciones deben impulsar políticas públicas de memoria democrática y, por ello, Francia, ha vuelto a dar una lección de dignidad y de justicia reparadora al conceder dicho reconocimiento a los cada vez más escasos testigos de aquel drama histórico fruto del delirio criminal nazi el cual, no lo olvidemos, contó con el entusiasta apoyo de la dictadura franquista.
Lo sucedido en Francia debería sonrojar a los dirigentes políticos españoles del PSOE y del PP, pues ambos partidos han tenido responsabilidades de Gobierno y jamás han tratado con dignidad y justicia el tema del exilio y la deportación de los republicanos españoles, una deuda que se arrastra desde nuestra ¿modélica? Transición. Y, en vez de sonrojo, o tal vez por ello, han optado por el oportunismo político, máxime en el actual período electoral en el que nos encontramos. De este modo, asistimos a hechos tan curiosos como criticables: el PSOE, que nada hizo durante los decisivos años del Gobierno de Felipe González (1982-1996) por la reparación de la memoria de la deportación republicana, que olvidó a las víctimas y que por ello tiene una innegable responsabilidad política y moral, el PSOE que, pese a la escasamente efectiva Ley de la Memoria Histórica de 2007 del Gobierno Zapatero y hoy derogada en la práctica por el Gobierno de Rajoy, el PSOE que no tuvo el coraje político de impulsar una Comisión de la Verdad sobre los crímenes franquistas como demandaba Baltasar Garzón, al amparo de lo sucedido en Francia, ha intentado sacar un rédito político de estos hechos. De este modo, el 28 de abril propuso en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados la concesión de una condecoración oficial a los republicanos españoles deportados a los campos de concentración del III Reich, algo que nunca hizo cuando estuvo en el Gobierno.
Hasta el PP, tan desmemoriado siempre en esta materia, ha tenido un “gesto” para con los deportados republicanos al asistir el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, a los actos que tuvieron lugar en Mauthausen el pasado 10 de mayo: era la primera vez que un dirigente del PP se dignaba a honrar, siquiera verbalmente, a los republicanos deportados que, excepto la visita de Zapatero en 2005, nunca contaron con apoyo institucional en las ceremonias que tenían lugar en el que fue llamado “el campo de los españoles”.
Pero todos estos gestos oportunistas no eran sino un espejismo y pronto las aguas de la memoria democrática volvieron a ser “encauzadas” por los dos partidos mayoritarios. Así ocurrió el pasado 13 de mayo cuando el Congreso de los Diputados rechazó, con los votos de PP, PSOE y UPyD, la moción de Joan Tardà (ERC), el más activo diputado en materia de recuperación de la memoria democrática, para que Felipe VI pidiera perdón en nombre de España por los 7. 532 republicanos que sufrieron la barbarie de los campos de concentración nazis, una petición de perdón que, por cierto, ya hicieron otras democracias europeas asumiendo, de este modo, su responsabilidad en aquellos trágicos episodios de la II Guerra Mundial. Ahí está, a modo de ejemplo, la emotiva petición de perdón que, en febrero de 2000, realizó Johannes Rau, el Presidente de Alemania, ante el Knesset, el Parlamento de Israel, por el holocausto judío: la democracia alemana pedía perdón por los crímenes cometidos por la Alemania nazi. ¿No debería hacer lo mismo el rey de España por la innegable connivencia de las dictaduras franquista y hitleriana por los crímenes contra la humanidad cometidos tanto durante nuestra guerra civil como en la posterior contienda mundial?. Como señalaba Carlos Hernández, autor del libro Los últimos españoles de Mauthausen, “España debe asumir, de una vez por todas, su pasado y reconocer, sencillamente, su culpabilidad, junto con la Alemania nazi o la Francia pétainista, en la deportación a los campos de concentración de nuestros compatriotas republicanos”.
Esta negativa a pedir perdón va unida al rechazo del PP y del PSOE al reconocimiento jurídico de las víctimas de los campos de concentración nazis, con lo cual España sigue siendo, como denuncia dicho autor una “anomalía democrática en Europa en materia de políticas públicas de la memoria” El hispanista francés Jean Ortiz, hijo del exilio republicano, es aún más demoledor al señalar, con tanto acierto como amargura que, en esta materia, España se ha comportado como un “delincuente internacional” pues ha incumplido sistemáticamente la legislación penal internacional con arreglo a los crímenes contra la humanidad cometidos por el franquismo. Y, si alguna duda quedaba, ahí está el permanente obstruccionismo a la orden internacional de detención cursada por la Justicia de Argentina contra 20 altos cargos y policías de la dictadura franquista.
Así las cosas, al margen de actos puntuales sin trascendencia política o jurídica, al margen de los gestos, queda el reto de que la sociedad civil y los partidos que asuman un compromiso firme en defensa de la memoria democrática, pongan fin a esta injusticia histórica y se logre la plena rehabilitación política y jurídica de las víctimas de los crímenes franquistas y del nazismo.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 17 mayo 2015)
LA AMARGA VICTORIA DEL PP

Durante la noche electoral Carlos Floriano manifestó que las elecciones municipales y autonómicas las había ganado el PP. Pero, tras esta afirmación cierta, se escondía la dura realidad: la derecha política había sufrido un castigo electoral de gran magnitud. Se sabía que la nefasta gestión del PP le iba a pasar factura ante el electorado (propio y ajeno) y sólo faltaba saber la intensidad del previsible varapalo electoral. Y así fue pues el PP tuvo una victoria pírrica, ese tipo de victorias que tienen el amargo sabor de una derrota pues sus apoyos electorales habían caído de forma estrepitosa, poniendo de manifiesto que las políticas neoliberales que ha aplicado con rigidez el PP, le han supuesto dilapidar en tan sólo una legislatura el apoyo electoral que conquistó en los comicios de 2011.
Y Aragón no ha sido una excepción. Durante la noche electoral, la desolación era patente en los rostros de los dirigentes populares. Y no era para menos pues la Presidenta Rudi perdía 88.000 votos, un -12,19% menos de apoyo popular que el logrado en el 2011 y asumía resignada su imposibilidad de mantener el Gobierno de Aragón. Rudi recibía el merecido castigo electoral por las políticas que ha aplicado desde el Pignatelli y que han generado un enorme y creciente hartazgo en amplios sectores ciudadanos. Ciertamente, la gestión de Rudi ha sido nefasta pues, a los duros recortes en sanidad, educación o políticas sociales y de dependencia, se han unidos actitudes y gestos de arrogancia e insensibilidad por temas tales como su desprecio por las lenguas catalana y aragonesa, su enfrentamiento con la Universidad de Zaragoza, su nula gestión cultural, su desdén por las políticas públicas de la memoria histórica democrática, etc.
Si Rudi sufría semejante desgaste gobernando, batacazo que todavía hubiera sido mayor si los partidos emergentes hubieran logrado una mayor implantación en el medio rural aragonés, peor era, pese a ser la lista más votada en el Ayuntamiento de Zaragoza, el caso de Eloy Suárez el cual, sin gobernar, veía reducidos sus apoyos en 44.000 votos, un -15,24 % menos que en las anteriores elecciones municipales y así, ponía fin a su aspiración de alcanzar la alcaldía de la capital de Aragón. En el ámbito municipal, escaso consuelo resulta, pues, la victoria, también pírrica de PP en las otras dos capitales, aragonesas, el ascenso en el caso de Alcañiz o Tarazona, o el mantener en su poder algunas cabeceras comarcales. La victoria, seguía teniendo un sabor amargo.
Con la amarga victoria del PP, se cierra en Aragón, y en gran parte de España, todo un ciclo de políticas de derechas que nos malgobernaban. Por ello, el PP ha sufrido merecidamente tan contundente castigo electoral lo cual unido a la frescura y entusiasmo de las candidaturas de convergencia que apostaron decididamente por una democracia más participativa, y una política económica más justa y solidaria, son motivos de alegría y de esperanza.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 26 mayo 2015)