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Se muestran los artículos pertenecientes a Octubre de 2017.

ACECHA LA NUEVA DERECHA

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     Asistimos con preocupación al auge de partidos que, con es el caso del Frente Nacional francés, el Bloque Flamenco belga, el FPÖ austríaco o la AfD alemán, se definen como la Nueva Derecha, eufemismo tras el cual maquillan sus posiciones políticas de extrema derecha autoritaria, xenófoba y racista. Entre las causas de su avance electoral y social, Hans Schelkshorn, estudioso de este fenómeno emergente, señala el vacío de la ideología neoliberal, aplicada en la práctica tanto por los partidos de derechas como por los socialdemócratas y por ello señala que, “así como el fascismo fue una reacción al liberalismo desenfrenado”, la Nueva Derecha sería una “respuesta”, ciertamente reaccionaria y movida por el miedo, frente la globalización impulsada por el neoliberalismo rampante. A ello habría que añadir la llegada masiva a Europa en los últimos años de refugiados que huyen de zonas de conflicto o de miseria, detonante éste que ha supuesto un  auge electoral y un aumento de la base social de las ideas xenófobas: ahí está el caso de Alternativa por Alemania (AfD) que, en los comicios del pasado día 24 de septiembre, ha logrado un preocupante apoyo del 12,6 %  del electorado.

    Todas estas formaciones políticas tienen características comunes aunque adaptadas a las peculiaridades concretas de cada país. En este sentido, el citado Hans Schelkshorn señala que es un error definir a estos partidos como  “populistas”, afirmación que parece indicar que tras ellos se halla una política desideologizada, que se adapta a las opiniones y deseos del “pueblo”, lo cual supondría que los partidos de la Nueva Derecha carecen de una ideología concreta y definida. Bien al contrario, según dicho autor, ello supone “una peligrosa minimización” de lo que representan estos grupos puesto que claro que tienen ideología, y esta es tan acechante como peligrosa. Es por ello que, en opinión de Jan Werner Muller, tras estos partidos se oculta una ideología “que mina peligrosamente los principios y valores de las democracias del Estado de derecho, tal y como se han construido en Europa después de la II Guerra Mundial”. De este modo, la ideología de la Nueva Derecha se sustentaría sobre dos ideas esenciales: su cuestionamiento de la actual democracia liberal y el rechazo al proyecto de paz y progreso social que da razón de ser a la Unión Europea (UE).

     Por otra parte, la Nueva Derecha pese a asumir abiertamente postulados propios de la derecha autoritaria, ha intentado, con desigual fortuna, distanciarse de los aspectos más repulsivos  de los movimientos fascistas de la Europa de entreguerras del s. XX., de aquellos partidos antidemocráticos que enarbolaban entre sus objetivos el recurso a la violencia para alcanzar el poder y que exaltaban el racismo, todo lo cual, bien lo sabemos, tuvo trágicas consecuencias en nuestra historia reciente. Frente a los fascismos clásicos, los partidos de la Nueva Derecha afirman renunciar a la violencia para alcanzar el Gobierno y, en consecuencia, aceptan los resultados salidos de las elecciones democráticas. Por otra parte, inspirados por el pensamiento de Alain de Benoist, pretenden sustituir el antiguo racismo del fascismo clásico por un “etnopluralismo”, con la idea de promover el reconocimiento de diversas etnias y culturas, pero cada una en su correspondiente territorio, lo cual les lleva a defender la “unión étnica” de una nación. Todo ello tiene graves consecuencias puesto que al priorizar la interpretación étnica del concepto de “nación” y de “pueblo” por encima de los derechos humanos, cuestionan la universalidad de los mismos y se arrogan  el poder de designar quién pertenece (o no) al pueblo o nación y, de facto, excluir de la comunidad nacional a diversos colectivos tales como migrantes, gitanos, judíos, homosexuales, ateos, militantes de izquierda u otros sectores progresistas, de sus respectivas (e idealizadas) sociedades.

     Especialmente preocupante resulta el que esta Nueva Derecha acechante en estos últimos años ha ido abandonando la marginalidad política aupada por su ascenso electoral en varios países europeos. De hecho, tal y como ha ocurrido con el zarpazo electoral de la AfD que ha irrumpido en el Bundestag con 95 diputados que, aunque no llevan las camisas pardas de las milicias hitlerianas, sus ideas son tan sucias y pardas como las de aquellos. Y no sólo eso, sino que también resulta grave el hecho de que algunos de los postulados ideológicos de la Nueva Derecha han ido calando en la mentalidad y en los programas de partidos de la derecha democrática clásica y, de modo especial, en la ideología democristiana. Este sería  el caso de Víktor Orbán,  líder del partido Fidesz en Hungría,  quien con sus éxitos electorales pretende legitimar su creciente autoritarismo, a la vez que defiende lo que él llama “Estado aliberal”, el cual elude el cumplimiento los derechos humanos reconocidos por Hungría en diversos acuerdos internacionales y así justificar lo injustificable: su rechazo a acoger refugiados asignados por la UE, hecho éste que confirma los vientos de involución que soplan con fuerza en otros países del Este de Europa como Polonia, Eslovaquia, Bulgaria o Eslovenia, vientos que están arrasando los derechos humanos en esta Europa que creíamos civilizada, progresista y solidaria.

     También en España estamos asistiendo a un preocupante rebrote de estas ideas intolerantes, cuando no abiertamente fascistas: la grave situación generada por el problema político de Cataluña les ofrece el ambiente propicio  como por desgracia hemos constatado en los lamentables sucesos ocurridos al intentar boicotear la Asamblea de cargos públicos por la libertad, la fraternidad y la convivencia celebrada en Zaragoza el pasado domingo 24 de septiembre a propuesta de Unidos Podemos, llegando incluso a agredir a Violeta Barba, presidenta de las Cortes de Aragón.

     Este es el panorama actual de la Nueva Derecha que, con sus ideas e intenciones, unas abiertas, otras ocultas, acecha (y amenaza) nuestra convivencia, nuestros valores y nuestra democracia. Alerta.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 1 octubre 2017)

 

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02/10/2017 08:26 kyriathadassa Enlace permanente. Política internacional No hay comentarios. Comentar.

EL NAUFRAGIO DE EUROPA (I)

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     Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hay en el mundo 65 millones de personas desplazadas (1 cada 25 minutos) por causa de los conflictos armados, cambio climático, pobreza, persecuciones por diversas razones o violaciones de los derechos humanos fundamentales. Ello ha hecho que, tan sólo en el año 2015 llegasen a Europa casi 1,2 millones de personas refugiadas lo cual, según Mariano Aguirre, ha supuesto “la crisis más seria que ha sufrido la Unión Europea (UE) desde su creación” y, más aún, como decía Zygmunt Bauman, estamos asistiendo “no a una crisis de refugiados, sino a una crisis de la humanidad”.

    Ante esta situación, la respuesta de la Unión Europea (UE) ha sido decepcionante tanto por  la descoordinación entre los Estados miembros, como por sus planteamientos cortoplacistas. De este modo, como denunciaba de forma contundente Estrella Galán, secretaria general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), este capítulo de la historia “ha puesto en evidencia el gran fracaso colectivo de Europa”, la cual no ha estado a la altura de las circunstancias dado que no fue capaz de hacer frente a las verdaderas causas de la crisis de refugiados ni tampoco puso en marcha soluciones estables con visión humanitaria para garantizar el cumplimiento de los compromisos jurídicos con el derecho de asilo y las personas refugiadas derivados del Estatuto de Refugiados de 1951 que todos los Estados de la UE habían firmado. Especialmente preocupante resulta que todas las medidas adoptadas por la UE iban enfocadas desde una perspectiva de “seguridad” y no desde el ámbito de los derechos humanos, razón por la cual Human Right Watch advertía de que “el miedo a ataques terroristas y a los flujos masivos de refugiados están llevando a muchos Gobiernos occidentales a reducir la protección de los derechos humanos”. Y es que, con la excusa de la seguridad y el control migratorio, la UE está violando impunemente los tratados internacionales, olvidando, con grave dejación de responsabilidad, que el derecho de asilo para las personas refugiadas es un derecho inalienable y no un gesto de gracia o generosidad sino que responde al cumplimiento de la legalidad y los compromisos firmados por los Estados miembros.

    Y, junto a este abandono de la defensa de los derechos humanos, también ha naufragado Europa al aplicar otras medidas tendentes a frenar el flujo migratorio mediante barreras  en Hungría, Bulgaria…o Ceuta y Melilla y, sobre todo, al externalizar la vigilancia y control de las fronteras exteriores de la UE a socios que no son precisamente un ejemplo de respeto de los derechos humanos y de sensibilidad democrática. Este es el caso del Acuerdo UE-Turquía de marzo de 2015 cuyo objetivo principal era la devolución a suelo turco de los migrantes y refugiados que llegaban a territorio europeo a través de Grecia. Por esta labor, Turquía, convertida en una nueva guardia pretoriana de las fronteras de la UE, recibió 3.300 millones de euros durante el período 2016-2017, además de otras concesiones políticas  como la anulación de los visados para los turcos que entrasen en territorio comunitario o la reanudación de las negociaciones de adhesión  de Turquía a la UE, siempre lentas y complejas y paralizadas en estos últimos años por la preocupante involución autoritaria del país otomano de la mano de su presidente Recep Tayip Erdogan. Dicho Acuerdo, como bien sabemos, ha contado con una fuerte y justificada oposición pues, con su firma, la UE, como denunciaba CEAR,  “ha dejado naufragar el derecho de asilo, un derecho fundamental básico”, a la vez que nos recordaba que se trata de un acuerdo ilegal por múltiples razones, entre ellas, que las expulsiones colectivas están expresamente prohibidas por el art. 4º del Protocolo 4 del Convenio Europeo de Derechos Humanos; que toda expulsión de un extranjero debe ser individual y necesita garantías legales según los arts. 12 y 13 de la Directiva de Retorno; que el Acuerdo vulnera el principio de no devolución del art. 33 de la Convención de Ginebra, que establece que nadie podrá ser devuelto a un país donde su vida corra peligro, a un país no seguro; que Turquía no está incluida en la lista de países seguros reconocidos por la UE, así como que dicho Acuerdo incumple el principio de no discriminación por país de origen, según el art. 3 de la Convención de Ginebra.

     Por todo ello, resulta indignante que, mientras Europa se empeña en convertirse en una fortaleza que cierra sus fronteras exteriores a los refugiados, se enorgullece de la libertad plena de circulación de capitales y mercancías, una hipocresía que delata con crudeza la injusticia que subyace en materia de política migratoria de la UE. Ciertamente, el Acuerdo con Turquía ha supuesto una reducción de la llegada de refugiados a Europa (364.000 en el año 2016) pero ello ha supuesto un cambio de las rutas de llegada, mucho más peligrosas y mortales y con un mayor coste económico para los refugiados.  De este modo, la anterior ruta de la costa turca a la isla griega de Lesbos, de tan sólo 9 km., mayoritariamente utilizada durante los años 2014-2015, ha sido reemplazada por la  del Mediterráneo Central (desde Libia a Italia) que, en su tramo más corto hasta la isla de Lampedusa tiene una distancia de 300 km.  El peligro de esta ruta es evidente y, de hecho, las muertes por naufragio en esta zona han aumentado en + 34% y, según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y,  en el pasado año 2016, 1 de cada 23 personas que emprendían esa ruta ha muerto en el Mediterráneo.

    Por todo lo dicho, resulta lamentable que Europa, la civilizada Europa, esté naufragando en materia de derechos humanos, algo que remueve las conciencias de  todos aquellos ciudadanos que, como Bauman, pensamos que nos hallamos ante una auténtica crisis de la humanidad.

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 29 octubre 2017)

 

 

 

 

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30/10/2017 14:36 kyriathadassa Enlace permanente. Política internacional No hay comentarios. Comentar.

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