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EL LEGADO DE AMOS OZ

Con profunda tristeza he sentido el fallecimiento el pasado 28 de diciembre del escritor israelí Amós Oz, al que siempre he admirado no sólo por su calidad literaria sino también por su firme compromiso ético y político, desde sus posiciones pacifistas de izquierda, a favor de lograr una ansiada paz justa en el conflicto árabe-israelí que durante tantas décadas lleva ensangrentando las tierras de Oriente Medio. Su lucidez y compromiso dejan huérfano al movimiento pacifista de Israel en un momento en que tan necesarios resultan los referentes éticos, y Amós Oz sin duda lo era.
De su legado intelectual y político quisiera recordar dos ideas claves que perdurarán en el tiempo. En primer lugar, su firmeza a la hora de combatir todo tipo de fanatismos, tan abundantes en el Próximo Oriente, tanto si estos eran de signo islamista radical como también los que enarbola el untranacionalismo judío, razón por la cual era un firme opositor de las políticas del gobierno de Benjamín Netanyahu, cada vez más escoradas a la derecha. Estos días he vuelto a releer las reflexiones recogidas en su libro Contra el fanatismo (2003), en el cual ofrece una lúcida visión sobre la naturaleza de las distintas formas de este espectro amenazador. Para entender lo que significa la vieja lucha entre la civilidad y el fanatismo, hay que recordar que el germen de este mal no es patrimonio exclusivo de nadie y que puede brotar en cualquier lugar ya que, como nos recordaba, “el fanatismo es más viejo que el Islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Es más viejo que cualquier ideología o credo del mundo”, pues toda persona llevamos dentro de nosotros, latentes, actitudes fundamentalistas e intolerantes que, en determinadas circunstancias, pueden aflorar y apoderarse de nuestro pensamiento y conducta. La semilla del fanatismo brota siempre que se adopta una actitud de superioridad sobre los demás, siempre que se exige la total adhesión a unas ideas o creencias determinadas y de ello se derivan nefastas consecuencias entre ellas, “regímenes totalitarios, ideologías mortíferas, chovinismo agresivo, formas violentas de fundamentalismo religioso”.
Amos Oz, que se definía como “experto en fanatismo comparado” dada su condición de judío nacido en Jerusalem en 1939, en el entonces todavía Mandato británico de Palestina, volvió sobre este tema de nuevo en su obra Queridos fanáticos (2018), en la que profundiza en las características de la intolerancia, “cuya semilla se cultiva en los campos del radicalismo”, en el germen del fanatismo surgido en actitudes de “profundo desprecio” hacia el prójimo. En contraste, reivindicaba la diversidad y la riqueza humana y cultural que supone el vivir en vecindad con personas de creencias y culturas diferentes, una cuestión de absoluta actualidad para nuestras sociedades, cada vez más multiculturales y multiétnicas.
La segunda idea esencial del legado de Oz, apellido que en hebreo significa “coraje” y él bien que lo tuvo a lo largo de toda su vida, es su compromiso militante a favor de la paz pues tenía claro que una forma de combatir el fanatismo es la capacidad para resolver con valentía y visión de futuro conflictos enquistados como es el de Oriente Medio. Oz, que desde 1967 había defendido la existencia de un Estado Palestino y que fue fundador de la asociación Shalom Ajshav (Paz Ahora) en 1978, planteaba avanzar hacia “zonas de acuerdo”, siquiera sean “de acuerdo parcial”, que permitan llegar a “compromisos dolorosos”, pues éstos supondrán renuncias tanto para israelíes como para palestinos. No existen fórmulas milagrosas para resolver este conflicto, pero el camino es claro: existencia legal e internacionalmente reconocida de dos Estados, Israel y Palestina, ambos con la capital compartida en Jerusalem, la eliminación de todos los asentamientos judíos en territorio palestino, las modificaciones fronterizas consiguientes. y disposiciones especiales para los casos de Jerusalem y los Santos Lugares, como se apuntan en los Acuerdos de Ginebra de 2003. Pero para ello son necesarios estadistas de talla en ambos bandos que sean capaces de llegar algún día a aquella “paz de los valientes” por la que soñó y murió Yitzhak Rabin.
La posición valiente de Amós Oz como referente del pacifismo de izquierdas en estos temas hizo que los sectores más reaccionarios de la sociedad israelí le acusasen de “traidor” y que incluso recibiera frecuentes amenazas de muerte. Por esta razón escribió otra de sus obras de título provocador: Judas (2015) ya que, como en alguna ocasión había reconocido, “es un orgullo que algunos israelíes me llamen traidor por oponerme a la ocupación”.
Amos Oz, ejemplo de intelectual comprometido, confesaba que “es difícil ser profeta en la tierra de los profetas”, pero su legado debería ser escuchado para empezar a construir un futuro de paz y justicia entre palestinos e israelíes, dos pueblos obligados a convivir en una tierra sagrada para ambos, en una tierra que les es común por tantos motivos emocionales, históricos y religiosos. Este es el legado de Amós Oz, que, con su tesón, compromiso político y coraje moral, ha sido considerado como la conciencia ética y el mayor humanista de Israel. Añoraremos su ausencia.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 6 enero 2018)
LA CRISIS QUE NOS CAMBIÓ

Resulta evidente que la crisis global iniciada en 2008 ha socavado los cimientos de nuestro modelo de Estado del Bienestar y esta devastación ha tenido un soporte ideológico, el neoliberalismo, que ha dado muestras de una codicia desmedida, abanderando así un agresivo fundamentalismo antisocial. Este fenómeno ha sido analizado por Naomi Klein en su libro Doctrina del shock, obra en la que condena de forma contundente los abusos de lo que llama “capitalismo del desastre” y nos recuerda que fue Milton Friedman, el ideólogo de la “doctrina del shock”, el que aconsejó a los políticos que aprovecharan los momentos inmediatamente posteriores a una crisis, bien fuera ésta producido por ataques terroristas, desastres naturales u otras catástrofes, para aplicar políticas impopulares tales como restricciones de libertades, ajustes presupuestarios, privatizaciones, desregulaciones de precios o supresión de programas públicos de contenido social, antes de que la gente pudiera reaccionar, consejos que muchos de ellos cumplieron con su fervor neoliberal. Igual que ahora, más recientemente, el miedo al terrorismo internacional y a la inmigración está propiciando el cierre de fronteras en determinados países de la civilizada Unión Europea y dando origen a preocupantes rebrotes de xenofobia y racismo alentados desde sectores de la extrema derecha.
Hasta el Papa Francisco ha denunciado los efectos perversos del neoliberalismo al criticar “las ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”, una tiranía que carece de ética, que exalta el dinero y el poder y que denigra la vida y dignidad de las personas.
Volviendo la vista atrás sentimos que durante la crisis se hicieron las cosas muy mal ya que, como Keynes dijo, “la expansión y no la recesión es el momento idóneo para la austeridad fiscal” y, en esta misma línea, Krugman recordaba que recortar el gasto público cuando la economía se halla en depresión, la deprime todavía más, razón por la cual la austeridad debe esperar a que se produzca una fuerte recuperación económica, y no al contrario, lo cual desmiente el falso mito de la “austeridad expansionista” defendido por las políticas conservadores como único camino para salir de la crisis.
Hemos sufrido una grave crisis gestionada por unos malos gobernantes, lo cual recuerda el texto de Tomás Moro en su célebre Utopia cuando decía que “quien no sabe regir a su pueblo sino despojándole de todas las comodidades de la existencia, no tiene ningún derecho a gobernar hombres libres, y es conveniente que se retire dada su ineptitud, pues toda incapacidad conduce al odio y al desprecio del pueblo”. Y toda esta situación, esta avasalladora avance de las agresivas políticas antisociales del neoliberalismo coinciden con una profunda debilidad de la socialdemocracia a nivel internacional, desnortada y confusa tras perder gran parte del apoyo de los colectivos sociales que eran sus tradicionales apoyos electorales al no haber sido capaz de defender con firmeza y convicción una alternativa coherente y creíble frente al azote de la devastación neoliberal que hemos sufrido.
Por lo que se refiere a España, tal y como señalaba Noam Chomsky en la introducción del libro de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, estamos asistiendo a lo que define como una “guerra de clases unilateral”, esto es, a la agresión de la clase capitalista hacia las clases media y trabajadora, las cuales resultan cada vez más proletarizadas. Por su parte, Vicenç Navarro piensa que la única alternativa es que esta guerra (recuperando el concepto de lucha de clases) sea bilateral y que la mayoría de la ciudadanía, la que deriva sus rentas del trabajo se rebele por todos los medios, siempre y cuando no sean violentos, a fin de parar/revertir aquella agresión, y de ello hemos tenido claros ejemplos en las movilizaciones en defensa de la sanidad y la enseñanza pública o en la lucha de los pensionistas reclamando unas pensiones dignas. Es por ello que, según Vicenç Navarro, nos hallamos en un momento terminal de aquella Transición “profundamente inmodélica, que nos dio una democracia profundamente limitada y un bienestar sumamente insuficiente”, por lo que resulta necesario caminar hacia una Segunda Transición que abra nuevos cauces hacia una democracia más completa y un mayor bienestar social.
A partir de ahora, ya nada será igual a la realidad previa a 2008, a los tiempos anteriores a esta crisis que nos cambió. La duda es siempre la misma: si caminamos, con todas sus dudas e incertidumbres hacia un futuro más justo y equitativo o aceptamos resignadamente los designios de quienes pretenden hacer retroceder el reloj de la historia a las condiciones sociales y de explotación económica del s. XIX. De nosotros depende.
José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 20 enero 2019)