Facebook Twitter Google +1     Admin

Se muestran los artículos pertenecientes a Noviembre de 2021.

EL LEGADO DE TONY BLAIR

20211112105742-blair.jpg

 

      El 7 de junio de 2001, hace ya 20 años, el Nuevo Laborismo de Tony Blair obtuvo una victoria aplastante en las elecciones británicas frente al conservador William Hague. Se iniciaban así los años en los que el blairismo, un intento de “Tercera Vía” entre el capitalismo y el socialismo clásico, rigió la política de la Gran Bretaña y tuvo una clara impronta en otros partidos socialistas y socialdemócratas, como fue el caso del PSOE o del SPD alemán.

     El historiador Tony Judt, muy crítico con lo que supuso el blairismo, afirma en su libro Sobre el olvidado siglo XX, que la victoria del político británico en las urnas fue posible gracias a la “triple herencia” recibida de los anteriores y nefastos mandatos de Margaret Thatcher, ya que ésta “normalizó el desmantelamiento radical del sector público en la industria y los servicios”, política de la cual Blair cantó “entusiásticas loas”. Además, Thatcher consiguió destruir (políticamente) el antiguo Partido Laborista, facilitando así la tarea de los que luchaban por reformarlo y hacerlo virar hacia el centro, tal y como hizo acto seguido Blair y, finalmente, la “aspereza e intolerancia” de Thatcher  con los críticos de su propio Partido Conservador, dejando a este “en unas condiciones que no le hacen elegible” y ello allanó la rotunda victoria electoral laborista en 2001.

     Dicho esto, Judt reprochaba a Blair su falta de “autenticidad”, algo que consideraba “irritante” y que quedaba de manifiesto en su falta de oposición a las privatizaciones “porque le gustan los ricos”, algo que sería inaceptable en la ideología del laborismo clásico. Era pues evidente el contraste entre las políticas de Blair y el “Viejo Laborismo”, representante de la clase trabajadora, de los sindicatos, la propiedad estatal y las ideas socialistas.

      Blair optó por apoyar su política en las ideas expuestas por Anthony Giddens en su “Tercera Vía”, la cual suponía “un compromiso cuidadosamente elaborado entre la iniciativa privada angloestadounidense y la compasión social de estilo continental”, dejando patente la obsesión de Blair por llevar a cabo un pragmatismo que fusiona el sector público y el beneficio privado. Es por ello que impulsó lo que ha dado en llamarse una “sociedad pospolítica” o “posideológica”, que es aquella que rechaza los debates doctrinales, que sólo quiere lo que funciona y en la que han desaparecido las distinciones entre izquierda/derecha o entre Estado/mercado. Por todo ello, Judt no dudó en reconocer que tenía una “baja valoración” de Blair y de su “legado”.

     Blair defendía el “centrismo radical” dado que su política se basaba, en palabras de nuevo de Judt, en “el exitoso desplazamiento” de la antigua izquierda laborista “por lo que podría denominarse el centro bien-sentant, en el que una economía thatcherista retocada se combina con unos ajustes sociales apropiadamente bienintencionados, tomados de la tradición liberal”, una solución “tentadora”, pero errónea desde posiciones de una izquierda consecuente.

     Así las cosas, las críticas hacia el blairismo no se hicieron esperar. Un ejemplo de las posiciones de la izquierda británica era, y es, el cineasta Ken Loach, el cual denunciaba las políticas llevadas a cabo por el Nuevo Laborismo en contraste con la tradición histórica del laborismo clásico. De este modo, en su película “El espíritu del 45” destacaba lo que supuso, tras el fin de la II Guerra Mundial, la victoria del laborista Clement Attlee sobre el conservador Winston Churchill, tras la cual “se inició una transformación del país, física y psicológicamente, que devolvió a los ciudadanos el timón de sus vidas” y ejemplo de ello fueron la creación del Servicio Nacional de Salud, la colocación de los cimientos del Estado de Bienestar, la nacionalización del transporte, el gas, los muelles, la electricidad o el agua, así como la puesta en marcha de un ambicioso Plan de Vivienda. Pero, todo ello se truncó con el triunfo electoral de Margaret Thatcher en 1979 y, a partir de entonces, su agresivo neoliberalismo hizo que el sector público pasase otra vez a manos privadas, política ésta que continuaría Blair y su “Nuevo Laborismo”. Tal vez por ello, Ken Loach, ya en 2013, clamaba que en Gran Bretaña “necesitamos desesperadamente un partido de izquierdas”.

    Tras Blair, y el período de Jeremy Corbyn, que intentó retomar las posiciones clásicas del laborismo de izquierdas, su actual líder, Keir Starmer, parece querer retornar a la línea centrista que caracterizó al blairismo con el riesgo cierto de cometer los mismos errores políticos que caracterizaron a éste. De todo ello debería tomar buena nota la izquierda europea y, de forma especial Pedro Sánchez, investido con su hiperliderazgo como abanderado de la socialdemocracia, para evitar caer, como ya hizo el PSOE en el pasado, en las redes de un social-liberalismo, tal y como le ocurrió a Tony Blair y su desacreditada “Tercera Vía”, si realmente quiere ser fiel a los valores e ideales del socialismo democrático de Pablo Iglesias.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 12 de noviembre de 2021)

 

Etiquetas: , , ,

12/11/2021 10:57 kyriathadassa Enlace permanente. Socialismo No hay comentarios. Comentar.

LA SOMBRA ACECHANTE DE TRUMP

20211130173324-trump.jpg

 

    En la campaña electoral a la gobernación al Estado norteamericano de Virginia del pasado 2 de noviembre se produjo la irrupción política de Donald Trump, el cual ha dejado patente su intención de presentarse a las presidenciales previstas para 2024. A pesar de que se niega a reconocer la victoria de Joe Biden que lo desalojó de la Casa Blanca el año pasado, Trump sigue siendo un espectro amenazante en el panorama político dado que mantiene el control sobre el Partido Republicano, unido a su continuo (y perverso) uso de las redes sociales, ahora mediante el lanzamiento de la plataforma Truth Social, creada por su empresa Trump Media Technology Group (TMTG) con la que pretende azuzar el bulo de, según él, “la gran mentira” electoral que lo desalojó de la Presidencia de los Estados Unidos y que puso fin a su nefasto mandato.

    La victoria republicana en Virginia ha supuesto un serio revés para el Partido Demócrata de Joe Biden, otro más, para el inquilino de la Casa Blanca que se halla en caída (electoral) libre sobre todo tras la desastrosa retirada de EE.UU. de Afganistan, tras la cual parece haber dilapidado la esperanza y el crédito político que había generado su victoria electoral demócrata en noviembre del pasado año.

    Recordemos que la victoria de Trump en noviembre de 2016 fue una inesperada y desagradable sorpresa que agitó no sólo el tablero de la política norteamericana, sino que también tuvo muy negativos efectos en las relaciones internacionales durante sus cuatro años de mandato. Y es que Trump, como dijo Nassim Taleb, fue como un “cisne negro”, entendiendo por tal “un acontecimiento de baja probabilidad que no cabía esperar dentro del ámbito de las expectativas regulares, porque nada en el pasado indicaba que era posible, pero que tiene un gran impacto, y que tras suceder tratamos de racionalizarlo para explicarlo y hacerlo predecible”.  Y la explicación de la victoria de Trump se buscó en factores de tipo económico, así como en el descontento de un importante sector de la población y en la búsqueda de candidatos fuera del sistema como consecuencia del rechazo al establishment, a la clase dirigente americana tradicional. A todo ello contribuyó en gran medida el deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora blanca, la “White working class” (WWC), la cual, tras la crisis económica, la reconversión industrial y la globalización, se estaba convirtiendo en una clase económica marginal y que se halla fuertemente arraigada en la América rural. Así las cosas, Trump supo capitalizar el descontento, miedo y resentimiento de la WWC, actitudes éstas que resultan muy peligrosas a la hora de canalizarlas social y políticamente. El balance de su mandato fue definido de forma rotunda por Madeleine Albright como el de “el primer presidente antidemocrático que tiene Estados Unidos en su historia moderna” ya que, “si estuviera en una nación con pocas garantías democráticas, sería un dictador, que es justamente lo que por instinto él desea ser”.

    El desembarco político de un demagogo como Trump coincidió con una evidente crisis del Partido Demócrata, el cual ha pasado con el tiempo de ser el representante de las clases trabajadoras en la época de Roosevelt a convertirse, tras una creciente desideologización, especialmente desde el mandato de Bill Clinton, en una máquina electoral y un partido de las élites, tal y como señalaba George Packer. Prueba de ello es que el Partido Demócrata no ha desarrollado un programa político coherente a pesar de las alentadoras declaraciones de Joe Biden tras su victoria electoral.

    Por todo lo dicho, ante la reaparición política de peligrosos demagogos como Trump y otros líderes populistas en distintos países, algunos de los cuales que coquetean abiertamente como posiciones y actitudes propias de la extrema derecha, el Partido Demócrata norteamericano y los partidos de izquierda en general se deberían, según Sebastián Royo, dedicarse a “desarrollar un programa económico que se enfoque en la equidad”, dado que “es imprescindible mantener la cohesión social´” y para ello es fundamental seguir invirtiendo en educación, sanidad, servicios sociales y todo los que representa el garantizar la solidez del Estado de Bienestar. Consecuentemente, según este autor, “la izquierda tiene que convencer a sus votantes de que tiene las propuestas para solucionar sus problemas y para crear oportunidades laborales que abran perspectivas de futuro y al mismo tiempo, que va a proporcionar el colchón social que necesitan para protegerles y conseguir más igualdad”, aspectos estos que todavía resultan más importantes en estos tiempos como consecuencia de la crisis derivada de los efectos sanitarios, económicos y sociales causados por el Covid-19.

    Si el triunfo de Trump en 2016 supuso la victoria del miedo, y del revanchismo en contraste con el optimismo con el que se abrió ocho años antes el mandato de Barack Obama, esperemos que esta situación no se repita de nuevo en 2024 porque el posible retorno de Trump produce escalofríos por las consecuencias que ello tendría, no sólo para Estados Unidos, sino para el panorama político y económico de nuestro mundo global.

 

    José Ramón Villanueva Herrero

    (publicado en: El Periódico de Aragón, 30 noviembre 2021)

 

 

 

 

Etiquetas: , , , ,

30/11/2021 17:33 kyriathadassa Enlace permanente. Política-EE.UU. No hay comentarios. Comentar.

Blog creado con Blogia. Esta web utiliza cookies para adaptarse a tus preferencias y analítica web.
Blogia apoya a la Fundación Josep Carreras.

Contrato Coloriuris